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Persona

Drama Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, como sigue sin hablar, debe permanecer en la clínica. Alma (Bibi Andersson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 182
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2007
104 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Persona” Bergman llega a la máxima desnudez y minimalismo, tanto formal como argumentalmente, para hablarnos de la lucha que mantenemos con nosotros mismos, en forma de tormentoso debate entre el fingimiento mimético e hipócrita, o sea, el estar continuamente interpretando un papel como si fuéramos actores en nuestra propia vida; y la tentación de liberarnos de los corsés, quitarnos las pesadas máscaras de tragedia griega, abrirnos al mundo y a los demás, ser nosotros mismos (con todo lo que ello pueda conllevar de sacar a la luz aspectos incómodos, oscuros o retorcidos). Entre ambas posturas, aparece la postura intermedia del mutismo, el aislamiento, el encierro silente que nos impermeabilice del dolor, la culpa, y todas las hostilidades y miserias de este mundo cruel.
Ninguna de las tres opciones (liberarse, encerrarse, o simplemente seguir la corriente) aparece como la más idónea. Como de costumbre, Bergman plantea dilemas pero no da soluciones claras.
Propuesta realmente radical, ya que se basa casi toda en el monólogo, pero sin llegar a hacerse pesada gracias a un lenguaje rico, sugerente, subyugante. El empleo de la palabra me ha parecido uno de los más conseguidos en el cine de Bergman (en especial la narración del episodio sexual, que sin una imagen llega a ser más erótico que muchas películas basadas en la evidencia sexual).
Bibi Andersson hace la mejor y más completa interpretación que le haya visto.
Sahar
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8 de septiembre de 2007
108 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay, para cada uno de nosotros, un reducido número de artistas irremplazables. Artistas que nos llegan tan adentro que no es posible analizarlos ni juzgarlos desapasionadamente.

Ingmar Bergman quizás sea el cineasta que mejor ha retratado la parte más sombría de mi alma; no sabría decir cuánto le debo a ese admirable sueco desgarbado, neurótico y genial.

[...]

Nunca tendrá la menor noción de mi existencia y, sin embargo, ha sido clave para mí. Su desaparición me disminuye y empobrece.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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24 de diciembre de 2007
80 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alma, una joven enfermera afable y servicial, se va a encontrar cara a cara con el reto más formidable: enfrentarse a su propio yo, a sus miedos y obsesiones, y a los dolores que palpitan latentes. Ella, una chica corriente sin más aspiraciones que casarse y formar una familia, conoce a una mujer perturbadora que va a trastocar su concepción de las cosas, que la va a hacer mirarse al espejo de su interior para sondear en los más oscuros senderos que todos ocultamos.
Con la simple arma del silencio, un silencio defensivo y culpable que opone frente a la falsedad y la mentira, Elisabet, bella actriz que por voluntad propia ha decidido retirarse del mundanal ruido, atrae a una Alma fascinada que trata de llenar los silencios. Un alma que se desnuda y otra que escucha impenetrable, muda. Un retiro voluntario en el que ambas comparten sus soledades (¿o están más solas que nunca?), en el que toda clase de sentimientos afloran unilateralmente en apariencia. Alma que derrama el torrente de su voz incansable en un intento por tender un puente imposible, por rebasar el abismo que separa a una de otra. Elisabet impenetrable, lejana, inalcanzable. Destellos de identificación mutua, de comprensión, de extrapolación en el otro ser. Porque, ¿qué somos todos, en esencia? ¿No estamos unidos por este pozo en carne viva que late dentro de nosotros? ¿No estamos todos solos en el fondo, solos en nuestro interior? ¿No somos entidades separadas que se aferran a ilusiones superficiales que nos ayuden a soportar y controlar mejor todo el inmenso caudal que encerramos?
¿Alma es Elisabet? ¿Elisabet es Alma? ¿Puede una persona ser dos al mismo tiempo, pueden dos personas ser una sola? ¿Es todo un espejismo, lo que somos, lo que creemos que somos, lo que creemos que los demás ven en nosotros? ¿Lo que sentimos, lo que hacemos? ¿Qué o quiénes somos de verdad? ¿Existe una verdad? ¿Somos siempre la misma persona o somos muchas?
Una intensa exploración de lo más recóndito. De toda esa confusión con la que cargamos. No hay certezas. No se puede dominar el espíritu. Podemos intentar engañarlo, hacernos la ilusión de que somos alguien concreto, tangible e inmaterial, una identidad que reúna unos rasgos únicos. ¿Se puede abarcar el Universo? ¿Es posible definir las fronteras de lo que somos?
Tantas preguntas... Y ninguna respuesta. No hay respuestas. ¿O sí? Podemos tratar de buscar la nuestra... Tal vez en eso consista este extraño paso por lo que llamamos vida.
No soy capaz de catalogar esta inquietante película, se me escapa de entre los dedos, tan remota como su incierta esencia. Desconcierto e incomodidad. Derroche de sensualidad, de temor, de contradicción, de todo lo que no podemos comprender ni explicar.
Ni siquiera estaba segura de la puntuación que debía darle, si es que se la puede restringir a alguna.
"Llega un punto en que no hay diferencia entre hablar o estar callado" (Alfredo en "Cinema Paradiso").
Vivoleyendo
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29 de abril de 2009
145 de 240 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gafapastódromo (aka filmoteca) de Barcelona. 17 horas.

