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Perder la razón

Drama Un generoso médico lleva a Bélgica a un joven marroquí, a quien educa como si fuera su hijo. Cuando el joven se enamora y decide fundar una familia, su esposa se encuentra encerrada en un clima afectivo irrespirable que tendrá un desarrollo insidioso. Con la llegada de los hijos, la pareja se hace cada vez más dependiente del médico. El altruismo sin límites del doctor se convierte en poder. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
21 de agosto de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mounir (Tahar Rahim – El Profeta), es un joven marroquí que llega como inmigrante a Bélgica gracias a un médico benefactor que lo adopta como hijo; después de un tiempo conoce a Murielle (Émilie Dequenne), de quien se enamora y decide formar una familia. Luego del matrimonio llegan los hijos, y en medio de los eventos normales de la cotidianidad, llega la rutina de la vida en pareja; pero en medio de la rutina de un matrimonio aparentemente normal, se mantiene la existencia de un tercero quien se va volviendo más y más dependiente para la familia causando cierto conflicto de intromisión o invasión de privacidad como la he llamado, a tal punto de convertirse un partícipe más en la relación de afecto entre los miembros del hogar. Sin embargo, y a pesar de que el comportamiento del doctor André Pinget (Niels Arestrup) más que negativo corresponde a un deseo de sacrificio ante el beneficio de los demás, tal hecho no deja de causar la extraña sensación de que su presencia como un tercero dentro de la familia, ha de resultar nociva para todos. Poco a poco dicha situación, junto al complejo clima afectivo que envuelve a la familia, comienzan a desestabilizar el estado anímico y psicológico de Murielle, quien empieza a caer en algún tipo de trastorno ansioso-depresivo del cual pierde el completamente el control, trayendo como resultado un devastador desenlace.

À Perdre La Raison, ha sido una película que surgió a partir de una noticia televisiva y su director Joachim Lafosse, muestra como diferentes factores que influencian el clima afectivo familiar pueden hacer daño, en algunos casos, a la salud psicológica de uno o varios de los miembros que la componen.

De manera progresiva, se genera una atmósfera densa e inquietante que va desglosando las razones que producen los efectos nocivos para la salud mental de Murielle y provocan un desenlace que, a pesar de ser anunciado desde el comienzo del film, resulta igual de sorpresivo e impactante.

Película totalmente recomendada; con una excelente actuación de Émilie Dequenne, por la cual ha sido merecedora de diferentes premios a nivel internacional. À Perdre La Raison es un denso drama psicológico donde la cotidianidad familiar puede convertirse en un factor imposibles de mantener y dominar, al punto de impulsar a alguien a Perder La Razón.


Calificación: **** (Sobre 5) Muy Buena…!

Kike®

http://cineymuchomas.blogspot.com/
kike27
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22 de octubre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque es una película realizada en 2012, no ha sido hasta este verano cuando hemos podido verla de estreno en España.
Si habéis tenido la ocasión de poder ver la cinta de Michael haneke "Amor", os podréis hacer una idea de la línea argumental en el trabajo de Joachim lafosse con "Perder la razón", similares planteamientos para historias completamente diferentes que desde un principio los dos metrajes ponen las cartas sobre la mesa aunque no sus intenciones, y ahí es donde está todo el potencial de la película.
Después de verla siento que se le podría haber sacado más jugo a las situaciones subiendo la tensión emocional para darle más calado en el espectador pero tampoco me disgusta el planteamiento que le ha querido dar el director, mucho más suavizado, sutil en algunos momentos y sin apenas altibajos.
La historia fluye, bien contada, con su tempo para conocer a los personajes y notar a lo largo del metraje como dosifica, como si de Pulgarcito se tratara, pequeños momentos que van cargando y asfixiando la convivencia a medida que te adentras en la historia pero sin hacer demasiado ruido ni provocando la conmoción en el espectador.
Ésta quizás sea una carencia para algunos o una ventaja para otros, yo personalmente habría querido más tensión y más interpretación por parte del resto del reparto que se queda en un segundo plano ante la tremenda actuación de Émilie dequenne y que en la escena del coche esta sobresaliente, todo sea dicho.
Como siempre en este cine en el que se (re)tratan situaciones sociales de culturas diferentes nos dejan reflexiones a tener en cuenta, como el papel de la mujer en la familia o la actitud machista que llegan a tener sus miembros o la descarada conveniencia para conseguir una estabilidad y un futuro que sería mucho más complicado en otras latitudes.
Aun con todo lo hablado la recomiendo pero no para todo el mundo.
Es una película serenamente potente que entre sus líneas se puede observar y sentir una asfixia y una pérdida del mismo ser que provoca un rechazo en el espectador.
Yuseppe
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28 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perfectamente retratado el camino que lleva del comienzo de una relación de enamoramiento y felicidad hasta la depresión mejor retratada y más real que he visto en el cine últimamente.

La situación aparentemente tiene todos los ingredientes para ser idílica. Hay amor, hjos maravillosos, (que buenas todas las niñas actrices, increíble la naturalidad que se respira en todas las escenas familiares en las que están ellas, no tanto en las de la pareja más bien por culpa de él), situación económica buena, hasta la intromisión del "suegro" parece siempre para ayudar. Entonces ¿qué falla? Pues lo que falla muchas veces, el marido se va alejando, tanta familia le empieza a agobiar, su mujer ya no está tan disponible, ella está sola todo el día con los niños, él en ocasiones se aleja durante días y días para irse con su familia marroquí, a veces hasta sin darle un beso de despedida ni explicarle personalmente el tiempo que va a estar fuera, la naturaleza empieza a hacer de las suyas, (porque no olvidemos que la depresión es una enfermedad más que viene del propio cuerpo, a veces y no siempre, espoleado por las circunstancias exteriores), las circunstancias "burocráticas" no ayudan pues la psicóloga tiene problemas para seguir tratándola por líos de incompatibilidades de papeles, el marido empieza a tener algún desliz maltratador..y ella empieza no poder más. A su vez, cuando ella no puede más, ellos (padre y "suegro") empiezan a no poder tampoco controlar la situación, porque no hay muchas cosas más difíciles que vivir con un depresivo, y el asunto se les va de las manos a todos...

