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Elsa & Fred

Romance. Comedia Elsa (China Zorrilla), que tiene 82 años, es una mujer llena de vitalidad y con una imaginación desbordante. Alfredo (Manuel Alexandre), algo más joven que ella, ha sido siempre un hombre convencional, serio y responsable. Al quedar viudo, desconcertado y angustiado por la ausencia de su mujer, su hija lo anima a mudarse a un apartamento más pequeño. Es entonces cuando conoce a Elsa, que es vecina suya. A partir de ese momento, ella ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
7 de noviembre de 2009
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Gasté la plata en vivir", señalaba Elsa y esta sencilla frase puede extenderse a toda la obra: Elsa y Fred toma lo más clásico a nivel narrativo y de montaje para crear esta película que por momentos alcanza niveles de gran intensidad intercalados con otros de caracter mas liviano e incluso de meros apósitos argumentales.

Desde la atmósfera simpática y el gag recurrente, por lo general a cargo del personaje de China Zorrilla, Elsa y Fred arma sus bases y envuelve al espectador dentro de un clima en donde la tensión es nula. La sensación final es como la de haber flotado por poco más de una hora y media, un pasaje transicional en el que nada significativo sucede pero que sin embargo ese vacío sustancial parece plagado de pequeños momentos efímeros e inolvidables.
El armado de los personajes no solo cuenta con dos actores que peinan experiencia de años y oficio sino que resultan caracteres bien estudiados y de clara postura ying-yang: ella es atorranta, chispita y vivaz; él parece apagado y temeroso pero porta con un angel propio que le otorga una pureza pocas veces vistas. En algún punto Elsa tenía razón: "ese hombre es encantador".

Peli de amor, sin más, de discreta ambición y de notorias fuentes originarias tales como la comedia de enredo y los géneros intimistas, aunque en claves menos profundas. Elsa y Fred, insisto, supone una escala agradable para el espectador, pero el viaje sigue, y falta mucho para llegar a cualquier destino.
Juan Rúas
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19 de julio de 2008
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amanece un nuevo día, suena otra vez el despertador. Los dedos, aún entumecidos de la inmovilidad de la noche se esfuerzan por apagar la alarma. Los ojos con cada rayo de luz que entra por la ventana se aprietan fuerte para continuar con la oscuridad onírica.

Sólo cinco minutos más...

Apartas el edredón y un escalofrío recorre el cuerpo, mientras los pies se erizan de frio al rozar el suelo.

Abres el grifo de la ducha y enciendes la cafetera. El cuerpo agradece, aún destemplado la manta de agua caliente que resbala por él.

Un nuevo día, un día de lugares comunes y realidades cercanas, de sorpresas al doblar cada esquina. Un nuevo día en el que ella; lunática atrevida, divertida, soñadora y azul sale a la calle. Un nuevo día que disfrutar como si fuera el último... quizá el primero.

Y de pronto, en ese mismo día, aparece él; responsable trabajador, leal, auténtico, algo parado y medroso, pero muy dulce. Y se cruzan. Y sus miradas se encuentran.

Ella le ha estado esperando siempre. Y áunque él no lo sepa, su vida le cambiará porque ella sabe la vida que se merece y quiere regalársela; ella es la única que sabe cómo hacerle feliz.

Y se conocen, y se encuentran. Y sus vidas ya no serán nunca las mismas. Y ella se reflejará en sus ojos, y él en su sonrisa. Y por fin, aquellos sueños no cumplidos, que no han hecho más que añadir una nueva arruga en cada cumpleaños, se realizarán. Y lo harán juntos. Y da igual el tiempo que les quede por vivir; porque la vida empezó el día en que por aquella calle empedrada se dieron la mano por primera vez.

Según voy escribiendo, Elsa va perdiendo su encantador acento bonaerense y su voz se antoja más madrileña que nunca. Y al bueno de Fred ya no le tiembla la voz, que cada vez es más cercana al deje del Guadalquivir.

¿Qué mas da? Elsa o Cristina; Óscar o Fred... De lo que se trata es de vivir y vivir a su lado. De lo que se trata es de la felicidad que llega sin fecha, porque no conoce edades. De lo que se trata es de reirse mordiéndose el labio, mientras tu auto chocó con el de detrás en una maniobra loca; al tiempo que en la radio suena: "Hoy puede ser un gran día, duro con él"
saudade
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26 de agosto de 2007
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película plantea una historia de amor entre dos personas que ya pasaron largamente los 70, donde una señora mayor al modo de "la vieja dama indigna" está decidida a aprovechar al máximo sus últimos años de vida.
Hay en esta historia un humor hecho de pequeñas cosas cotidianas. Aunque no existe el galán de moda, la actriz divina ni escenas de voltaje erótico, se logra el objetivo de emocionar, entretener y encantar al público con una ternura y emoción auténticas que recorren todo el film.
En este mundo de hoy, aterrado por la idea de envejecer, presionado por un mercado que promete la eterna juventud, el film tiene el mérito de tratar el romance entre dos personas de edad, tan poco habitual, logrando que un tema tan difícil resulte creíble.

