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La carreta fantasma

Drama. Fantástico Es Nochevieja. Tres borrachos evocan una leyenda según la cual si un gran pecador es la última persona que muere al terminar el año, entonces tendrá que conducir durante un año entero la Carreta Fantasma que recoge las almas de los muertos. David Holm, uno de los tres borrachos, muere cuando suena la última campanada de la medianoche... (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
10 de septiembre de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para empezar a hablar de Körkarlen hay que contar la historia que relata: Edit (Astrid Holm) una joven víctima de la tuberculosis, en su lecho de muerte, el último día del año, pide que llamen a David Holme (interpretado por el propio Sjöström) antes de que ella muera. “¿Pero quién cojones es David Holme?” es la pregunta inmediata que uno se hace como espectador y desde ese momento ya se es presa del misterio y la incómoda inquietud. Aunque la petición resulta absurda para quienes la reciben, siendo el deseo de una moribunda salen a buscar al sujeto en cuestión y, por supuesto, el condenado vago no aparece por ningún lado. Esta es la mamuschka mayor de la película; así es, esta es una narración en cajas chinas en una producción de 1921. “¿Pero qué diablos es esto que estoy viendo?” es el pensamiento que se vuelve dominante desde aquí. Una segunda historia: tres hombres con apariencia de indigentes están en el cementerio embriagándose para celebrar el fin del año. Uno de ellos resulta ser David Holme, quien les cuenta a los otros dos la historia (otra caja china) de un viejo que conoció años atrás, también un 31 de diciembre, quien le relató una terrible leyenda: la última persona en morir cada año es condenado a adquirir la maldita tarea de manejar la carroza de la muerte por un año humano, equivalente a un larguísimo periodo de martirio en el mundo de los muertos, relevando a su predecesor, y dedicarse a cobrar las almas de los pecadores. Ese hombre, presa del destino trágico, murió el año anterior, justo el último día del año.
Cuando por fin llegan a buscar a David Holme para que vaya a cumplir el último deseo de esa mujer moribunda, este se niega para seguir bebiendo, porque es básicamente un desgraciado borracho y psicópata. Sus compañeros de juerga, indignados, se lían a golpes con Holme, quitándole la vida en el último minuto del año. Por supuesto, aquí aparece entonces aquel mismo compañero que le contara la terrible leyenda de la carroza de la muerte y le anuncia que él deberá tomar su lugar en tan triste tarea. Y aquí viene una muñeca rusa más, cuando, como una negra y sórdida relectura del fantasma de Carroll, ese cobrador de almas le muestra a Holme cómo se degradó su vida por culpa del alcohol y cómo arruinó la vida de todos los que, a pesar de ser un patán indeseable, lo amaban. Hasta ahí cuento para no arruinarle a nadie las sorpresas del final. “¿Pero qué condenada genialidad es esta?” es ahora el pensamiento que impera al ver la película.
Bueno, esto por sí mismo no implica nada más que un interesante esquema narrativo sumamente curioso para su época, por supuesto, sin embargo, en esta película ese sistema de cajas chinas permite un flujo narrativo que se mece como la marea llevando al espectador por una aventura emocional que arranca ya en un pico de intriga del que uno no puede soltarse. Se termina entonces inevitablemente atrapado en ese laberinto de historias porque, además, todas son fascinantes y presentan unos personajes tremendamente complejos y sórdidos, empezando, cómo no, con el de David Holme, quien tiene detalles tan dicientes y memorables como aquel de arrancar los remiendos que le hiciera la buena de Edit en sus desgarradas ropas de indigente, solo por el placer de la humillación y el desprecio más deshumanizados.
A nivel visual, los recursos están impecablemente utilizados. Obviamente son limitados; a fin de cuentas estamos empezando los años veinte, el cine es aún un arte que gatea, e incluso los procesos de su arte materna, la fotografía, son todavía muy jóvenes, pero eso no detiene de manera alguna a Sjöström, quien recurre a la doble exposición para generar el efecto de lo fantasmagórico. Un recurso que nos podría parecer ridículo en estos tiempos en que el digital permite la creación de mundos fantásticos, pero que resulta natural al ojo, hasta el punto de que me atrevería a decir lo siguiente: si su director hiciera esta película hoy, utilizando las mismas técnicas visuales, se vería perfecta y no extrañaría al ojo.
Aparte de esto que es lo más obvio, la película hace uso de una composición pictórica fluida y expresiva que además se alimenta de unos negros y grises llenos de riqueza que hacen casi sentir texturas de oleo seco.
Sumémosle a esto el hecho de que los actores, apoderándose de esos personajes tan complejos, hacen de las suyas y lo dejan a uno boquiabierto, especialmente los dos protagonistas.
Sjöström es un hechicero que consigue anclar los ojos a la pantalla incluso en planos larguísimos y que lleva al espectador a su mundo oscuro y tenebroso con una facilidad pasmosa. Crea de esta manera la que posiblemente sea una de las mejores, si no la mejor, película de misterio y temática sobrenatural que haya yo tenido el placer de ver.
Todo en esta película está al servicio de una gran capacidad de moción de las pasiones y de impacto al alma que genera experiencias hiperestésicas constantes. La experiencia de verla es incluso agotadora y hacerlo en soledad, como yo lo hice, se torna horriblemente frustrante, hasta el punto de querer salir por la ventana a gritarle al mundo que esto existe y debe ser visto.
Qué inútil e incompleto se siente uno cuando descubre que lleva toda su vida sin conocer algo tan grandioso. Pero qué invaluable es la sensación de descubrir algo sensacional; ese placer solo se vive una vez con obras como esta y ya solo queda invitar a otros a que lo experimenten también.
Körkarlen es una de esas películas por las que un cinéfilo pierde la cabeza. La experiencia que se vive con ella es esa que todos los amantes del cine buscamos cada día y que nos motiva a salir de la cama. Y la promesa de volver a ese paraíso perdido que implica descubrir semejante joya, es lo que hace que jamás podamos parar de ver más y más y más cine.
Andrés Vélez Cuervo
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8 de agosto de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La carreta fantasma’: de la página a la pantalla

