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España España · Valencia
Críticas de Sapristioca
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Críticas 54
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
1 de noviembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía expectativas favorables para ver la película. El aparato propagandístico, algún dibujo del "monstruo" (¿pero no os recuerda a los Ents de El Señor de los anillos?), la advertencia de que la gente lloraba al final...no era nada que me llevara a verla. Esas bajas expectativas, sin embargo, hacían que deseara que me sorprendiese, casi lo intuia.
Pero no. Excepto las acuarelas y el aspecto plástico de la película todo me parece manido, superficial, con una insolente sensación de dèjá vu, una ausencia total de sorpresa. Historia floja que quiere aunar reflexión sobre la muerte, acoso escolar, separación matrimonial e incorporación de elemanto fantástico en realidad odiosa. En ningún momento me ha interesado y en muchos me ha aburrido. Una vez más me sorprende la crítica casi unánime de un producto para mí mediocre. Si de cuentos se trata, El cuento de los cuentos lleva de verdad a una fantasía prodigiosa, pero ahí la crítica no fue tan dadivosa y la gente, bueno, la gente prefiere llorar a extasiarse.
Sapristioca
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9
28 de febrero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haneke bucea en el dolor una vez más. Le interesa, como a muchos de nosotros, la génesis, el motivo, el objetivo del sufrimiento. El desarrollo del dolor que muchas veces tiene en la degradación de la dignidad humana su mayor exponente. Entonces, conceptos como humillación, indignidad, injusticia, arbitrariedad, perversidad, maldad, cobran la dimensión de inquietud en la mente de Haneke y, de esa inquietud, nace el arte.
Amor es una película lenta (en el magnífico sentido de la palabra), que mima sin ñoñerías los planos, los gestos nunca superfluos, el devenir en pendiente de la historia. Siempre me han gustado las películas donde la propia casa es un protagonista más, donde desde ópticas distintas vas conociendo pasillos, distribuidores, habitaciones, librerías, etc. desde todos o muchos de sus posibles ángulos. En Amor tenemos casa, mucha casa porque, para (imagino) horror de muchos, la película podría desarrollarse en un escenario teatral.
Poco voy a desvelar del argumento: a través de una enfermedad invalidante vemos la degradación lenta del enfermo, el cuidado amoroso, torpe, perplejo, del cónyuge; las perspectivas horrendas de la evolución prevista. Dónde va quedando …”nuestra” dignidad, nuestras esperanzas, nuestra misma consciencia. Haneke bucea en el dolor que supone el tránsito de la vida plena y llena de arte y belleza (la Bagatela de Beethoven, los cuadros de románticos paisajes, las fotos de un tiempo feliz: “qué bonita es”, “¿qué?, “la vida”), desde esa plenitud hasta la incontinencia, la amnesia, la pendiente sucia hacia el fin.
A partir de ahí, nuestras reflexiones: ¿dónde está el punto a partir del cual queremos seguir viviendo? ¿a costa de qué? ¿cuentan acaso las voluntades anticipadas, la propia voluntad de un enfermo para parar el sufrimiento?
Impagables las actuaciones de los dos olímpicos actores protagonistas, más allá de los gestos, sus miradas.
El giro brusco del Haneke más incontenible libera un final de premio.
Sapristioca
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9
6 de septiembre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo una estúpida sensibilidad. Me duele el pasado de esta película, el Perpignan conocido cuando era crío por una película que era un reclamo pornográfico que traspasaba la frontera y llegaba a una España saturada de franquismo y anacronía. Me duelen, qué tontería, las críticas aceradas, los insultos a una película que aprendí a respetar y a adorar en los primeros años de la democracia.
¿Qué tenía que ver el tango con Franco, con la democracia? Nada. Lo mismo que con las críticas que insultan.
El tango es una película hija de su momento, como un revulsivo, como un puñetazo a las conciencias más rígidas. Su forma es esa. Su fondo es la tristeza. El ocaso de un hombre solo, sin ideales, sin esperanzas, sin futuro, agarrado al pubis hirsuto de una niña imbécil, fruto, también de su tiempo.
Gato Barbieri, saxofonista de jazz, y Paris hicieron el resto, y la mano aguerrida de Bertlucci, para crear un símbolo perfecto, con la perfecta arquitectura de lo que no es perfecto.
Cuánta poesía en la crudeza, cuánta necesidad de afecto en la escatología, cuánto buscar en el anonimato, cuánta desesperanza en lo que por un momento Brando llega a esperar...
Sapristioca
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9
6 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He cambiado mi puntuación de esta película tiempo después de verla. Cuando leí el libro Los muertos, de James Joyce, hice mentalmente lo mismo. El "no pasar nada" del costumbrismo del relato (de todos los de Dublineses) es una falsa apariencia. Obviamente, este libro no es Ulysses, cuya adaptación cinematográfica sería imposible.
En Dublineses se ve lo que en Los muertos se lee, y eso es la gran maestría de un Huston enfisematoso, en silla de ruedas y portador de oxígeno: que el mismo trazo que describe con apariencia desapasionada Joyce se siente en la cinta; y es tan solo apariencia porque destila ternura, homenaje, cercanía, intemporalidad.
No sé cuántas vesces he leído el final; ni sé cuántas veces he visto el (ligeramente cambiado) final de la película. Cómo me he sentido traspasado por esa nieve que cae oblicuamente tras la ventana mientras el protagonista reflexiona en un monólogo interior (preludio de obras futuras) sobre la vida y la muerte, sobre sus sentimientos, sobre su esposa y aquel novio que dio la vida por ella. Cómo cae la nieve sobre toda Irlanda...y sobre los vivos y sobre los muertos.
Sapristioca
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4
4 de septiembre de 2012
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Sé que nadie leerá este comentario (¡hay 188 críticas ya!), pero he de contar lo que me pasó viendo esta película en casa.
Estaba en la cama y de pronto el mando a distancia cayó al suelo.
Hasta entonces no me había dado cuenta del efecto producido; una "hermandad" dirigida por Morgan Freeman (¡pero, hombre!) mataba según el dictamen de un telar, el cual tejía unos hilos que "hablaban" mediante un código de punto de cruz. Introducido en la absurda historia, es decir, asumiendo el absurdo dentro del lenguaje del cómic, me distraje con balas que siguen en su trayectoria el mismo efecto que un balón en un tiro directo, aprendizajes brutales para conseguir ser un asesino súper, curas en baños extraños, ratas con explosivos.
Bueno, la cosa no funcionaba pero ahí estaba yo viendo el final cuando pasó lo del mando. De pronto, ágil y lleno de fuerza, me tiré al suelo, vi allá lejos el mando y me lancé hacia él. El resultado fue pico de zócalo incrustado de golpe en la frente, dolor brusco, sensación de imbecilidad; porque con más sensación de estupidez que dolor no té que la sangre manaba y me llegaba a la frente, pero yo seguía queriendo ver el final que no llegaba. Tuve que levantarme para ver si la cosa era de poner alguna grapa: no, no era profundo, gasa con antiséptico. Volví a la película...¿alguien me puede decir qué paso con Freeman?
Sapristioca
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