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Los muertos no se tocan, nene

Comedia Logroño, 1959. Fabianito, un chico de catorce años, presencia sorprendido los preparativos del velatorio de su bisabuelo, un ilustre ciudadano local. Mientras la familia espera impaciente la llegada del alcalde, Fabián descubre el amor. Los acontecimientos y las visitas se suceden de forma tan incontrolable que llegan a provocar las situaciones más cómicas e imprevisibles. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cumplido homenaje póstumo al gran Azcona y un cine que nunca volverá y que tantas obras maestras ha dado en manos de directores como Berlanga. En este contexto y ayudado en buen parte por la nostalgia de los espectadores mas adultos, se disfruta con agrado. El reparto sabe perfectamente de que va la cosa, incluso los más jóvenes y estan estupendas Silvia Marso y Blanca Romero. Con producción muy justita y un blanco y negro "demasiado blanco" para mi gusto, la galería de personajes va desfilando ante el cadáver del finado en un sainete costumbrista donde afloran a nuestra memoria los nombres de los desaparecidos, Agustín González, Manuel Alexandre,....entre otros muchos o los que siguen en la brecha como Luis Varela.
ELZIETE
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6 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Él, que nunca dirigió pero estuvo ahí, sin autocomplacerse, ni hacer sombra ni agasajo. Él, que escribía comedias sobre la agonía y las hipotecas y los tullidos y la pobreza. Él, que hacía drama de la religión y la pitanza. Él, que se adaptó al habla de su entorno. Él, que buscó complicidad transalpina y cambió de lengua pero no de lenguaje. Él, que me firmó un autógrafo en un lienzo. Él que guionizó El cochecito y El pisito y El verdugo y Plácido y Mafioso y La gran comilona y La escopeta nacional y La vaquilla y un etcétera largo y excelso, contundente y estrafalario. Él, que hacía cine que venía de la vida, porque el cine que viene del cine no le interesaba. Él, que escribió Los muertos no se tocan, nene. Él, es Rafael Azcona: uno de los mejores guionistas del mundo.

Sus amigos sabían lo que le debían y han intentado hacerle un homenaje en forma de película —cómo si no— basado en una de sus primeras novelas. Una novela que intentó dar el salto al cine y completar una trilogía junto con El pisito y El cochecito. Pero claro, la censura le dijo a la pareja Ferreri- Azcona: “Sí hombre. Pero si os reís de los muertos y de los políticos y de los funcionarios locales y de los militares que tanto trabajan por la patria, y habláis de placeres solitarios y de amores externos a la sagrada unidad familiar católica, apostólica y romana; y no le hacéis honores a España, nuestra nación: una, grande y libre. Así que, por la presente, comunicarles a Don Marco Ferreri y a Don Rafael Azcona Fernández que su intento de película se va a quedar en eso: en intento. A parla”. A la sazón, hace dos años se juntaron sus colegas David Trueba, José Luis García Sánchez y Juan Gona y le dieron bola y metraje al proyecto. Pero claro, Ferreri y Berlanga ya no están y Azcona sólo hay uno.

Fallido, aunque bien intencionado, homenaje póstumo a Don Rafael. Rodado en blanco y negro, sin sonido directo, con un elenco coral y doblado en sala y con un gran respeto. Aún así, es de agradecer que García Sánchez se plantara sin miedo frente a un morlaco semejante, un proyecto que el público iba a comparar sin miramientos, y nos contara la historia de Fabianito y todo lo que se desenvuelve alrededor del velatorio de su bisabuelo: el primer amor platónico, la desestructuración familiar, la marginación social, el aparentar ante el poderoso, la llegada de la televisión, la superstición, la infidelidad, el puterío y un gato que pulula entre el gentío.

Se ha comentado siempre que Fabianito es un alter ego del Azcona infantil. Aunque, en palabras de Mingote, amigo intimo y compañero de fatigas y tertulia: “un alter ego de Rafael es el niño, la señora, el señor, el muerto, el vivo… todos son un alter ego de Rafael. Todo es Rafael”. A positivar el amor y el respeto de todo el equipo por la obra del genio de Logroño; pero, sobre todo, a positivar el cartel de Mingote; supongo, uno de sus últimos trabajos.

