Los profesionales

Es cierto que la idea se parece a un hipotético capítulo del Equipo A colocado en el desierto mexicano, pero es también igualmente cierto que la serie de TV aún tardaría muchos años en aparecer. Si empiezo comentando lo que parece una estupidez es porque sin embargo opino que ambos personajes, los excombatientes de la TV y los que protagonizan "Los profesionales", poseen la esencia de un romanticismo que no es nada fácil encontrar. Richard Brooks usa unas dosis de humor no del todo acertado, aunque eso es pura impresión subjetiva, de la mano de un Lancaster algo disonante en su papel de bufón. Los demás están a la altura, más Lee Marvin que el resto, con un tal Robert Ryan que cada vez que lo veo me parece más malo, además que aquí cuenta con el personaje menos desarrollado, más desaprovechado y prescindible.

La linea argumental es bien sencilla, se plantea en los primeros minutos y en principio no cabría mayor contenido que el mero espectáculo. Sin embargo todo da un maravilloso giro que agradezco (spoiler), de otra manera no habría sido la buena película que he encontrado, principalmente gracias a Claudia Cardinale, nunca me cansaré de decirlo, la mujer más bella y atractiva de la historia del cine. Los exteriores para mí es lo de menos, sí, están bien, pero eso no es nunca mérito de nadie. Muchos opinan que es "cine crepuscular", como de final de etapa, y es cierto, los actores son veteranos y la época señalaba el género en situación de vía muerta, necesitado de una renovación. Y esa tristeza se nota, no es una del oeste para levantar ánimos, es romanticismo puro.

Uno de los westerns más atractivos de los sesenta fue Los profesionales. No se ambienta en Lejano Oeste propiamente dicho sino en el Méjico revolucionario de comienzos del siglo XX. Un grupo de veteranos mercenarios, al estilo de la película de Stallone salvando las distancias, acepta el encargo de un magnate del petroleo tejano para que liberen a su esposa secuestrada por un rebelde mejicano llamado Jesús Raza. Su carismático reparto, la magnífica fotografía y sobre todo su fabuloso guión sin desmerecer la labor de su director, hacen de esta película una de las mejores de su género.

La trama esconde múltiples sorpresas y un final inesperado de los que hacen época. El guión presenta a unos personajes sólidos y creíbles que recitan unos diálogos cargados de nostalgia, ironía y lucidez, destacando la camaradería entre los protagonistas y ofreciendo una imagen ambigua de los malvados. Es famoso el discurso que Jack Palance recita al final cuando conversa con su antiguo socio Burt Lancaster y le expone lo que opina sobre la revolución o la secuencia en la que Marvin le dice lo que piensa realmente del magnate.

Personalmente me recuerda bastante a Grupo salvaje, de hecho a Peckinpah le habría gustado que Lee Marvin protagonizase su película pero por problemas de agenda con otro rodaje Marvin no pudo protagonizarlo. Aunque tampoco William Holden lo hizo nada mal reemplazándole. Con quien sí pudo contar fue con Robert Ryan.

Obra maestra, asín sin más. Todo en ella es redondo, desde la magnífica fotografía hasta un reparto en estado de gracia (en especial Burt Lancaster) dando vida a unos personajes maravillosos, cada uno de su padre y de su madre. Pero si me tengo que quedar con algo es con sus diálogos, de los westerns mejor escritos que he visto.

-Es usted un hijo de puta
-Sí, pero lo mío es de nacimiento, sin embargo usted se ha hecho a sí mismo

-¿100000 dólares por una esposa? Debe ser mucha mujer.
-Será de esas que convierten a los niños en hombres y a los hombres en niños.

¿Y ese diálogo crepuscular donde dos antihéroes pistola contra pistola filosofean sobre el sentido de la vida y la muerte mientras recuerdan viejos tiempos antes de ver quien consigue matar al otro? Bufff menuda obra maestra.

Sin duda, una obra maestra del western, uno de esos peliculones del siglo que no te puedes perder.

La historia en sí puede ser aburrida, un grupo de ex-revolucionarios que son contratados para rescatar a una chica. Nada más lejos de la realidad. Está llena de acción y de grandes tiroteos, infinita sabiduría en el plan de ataque y un humor negro con diálogos gloriosos que siempre hacen que amemos aún más si cabe el western.

El elenco de actores es impresionante: el siempre incombustible y grande Woody Strode, un comedido Robert Ryan, buen Jack Palance y la guapísima Claudia Cardinale, que en cada película que la vemos siempre nos quedamos enamorados de ella. Pero sin duda, los dos grandes del film, dos de los más jefes de Hollywood. Lee Marvin como siempre, en su línea, tipo duro pero con mucha psicología y ese artificero y mujeriego... Burt Lancaster es Dios! Ya lo dije que en Vera Cruz se salía, pero su papel en Los Profesionales no le va a la zaga. Un inteligente artificiero, un mujeriego total que no duda en desprestigiar a las mujeres, el más duro de todo cargado con esa elegancia y ese cinismo inolvidables que hacen de él uno de los grandes. Sin duda, la estrella de la cinta, y eso que es difícil que alguien supere a Lee Marvin.

En conclusión, es imperdonable que un fan del western se la pierda y al resto que la vea, sólo con ver a Lee Marvin y Burt Lancaster merece la pena.

Qué encuentro tan feliz, un tesoro escondido entre los canales inevitables de la televisión.
"Todos los amores tienen un terrible enemigo: el tiempo".
Y frases como ésta o como la transcrita por Boyero en esta página circulan por la película con la naturalidad de las balas volando sobre el desierto de un western.
"¿Qué revolución? - La revolución siempre es la misma".
En ese territorio fronterizo, el "entre una cosa y otra" de tantas cosas, brilla esta historia de diálogos brillantes, de historia casi previsible, de romanticismos imposibles ("Te parecerá imposible, amigo, pero yo he nacido para el amor"), de arena que se mastica ("¿Tomar un baño? ¿Por qué? ¿Es sábado?"), de valor y lealtad creíbles (por qué me son tan inverosímiles tantos westerns?).
Película de grandes actores, de extensos espacios, de deseados valores, que proporciona un divertimento que está entre las palomitas del cine del colegio y el placer de ver una cinta muy bien parida, con los condimentos exactos para ser una película más que notable.