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Rifkin's Festival

Comedia. Romance. Drama Un matrimonio estadounidense acude al Festival de cine de San Sebastián por trabajo de ella. El marido, Mort, sospecha que su mujer está teniendo un affaire con un joven y aclamado director de cine francés. Pero su preocupación disminuye cuando se encapricha de una atractiva médico española que le trata en una consulta. (FILMAFFINITY)
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Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
2 de octubre de 2020
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen insiste mucho en su reciente autobiografía, A propósito de nada, en que cuando falla una película o un show televisivo, la causa hay que buscarla en el guion. Creo que tiene razón y que en esta película no solo falla el guion, sino que es el guion lo que hace fallar casi todo (hasta las interpretaciones de la mayoría de los actores). La idea de arropar con sueños cinéfilos las amarguras y frustraciones de un personaje y de paso rendir un homenaje paródico al viejo cine de autor podría haber sido una base ideal para una buena película. Pero Woody pilló a las musas de vacaciones. Aquí la descripción del matrimonio agotado sobre la que se asienta el argumento es reiterativa y roma, muy previsible; las parodias de los clásicos cinéfilos no hacen gracia (sospecho que ni a quienes han visto la película de referencia ni a quienes no); los intentos de frases ingeniosas e hilarantes se quedan en eso, intentos (en muchas ocasiones se nota que un corte de secuencia quiere enfatizar una última frase que se supone que hay que considerar graciosa, y el efecto es más bien patético); y el paseíto turístico por San Sebastián debe de parecerle excesivo hasta al alcalde de esa ciudad. Fallando tanto lo cómico como lo dramático, solo brilla levemente algún apunte melancólico, a cuenta de esa complicidad imposible entre el protagonista y la doctora que encarna Elena Anaya (sobre todo, tras la escena del pinchazo), y muy poco más. Los detractores de Woody Allen van a tener mucho material para decir que está acabado y podrido. Esta película solo parece apta para los muy-muy maníacos de Woody. Y de San Sebastián.
Capitan Ahab
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3 de octubre de 2020
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen sigue con algunos sus temas preferidos: los conflictos de pareja y la delgada línea entre cultura y pedantería.

Lo más (tentados a decir único) interesante de esta película son las escenas de sueños del protagonista, donde a la vez se homenajea y se bromea con películas clásicas de gran calibre, europeas casi todas. Están bien pero tengo la sensación de que José Mota en el especial de Año Nuevo lo haría mejor.

Las interpretaciones son buenas, especialmente Wallace Shawn como Woody Allen y Louis Garrel como director intensito y encumbrado por la crítica. Nos ha congratulado muchísimo ver a Steve Guttenberg, ídolo de nuestra juventud, aunque sea brevemente. Por otro lado, Sergi López está esperpéntico, no sabemos si es culpa de Woody o estaba resacoso ese día, pero su actuación no es normal.

El año pasado comentábamos la horrorosa iluminación que viene poniendo Storaro en las últimas (ya van cuatro) películas de Allen. Esta vez es algo más comedida, pero sigue atacando nuestros pobres ojos. Por favor ya está bien, Woody, acaba con esta broma ya.

Gustará a: neuróticos, productores, gente que ha visto las películas homenajeadas
No gustará a: cardiólogos, pintores, gente que no ha visto las películas homenajeadas
eristuff
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3 de noviembre de 2020
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
RIFKIN'S FESTIVAL está dirigida por Woody Allen y, como tal, contiene dosis de ingenio y comicidad. Sin embargo, no acaba de cuajar y se queda corta en todo, como si el director hubiera caído en un estado de letargo y nos ofreciera una película de relleno. En este caso tenemos a un matrimonio formado por un pensador escritor (Wallace Shawn, de La princesa prometida) y una representante Gina Gershon, quien precisamente mantiene un affaire con el director de cine más aclamado del momento (Louis Garrel). El hipocondriaco marido dará con una bella doctora española (Elena Anaya), de la que se enamorará y, de paso, la hará conocer a un marido pintor un tanto anárquico (Sergi López).