Público homogéneo vestido igual. No hay palomitas pero harían un buen negocio si alquilasen almohadas.

Empieza la película. Se llama "Persona" pero podía haberse llamado perfectamente animal o cosa. Porque las primeras imagenes son un escarabajo y una polla. Hay que darle al público lo que quiere: chorradas incomprensibles para que se coman el tarro.

Y cuando deja de hacer el chorra Bergman se digna a hacer la película. Eso sí, será interrumpida a mitad con alguna tontería similar.

Bien, a pesar de todo no está mal del todo. Es la típica película psíquica que alcanza algún punto de emoción, y que curiosamente el más álgido a mi parecer es el que protagoniza la doctora, que no es ninguna de las dos protagonistas. Es la escena que te mete en la película. Eso sí, Bergman a veces te saca de ella con planos pretenciosos tipo "ey qué guay que soy". Concesiones de cara a la galería, claro. Pero bueno, es interesante como típica peli infeliz dirigida a gente infeliz. Éxito asegurado.

Un producto comercial puede estar ideado para distintos sectores del mercado. La gente etiqueta algo como comercial cuando está dirigido al gran consumo. Pero no es así. Uno puede fabricar algo dirigido a un consumidor minoritario, pero que se sabe que le gustará. Esos mercados son más agradecidos que el mayoritario, sólo necesitan sentirse rompedores y guays. No exigen mucho más. Además el público mayoritario no consume estos productos y de ahí la buena valoración media. Confieso que a mí me hacen gracia, y qué puñetas, lo comercial no está reñido con la calidad. ¿O sí?
Gilbert
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23 de enero de 2007
52 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1963 Ingmar Bergman cerraba con 'El Silencio' un periodo intenso de rodaje en el que había dirigido nueve películas en menos de siete años, dando por cerrado un ciclo en el que predomina la búsqueda de Dios tanto en el plano de la fe ('El manantial de la doncella' 1959) como en el plano de la razón ('El séptimo sello' 1956). Tras este periodo de gran actividad, Bergman se toma un periodo de descanso de dos años en el que tan sólo realiza un largometraje ('Esas mujeres', 1964) y un episodio para un film colectivo (Daniel, en 'Stimulantia', 1965).

En este breve periodo Bergman se ve aquejado de graves problemas de salud, motivo por el cual permanece ingresado en la clínica Sofiahemmet de Estocolmo, tiempo que emplea para escribir el guión de 'Persona', 1966. Esta película supone un tránsito hacia una perspectiva que tiende a la desesperación (sentimiento que brota de su alma al dejar liquidado el tema religioso con muchos más interrogantes a sus espaldas que convicciones), y que desembocará en lo que podríamos calificar como un "pesimismo ontológico". En esta obra, así como en otras posteriores como La vergüenza (1968) y Pasión (1969), el cineasta sueco expresa un tono de incertidumbre a la hora de explorar la realidad, tanto por parte del sujeto individual como del sujeto social, sugiriendo una suerte de irracionalidad de lo real que aboca en un postura muy próxima al nihilismo, que sirve de base al desarrollo de una crítica moral a determinados sectores de la sociedad burguesa sueca.

Persona es un film sobre el hombre y su razón de ser y existir , en la cual se ponen de manifiesto la incertidumbre y la crisis personal de su autor tras un periodo de vacilante reflexión teológica En ella, cuestiones tan importantes y cruciales como la verdad y el engaño, el egoísmo y la humildad, el terror a la nada, la soledad y la incomunicación , son expuestos por Bergman con un plantemiento que parece imitar la propia existencia del realizador sueco en la isla de Faro, lugar donde reside recluido y marginado de la sociedad por su propia voluntad, así como lo hicieron otros personajes de sus obras como el doctor Isak Borg en 'Fresas Salvajes' (1957).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dr Marcus
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