Rifkin's Festival

El señor Woody Allen debería haberse jubilado hace años, pues se repite mucho y últimamente hace películas que parecen telefilms de sobremesa insustanciales. Aunque ya no interpreta, otra vez película con protagonista que es su alter ego, con sus neuras de siempre y su verborrea aburrida. Encima, con la sensación de que es una película de encargo, en este caso para promocionar Donostia/San Sebastián.

Las piezas del puzle son muy atractivas. Pero no completan una imagen. Un crítico ha recordado con acierto el librito del mismo autor “Cómo acabar de una vez por todas con la cultura”.
Los fragmentos que yo distingo son éstos:
El efecto del personaje de Elena Anaya sobre el protagonista. Un gigante intelectual curtido en las preguntas más crueles de la vida que queda desarbolado por la cercanía de una belleza inteligente.
La evocación de escenas cinematográficas de películas clásicas que están en la memoria del novelista disueltas con sus vivencias.
La disyuntiva entre el glamur y lo trascendente. La envidia que provocan los frívolos y la duda sobre si ellos son los que aciertan.
El profesor descubre que su pedantería y la vanidad intelectual son una ficción a la altura de las ínfulas de su antagonista, y que la sabiduría “solo” sirve para saber perder.
Lo acepta dulcemente en los días del final del verano que pasa en una ciudad luminosa y prevista para el festival.

Lo mejor que se puede decir de esta película es que es una comèdia amable con un Wallace Shawn soberbio haciendo de perfecto alter ego de Woody Allen (por fin lo hemos encontrado). Lo peor, la sensación de que ya hemos visto esta película cientos de veces. Producto Allen marca de la casa. No decepciona, pero tampoco sorprende. Como desilusión más íntima, la de ver a una Elena Anaya flojita y a un Sergi López sobrepasado y ridículo. Woody Allen da en el clavo cuando busca la sonrisa nostàlgica y còmplice del espectador, el problema es que es un clavo que ha golpeado ya demasiadas veces. Da igual que sea Nueva York, Venecia, Barcelona o San Sebastián, ya sabemos cómo se desarrollará la historia y cuál será el desenlace porque la trama sigue un camino previsible e inevitable. Ni siquiera los homenajes a los clásicos resultan ya sorprendentes. Woody Allen se deja querer, y tampoco esta vez ha fallado, pero con productos como éste difícilmente atraerá nuevos espectadores. Quizá le dé lo mismo.

Si bien es cierto que en los últimos años, salvo en contadísimas ocasiones, Woody Allen parece ir con el piloto automático, a pesar de ello, rara es la vez que no consigue un film cuanto menos agradable o interesante. Este es el caso de Rifkin´s Festival, que bajo la típica premisa de la infidelidad en una pareja longeva y el encaprichamiento en mujeres u hombres más jóvenes, tan habitual en su cine, nos hace un recorrido por sus gustos cinéfilos y retrata San Sebastián como la ciudad de cine que es, dotando a la película de mucho color y vistosidad. Por lo demás, no estamos ante una obra cumbre del neoyorquino, pero tampoco desagrada y se ve con facilidad porque resulta "amable".

Como esos jugadores de futbol que se han dado una panzada a correr durante casi todo el partido y en los últimos quince minutos permanecen en el campo agotados, más de forma testimonial que efectiva. Como ese gran chef que al día siguiente se hace un apaño con las sobras de lo que el día anterior fue una obra de arte.

El maestro se toma un respiro para coger fuerzas en esta historia en la bellísima Donostia donde sigue hablándonos de lo suyo, de sus obsesiones existenciales que son las de todos y de su amor por un cine europeo. Pero lo hace sin sal y pimienta y sus ensoñaciones con Buñuel, Bergman, Fellini..., salvo por algunos segundos se quedan en meros guiños cinéfilos sin mucha chicha donde incar el diente.

El cumplidor elenco tampoco tiene mucho donde agarrarse y el triangulo o cuadrado pasional cribado por la brecha generacional no acaba de importarnos demasiado. En esta ocasión el alter ego de Woody lo interpreta un voluntarioso Wallace Shawn y uno no puede de estar todo el metraje sustituyendo su imagen por la de Allen y ni aún así.

Confiando en que al maestro le haya servido para coger fuerzas para regalarnos otras de sus perlas antes de que "el tipo del ajedrez" le reclame su última partida.

cineziete.wordpress.com