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Wichita, ciudad infernal

Western Wyatt Earp, antiguo cazador de búfalos y aventurero, llega a Wichita (Kansas), un pueblo ganadero en el que impera la ley del más fuerte. Su habilidad con el revólver le convierte en el candidato perfecto para el puesto de sheriff, pero rechaza el empleo. Sin embargo, las circunstancias hacen que se sienta moralmente obligado a imponer la ley y el orden en la caótica ciudad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
23 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La silueta de un hombre con su montura se recorta allá a lo lejos en lo alto de un monte. Junto al rebaño, los vaqueros que cenan se preguntan quién puede ser. Pronto lo conocen, es un antiguo cazador de búfalos que marcha a Wichita, lo mismo que ellos. Es nada menos que Wyatt Earp (McCrea) y quiere dedicarse al prosaico mundo de los negocios.
No va descaminado, Wichita es el lugar más apropiado para ello. Acaba de llegar el ferrocarril y abundan las oportunidades. Aunque ninguna tan floreciente como las salas de fiestas donde los conductores de ganado dejan en unos pocos días los dólares que con tanto esfuerzo han ganado durante meses. Magnífica escena la llegada de la "manada" de vaqueros en "estampida" a la ciudad, que es recibida con los brazos abiertos de las señoritas de saloon y por las cuentas corrientes de sus propietarios como Doc Black (Buchanan).
Wyatt conoce perfectamente el desenlace del encuentro, como también lo sabe el viejo director de "Wichita Clarion", Arthur Whitehead (Ford), pues ambos han vivido ya esta misma experiencia en otros lugares. Sin llegar a los extremos que vemos en la cinta, algo de todo esto conocimos personalmente en nuestra juventud calamochina cuando en las tardes dominicales llegaban a nuestra villa con dinero fresco los mineros de Utrillas.
Pero ahí está Wyatt para poner orden desde el puesto de sheriff que acepta a regañadientes y, muy pronto, también contra la voluntad de las fuerzas vivas que le habían ofrecido el puesto confiando poder controlarlo a su antojo. Significativa asimismo es la imagen de esa punta de borrachos y pendencieros encerrados en la pequeña jaula de la cárcel como ganado en un corral.
Y esta es la trama de la obra planteada mediante un guion muy efectivo que muestra un Wyatt Earp bastante alejado al que veremos en el célebre duelo de OK Corral, pues como reconoce Arthur "Un pistolero es algo muy distinto a un tirador de pistola", o "Servir a Dios y servir a la Ley exige una gran vocación".
Buena también la ambientación, con esa abundancia de anónimo figurantes que engrandece al western clásico y que tanto se echa de menos en las obras modernas del género, que pretenden soslayarlos a base de efectistas y reiterativos primeros planos.
Personajes muy bien dibujados, ricos en claroscuros y matices, entre los que destacamos al director del periódico local, un hombre de vuelta de la vida que conoce bien lo que sucede en estas ciudades ferroviarias y el papel que cabe exigir a la profesión: "Un periódico debe ser algo más que un buen consuelo, debe moldear la opinión de sus lectores". Hasta cierto punto estamos ante un western periodístico.
Acción continua pero sosegada, sin un ritmo demasiado trepidante, con notables interpretaciones y algunos golpes ingeniosos como la llegada de los Earp a Wichita.
En resumen, una gran película del Oeste desgraciadamente no muy conocida.
Lafuente Estefanía
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1 de marzo de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tourneur siempre le tuvo un especial apego al western, aunque no fuera el género que le otorgara más prestigio ni crítico ni comercial. En los años cincuenta realizó cuatro, Stars in my Crown (1950) que, como Martín el gaucho, participa de otros elementos genéricos y debería considerarse mejor un neo-western; Stranger on Horseback (1955), Wichita (Wichita, 1955) y Una pistola al amanecer (Great Day in the Morning, 1956), y aún pudo haber un quinto si no hubiera rechazado el guión de La puerta del diablo (Devil’s Doorway, 1950, finalmente realizado por Anthony Mann), en una época en que Tourneur podía permitirse estos lujos. Quizá porque no son tan sorprendentes como sus productos fantásticos, ni tan aparentemente vitalistas como sus relatos de aventuras, ni tan reconocidos como su pieza negra Retorno al pasado, los westerns tournerianos han sido por lo general mal considerados o, en el extremo opuesto, elevados a quintaesencia del estilo de su autor. El