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Siete mujeres

Drama En el verano de 1935, en la frontera entre China y Mongolia, dominada por señores feudales y bandidos, los miembros de una aislada misión americana se encuentran desamparados tras la invasión del país por parte de Tunga Khan. En respuesta a la urgente petición de un médico por parte de la misión, es enviada la doctora Cartwright, una persona de ideas modernas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
16 de agosto de 2013
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Me gustaría estar siempre con alguien -dijo John Ford-, y me gustaría también marcharme siempre el último de una reunión, porque no quiero que ninguno de los que se quedan me critique y quiero impedir también que se critique a los que se marchan. Así he rodado también mis películas.”

Esta cita de "Carta breve para un largo adiós" de Peter Handke resume perfectamente para mí la obra de John Ford; y en especial "Siete mujeres", una de sus películas más atípicas, y además la última que rodó.

Al igual que "El hombre que mató a Liberty Valance", "Siete mujeres" narra la historia de un sacrificio que no está guiado por la simpatía ideológica ni personal, sino por un vínculo mucho más misterioso: una especie de oscuro deber asumido por alguien que parecía inmune a todo sentimiento de deber.
el pastor de la polvorosa
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1 de junio de 2010
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo en la existencia de varios tipos de ateos. Entre los que he podido detectar, menciono: 1. Los que pregonan que creen, pero hacen todo lo contrario de lo que, la moral y los principios, reclaman. Éstos, son unos hipócritas y abundan en las iglesias, en los gobiernos y en casi todas las instituciones. 2. Los que maldicen, vituperan y rechazan cualquier mención que se haga del Creador, y de paso, maltratan, humillan e irrespetan. A éstos nos los topamos entre los emergentes, pero, también en las universidades y entre los intelectuales que condenan a Dios por la acción de las iglesias. Y 3. Aquellos, cuya experiencia y conocimiento, los lleva a descartar cualquier posibilidad de que exista Dios. Son agnósticos, porque han tratado de explicarlo intelectualmente y han querido verlo con sus propios ojos; lo han esperado ante el dolor de sus semejantes y frente a las carencias del pueblo, y al no hallar ni ver respuesta alguna, su razón deniega cualquier opción de prueba fehaciente. Pero, estos últimos, suelen ser seres de corazón sangrante, humanistas plenos que, aunque se muestran displicentes e incluso irreverentes en algunas ocasiones, a la hora de la verdad dan cuenta de una capacidad de compromiso y un espíritu de sacrificio como muy pocos tienen... y son éstos, quizás, los seres más valiosos que podamos encontrar en nuestra vida, porque no esperan nada, dan sin interés alguno, y no guardan esperanza en recompensas divinas.

Como sabiamente dijera, Srila Prabhupada: “Un devoto puro no desea ser promovido a los planetas celestiales, ni busca la unidad con el creador; tampoco la salvación o la liberación del enredo material. Un devoto perfecto no tiene otro deseo que el de complacer a la Suprema Personalidad de Dios”. Los ateos con conciencia, como los últimos que mencionamos, ejercen su pequeño grado de divinidad sin siquiera ser conscientes de que lo poseen, y esto es, precisamente, lo que los hace grandes. Los verdaderos santos jamás consideran que puedan ser santos.

Lo que me atrae de esta modesta, pero sentida despedida del director, John Ford, -quien se basó en un guion de John McCormick y Janet Green- es la clara confrontación que hace entre un ser que se dice creyente, pero que, en su ejercicio, es dogmático, conservador y dictatorial, y otro ser que se muestra irreverente, escéptico y mundano, pero que cree en los demás y valora profundamente sus existencias, aunque ésto para ella tenga un límite.

Así es, la doctora Cartwright (una efectiva, Anne Bancroft), quien llega a la Misión Unificada Cristiana, en la China de 1935, y de la cual es directora, Agatha Andrews, una mujer cuyo apego a las reglas hace de aquel lugar un sitio tan desencantado y frío como un pozo séptico.

