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Macbeth

Drama Inglaterra, Edad Media. Macbeth es un noble caballero escocés. Un día, después de una batalla en la que se gana el favor del monarca, encuentra a tres brujas que le profetizan que algún día llegará a ser Rey. Después del cumplimiento de otras dos profecías formuladas por las brujas, inevitablemente Macbeth se pregunta cómo podrá cumplirse la tercera, ya que el Rey Duncan todavía esta vivo y, además, tiene dos hijos que pueden heredar el ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podríamos atrevernos a decir -erróneamente- que es la más “teatral” de las adaptaciones de Macbeth. Con la clásica carencia presupuestaria de algunas obras de Welles, decorados de cartón piedra, un atrezzo casi simbólico y un aire a película de estudio, el proteico director es capaz de desplegar sus señas de identidad puramente cinematográficas: con un puñado de memorables planos secuencia, un escenario cortado por haces de luz con actores moviéndose entre la luz y la oscuridad, contrapicados en profundidad de campo, personajes colocados a diferentes alturas, travellings de gran potencia visual y una fidelidad al texto teatral llena de energía cinematográfica, Welles construye una obra llena de potencia fílmica en un espacio mínimo y agónico.
Una forma tangencial de disfrutar del bardo inglés y de la potencia irrepetible del genio americano.
Jmpg2012
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13 de abril de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinta obra de Welles, primera con la Republic Pictures, productora con la que tuvo gran libertad para dirigir. Dicha libertad se traduce en una hipérbole de sí mismo: tiene este film grandes dosis de ese expresionismo barroco en la puesta en escena (un cartón-piedra que enfatiza la faceta wellesiana de exageración de los elementos). Este estilo hiperbólico no se matiza en esta obra sino que simplemente al tener Welles más libertad lo expande a toda la trama. Y es que parece que la palabra “hipérbole” se va a convertir en la base para empezar a hablar del arte de Welles. Uno de los actos que lo acusan es la forma tan descarada de hacer pensar al espectador que está poniendo en dialogo dos formas artísticas, cuando en realidad se está enrocando en el teatro (dudando de la permeabilidad de este) para escapar de su erróneo pensamiento del cine como ortodoxia.
Si por algo este film puede entrar en los anales (aparte de por ser su primera obra “expresionista” en el completo sentido de la palabra) es por ser un auténtico prodigio en cómo realizar una obra de arte en cada plano; pues los constantes claroscuros, la difuminación de las formas entre las sombras y la poesía barroca que se respira forman un conjunto de planos que parecen tocados por la manos divinas.
Admito que Macbeth supone uno de los puntos más importantes en la evolución del discurso de Welles, pero en algunos momentos se roza el tedio, y no me termina de llegar como otras obras anteriores aparentemente “hollywoodienses” pero que para mí son profundas, transgresoras, y bastante expresionistas para estar tan cohibido, como por ejemplo una de sus obras maestras The Lady from Shanghai.
Tavel
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19 de enero de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace mucho tuvimos oportunidad de ver "Macbeth" en la versión de Justin Kurzel (2015). Nos gustó, muy cinematográfica, muy bien hecha.
Nada que ver con esta de Welles que resulta muy teatral. De hecho nos ha recordado enseguida a los espacios dramáticos de los comienzos de TVE, magníficos muchos de ellos, como "Estudio 1" o "Tiempo y hora" de Jaime de Armiñán. Programas que constituyeron la iniciación en el arte dramático para una generación que encontraba en los cines de pueblo una de sus principales vías de diversión.
El poder de los augurios, la ambición y la violencia que generan, pero también el remordimiento que engendran al final. Todo esto se trata con gran espectacularidad, con gran teatralidad. Y ello a pesar de la sencillez de los decorados; almenas y cuevas apenas levantados con cartón piedra, paisajes con cornisas inverosímiles dibujados en lienzos. Teatro, puro teatro.
Apenas unos pocos exteriores borrosos.