Ver la película no es cosa sencilla. No obstante, encontrar el libro es poco complicado y leerlo es un placer; puro Azcona. Amen.

www.apositivar.com
A POSITIVAR
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19 de julio de 2019
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Haciendo homenaje a la novela de Rafael Azcona en la que se basa, el veterano director José Luis García Sánchez (Suspiros de España (y Portugal)) centra la acción de la película en apenas un par de escenarios y crea una comedia costumbrista de época y sobre la época (posguerra) en que lo políticamente incorrecto quedaba al borde de la emersión. En este caso, y rodada bajo un filtro de blanco y negro, se suceden diferentes escenas que rode4an el funeral de un prohombre de la ciudad de Logroño. Con esta sencillez típica de la época el humor es relajado y nada ruidoso, aunque peca de ser un tanto anodina y tonta. El plantel de actores realiza una buena labor destacando un Carlos Iglesias (1 Franco, 14 Pesetas) que en algunos momentos me recordaba a su Benito de Manos a la Obra y es la persona que más huumor aporta. Junto a él, Silvia Marsó (La Madre Muerta), Blanca Romero (serie Bajo Sospecha) o el veterano Carlos Álvarez-Nóvoa (La Novia). ¡Ah! Olvido mencionar que también aparece Álex Angulo (El Día de la Bestia) en el rol de un personaje surrealista que deja alguna sonrisa dibujada en nuestra cara.
Es una película sencilla, corta de duración que trata de buscar el tono de Azcona, pero se queda a mitad de trayecto y que es un pasarratos simple. Pensé que iba a ser peor, pero me sacó alguna que otra sonrisa.
Siferval
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27 de enero de 2023
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El volumen "Estrafalario" viene a unir tres cuentos largos escritos por Rafael Azcona Fernández en una etapa temprana de su obra, entre su escritura humorística en La Codorniz y su introducción en la industria del cine como guionista.

Dos de la trilogía, "El Pisito" y "El Cochecito", fueron trasladados a este formato por él mismo y Marco Ferreri los llevó a la gran pantalla, cambiando la manera, la esencia de ser de la comedia patria, que se volvió más audaz, más políticamente incorrecta, más rica en matices y más inteligente. Por desgracia el relato anterior "Los Muertos no se Tocan, Nene" no pudo ver la luz ya que la censura estaba ahí para impedirlo. Era algo lógico. La muerte, el funeral, el velatorio, la reunión familiar, todo era demasiado sagrado y ceremonioso como para que alguien lo hiciera un objeto de crueles burlas.
Según dijeron, un atentado a las buenas costumbres, y aquéllos no entendían que la intención del autor era subrayar sin juzgar el patetismo alrededor. Han hecho falta muchos años para que la historia cobrase vida, y de la mano del buen José Luis García, admirador, amigo y colaborador de Azcona; David Trueba afirmó que el proceso de elaboración del guión no pudo hacerse de otra forma salvo a través de la nostalgia y el cariñoso homenaje. Así lo encontramos en pantalla. Es Logroño, su Logroño, filmada en 2.011 pero viajando en el tiempo hasta finales de los '50...

Ahora es otra España, la que vive el régimen del Jefe del Estado, la que ha impulsado el auge industrial y la expansión económica a través de las ayudas exteriores pero siempre bajo las medidas de la dictadura, la que empieza a introducir innovaciones como el televisor, la que sigue siendo, aun así, un país subdesarrollado de buenas costumbres, apariencias y pensamientos obscenos que se guardan bajo llave con mucho miedo. Bajo la luz en blanco y negro suave de Federico Ribes, se observa el núcleo familiar de clase media de los Vígaro.
No entramos en pleno duelo, sino cuando al futuro finado, don Fabián, el que da título a la historia, le falta poco para expirar. Esto es el universo de Azcona en su más pura esencia, y es un acierto que García Sánchez, con el pulso firme para los largos planos-secuencia en espacios cerrados (pagando su deuda con Berlanga), presente a la familia antes del suceso trágico; no sólo tenemos la oportunidad de conocerles tal y como son en su cotidianidad, sino el poder hacerlo sin barreras, por medio de sus interacciones naturales, para después contrastarlas con sus maneras hipócritas al ir llegando las visitas, especialmente las pertenecientes a estratos sociales más altos.

