La cena de los idiotas

Dicen que George A. Romero quiso retratar la sociedad contemporánea en su noche de los muertos vivientes. Nunca di crédito a esa teoría, de ser así también habremos de convencernos de que Jay Roach logra con esta película que se tambalee la mismísima esperanza en la raza humana. Sea como fuese, es evidente que ésta deja mucho peor cuerpo, ¡dónde va a parar! Pase que no corran buenos tiempos para la lírica, como cantaba aquel, pero de ahí a que una supuesta comedia se mueva entre planos grises de atmósfera enfermiza por los que deambulan personajes huecos que se debaten entre lo depresivo y lo paranoico, pues no hace puta gracia, para qué nos vamos a engañar. Esta película no sólo ultrajó a la original, es que luego la descuartizó y la tiene pudriéndose en algún rincón fuera de plano. El hedor, sin duda, es patente.

Ví en su momento "La cena de los idiotas", que me pareció mágnífica. Pude ver un año después su versión teatral, que también me restultó divertidísima.... y que dejaba claro que tanto una versión como la otra eran gemelas como gotas de agua. Y eso no era malo, sino todo lo contrario.
Con ese texto perfecto de Veber, Jay Roach y sus cómplices han realizado una película que como dicen los créditos está sólo "inspirada" en su original. Menos mal que lo confiesan. Esta "cena de los idiotas" no tiene ninguna gracia. Jamás consigue enternecerte como sí hacía la francesa, y desperdicia los mejores chistes de aquella para sustituirlos por otros absolutamente banales y sin gracia.

El resultado: un espanto.

Aunque viene siendo una propuesta interesante, la película carece casi completamente de gracia y a pesar de que esté llena de chistes, estos caen regularmente en la estupidez.

Por otro lado, Paul Rudd y Steve Carell están muy bien y cumplen con su propósito. Pero el problema de la película es que llega a tornarse fastidiosa, simplemente por el hecho de que no hace reír. Además la película resulta larga y aburre en instantes.

En fin, una película que no muy recomendable, que aunque intente desesperadamente de hacer reír, no lo logra.

Esta basura infumable, no es pese a su título un remake de la homónima francesa realizada doce años antes. No.Realmente, es una porquería así titulada, que bajo la definición "la mejor comedia del año" (quien fue el idiota que así la tildó?) ha hecho caja, vendiendo entradas como si fuera una obra maestra, cuando lo que es, no es ni más ni menos, que un insulto a la inteligencia, no a la de las personas razonablemente dotadas, sino las que simplemente superen en su C.I. (en inglés, I.Q,) el 70
Su humor, burdo, zafio e irritante. Carente de la menor gracia. Sus diálogos, lamentables. Su duración, más que excesiva teniendo en cuenta, la nula calidad del producto. Si has visto la versión francesa, verás que cualquier parecido es meramente casual. Esta es mala, hasta decir basta.Implanta una serie de personajes, con calzador, que componen un batiburrillo indigerible de situaciones surrealistas, carentes de un mínimo de lógica. Ni siquiera como humor absurdo, puede funcionar.
Steve Carell, no sé como se atrevió a implicarse en esta porquería. Lo engañarían bien a base de dólares crujientes, de otro modo, no me lo explico. En definitiva, horrorosa, carente de gusto y sin ninguna gracia. Resultaría más divertido ver un vídeo de la reina de Inglaterra cortándose las uñas de los pies, que este bodrio.
Como siempre digo, aún así, intento rescatar algo bueno de la película, en este caso, me quedo con las escenificaciones de los ratones, realmente muy bonitas y bien hechas, (aunque al final, acaben cansando) y con el tema musical, que abre y cierra el film, "el loco de la colina" cantado por Paul McCartney

Estamos ante la adaptación americana de la gran comedia francesa de mismo título que dirigiera Francis Veber, y hay que reconocer que no resiste la comparación. La mordacidad de la francesa se transforma en sosería en la americana, y pese a algunos momentos bastante logrados (en especial ese desayuno tan desastroso), la versión de Jay Roach transita por los terrenos de la mediocridad.