Salomón y la reina de Saba

Espectacular producción de King Vidor recreando el episodio bíblico de Salomón y su amor por la Reina de Saba, cuyo nombre siempre fue desconocido y no aparece ni en la Biblia ni en la película.

Con extraordinarios escenarios y rodada en España, con tácticas militares de la época y miles de extras, es una buena película donde destaca especialmente la belleza cautivadora de Gina Lollobrigida, una mujer que enamora con esos ojos latinos que te traspasan, aunque sus artes interpretativas dejan bastante que desear.

El personaje de Salomón lo interpreta el actor ruso Yul Brynner que obtuvo el papel tras la inesperada muerte de Tyrone Powers, que empezó el rodaje de la superproducción, y que aparece en las escenas lejanas para no tener que volver a rodar lo ya rodado, y a pesar de lo que se alargó el rodaje tuvo una gran acogida en taquilla dejando pingües beneficios a sus productores.

Notable, 7.

El único argumento que suele esgrimirse para hablar peyorativamente de “SALOMÓN Y LA REINA DE SABA”, un filme que contiene uno de los más bellos romances de la historia de la humanidad y que consigue llegarnos al alma, es la repentina muerte de su inicial protagonista, Tyrone Power -mientras el rodaje todavía estaba en marcha-, y las palabras que, el mismo director King Vidor dolido por el insuceso, expresó en algún momento: “Habíamos hecho la mitad del filme –dos meses- y Tyrone había comentado: ‘Éste es el mejor trabajo que he hecho en mi vida`. Entonces Power murió y tuvimos que reemplazarlo por Yul Brynner quien andaba muy cauteloso e inhibido, y debido a este tipo de circunstancias, el filme se convirtió en algo indiferente y sin importancia”. (The celluloid muse. C. Higham y J. Greenberg)

Se me viene en este momento a la mente una escena imaginaria, y contra todo riesgo, siento que debo transmitirla:

King Vidor ha llegado al cielo por pleno merecimiento, el 1° de Noviembre de 1982. Fue una gran persona y dejó un estupendo legado artístico a la humanidad. Se le da entonces la oportunidad de conversar con un ángel, y tras agradecer por haber sido llevado a aquel magnífico lugar, con notable timidez, Vidor averigua si le estaría permitido preguntar acerca de algo que todavía lo inquieta.
-Adelante. –Le dice cordialmente el ángel.
-¿Por qué no pude terminar mi última película, “SALOMÓN Y LA REINA DE SABA”, con Tyrone Power, si ambos estábamos muy a gusto haciéndola?
-¿Tienes alguna idea respecto a eso? –Pregunta a su vez el ángel.
-No lo sé… He cavilado mucho y solo concluyo que fue una mala pasada del destino.
-Ya que fuiste un estudioso de la metafísica y de la ciencia cristiana –dice el ángel- creo que puedo hacerte esta pregunta: ¿Existen las casualidades o las causalidades?
-¡Las causalidades, sin duda! -Responde Vidor con entusiasta firmeza- Según sea la calidad de tus acciones serán las reacciones.
-¡Muy bien! –Aprueba el ángel y entonces pregunta- ¿Sabías tú que Tyrone Power rechazó interpretar el papel de Marcelo Galio en la película “La túnica sagrada”, en la que se alababa a Dios?
-No, no lo sabía.
-¿Y sabías que, Yul Brynner, acogió con tanta entereza su rol de Mongkut en esa magnífica historia de amor titulada “El rey y yo”, que lo representó maravillosamente en el cine ¡y más de cuatro mil veces en el teatro!?
-Sabía que empezó con la obra en el teatro y que luego la hizo con Walter Lang en cine. –Explica Vidor.
-Ahora te voy a mostrar algo. –Prosigue el ángel- Concéntrate interiormente en tu tercer ojo…
Vidor cierra los ojos, se concentra mentalmente… y muy pronto, en una rápida pero comprensible sucesión de escenas, consigue ver algunos hechos de la vida adulta y privada de Tyrone Power y luego de la de Yul Brynner, hasta el año 1959, fecha en la que se rodó “SALOMÓN Y LA REINA DE SABA”. Enseguida consigue ver su película de nuevo… y esta vez la siente digna y significativa, reflejo de un romance poderoso y transformador, que lleva de la sabiduría al pecado y del pecado a la redención, dejando ver los caminos que, hasta los más grandes seres humanos, suelen recorrer en su camino hacia el Amor.

Vidor respira profundo, abre los ojos y sonríe como si sintiera que se ha quitado un grueso velo de la cara. El ángel lo acoge entonces con un abrazo, dándole la bienvenida.

Que King Vidor fue un más que aceptable adaptador para la gran pantalla, de libros impresos ya en el inconsciente colectivo de varias generaciones, lo demuestra la excelente versión que hizo de Tolstói en "Guerra y paz", superando con creces el reto que supone traspasar la barrera sicológica de los 180 minutos, o siquiera acercarse a ella. Precisamente por ello, no resulta extraño que haya hecho algo tan estimablemente disparatado con el libro más amado, odiado y editado de la historia de la humanidad. Vidor, en una hábil bufonada, que más bien reviste el carácter de un simpático guiño al cine histórico, se pasa por el forro la verdad revelada en el Sagrado Texto, para ofrecernos en cinemascope una delicia entre lo épico y lo "Kitch", lo grandilocuente y lo "cuqui", que sería sonrrojante de no ser tan extraordinariamente divertida.
Con un George Sanders, que ni siquiera incorporando a un hebreo del siglo X A.C. consigue soltar sus ademanes de gentleman británico con chistera y monóculo, un Yul Brinner que pocas veces estuvo más inexpresivo, y una Gina Lollobrigida, cuan bella matrona napolitana venida a más, construyen junto con una excelente puesta en escena, y un holgado presupuesto, hábilmente empleado, hacer de este producto, un, al menos, refrescantísimo divertimiento, que hace que el espectador se divierta e incluso aplauda los peores momentos de la singladura. (La escena de la curación milagrosa roza lo grotesco). Para aquéllos que suelen olvidar que el cine es espectáculo, y por ende, sin renunciar a lo artístico, cultura de masas, el director de la magnífica "Duelo al sol" se lo puede recordar a través de esta película.

Este parece ser el argumento de "Salomón y la reina de Saba". Todas las hembras que van saliendo por la pantalla quedan rendidas a los encantos de un Yul al que nos sorprender ver sin su famosa calva. De tal modo que la relación con la reina es media película y el resto de la trama histórica-bíblica se narra sin mucha convicción y con interés más que justo tal vez porque parece concebido como un intermedio entre las acometidas o declaraciones de la soberana y de otras chicas que van apareciendo.

Tiene algo el cine este de "peplo" histórico de gran superproducción que no acaba de gustarme. Quizás la clave está en que se narran cosas que no tienen un interés especial pero que se cuentan por la importancia de los protagonistas. Si la historia hubiera ocurrido entre un judío y una "sabeña" de a pie dudo mucho que se hubiera hecho una obra al respecto. Además, salvo algún detalle menor, el que se sepa la historia sabe bastante de lo que va a pasar luego tampoco puede el director jugar con la sorpresa de los hechos.

Pese a lo dicho la historia logra entretener y la relación de Salomón, que dicho sea de paso, no demuestra ser muy listo, y la soberana, que tampoco, aunque no pasó a la historia por eso, tiene su morbillo, con intrigas políticas y religiosas de por medio. Claro que buena culpa de estas últimas la tiene un pueblo judío, en especial los profetas, de una dureza y un fanatismo pasmoso. Al estar concebida la obra a mayor gloria del pueblo judío pero al ver muy poca grandeza en las figuras aquí representadas, la épica y el dramatismo se desinflan bastante. Aquí me atrevería a decir que hasta el Dios del Antiguo Testamento tiene poco que ver con el del Nuevo, al menos tal y como se interpreta este episodio histórico. Resulta celoso, vengativo, autoritario, violento y hasta cruel. Pero como dijo el narrador de Conan "Pero esa es otra historia".

Revisito este clásico del cine y del subgénero de cine bíblico, aquel que mi generación acostumbraba a ver siempre en Semana Santa y que ha dado estupendas películas como BEN-HUR, QUO VADIS? o LOS DIEZ MANDAMIENTOS, clásicos todos ellos.

De la mano de Garci y algunos eruditos del mundo del cine veo esta obra, no tan maestra como las citadas, pero siempre interesante. Ver juntos a Brynner, Lollobrigida y el gran George Sanders, dirigidos por alguien tan importante para el cine como es King Vidor resulta un regalo para los sentidos.

Bien es cierto que la película se ha quedado algo antigua, en especial en los diálogos, muy estereotipados, con un toque de artificio que en estos tiempos queda fuera de lugar y no ayuda a la credibilidad de los hechos, ya de por sí poco históricos.

Yul Brynner no está especialmente brillante, un poco en la línea de EL REY Y YO, en la que ganó un, al menos para mí, sorprendente Oscar. Aquí, además, no le acompañaba la magnífica Deborah Kerr sino una muy bella pero peor actriz como era Gina Lollobrigida, quizás en su momento de máximo esplendor físico.

La espectacularidad de la batalla final, rodada con maestría por Vidor, es sin duda lo mejor de la película, junto con las escenas iniciales, también bélicas. Difícil imaginar lo costoso de rodar semejantes secuencias en una época en la que no existía la simulación digital ni ningún otro tipo de ayuda tecnológica.

Por lo demás, cine nostálgico para nostálgicos que queda ya para estudiosos, frikis y amantes del cine pero que, por desgracia o no, suena ya como música añeja y un tanto oxidada.