El hijo del finado, deseando robarle el protagonismo y captar la atención de los demás hablando de su propia muerte; la nieta y su marido, el clásico matrimonio de aquella época: ella, un ama de casa que quiso ser pianista y vive frustrada desde que se casó, para más inri con un brigada retratado como un quejicón sin sangre en las venas; los bisnietos (él, Fabián, vivo retrato del Azcona preadolescente, ensimismado en la poesía y el amor para huir de su realidad negra y llena de entierros), que se apuestan la posesión de la habitación del viejo; la otra nieta, que abandonó el hogar por ser demasiado liberal e ir contra las tradiciones...
El retrato de cualquier familia de entonces, tocado por una acidez y sentido crítico brutales, donde las miserias morales y materiales emergen, pero, de nuevo, sin juzgar; sus propios motivos tienen para ser como son. García Sánchez conoce el nutrido y abigarrado fresco social que Azcona desplegaba en su texto usando la sátira, la degradación, el guardar las apariencias; de un lado a otro del encuadre los personajes se cruzan y se agolpan, rabiosos, frustrados, arrogantes, falsos, traidores, sórdidos, las verdaderas formas de ser salen de repente revelando una tremenda fealdad interior.

Al otro lado queda la sonrisa del difunto, desafiando sin saberlo la seriedad del fallecimiento (más bien del duelo tan católico-nacionalista que prepara el sacerdote); el despertar sexual de Fabián, desafiando la tan bien defendida moral (por su propio padre, el ridiculizado guardia civil), que crece hasta un más que obvio deseo incestuoso cuando su tía Clara se presenta ante él con una sensualidad femenina impensable; la presencia invasiva de la televisión, que llega para sustituir la comodidad del hogar español y el olor a la podrida vieja generación por una deseada modernidad y la oportunidad de formar parte de un desconocido mundo exterior.
Por supuesto que algo así parece imposible de rodarse en 1.959 en España, pero el director y su equipo recrean a la perfección la época y sus más mínimos detalles, tanto físicos como humanos, respetando todo ese costumbrismo torcido, estallidos de violencia grotescos, situaciones escatológicas, comentarios políticos de vena derechista, ese vocabulario perdido, un imaginario plenamente "azconiano", sin héroes, sólo hecho de gente corriente que va a la suya, y en su forma inspirado tanto por Ferreri, Sáenz de Heredia y Cuerda como, por supuesto, por Berlanga, desde el primer al último plano.

El disfrutar de todo este elenco de diferentes edades y caracteres como se debiera es imposible, pues en las comedias corales muchos personajes vienen y van sin gozar de la atención que debieran. En ese sentido sobresalen Mariola Fuentes, Blanca Romero, Carlos Álvarez, Luis Bermejo, Carlos Larrañaga, Tina Sáinz, el joven Airas Bispo y, cómo no, Silvia Marsó y Carlos Iglesias, juntos tras tantos años y por fin como pareja (goce personal de un servidor, quien siempre quiso verlos así desde "Manos a la Obra"...).
Ni es un clásico de culto de nuestro tiempo ni se podrá equiparar jamás "El Pisito" y "El Cochecito". Tan solo un bello, negro y alocado tributo al mejor guionista patrio y su particular mundo, dejando claro que en este país aún se puede hacer otro tipo de comedia, y no la que ya nos sabemos...
Chris Jiménez
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29 de septiembre de 2012
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada día hago un esfuerzo mayor de intenciones para seguir viendo cine español y tengo que reconocer que esta película no ayuda. Tenemos una cartelera divertida que promete como los políticos, pero cuando ves la película te encuentras con una gran mentira y decepción. Si dijeramos que esta película está hecha a la antigua usanza, dandole un aspecto premeditadamente antiguo intentando recrear álgún aburrido estilo perdido de los años ochenta y noventa, cuando se realizaban auténticos petardos que dormían hasta al mismísimo sueño, entonces podremos decir que está muy lograda por que salvo escenas sueltas y contadas, es acononántemente aburrida.
Si dijeramos que intenta imitar a películas de los años cincuenta y sesenta del cine español aún lo veríamos peor por que al menos con películas de aquella época, nos divertimos, nos entretenemos y cuando son dramáticos, lo son de verdad logrando hasta llegar al corazón. Pero tampoco hay nada de esto en esta cinta por que ni es graciosa, ni nos llena de ningún tipo de sentimiento dramático...bueno sí, llega a dar hasta lástima, sobre todo por el tiempo invertido en verla.
Dejemos el pasado donde está si no sabemos recrearlo y déjense de rehacer guiónes de grandes guionistas para rehacerlas mal y encima de llevarlas al cine aun peor con una nostalgia mal hecha, aburrida y nada creíble.
Quiero puntualizar que esta crítica nada tiene que ver con los actores, que es evidente que son buenos pero lo que está claro es que si a un conductor de fórmula uno le entregamos un Seat 600, por muy bueno que sea conduciendo y por muy grande sea su esfuerzo, lo único que puede hacer es perder.
michaeljean
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