Y como la pelicula con sus interpretaciones, su dirección, su fotografía, su luz, etc etc me ha hecho sentir todo esto, no la puedo poner muchos peros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
maría
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25 de agosto de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay hechos que no atienden a razones condenados por su naturaleza. Impulsos que quedan fuera de toda lógica. Por momentos, convertidos en especialistas, tratamos de buscar su procedencia. Dar forma a la raíz que condimenta el suceso para descifrar el orden del caos. El filme de Joachim Lafosse invita a un interesante debate sobre si los actos responden a consecuencias o por el contrario caminan en soledad. Para ello el belga examina con lupa cómo los distintos poderes tanto económicos como sociales sacuden las relaciones personales.

Perder la razón desnuda la transición del júbilo del enamoramiento al infierno de la enajenación. En esa odisea al derrumbamiento, el cineasta parte de un primer plano contundente en el que cuatro féretros de reducidas dimensiones hacen su entrada en un avión cumpliendo así la voluntad de una mujer que ha perdido a sus vástagos. A Lafosse no le importa tanto desvelar el desenlace como diseccionar los recovecos de una mente volátil. Opta inteligentemente por recomponer un sencillo rompecabezas. El director inunda la pantalla de una intensidad tajante donde la narración juega un papel esencial sin recurrir a ningún tipo de sensacionalismo. Desde la cercanía, ha firmado un generoso trabajo que emana franqueza en cada fotograma. No hay que viajar lejos ni en tiempo ni lugar para sentir la rabia que nos quiere trasladar.

Estamos en la Europa aparentemente acomodada con dos jóvenes que se aman. Fruto de ese sentimiento verán nacer a sus retoños. Desde esas primeras secuencias llenas de ternura, Lafosse pasa a impregnar al filme de un tono siniestro casi tóxico. Respiramos la tragedia en cada plano. Perder la razón es cine duro de digerir. En sus entrañas conviven lecturas diversas a las relaciones familiares, a la subordinación, a las dependencias tanto emocionales como económicas. Desde una visión cautelosa, la película golpea y deja una huella difícil de superar.

El filme acierta de lleno en su ritmo. Pausado, en apariencia desarmado y sin embargo generando un clima de opresión digno del más sórdido Haneke del que bebe en más de una ocasión. Planos fijos con una determinación clásica enmarcados en una banda sonora complementaria. En ningún instante pretenden robar el protagonismo a un guión maduro y cuidadosamente escrito que consigue conmover más aún en manos de una Émilie Denneque que directamente absorbe la pantalla. La actriz no desaprovecha ni por un instante el imponente personaje al que da vida. Un ejercicio interpretativo de alto riesgo pero también de grandes frutos. En ella recae el peso de un filme ya de por sí denso haciendo creíble lo increíble.

Para aquellos a los que no les incomode contemplar la desesperanza en su mayor esplendor.

Lo mejor: Émilie Denneque dentro del vehículo convertida en paradigma del desespero y esa escena final donde sin mostrar nada lo dice todo.
Lo peor: que sus similitudes al cine de Haneke la sitúen en la sombra de éste.
Ulher
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21 de septiembre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Murielle (Émilie Dequenne), una joven belga de ojos azules experimenta el amor desde lo más profundo de su alma junto con Mounir (Tahar Rahim), un prometedor marroquí que vive con André Pignet (Niels Aestrup), un médico adinerado que le proporcionó una vida mejor que la que se le ofrecía en su país natal.

Enamorada, con una nueva familia y ningún tormento en el horizonte Murielle comienza su vida. Sin embargo, el tiempo que no perdona a nada ni a nadie, hace de las suyas como ya lo hiciera con Audrey Hepburn y Albert Finney en "Dos en la carretera" y más recientemente con Ryan Gosling y Michelle Williams en "Blue Valentine" penetrando en las almas de cada uno de los personajes y cambiando esos ápices que tornan la novedad en rutina, la familia en carga y el amor en odio.

A veces, cuando planeamos un viaje pasamos por alto los inconvenientes cegados por el fin para ser más tarde castigados por los medios. Nos olvidamos de los baches del camino y solo imaginamos las risas, los chapuzones y el momento de sentarnos juntos a la mesa. Así que cuando llegan las curvas, las quemaduras o los golpes no sabemos afrontarlos, no hemos sido preparados, sabíamos de qué color era el autobús en el que viajaríamos pero nunca pensamos en cómo sería por dentro.

Con este planteamiento como premisa el cuarto film de Joachim Lafosse se presenta como un film desolador en el que el blanco atraviesa una larga escala de grises para acabar en el negro más sombrío en el cual Murielle se ve inmersa. Se echa en falta sin embargo un retrato más intimista del personaje principal que permita al público una mayor empatía como bien supo hacer Sean Durkin en "Martha Marcy May Marlene" donde los largos planos ocupados tan solo por miradas y gestos apartan a las palabras. No obstante la interpretación de Émilie Dequenne nos hace olvidar por completo cualquier objeción al respecto transmitiendo tanto o más con lo que no se dice que con lo que se dice.

Y así mientras suena "Femmes, je vous aime" Murielle se pregunta cómo ha llegado hasta ahí, por qué pudo ser y no fue y por qué nunca será.
AnaCleta
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