Haz click aquí para copiar la URL

La mujer que sabía leer

Drama. Romance Violette está en edad de casarse cuando en 1852 su pueblo es brutalmente privado de todos sus hombres tras la represión ordenada por Napoleón III. Las mujeres pasan meses en aislamiento total. Desesperadas por ver a sus hombres de nuevo, hacen un juramento: si un hombre viene, será para todas. La vida debe continuar en el vientre de todas y cada una de ellas. (FILMAFFINITY)
<< 1 2 3 4 >>
Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
25 de septiembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atractivo drama de corte romántico y con la fuerza suficiente para plantear al expectador jugosas reflexiones respecto a la historia que plantea y que está inspirada en una novela autobiográfica de Violette Ailhaud a principios del siglo XX. Destaca una puesta en escena que gracias a unos elementos tan minimalistas como estéticos consiguen articular la historia de esta microcomunidad femenina, casi distópica. A pesar de que en algunos tramos como el inicial el ritmo casi bucólico puede poner nervioso a los espectadores menos avezados en estas artes narrativas, el conjunto es resulta muy equilibrado y agradable gracias a las buenas interpretaciones y el preciosista apartado visual.

Lo mejor: Excelente puesta en escena de una historia muy difícil de trasladar a la pantalla.

Lo peor: No termino de entender la elección de un formato de imagen tan restrictivo como el académico 1.33 que mutila la estupenda cinematografía de la película.

www.aluCINEando.com
aluCINEando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6 de diciembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título en español subraya el carácter feminista del conjunto, aunque el original de "Le Semeur" (el sembrador) también lleva su carga en ese sentido.  Marine Francen escora aún más hacia el lado de la mujer el punto de vista de una situación que ya planteaba Don Siegel en "El Seductor" en 1971 y que revisionaría con acierto Sophia Coppola en "La Seducción" (2017). Ahora es un relato supuestamente autobiográfico de Violette Aihaud (1835-1925) que no quiso publicar y dejó en herencia, viendo la luz 50 años después de sus muerte, todo ello cuestionado por el investigador Vincent Quivy que atribuye el relato a la novelista Maria Borrély (1890-1963).

 Sea como fuere Francen, después de algunos cortos y trabajar junto a Ivory, Assayas o Haneke, demuestra que tiene una mirada propia detrás de la cámara y debuta con un relato en formato 4.3 de una sensibilidad formal exquisita, pictórica, en una inmersión en la forma de vida y costumbres de la vida de una aldea del XIX francesa sobresaliente. Los hombres, una vez más han desaparecido, fruto de la enésima guerra y represión de turno. La mujeres demuestran que están más que capacitadas para vivir sin ellos y reemplazarlos en sus tareas. Afloran sin embargo los instintos naturales de procreación, de pervivencia de la especie, mezclados lógicamente con el deseo. Si aparece un hombre, acuerdan racionalmente, lo compartirán.

La tensión posterior entre lo individual y lo colectivo, entre el amor y el instinto sobrevolarán el día a día en un paréntesis temporal donde la libertad aflora tímida, frágil, efímera. Todo volverá a cauces de "normalidad", dejando un fruto para el recuerdo. Un acertado reparto y una excelente fotografía de Alain Duplantier cierran un conjunto sobre mujeres fuertes que se queda escaso y  profundiza poco en lo que plantea.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5 de agosto de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mujer que sabía leer - Le semeur

