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Doce hombres sin piedad

Drama. Intriga Los doce miembros de un jurado deben juzgar a un adolescente acusado de haber matado a su padre. Todos menos uno están convencidos de la culpabilidad del acusado. El que disiente intenta con sus razonamientos introducir en el debate una duda razonable que haga recapacitar a sus compañeros para que cambien el sentido de su voto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
25 de marzo de 2009
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que tenemos aquí va mucho más lejos que la simple categoría de cine. Lo que Lumet hizo, llevando esa obra teatral a los estudios de filmación y escogiendo a doce actores soberbios, fue asestar un mandoble directo a la yugular de la justicia.
No se trata de otro drama más de tantos en los que se circula por esas salas de juzgados presididas por el honorable juez, el fiscal que encabeza la acusación, el abogado encargado de la defensa, un jurado anónimo y casi invisible, el acusado de rostro lívido y expresión cercana al desmayo, y el público oyente.
Lumet no necesitó más que a los doce miembros que iban a decidir la suerte de un joven al que no llegamos a ver, pero cuyo caso se tornará tan familiar como si hubiésemos visto al chico en acción.
Doce hombres designados como jurado popular para deliberar y pronunciarse acerca de la inocencia o la culpabilidad de un muchacho de dieciocho años acusado de cometer parricidio. Hombres a los que no les agrada en absoluto que los hayan sacado de sus quehaceres, que no se han visto jamás, que proceden de distintos ambientes y entornos socioculturales, de diversas edades y que en realidad es prácticamente nada lo que saben acerca de la persona cuya vida depende de ellos.
Formar parte de un jurado en ciertas partes de los Estados Unidos conlleva mucho más que enviar a alguien a prisión. Conlleva enviarlos a la muerte.
¿Cómo se siente uno participando en un debate en el que está en juego una vida?
Lumet hizo sobrado honor a la obra de Reginald Rose captando en toda su magnitud su tremenda esencia.
¿Se puede juzgar a la ligera? ¿Las pruebas son irrefutables? ¿Las declaraciones de los testigos son infalibles? ¿Quién puede decidir acerca de la culpabilidad, si todas las evidencias no apuntan a ello y no se está plenamente seguro?
¿Se puede vivir con una conciencia en la que pesa el haber condenado a la silla eléctrica a un ser humano? La justicia humana no tiene derecho a ejecutar a nadie… Porque entonces la justicia también cae en el asesinato. Y nosotros no tenemos derecho a quitar la vida.
¿Pueden doce hombres que viven, respiran y sienten, privar a otro de su derecho a vivir? ¿Es así de sencillo?
Lumet y Reginald Rose, quien convirtió en guión cinematográfico su propia obra, asientan, en sólo noventa minutos, el germen de la duda razonable y recrean un microcosmos social en el que cada individuo representa unos rasgos de personalidad, de estatus y de ideología idiosincrásicos y propios de su procedencia, educación, nivel cultural y desarrollo y madurez personal. Así, se obtiene un rico abanico de registros que fluctúan por las posturas más radicales, cerradas y llenas de prejuicios, por posturas que andan por el término medio, más abiertas y razonables y susceptibles a la duda, y finalmente por la luz de la razón, de la ecuanimidad y del reconocimiento de los errores humanos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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21 de enero de 2010
40 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Doce tíos. Doce personalidades distintas. Me juego el cuello a que no comparten ni signo del zodiaco. Un desfile de calvas, entradas, entradillas, media-luna, cuarto menguante, cortinilla... Son un jurado popular. Encerrados en un cuarto. Discuten sobre un caso a priori claro. Hace más calor que durmiendo con Chewbacca. Más sudor que en la camiseta interior de Camacho. Encima bochorno. El ventilador no funciona. ¡Vaya, ahora llueve! Con este simple material Lumet hace más que muchos otros directores con 200 millones de dólares.

Genial narración, no vemos que pasó pero lo sabemos al dedillo gracias a los diálogos, que muestran fielmente cada uno de los caracteres de los personajes. Tú te conviertes en el decimotercer miembro del jurado, pero cuando quieres decir algo que no te queda claro, casi siempre te calla alguien que con su acertada intervención o te quita de la boca lo que ibas a decir o te aclara la duda. Aunque a mí me quedó una que diré en Spoiler.

Buena dirección, buena interpretación y una lección de cómo se cuenta una historia, sin olvidar la parte crítica del asunto judicial. Hay que verla al menos una vez en la vida. En verano mejor que no.

Voy a Spoilear. Y olé el 4 y el 9.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sodapop
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2 de abril de 2007
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una época en la que abundan las superproducciones, grandes en presupuesto y efectos especiales, pero escasas de imaginación y talento, se valora más esta película. Bajo una aparente sencillez (la trama se desarrolla en su mayor parte en una habitación), se esconde una compleja reflexión sobre la conducta humana, los prejuicios y la justicia.

