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Rifkin's Festival

Comedia. Romance. Drama Un matrimonio estadounidense acude al Festival de cine de San Sebastián por trabajo de ella. El marido, Mort, sospecha que su mujer está teniendo un affaire con un joven y aclamado director de cine francés. Pero su preocupación disminuye cuando se encapricha de una atractiva médico española que le trata en una consulta. (FILMAFFINITY)
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Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Oh, designio cruel! ¡Terrible condición la nuestra que nos lleva a codiciar siempre aquello que no tenemos!. Como aquel personaje de leyenda que se lamentaba de su mala suerte mientras iba lanzando al río con desprecio las toscas piedras que de su padre había heredado, sin saber que eran diamantes; así también menosprecian los hombres lo que tienen, anhelando siempre algo más, no necesariamente mejor.

Nos arrepentiremos de ello. Echaremos en falta el encanto de una historia sencilla cuando nuestro juicio, embotado de mugrientas series de televisión, servidas a paletadas como la alfalfa, sea incapaz ya de apreciar las historias simples, ordinarias; tan ordinarias y simples que ya no se ven, que pasan inadvertidas hoy para nuestros ojos, avezados a más complicadas producciones, pero más maravillosas y necesarias que nunca.

Vean “Rifkin’s Festival”, la última película de Woody Allen. No desaprovechen la ocasión, esto se acaba. No pasará a la historia del cine pero: ¿en qué otro lugar si no van a poder ver gente bien vestida?, ¿dónde un protagonista cuyo sueño es escribir una novela y habla de Dostoyevski, Truffaut o Goddard?.

No se deshagan del tosco diamante para quedarse con las algarrobas rebozaditas de oropel.
JLB
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30 de septiembre de 2020
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Donosti como product placement

La nueva comedia del genio neoyorkino, Woody Allen, es un homenaje al cine, a San Sebastián y al propio Festival que acoge esta ciudad. En ese sentido, Rifkin’s Festival, funciona casi como un anuncio publicitario que destaca las virtudes del paisaje, a veces en exceso. Son innumerables las secuencias que incluyen alguna coletilla en los diálogos del tipo “qué bonita es esta ciudad” o “que estupendo es este Festival de Cine”. Es la técnica del product placement, siendo la marca a promocionar Donosti. Como enamorado de la ciudad, disfruto mucho viéndola en pantalla fotografiada por el gran Vittorio Storaro, pero me sobran todos esos comentarios.

Rifkin’s Festival no es una de las mejores películas de Woody Allen. La historia que alberga resulta demasiado anodina para trascender como una obra destacada dentro de su prolífica filmografía. Mantiene esa tendencia a la baja que tienen sus distintas incursiones por ciudades europeas como en A Roma con Amor o Vicky Cristina Barcelona, y que solo consiguió amplificar con Midnight in Paris. Es como si el cineasta no se sintiera cómodo cuando recibe el encargo de trabajar y escribir fuera de su entorno habitual. Se le ve tan perdido como lo están sus personajes en un país extraño.

*Los líos sentimentales de siempre

Rifkin’s Festival no alberga demasiadas sorpresas argumentales. Vamos a encontrar la mismas obsesiones habituales de todo el cine del director, tanto al abordar las relaciones sentimentales como en los aspectos más metafísicos de la vida. Los protagonistas son una extraña pareja formada por Wallace Shawn y Gina Gershon. Él interpreta a un escritor en ciernes, incapaz de acabar su primera novela por miedo al fracaso. Es el alter ego del director, con sus típicas reflexiones y neuras. Ella es una publicista con ganas de aventuras, que se queda prendada de un director de cine prepotente, interpretado por un soso Louis Garrel. La cuadratura del círculo la cierra una cardióloga española con el rostro de Elena Anaya, convertida en el amor platónico del escritor que buscará cualquier excusa para obtener una nueva visita médica.

Los líos sentimentales de estos cuatro personajes interesan bastante poco. Los diálogos son ligeros y menos ingeniosos de lo que cabría esperar. La posterior incorporación de más personajes de vodevil como el marido de la doctora, un pintor mujeriego interpretado por un sobreactuado Sergi López, logra algún momento de vergüenza ajena.