El resto es muy liviano, con algunos excesos y algunas falencias, pero nos queda para el recuerdo un personaje aleccionador... y esto se agradece.
Luis Guillermo Cardona
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2 de marzo de 2012
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último largometraje dirigido por John Ford es una de sus obras mayores, y con más de un punto en contacto con sus anteriores películas. Anne Bancroft, en un papel sensacional, actúa y se mueve como si fuera John Wayne, un John Wayne femenino, y la misión cristiana, con sus dependencias, su patio y sus muros perimetrales, se asemeja bastante a un fuerte del ejército perdido en el Oeste americano. De hecho, el paisaje árido que se puede ver fuera del perímetro de la misión es tan solitario y tan hostil como los paisajes de los westerns de Ford. Y qué decir de los mongoles de Tunga Khan, que vienen a cumplir en el relato una función no muy lejana de la de los indios en algunos films del Oeste: una amenaza contra la que los demás personajes debe reaccionar, o actuar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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16 de septiembre de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A John Ford siempre se le considera por quien ha visto un total de 0 minutos de sus películas como un director conservador, machista y racista. Evidentemente es un ataque al tópico. Ford rodó a lo largo de toda su vida grandes iconos y símbolos del Oeste. El duro cowboy cabalgando en la llanura. John Wayne disparando contra los malvados o siendo el mayor antihéroe de la ficción. Pero John Ford también filmaba la vida, y por desgracia la vida no suele ser en blanco y negro. John Ford aquí rueda en un espacio cerrado y en vez de poner a John Wayne como héroe, emerge una Anne Bancroft como protagonista y heroina. Y sigue siendo John Ford puro y duro.

La Dra Cartwright, el personaje de Anne Bancroft, llega a una misión en la frontera de China y Mongolia con la intención de ayudar a la comunidad de misioneras que allí habitan. Ella es atea, feminista, racional y científica. Su mentalidad choca con la mentalidad antigua y conservadora. Y sin embargo es la heroina, la mujer emponderada la que logra salvar el día y castigar a los malvados.

El reparto de la película es excepcional, en especial Bancroft en el rol protagonista, casi todo el equipo trabajaba de nuevas con Ford, y no obstante su última película, a pesar de apenas ser recordada y parece ser un título menor, es sin duda una de sus mejores películas y totalmente a reivindicar.
JCR
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6 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford nos legó su testamento cinematográfico con una película modesta y humilde, seguramente él lo desconocía, pero el fracaso comercial, el alcohol y los achaques debido a su avanzada edad, le apartaron definitivamente del cine. Porque los pioneros, que llevaban el cine en la sangre, necesitan trabajar para sobrevivir en un mundo que había cambiado para desgracia de ellos. A Ford le interesó el proyecto, ya que quería sacudirse la fama de director de “hombres” y por su admiración hacia las mujeres de fuerte carácter. También le interesaba el conflicto ético que planteaba la película entre las ideas conservadoras y las liberales.

Así, la lucha soterrada que mantienen la tradicional y ferviente católica señora Andrews (Margaret Leighton) con la recién llegada doctora Cartwright (Anne Bancroft), amante del buen vivir, del alcohol y firme defensora de la ciencia frente a la fe, sin duda eleva la película frente al pretexto que suponen las aventuras de las misioneras contra las epidemias o los bandidos, y en ese pulso Ford toma partido de manera sorprendente para muchos. En efecto, dada su amistad con su actor favorito y amigo John Wayne, reconocido ultraconservador, muchas personas desconocen el talante progresista de Ford, quien siempre se jactó de su apoyo a los presidentes demócratas, y por supuesto, se observa en numerosas películas, como la famosa y extraordinaria “Las uvas de la ira” o “El joven Lincoln”.

Para los papeles principales, Ford propuso a Katherine Hepburn y Ava Gardner (el papel de la doctora Cartwright parece escrito especialmente para ella). Sin embargo, el productor Bernard Smith no pudo conseguir más que un modesto presupuesto de dos millones $, de la Metro, que no confiaba mucho en el proyecto, por lo que tuvo que renunciar a contratar estrellas, consiguió a Patricia Neal para el papel de la doctora, pero tras tres días de rodaje enfermó y fue sustituida por Anne Bancroft. Debido al bajo presupuesto, los decorados son pobres, los exteriores son mínimos, por lo que resulta bastante teatral, aunque la maestría de Ford con la puesta en escena es suficiente para mostrarnos los conflictos de los personajes, estupenda fotografía en color de Joseph LaShelle en panavisión.
Antonio Morales
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