Transcurriendo en el diván de un psicólogo, el marido narra sus aventuras por San Sebastián, quizás el mejor lugar posible en el que realizar la película, aprovechando también su festival de cine. En cualquier caso, entre sueños extraños, diálogos con la muerte (Christoph Waltz) y escenas de matrimonio, nos queda un RIFKIN'S FESTIVAL que quizás te arranca un par de carcajadas sinceras y poco más. Me quedo con ganas de ver al mejor Woody Allen en cuanto a diálogos y profundidad, y aunque los intérpretes están bien, me parece una obra menor en la gran filmografía del neoyorkino Woody Allen.

En definitiva, RIFKIN'S FESTIVAL es un paso atrás para lo que Woody Allen nos tiene acotumbrados, puesto que se trata de un viaje hacia la revelación, vagando por la edad, por aprovechar el tiempo y darse cuenta de que este vuela, de liberarse de las ataduras y tomar decisiones. Nada como un viaje por San Sebastián para reponer fuerzas y volver como nuevo. En cualquier caso, espero que le sirva a Woody Allen para volver con más fuerza. Echadle un vistazo.
XuCoOo
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5 de octubre de 2020
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas todos conocemos a Woody Allen. Su popularidad alcanza incluso a quienes no les gusta el cine. Algo inevitable teniendo en cuenta que no hay otro director que se haya esforzado tanto en hablar de él mismo. En los años 70 el cómico neoyorquino supo meterse al público en el bolsillo gracias a su atrevido desparpajo a la hora de confesar sus gustos y sobre todo sus fobias. Desde entonces su personaje de simpático perdedor ha conquistado el olimpo del séptimo arte.

Sin embargo de unos años a esta parte Woody Allen, acomodado en una madurez sibarita, ha puesto su genialidad en piloto automático y donde antes había sarcasmo neurótico ahora sólo queda la celebración de la belleza de un mundo a la medida del director. Su película anual, cada vez más un capricho amable, se ha convertido en una cita rutinaria para el cinéfilo que apenas espera nada nuevo.

La mirada de Woody Allen se ha desnudado, sin complejos, de la necesidad de contarnos cosas. El director, como un abuelito ante su nieto, solo parece interesado en un relato nostálgico de su propia vida. Pero como espectadores debemos exigir a Woody Allen que nos sumerja en una historia. Que nos cuente cosas. Reducir una película a un diario de memorias no es suficiente. Hasta la fotografía de Vittorio Storaro parece descuidada.

Tal vez la buena noticia es que Woody Allen ha logrado vencer sus obsesiones a base de psicoanálisis cinematográfico. La mala noticia es que su curación nos priva de la mejor virtud de su cine, es decir: sentirnos cómplices de su terapia. "Rifkins Festival" demuestra que el triunfo de la cordura es una bonita postal donde no ocurre nada.
Robert Denigro
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8 de junio de 2021
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya más de dos décadas, que W. A. año tras año, se dedica a firmar (sic), películas carentes de interés incluso para él mismo, como bien dijo en una entrevista. Y, por alguna razón difícil de entender, los críticos y algún que otro fan acérrimo de su cine, siguen yendo a verla, a pesar de su insistente decepción, mientras el público hace tiempo que le dio la espalda (primero los americanos, y poco a poco los europeos).
W.A. se ha convertido, con el paso del tiempo, en un vendedor de baratijas que abre su puesto muy a pesar suyo, porque no le queda más remedio que pagar las facturas, y cuando termina de vender ese collar o pulsera supuestamente hecho de forma “artística”, cierra el quiosco y se va a hacer más.
El cine, por llamarlo de alguna forma, de W. A. se compone de historias hilvanadas de forma rutinaria, con desgana, sin preocuparle lo más mínimo el resultado, y con el único deseo, por parte del “director”, de terminar cuanto antes para irse a tocar el clarinete.
R. F. es la última baratija de W.A. que uno compra, no sabe muy bien por qué, y luego olvida o pierde en cualquier cajón. R. F. es una película de usar y tirar, algo totalmente prescindible, que olvidamos nada más levantarnos de la butaca, al mismo tiempo que murmuramos: “Por Dios, qué rollo”.
Otilio
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