Los primeros planos de Macbet (Welles) y de su esposa (Nolan), con sus luces y sombras, resultan impactantes, puro expresionismo. Lo mismo que las tomas en picado o en contrapicado. Casi siempre de noche, todo lo más "Al segundo canto de gallos".
El argumento, bien conocido, es lo de menos. Las imágenes se imponen a los textos, a veces un tanto rígidos por su fidelidad al libreto original. Más recitados que interpretados.
La potencia está en el personaje central, su ambición y sus remordimientos, que hace que todo gire a su alrededor.
Cinta notable que lleva el sello indeleble de Welles y que nos ha recordado el buen teatro que en su día programaba TVE. Muy recomendable.
Lafuente Estefanía
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21 de mayo de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La oscuridad del poder, la parte mas innoble de las ambiciones humanas en una tragedia de Shakespeare muy conocida. La borrachera del poder, la incapacidad para poner límites a tus propias pretensiones, la malsana y mordaz víbora del resentimiento mezclado con la envidia en una cuba de resquemor...
Desde luego el Director consigue infundir un presagio de catástrofe a la historia, un profundo estado de maldad intrínseca, más allá de los acontecimiento externos que se suceden. La influencia de su mujer, -¿para el autor de cualquier mujer?- no es precisamente sutil. Es abierta, directa y protagonista. Quizá excesiva, no he leído la tragedia, pero Welles carga las tintas sobre ella y sobre su fono de maldad. No sé si no tiene una explicación más prosaica el camino que elige Macbeth, si no es fruto de las circunstancias.
El juego de la profecía de las brujas marca la línea directriz de la cinta, de la obra, pues parecen mojones sobre los que edificar cada una de las tres partes que componen la película, prácticamente de media hora cada una de ellas.
El juego de luces y sombras está, obviamente, muy logrado, así como los diferentes escenarios naturales, -rocas y mar, viento y rayos- que componen el escenario apocalíptico alrededor del palacio. Faltan caballos y perros para, todos negros, para completar la oscuridad completa. Solo aquella que da una bestia que creemos domesticada.
Orson está exultante, brillante, rebosante de energía, de potencia, de capacidades. Parece que se sale de la pantalla. No es una película de actores, pero Jeanette Nolan es Lady Macbeth, esposa ambiciosa y perturbadora de la estabilidad emocional del Rey.
Dos circunstancias hace singular a la película. Los actores no hablan, declaman. Parece que hablan en verso, lo que a veces dificulta el entendimiento y el seguimiento de las cinta. Y, en segundo lugar, los planos de abajo a arriba desde los que se filman caras y expresiones muy propio de Welles.
Es una cinta que hay que ver seguramente varias veces para sacar el jugo que toda ella tiene.
Me ha gustado, especialmente después de meterme en ella, después de veinte minutos trepidantes y frenéticos que hacen que cabalgues sobre la cinta, que no le has cogido el ritmo.
En todo caso me ha parecido pero que Otelo, que la recuerdo soberbia, magnífica, imprescindible.
ÁAD
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19 de enero de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Macbeth" es una película puramente wellsiana, para lo mejor y para lo peor. Impresionan la composición de cada plano, los claroscuros de la fotografía en blanco y negro, los decorados opresivos, y las declamaciones -no tanto interpretaciones- de los actores, frecuentemente filmados en contrapicado. Es el estilo de Welles, su marca de fábrica: un "tour de force" visual tan deslumbrante que termina por ahogar la propia historia. ¡Y qué historia! Nada menos que el Macbeth shakesperiano. Por poco satisfactorio que sea el resultado, un mérito sí debemos reconocerle: Welles tuvo que rodar la película en Irlanda, en apenas tres semanas y con un presupuesto exiguo porque Hollywood ya le había dado la espalda. Por eso, sin duda, tuvo la libertad creativa que un gran estudio le habría negado. Sucede que, en sus manos, el ascenso y caída de Macbeth acaba convertido en una exhibición de imaginería tenebrista.
Charles Winnifred
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