Aunque su nombre no nos resulte familiar, Selma Lagerlöf es una escritora de una enorme relevancia literaria. Su producción coincidió con los comienzos del cine y nada menos que ocho de sus obras fueron adaptadas a la pantalla, entre las que destaca “La carreta fantasma”. En este breve relato la autora se aleja de la corriente realista del momento para, partiendo del motivo folklórico del conductor del carro de la muerte, hacer una crítica social sobre la pobreza, la violencia y el alcoholismo, del que su propio padre fue víctima.

Por primera vez contamos en castellano con una traducción directa desde el sueco a cargo de la Editorial Tésera, que se pondrá a la venta en los próximos días.

Victor Sjöström demostró una singular maestría a la hora de trasladar a imágenes las palabras de Selma Lagerlöf. Los efectos especiales, a cargo de su director de fotografía, Julius Jaenzon, son un hito en la historia del cine. El uso de la superposición para representar las apariciones fantasmagóricas, los flashbacks, la yuxtaposición de fotogramas con finalidad metafórica dotan a esta película de una sofisticación técnica y narrativa impactante para su época. El propio Bergman realizó un telefilm titulado “Creadores de imágenes” (2000) en el que se recrean los conflictos entre Lagerlöf y Sjöström a causa de la adaptación del relato.

*La sombra de la guadaña

Desde el día de su estreno, el 1 de enero de 1921, que coincide con el día en que transcurre la acción, hasta hoy, La carreta fantasma ha marcado una forma de hacer y entender el séptimo arte. La impronta de esta obra cumbre dentro de la Edad de Oro del Cine Sueco se percibe de forma clara en Ingmar Bergman, que cuenta con el propio Victor Sjöström en “Hacia la felicidad” y, especialmente, en la memorable “Fresas salvajes”, donde la emblemática escena onírica rinde un claro homenaje a La carreta fantasma. También la inolvidable forma de representar a la Muerte en “El séptimo sello” es deudora de esta.

Sin embargo, es en “El Resplandor” de Stanley Kubrick y en la icónica escena de Jack Torrance tirando abajo con un hacha la puerta del baño en el que se encuentran aterrados su mujer e hijo, donde encontramos una recreación prácticamente plano a plano de una secuencia similar en La carreta fantasma. La potencia de estas imágenes, grabadas a fuego en la retina de muchos amantes del cine, denotan la modernidad de la obra original.

*Conclusión

La relación entre la literatura y el cine ha sido enriquecedora y fructífera en ambas direcciones durante ya más de un siglo. La carreta fantasma es pionera en traducir palabras al recién nacido lenguaje cinematográfico, utilizando con maestría recursos visuales inauditos hasta el momento para crear una atmósfera sobrenatural y aterradora. Tanto por su tono, como por los temas que trata (violencia de género, epidemias, alcoholismo) y la forma en que lo hace resulta una propuesta audaz, moderna y original y un clásico que merece la pena recuperar.