propio Tourneur ayudó a esta última consideración cuando, preguntado por cuáles consideraba que eran sus mejores películas, casi siempre citó entre sus preferencias a Stars in my Crown («creo que es mi mejor film junto a 1 Walked with a Zombie, estaba sacado de un gran libro y acepté rodarlo por muy poco dinero, únicamente porque me entusiasmaba esta historia»), Tierra generosa y Wichita («guardo un excelente recuerdo de estos dos films, sobre todo de Wichita, era un verdadero western que se apartaba de lo ordinario»). Menos entusiasta se mostraba con Una pistola al amanecer («me he olvidado completamente de ella, la historia era demasiado fragmentada, demasiado deslavazada») y se sentía decepcionado por Stranger on Horseback por cuestiones ajenas a su trabajo («el procesado del color fue horrible, tuvimos que montar con una copia en blanco y negro y cuando vi por vez primera el film en color me llevé una decepción: un color plano, sin ningún relieve, una especie de tono gris uniforme como si se tratara de un contratipo»). (...)
Un actor, Joel McCrea, unifica los otros tres westerns de Tourneur realizados en los cincuenta. Su porte y expresión es muy distinta a la de Robert Stack. Carece de su arrogancia, también del peso de un pasado que ha hecho mella. McCrea, como siempre, encarna tres personajes de mirada limpia, rectos, nada individualistas, aunque a veces se les defina con detalles imprevisibles. En Stars in my Crown interpretaa un ex-combatiente de la guerra civil convertido en pastor de métodos harto expeditivos: llega a la ciudad, entra en el saloon, promete el primer sermón allí mismo y, ante las risotadas de los parroquianos, saca sus dos revólveres y les obliga a escuchar los primeros versículos bíblicos. En Stranger on Horseback y Wichita, McCrea defiende la ley y se obstina en limpiar la ciudad de malhechores; en el primer film lo hace bajo la apariencia de un juez que se enfrenta a un clan familiar digno de los Clanton, mientras que en el segundo asume la personalidad del sheriff Wyatt Earp, unos años antes de enfrentarse precisamente a los Clanton en Tombstone. En ambos casos actúa en ciudades en ebullición económica, siendo testigo de las transformaciones sociales y del fin de los viejos tiempos. Pero la obsesión de Earp por hacer prevalecer la ley en una comunidad en la que, como reza un letrero, sucede de todo, termina por enfrentarle con los ciudadanos que le han contratado: sus métodos no gustan ya que ponen en peligro el crecimiento económico de la zona.
Stars in my Crown es un film pausado, en formato cuadrado y blanco y negro, punteado por insinuantes travellings que abren y cierran el relato fundiéndose con la canción que le da título. Tourneur, más cómodo que nunca. se toma su tiempo para presentar los conflictos y varía de ritmo sin que nos demos cuenta, agolpando en su reducido metraje la muerte de un viejo médico, la dificultad de integración de su hijo, la destrucción de la granja de un campesino negro por los sicarios del cacique del lugar, la enfermedad del hijo adoptivo del pastor, el tifus que asola la ciudad y la irrupción de los jinetes del Ku Klux Klan. En su primera parte se corresponde con el Ford de Judge Priest (1934) y The Sun Shines Bright (1952), es decir, la contemplación plácida, idealista e idealizada de la América rural de finales de siglo. Después remueve en las propias entrañas del sur profundo para pincelar un drama que encuentra sus soluciones mediante el uso inesperado de la razón, como en Martín el gaucho o Circle of Danger. Stranger on Horseback y Wichita, ambas en color, la segunda en Scope, transcurren en espacios más ásperos, entre las paredes de la cárcel, en el saloon, en las calles polvorientas que irremediablemente servirán para que héroes (no proscritos) y villanos resuelvan a tiros sus problemas. Son westerns hieráticos, como lo es la composición de McCrea. Tourneur hace angulosos y desazonantes los espacios, especialmente en Wichita, donde el Scope ofrece un recurso longitudinal que busca el dinamismo interno del plano a pesar de que la acción se concentre en escenarios cerrados y progresivamente abstractos. A diferencia de Ford y Lang, pero coincidente con Boetticher, Ray o Fleiseher, Tourneur apreciaba el formato panorámico y tenía unas teorías peculiares al respecto: «Pienso que el CinemaScope es muy relajante para el espectador porque su mirada va de un personaje a otro, y eso cansa menos la vista que mantenerla fija sobre una mancha luminosa en medio de la oscuridad». (Quim Casas, Miradas de Cine)