*Un homenaje al cine

Pero no todo es malo en Rifkin’s Festival. La película transpira por todos sus poros el amor al cine que siente Woody Allen, en especial, al cine europeo. Hay varios diálogos que inciden en esto y sobre la influencia que tuvieron los cineastas europeos en la Edad de Oro de los cineastas norteamericanos. También abre un debate sobre la confrontación de comercialidad y autoría en el cine actual. El director se ríe bastante del encumbramiento mediático al que son sometidos algunos artistas con vocación de influencers. Para ello utiliza el personaje del cineasta francés que en una rueda de prensa afirma que su película acabará con el conflicto palestino. Esas son las líneas de diálogo de humor ácido que nos gustan.

Lo más interesante de la película son los homenajes visuales a cineastas como Fellini, Bergman, Truffaut o Welles. Woody Allen se pone juguetón e irónicamente muta durante algunas breves secuencias en los cineastas que siempre ha admirado, sirviéndose de varios momentos de ensoñación que tiene el protagonista. Es ahí donde Rifkin’s Festival adquiere su verdadera fuerza. La celebración del cine como un arte que nos emociona, nos educa y nos hace pensar. Al emular a otros directores es cuando curiosamente encontraremos al Woody Allen más divertido y creativo, en especial, cuando reformula algunas míticas secuencias de películas de su idolatrado Ingmar Bergman.

*Conclusión

Rifkin’s Festival es la nueva comedia escrita y dirigida por Woody Allen, tras casi dos años de parón. En primera instancia, se puede ver como una nueva postal turística en la que se destacan los encantos de la ciudad de San Sebastián y de su Festival de Cine. Bajo la superficialidad de esa trama ligera de desencuentros sentimentales, hallaremos un homenaje bello y sincero al cine.

Lo mejor son las secuencias de ensoñación del protagonista que sirven al director para escenificar con mucho humor algunas secuencias míticas de películas de Ingmar Berman, François Truffaut, Jean-Luc Godard, Orson Welles, Luis Buñuel o Federico Fellini. Son momentos tan hilarantes como preciosos, que están muy por encima de la trama principal.

El reparto realiza un trabajo desigual, destacando la aportación de la española Elena Anaya. Cada una de sus apariciones eleva el nivel de la película, contrastando con la lamentable escena en que aparece un horrendo Sergi López. Si te gusta el cine de Woody Allen, encontrarás cosas suficientes para pasar un rato agradable. Si por el contrario no eres demasiado afín a su cine, mejor acércate a sus grandes obras.
Cinemagavia
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3 de octubre de 2020
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un director es muy bueno (para muchos), o malo (para muchos otros), famoso, controvertido, siempre en el punto de mira.. pues el nivel de exigencia crece cada vez más, No vamos al cine tan objetivos como toca. Esperamos mucho y todo lo que no se acopla a nuestra expectativa nos defrauda. Esta película es buena. Woody Allen nos muestra una ciudad preciosa, unos personajes quizá no muy profundos pero coherentes con la historia y con matices que los enriquecen. El protagonista es, para mi, uno de los mejores de los últimos Woody Allen. Pausado, educado, sencillo...un hombre culto en lo suyo que pasa por la vida con tranquilidad y que se ve envuelto en una situación de cambio sin esperarlo del todo. Muy bien interpretado, con un físico muy adecuado, conduce la historia y, a través de muchas referencias al cine clásico de autor te lleva a escenas que son un deleite para los que amamos ese cine. El resto de personajes es otra historia. En mi opinión lo mejor los de allí, por no decir que lo peor los españoles. Y ya lo he dicho. Elena Anaya muy mona pero muy sobre actuada y vociferante. Se ha doblado ella misma? Muy mal. Sergi López regular. Ese si que se ha doblado a sí mismo. Y luego la belleza de San Sebastián. De acuerdo en que Woody la vacía de gente y es irreal en ese sentido, como hace con todas las capitales en que rueda, excepto en Nueva York. Pero así se aprecia más el paisaje, el mar, la montaña. Es un regalo promocional para cualquier ciudad donde mete la cámara. Ojalá viniera a la mía. Así que lo dicho, a mi me ha gustado, he pasado un buen rato y la recomiendo. La esencia es la de siempre. De eso se trata.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Irati67
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3 de febrero de 2021
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya algún tiempo (demasiado, en mi opinión) que el declive de Woody Allen, arrastrado por una filmografía vacía de contenido y carente del más mínimo interés, es más que evidente incluso para él mismo, como puede verse en una entrevista donde dijo: “DE TODAS MIS PELÍCULAS SALVARÍA DIEZ, EL RESTO LAS TIRARÍA A LA BASURA”.