Manuel Alexandre, prócer del cine español que lleva filmadas unas 300 películas en 60 años de carrera, dirigido por realizadores prestigiosos de la madre patria como Berlanga, Bardem o Fernán Gómez, compone al hipocondríaco Alfredo (Fred), adorable y enternecedor. Pero es la Sra. Zorrilla, quien con su interpretación de esa Elsa pícara, fabuladora, atrevida, simpática y vital se roba la película. Encantadora a los 83, está espléndida. Se nota el oficio de Carnevale en la dirección, que no descuida detalles, incluyendo la magia de este personaje que, si no fuera así, haría de Elsa una vieja insoportable y descabellada pero que tiene gracia y mucha ternura, además de ser una mujer con claroscuros, que no es siempre buena o mala. Es destacable también su mirada sin prejuicios para rescatar la idea del amor a cualquier edad, de una manera pura y sin caer en los estereotipos de la vejez.
Se apuesta a la simplicidad de una historia lineal y entretenida, donde el melodramatismo se evita con ritmo y humor. El espectador no recordará demasiado su final apresurado, sino que se quedará con los buenos momentos que la película le hace pasar.
rouse cairos
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25 de marzo de 2008
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace siete años, en agosto de 2001, mi familia y yo nos lanzamos a la carretera en una autocaravana, con rumbo a Italia. Fueron kilómetros y kilómetros de aventura. Durante el recorrido hacia la península itálica, vi paisajes tan maravillosos como para cortar el aliento. Esos Alpes imponentes cuando íbamos cruzando la Costa Azul francesa, se me quedaron grabados. Padua con su iglesia de San Antonio (mi abuela, que en paz descanse, era devota de San Antonio y nos había pedido que le lleváramos una figurita del santo comprada en Padua). Venecia, con su bien merecida fama, es una de las ciudades más bellas y pintorescas que jamás habré de ver. Florencia, añeja, hipnótica con ese río Arno tantas eras fiel a su amada ciudad a cuyos pies discurre. Y Roma. Perdidos por calles en las que mirar a cualquier parte era mirar un prodigio. Y la Fontana de Trevi. Como una diosa de mármol colocada en un lugar que no hace justicia a su belleza, la Fontana se sitúa en una plaza pequeña, como de paso, que apenas da abasto para contener la grandiosidad del monumento que alberga. Hacía un calor sofocante, y la plaza estaba llena a rebosar de gente sentada en el pretil de la fuente y por cualquier hueco disponible. Aquello era como contemplar un milagro. Las estatuas de la fuente congeladas en su postura perpetua, elevándose a las alturas. El agua cayendo en un invitador rumor refrescante. Nos pasábamos el día bebiendo de las fuentes (en Roma hay fuentes por todas partes) y también bebimos de los chorros de agua destinados al consumo público que hay en la Fontana. Arrojamos unas liras al fondo y pronunciamos nuestros secretos deseos.
Como Anita Eckbert en aquella escena inmortal de "La dolce vita" en la Fontana, Elsa desea apurar la vida como si sólo dispusiera de una noche loca. Vital, caradura, fabuladora y mentirosa, entra como un terremoto para darle un vuelco a Alfredo, su vecino viudo, un hombre muy formal, apocado y amable. Y los dos polos opuestos se tocan el corazón con sólo una mirada y unas palabras casuales.
El amor, el enamoramiento fulminante, no entiende de tonterías como la edad, y nos convierte a todos en adolescentes. Elsa y Fred se quitan muchos años y lastres de encima para lanzarse al vacío y amar, con esa explosión del gran amor que se descubre por primera vez. Aunque se tengan ochenta años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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11 de julio de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos viejos solos.

El viudo reciente, amargado, formal, y educado.
Ella soltera, alegre, enferma, mentirosa e impredecible.
Se encuentran, y como en la química, se atraen los opuestos.
Ella lo cambia a el, y el a ella (solo un poco). Recolectan un par de anécdotas juntos, viven la vida casi como adolescentes y comen perdices.

Si, la historia es predecible, maniquea, tramposa y simple.

Pero no puedo dejar de pensar.. ¡Que linda película que es Elsa y Fred!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Agus
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