CONTINÚA JONATHAN ROSENBAUM EN SPOILER
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
atletico
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21 de febrero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este western es atípico, desde el primer momento del jinete galopante hasta ese final abierto. Wyatt Earp es un personaje histórico real que vivió a caballo del siglo XIX y principios del XX, y le tocó vivir aquellos escenarios reales del western. La América que se abría paso en los paisajes indígenas de más allá del litoral atlántico. Ese caballo de hierro que, a fuerza de raíles, iba ganando terreno a los sioux, apaches y demás…

Me ha sorprendido ese baile de disparos, de cowboys locos a caballo, a media noche en cualquier poblado neonato. Pero me ha servido de inspiración personal ese compromiso de Wyatt Earp con la ley y el orden. Bosquejos de corrupción diecinuevesca (no castiza) en la tierra de los antepasados de Trump.

Al final, vence el amor. El suegro y el yerno se dan la mano. Y Michael Jackson, que se murió 3 años antes de haber nacido. Locos cowboys de pacotilla, ¡pam, pam!
CHIRU
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7 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Wichita, Kansas, hay novedades: Está a punto de ser inaugurado el ferrocarril y se aproxima un lote de ganado que dará lugar a los placeres gastronómicos de los habitantes del pueblo… pero, con este regalo llegará también en tropel un grupo de jinetes “relajados” e impulsivos (muy buena la idea de no mostrar el ganado sino a los hombres que llegan como ganado), de aquellos que, lo que ganan con sudor, lo gastan en deshonor, y claro, los dirigentes del pueblo están preocupados porque, al que tienen de sheriff le faltan cojones y respetabilidad, y con aquellos visitantes los desmanes no van a hacerse esperar. Pero, el hado protector de la gente buena de Wichita, ha traído a un hombre que enseguida demostrará cómo se impone la justicia… y el destino también sabrá qué hacer para convencerlo de que proteja al pueblo. Se llama, Wyatt Earp, el comisario al que siempre se recordará por su legendario enfrentamiento en el Corral O.K.

Con un preciosismo visual que linda con lo pictórico, y en ese curioso y absurdo contraste entre el progreso y el atraso tan característico de la sociedad estadounidense, el director Jacques Tourneur, nos ofrece un valiente llamado a la civilización, haciendo que su personaje protagónico se convierta en un ferviente defensor del desarme de la población civil, pues, como bien claro lo tiene toda sociedad avanzada, las armas de fuego sólo deben estar en manos de los agentes del orden.

La historia de <<WICHITA, CIUDAD INFERNAL>>, escrita por Daniel B. Ullman (quien también se ocuparía de convertirla a guion) más allá de su aparente simpleza consigue definir unos personajes de fuerte carácter, y en algunos de ellos (McCoy, Masterson, Whiteside…) además del sheriff, se consigue aflorar rasgos de gran interés humano que le dan solidez a la historia. Como director, Tourneur aporta una gran dinámica narrativa; su puesta en escena no deja nada que desear, pues, complace de principio a fin; y en la dirección de actores, logra resultados muy positivos con mínimas falencias en las escenas de masas que, quizás, pasen desapercibidas.

Joel McCrea (quien tiene aquí su tercera y última aparición junto a Tourneur), representa a un Wyatt Earp recio y de fuerte carácter, pero sin perder esa cordialidad y simpatía que hace a los hombres sociables. Su fe y su persistencia en desarmar a la población civil y ese valiosísimo ejemplo de no disparar a matar, resultan de avanzada… y es una gran lástima que haya sido en vano este nuevo y apreciable esfuerzo por llevar a la gran potencia norteamericana hacia la civilización. Junto a él y para él, Vera Miles (Laurie), nos ofrece a una bella y encantadora dama de esas que cualquier hombre sensato desearía para casarse, capaz de poner luz, en aquel alborotado pueblo, en cada momento en que aparece; y Lloyd Bridges es Gyp Clemens, el obstinado malito que, absurdamente, sigue creyendo que, libertad es hacer lo que a uno se le dé la gana.

Una cita para recordar:

“La discreción es la mejor parte del valor”.

Título para Latinoamérica: RONDA DE LA MUERTE
Luis Guillermo Cardona
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24 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grata sorpresa este no tan conocido western que explora los inicios de la leyenda del marshall más famoso del salvaje Oeste. En medio de la vorágine de la conquista de nuevos terrenos, explorados sólo por nativos americanos, empresarios, buscadores de fortunas y familias fundaban ciudades como Wichita, alcanzando la explosión con la llegada del ferrocarril y los vaqueros que transportaban ganado para alimentar la zona. La descripción de ese sentido de la aventura y del caos que conllevaba (Babilonia en el río Arkansas, como describe el periodista local) es el mejor escenario posible, tan bien mostrado con cuatro pinceladas cortesía de Tourneur, para el nacimiento del mito.

"Whichita" es más que lo expuesto. Es pacifista y actual, al mostrar a un Wyatt Earp que prohíbe que se porten armas por las calles, aunque contraste con el uso de pistolas y rifles por el mismo. Abre un debate a la orden del día y otorga una imagen pacifista a un hombre de ley armado para lo estrictamente necesario.

El uso del cinemascope es un primor, tanto como su amplio contenido en apenas hora y veinte. Y te crees a un Joel McCrea por la seriedad que desprende, que rondaba los 50 años en el momento que se supone que Earp tenía 26.
Xinexin
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