No sé qué más pruebas necesitan los que adoran al “genio” neoyorkino, como si fuera un becerro de oro y que en realidad no es más que quincalla, como muy bien viene a decir él propio interesado. En lo que a mí se refiere, siempre que he terminado de ver la última (mejor dicho, penúltima) película de W.A. me he prometido a mí mismo no volver a caer en la trampa de sentarme a sufrir el visionado de otro bodrio suyo. Promesa que, a la vista está, siempre termino incumpliendo. Tal vez porque uno es masoquista, o porque la pandemia nos deja mucho tiempo libre, o, como en el caso presente, algún fan incondicional de W.A. te “invita” a verla y posteriormente discutir a brazo partido el resultado de la misma (una forma como otra cualquiera de entretenernos).

Batalla campal aparte con el referido fan incondicional, al terminar de ver la penúltima película de W.A. (seguro que ya está terminando otra) y procurando, con grandes esfuerzos, borrar de mi mente el concepto que él tiene de sus películas, no he podido por menos que llegar a la conclusión de que, de seguir así, nuestro amigo, en lugar de ser un cineasta que en sus ratos libres toca el clarinete, termine convirtiéndose al final de su vida en un clarinetista que en sus ratos libres hace películas. Mi escaso conocimiento del mundo del clarinete y sus intérpretes, me impide valorar al W.A. clarinetista, y por lo tanto Ignoro hasta qué punto es diestro a la hora de manejar el referido instrumento. Pero apostaría que es imposible que lo pueda hacer peor que ponerse detrás de una cámara.

Rifkin’s Festival, una vez más, demuestra que las palabras de W.A. son ciertas. E incluso es posible que haya exagerado al dar por hecho que se pueden salvar 10 películas suyas. Sinceramente, a mí me cuesta un poco llegar a esa cifra, y mucho menos imaginar que logre alcanzar en el futuro la número 11. R. F. es una decepción más de esa marca registrada en la que se ha convertido W.A. que sigue rodando infatigable al desaliento, sin el más mínimo interés por el rodaje, los actores, e incluso el guion, como muy bien puede verse en el documental American Masters, donde él mismo corrobora mis palabras, al igual que lo hace un crítico y algunos de sus actores, que supuestamente le veneran, pero que al manifestar su opinión en realidad le tiran por tierra sin pretenderlo. (Ver mi crítica al respecto).

W.A. manifiesta (o más bien amenaza) en la entrevista mencionada más arriba, que seguirá rodando películas mientras tenga ideas y salud. Por supuesto que, en lo que a mí se refiere, le deseo que viva muchos años. Pero alguien debería decirle que hace tiempo que sus ideas no sirven ya ni para encender una bombilla de 10 watios, y que, por lo tanto, tal vez sería mejor que centrara todos sus esfuerzos en ser un buen clarinetista.
Rompetechos
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9 de octubre de 2020
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá no sea la propuesta más ambiciosa del genio neoyorquino; quizá no abunde en ninguna temática novedosa, quizá Allen valga la pena simplemente por ser Allen...
Para los que osen comprender al director, o al menos crean hacerlo, este film puede decir mucho más de lo que externamente puede parecer. Un sinfín de detalles escrupulosamente entramados, hacen de la cinta un suntuoso collage de existencialismo que, no dejará indiferente a cuantos alguna vez hayan podido plantearse ciertos aspectos poco habituales en una frenética y competitiva sociedad. Una crítica constante al funcionamiento de la realidad, de la cual no se siente parte, y con la que se ve obligado a lidiar día a día, como si se tratara de un obsoleto vínculo matrimonial que se ve irremediablemente conducido al fracaso.
El sinsentido, la neurosis, la hipocondría, la existencia.... Máximas ya habituales en las cintas de Woody, que en este caso se ven relegados por el amor; un amor melancólico, difuso, que impregna cada minuto de celuloide como si fuese la ansiada respuesta para todas las preguntas vitales. Un amor hacia la vida, a la cual no quiere renunciar, un amor hacia el conocimiento, hacia las mujeres, hacia su querida Nueva York, la cual intenta ser sustituida sin éxito por una preciosa San Sebastián que, sin embargo no logra apagar la llama de ese amor a primera vista que le impide distanciar sus pensamientos de la Gran Manzana.
Si el espectador logra conectar íntimamente con los diálogos, con las sensaciones, con las idas y venidas de los excéntricos personajes que colman el metraje, entonces el mísero precio de una entrada habrá resultado un intercambio justo para seguir cultivando el arte.
Larga vida a Allen.
AlexDeLasHeras
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