Un guión soberbio dibuja a unos personajes muy reales, en cuyo comportamiento nos podemos ver reflejados cualquiera de nosotros.

En definitiva "Doce hombres sin piedad" es una película que no ha envejecido y que nos invita a reflexionar sobre el triunfo de la razón y la lógica sobre la sinrazón, la importancia de las minorias y la enorme responsabilidad de un jurado ante un presunto asesino.
txeloa
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3 de abril de 2009
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje de Sidney Lumet (Filadelfia, 1924), formado en el teatro y la televisión. El guión, de Reginald Rose, adapta el que el propio autor escribió para el film televisivo “Twelve Angry Men” (1954), que emitió la cadena CBS. Se rueda en 17 días en la Sala del Jurado (Jury’s Room) del Tribunal Superior de Justicia de NY, con un modesto presupuesto de 340.000 USD. Nominado a 3 Oscar (película, director y guión adaptado), gana el Oso de oro (Berlín). Producido por Henry Fonda y Reginald Rose para Orlon/UA, se estrena el 13-IV-1957 (NYC, NY).

La acción dramática tiene lugar en el verano de 1956, a lo largo de una sesión única de algo más de 3 horas. Henry Fonda es el vocal nº 8 del Jurado que ha de juzgar la culpabilidad de una muchacho hispano de 18 años, acusado de homicidio en primer grado por la muerte de su padre. El Jurado consta de 12 miembros, elegidos al azar, entre personas que no se conocen entre sí, que no conocen al acusado y que han superado las pruebas de aptitud establecidas. En la votación previa con la que da comienzo el debate a puerta cerrada, el jurado nº 8 es el único que se posiciona a favor de la inocencia del acusado en aplicación del beneficio de la duda (“In dubio pro reo”), porque las pruebas aportadas no son concluyentes.

El film desarrolla un drama judicial, uno de los más sobresalientes, conocidos y emblemáticos del cine americano. Respeta los principios clásicos de unidad de tiempo, lugar y acción, tan apreciados por Lumet. La acción tiene lugar en un solo espacio, el Jury’s Room, salvo unos breves planos iniciales de la sala de juicios y una imagen rápida del rostro del reo, un joven hispano (posiblemente puertorriqueño), conflictivo, que a los 9 años perdió a la madre, ha vivido en reformatorios e internados, cuenta con antecedentes de robo y asalto y es hijo de un padre violento, que le maltrata y que ha sufrido penas de prisión por falsificar papel moneda (billetes).

Ofrece una excelente construcción de caracteres, bien diferenciados y ricos en matices, que representan un amplio espectro de la sociedad americana. Los personajes más destacados son el jurado nº 8 (Fonda), liberal, equilibrado, ecuánime e íntegro; el jurado n º 3 (Cobb), impulsivo, amargado, violento y de pocas luces; el jurado nº 7 (Warden), irreflexivo y desconsiderado; el jurado nº 9 (Sweeney), jubilado, entrado en años, lúcido y perspicaz; el jurado nº 12 (Webb), publicista presumido y voluble; el jurado nº 10 (Begley), intolerante y con prejuicios étnicos; el jurado nº 1 (Balsam), que preside el Jurado con permisividad y templanza, etc.

Es una obra de personajes y actores. Las interpretaciones del conjunto del elenco son magníficas. Son destacables las de J. Lee Cobb, Fonda, Begley, Balsam, Sweeney y otras. El líder formal del grupo es el jurado nº 1, el líder informal autoritario es el jurado nº 3 y el líder natural democrático es el jurado nº 8.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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1 de marzo de 2010
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede hacer una obra maestra con tan sólo 12 personajes encerrados en una habitación durante todo su metraje y cuya única actividad consiste en hablar?
Yo creo que si, y esta cinta es una muestra de ello.

Porque para hacer un peliculón no hace falta un argumento creible, ni una historia convincente, ni siquiera contar con un gran plantel de actores (exceptuando a Henry Fonda, los otros no son demasiado conocidos en este film), sólo se necesita ingenio y ganas de hacer una obra de arte, y en este aspecto el señor Lumet vió la luz.

Cuando empecé a verla, francamente, me esperaba una cosa distinta: un atípico drama judicial, con una resolución complicada y mucho dramatismo. ¿Acaso este no lo es? Puede que sí, pero tiene algo que pocas películas me han podido mostrar: una lección moral increible y una crítica brutal a los prejuicios del ser humano.

La persona es una máquina imperfecta, que cree que todo lo puede solucionar sin hacer caso a esa vocecita que se llama conciencia, sólo mediante pruebas y hechos creemos que todo lo podemos solucionar y, amigos, eso no es así. Existen distintos puntos de vista, distintas maneras de pensar, y en esta película se nos muestra de una manera soberbia. Las dudas a veces pueden hacernos reflexionar bastante, y si son razonables aún mas.

Una lección ética que debería ser de obligada visualización en las escuelas.
Yeyo
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