La francesa Marine Francen debuta -difícil hacerlo con mejor fortuna- como directora y coguionista en la deslumbrante “La mujer que sabía leer” basada en “El hombre simiente”-, una novela, hoy considerada de culto, de la escritora VioIette Ailhaud.
Lo que más ha llamado mi atención en esta película es la bellísima fotografía de Alain Duplantier. Cada encuadre, cada fotograma, cada plano rodado a cámara fija, parecen inspirados en una pintura de Millet. La luminosidad y el realismo que “el pintor de los campesinos” imprimía a sus obras quedan fielmente reflejados en el hermoso trabajo que ha realizado Duplantier. Ahí quedan mágicamente congeladas “Las espigadoras”, faenando bajo la blanca luz provenzal de los trigales, o “Las lavanderas”, arrodilladas junto a la orilla de las cristalinas corrientes del río, o “El descanso de las cosechedoras”, bajo la sombra de los árboles frutales o de los almiares que tan genialmente plasmara Monet. Y no creo tales similitudes resulten casuales en la cinta de Francen puesto que el maestro a sus 38 años se encontraba en plena madurez, que es precisamente cuando da comienzo la película en 1852. Demasiadas coincidencias.
Junto a la fotografía, paisajes, ambientación, música y vestuario componen una hermosa sinfonía que se paladea de principio a fin; el guion discurre de manera lineal, sin apremios, parco en díálogos y en el que nada falta y nada sobra. Todo el protagonismo de esta conmovedora historia pertenece a las mujeres como un homenaje a su resistencia, abnegación, coraje y, sobre todo, a esa fuerza instintiva que nace desde lo más profundo de sus entrañas.
Son tiempos oscuros para la Francia Ilustrada. Después de un golpe de estado, Napoleón III sube al poder e instaura la dictadura. Los ciudadanos fieles a los principios que medio siglo antes inspiraron la Revolución son perseguidos, apresados -cuando no directamente ejecutados- o deportados a los campos de trabajo en Argel. En una pequeña aldea perdida en la montaña, son detenidos la totalidad de sus hombres y conducidos a un destino incierto. Nadie sabe a dónde o si volverán algún día. Mujeres y niños quedan totalmente solos, aislados, desamparados y la supervivencia se convierte en un asunto capital. Habrán de adaptarse a su nueva realidad y suplir a sus hombres en las tareas más duras que antes llevaban a cabo. Pronto surgirá un dilema ético y moral que habrán de enfrentar si desean que la vida de aquel poblado se perpetúe en las siguientes generaciones.
La valiente y honesta Violette, brillantemente interpretada por Geraldine Pailhas, es la única mujer del poblado que sabe leer, y sobre ella recaerá buena parte de la responsabilidad, que habrá de asumir ante los acontecimientos que se avecinan.
Marine Francen posee sencillez, sensibilidad y buen gusto, tres buenas cualidades con las que ha iniciado este feliz despegue y a la que deseamos un largo y exitoso viaje.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
24 de marzo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos pueblos y ciudades francesas de mitad del siglo XIX padecieron el autoritarismo de Napoleón III, que tras cargarse la Segunda República Francesa (1848-1852), de la que era presidente, se convirtió en el último monarca del país (1852-1870).

La aldea que ha elegido Marine Francen para situar su ópera prima, una bucólica campiña resguardada entre montañas, es vaciada violentamente de hombres, todos ellos opositores a las políticas impuestas por el nuevo mandatario. Unos acabarán en prisión, otros, exiliados en lugares donde el imperio necesite aplacar revueltas o plantear batallas; de algunos, sin confirmación oficial se dice que han muerto.
Violette es una joven en edad casadera que, al igual que sus coterráneas, acaba perdiendo la esperanza de que los varones regresen algún día. Pasan las estaciones y las cosechas, que han tenido que asumir, y nada se sabe.

La calma, preludio de la desesperación, queda rota con la llegada de un misterioso individuo al que se da cobijo, no sin ciertas precauciones, y que pronto, por su afición también a la lectura, hace buenas migas con nuestra sensible muchachita. Pero un pacto no escrito y que bebe en las fuentes de la cultura de supervivencia étnica, o preservación de la especie, obliga a la muchacha a compartir al enamorado.

La mirada femenina, su responsabilidad y toma de decisiones, se ve reforzada en esta narración cómplice, más ficticia que antropológica.

Se ve con agrado.
Sinhué
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por momentos, La mujer que sabía leer se me antojaba una versión algo menos perversa de El seductor, una de las obras más conseguidas de Don Siegel. Como ya habréis leído en el resumen de FA, un pequeño pueblo se queda sin hombres durante la involución napoleónica, y el primero que llega es recibido como maná del cielo. Eligen a la única chica que sabe leer para llevárselo al catre, con la condición de que después le comparta con las demás. De ahí el título original, Le semeur: El sembrador. Ya sabemos lo que va sembrando entre las desesperadas féminas de la aldea. Pero nadie contaba con la fuerza del amor... Ópera prima de Marine Francen, sensible y delicada, puede resultar aburrida para algunos. Hay que dejarse llevar por la placidez de las imágenes y el lento discurrir del tiempo, tal como sucede en esos villorrios abandonados de la mano de Dios. Se trata de una obra eminentemente feminista, casi contada en voz baja, en que lo más importante a veces ocurre fuera de cámara. La interpretación general es adecuada y correcta, natural, sin aspavientos, con una entregada Pauline Burlet a la cabeza. Es una muestra más de ese cine francés que basa su historia en los sentimientos más que en los acontecimientos. Es posible que a ciertos espectadores se les agote la paciencia (tampoco es que sea para tirar cohetes), pero los habituales contumaces del "arte y ensayo" sabrán encontrarle sus valores.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow