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Salomón y la reina de Saba

Aventuras. Drama Drama histórico sobre el famoso relato bíblico, en el que el Rey David tiene una visión en la que Dios le comunica que su joven hijo Salomón le sucederá en el trono, lo que provoca los celos de su otro hijo: Adonijah. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
2 de febrero de 2024
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Rey de Israel y de Judá en el siglo X a.C., Salomón ha transmitido a la posteridad las principales virtudes que deben adornar a un soberano: capacidad intelectual, prudencia, sentido de la justicia, ecuanimidad y, tal vez lo más importante, la sagrada relación entre conocimiento y divinidad.
El adjetivo "salomónico", de hecho, se aplica a las decisiones sabias y justas que se toman entre dos posturas.
Sabia y justa (y muy prudente) es también la imagen que se transmite en la cinta del joven Salomón (Briner), sobre todo en comparación con su hermano Adonías (Sanders) que se muestra belicoso en todo momento, "La paz es para mujeres y niños".
Y muy pronto tendrá que entendérselas Salomón con una temperamental y enigmática mujer, nada menos que la reina de Saba (Lollobrigida). Ambos ocuparán el centro de la trama.
La cinta es del género bíblico, grandiosa, con decorados, armamento y vestuario espectaculares, correcta ambientación. Una obra que dispuso de grandes medios para lo que era la época, rodada en España donde incluso vemos una especie de castellers.
La trama es bastante fiel a los hechos bíblicos y tanto el guion como la realización alternan con acierto las batallas y las intrigas palaciegas con la parte romántica en la que domina la imponente Gina, "Reina antes que mujer", que a veces posa como una "maja" goyesca.
Algunas escenas como el festival pagano "sabandeño" resultan sobrecargadas, pero hay otras espectaculares como la batalla final contra los egipcios y esa frase tan lapidaria y salomónica: "Si no puedo vivir como un rey con honor, al menos moriré como un rey sin deshonor".
Cine de antes, pero cine del bueno que merece la pena conocer.
Lafuente Estefanía
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6 de febrero de 2024
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Última película del absolutamente genial director King Vidor. Un grande, un grande verdad. Autor de una decena larga de obras maestras del cine, entre las que se encuentra una de mis películas favoritas, El Manantial (1949).
Una macroproducción en la que brillan tres estrellas: Yul Brynner (con pelo), Gina Lollobrigida (tan guapa como siempre) y George Sanders (ya algo mayor y cansado de vivir, aunque viviría más de diez años más). También interviene Marisa Pavan, gran actriz, muy reconocible, un modelo fino de mujer que contrata con el modelo de diosas italianas de mucho pecho, caderas poderosas y boca esférica que era capaz de succionar toda la virilidad de cualquier hombre con pupilas dilatadas.
El relato bíblico convertido el película tiene su mérito. Sirve de excusa para organizar toda la capacidad artística del Hollywood clásico que se negaba a extinguirse. Qué grande fue el cine. Porque en los sesenta la industria ya hizo otras cosas. Maravillosas cosas, pero otras.
El atrezo, los trajes, los caballos, las batallas, incluso el cartón piedra se ven con una mirada indulgente en este tipo de películas.
El ritmo, la cadencia, la sensualidad de la vida cotidiana, el desarrollo de la vida ordinaria, la fuerza de la naturalidad. Todo encaja en la obra. Todo se muestra con esa cierta impostura tan propia del cine clásico, pero el desarrollo de los planos confirman la gran obra que es.
Me ha gustado mucho, pero en mi juicio estoy condicionado por dos circunstancias. Me encanta Vidor, y me encantan las películas de cine clásico.
ÁAD
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