Escrito por María Zapata Clavería
Cinemagavia
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17 de noviembre de 2006
18 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren los primeros años de cine y este, a la vez que va enriqueciendo sus recursos, se va afianzando en todo el mundo. Los países escandinavos resultaron ser una buena "cuna" de directores durante esta época, hablamos de figuras míticas como Dreyer, Stiller o Sjostrom del que nos ocupamos a continuación.
Sin duda esta es una de la obras más innovadoras del excelente director sueco. Basada en relato tradicional sueco en torno a la nochevieja. En dónde se supone que la última persona muerta antes de la medianoche será la encargada de dirigir la carreta fantasma todo el año entrante.
Sjostrom muestra una gran técnica, avanzada para la época, a la hora de reconstruir la supuesta carreta fantasmagórica. Sin duda la imagen que todo espectador asocia al film.
o0_oscar_0o
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31 de marzo de 2015
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Huyamos de los grandes titulares: "En la lista de las mejores películas de la historia", "Cumbre del fantástico", "Obra genial del cine mudo", "Precursora de tal y tal.." Huyamos, porque aquí no hay que vender nada. La película es buena, pero como hay miles. Sí es admirable que sea precursora de algunas cosas, no solo de efectos especiales, sino también del tratamiento psicológico de la imagen, (esto es, que la imagen diga más de lo que, simplemente, se ve), con que los cineastas nórdicos iban a entrar en el alma para ejemplo de tantos imitadores cercanos o lejanos aún en el tiempo. Quién sabe si Woody Allen, por irnos lejos, jamás hubiera existido sin este primer eslabón sjostromniano. Pero ser precursor de algo no es siempre un valor artístico añadido, al menos no para mí. Otro día hablamos de por qué tengo razón.
Tiene mérito, una película rodada hace casi 100 años con una estructura narrativa tan compleja, con tan logrados ambientes fúnebres, con esas poderorísimas actuaciones naturalistas, mantenidas en quietud por la cámara, nada de los histrionismos habituales del cine mudo, (la actuación del propio Sjöstrom, para las antologías, impresionante). Resulta premonitorio el tratamiento sobrio de cada escena, despojada de atrezzo, de distracciones, de movimiento; resulta abrumador el retrato de la angustia existencial, la desesperación con que todo se baña, por más que haya moralejas dickensianas que ni el realizador se cree... los nórdicos, siempre igual...les falta luz y alegría; pronto Dreyer, Bergman...
Por supuesto, como en todo melodrama desaforado, también hay elementos chirriantes. Para qué entrar con spoiler. Precisamente, en esa vertiente "melodrama desaforado" es donde más peros se pueden poner, no por vieja, sino por desaforada.
Nada que objetar a la vertiente "fantastique", ideal para visionar en solitario en una lúgubre noche de invierno con la lluvia pegando en los cristales y en una buena tele, (porque lo que es en el cine, la llevas clara); y estupenda la vertiente moralista, con un retrato del alcoholismo a la altura de "Días de vino y rosas", pero más sucio, sin esa falsa brillantez en la realización; y otro retrato de la posesión masculina sobre la hembra que nos da pistas de lo antigua que es la lacra de la violencia de género.
Así que, no por tener 100 años es una bisabuela. Se mantiene todo lo joven que un buen cinéfilo, (y solo un buen cinéfilo, huyan los demás), sepa ver, con los ojos adecuados.
berenice
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4 de noviembre de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como culturalmente han pasado al subconsciente colectivo de muchas generaciones grandes clásicos como son “El cuento de navidad” de Dickens, que ha dado lugar a innumerables adaptaciones tanto cinematográficas como teatrales, la película de Capra: “Que bello es vivir” de recurrente reposición año tras año, o algunos cuentos de los Grimm o de Hans Christian Andersen siempre presentes en nuestra memoria. En cambio, no sé si es pobreza cultural o ignorancia mía, han quedado fuera de ese colectivo, en un incomprensible olvido, joyas del séptimo arte tan atractivas como esta película de Sjöström sobre una leyenda sueca (o francesa?? según fuentes) en la que si uno muere durante las campanadas de fin de año, su alma vagará conduciendo la carreta de la muerte recogiendo las almas de los que perezcan durante el año siguiente hasta encontrar a su nuevo sustituto. Historia que sirve para redimir el mal incrustado en el alma del protagonista: David Holm, tal y como lo fueron en su momento: Scrooge, George Bailey... y tantos otros personajes inmortales.

Eso sí, escarbando un poco, esta obra injustamente olvidada en el acervo popular es muy querida, valorada y citada en los círculos cinematográficos más intelectuales y además con múltiples influencias posteriores en otros tantos grandes cineastas. Está claro que la globalización cultural no siempre llega a todas partes.
Roderick Usher
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