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Invitación a un pistolero

Western Terminada la Guerra Civil (1861-1864), el soldado confederado Matt Weaver regresa a casa y se encuentra con que su rancho ha sido ocupado por Sam Brewster, el nuevo cacique del pueblo. Ante la actitud violenta del rebelde, Brewster contrata a un pistolero para mantenerlo a raya, pero con esta actitud sólo consigue que los problemas se agraven. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
31 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como, Tratado de Guadalupe Hidalgo, se conoce al acuerdo definitivo al que llegó México con los Estados Unidos de Norteamérica, luego de terminada la guerra que ambos países sostuvieron entre 1846-1848, la cual tuvo lugar dadas las constantes pretensiones expansionistas del imperio del tío Sam. Al acuerdo se llegó, forzosamente, luego de que los gringos se tomaran a Ciudad de México, y para su liberación, exigieron la ventajosa entrega de los territorios de Alta California, Nuevo México y Tejas… territorios que, luego, se sumaron a Colorado, Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Es decir, México tuvo que ceder más de la mitad de su territorio a las fauces imperialistas… y todavía, cuando EE.UU. ratificó el tratado, osaron eliminar el acordado artículo 10 al tiempo que modificaron el 9, donde se garantizaba el respeto por las concesiones de tierra previamente hechas a los mexicanos y se aseguraban sus derechos ciudadanos.

Probablemente, este hecho pudo haber servido de inspiración para la historia, “Invitation to a Gunfighter”, que, en 1957, escribieran, Hal Goodman y Larry Klein, la cual se convirtió, inicialmente, en un episodio del programa televisivo, Playhouse 90, el cual fue dirigido por Arthur Penn y protagonizado por Hugh O’Brian, Anne Bancroft y Gilbert Roland. Algunos años después, Elizabeth y Richard Wilson, extendieron la historia a un guion cinematográfico y convencieron a, Stanley Kramer Productions, para que hiciera posible realizar la película, la cual, el propio Wilson, conseguiría dirigirla.

<<INVITACIÓN A UN PISTOLERO>>, comienza con, Matt Weaver, un joven confederado (ya sabremos la poderosa razón por la que se sumó a este bando rebelde) que, a su regreso a casa, luego de terminada La Guerra Civil (1865), descubre que su madre ha muerto y que su casa fue vendida, mediante un remate ilegal, por el banquero y mandamás del pueblo, Sam Brewster. Cuando, Matt reclama su derecho ante las autoridades, están se limitan a expulsarlo del pueblo, pero él decide quedarse… y ante la amenaza que representa, el banquero contrata a un pistolero profesional que andaba de paso, pero que, al enterarse de lo que sucede, decide hospedarse unos días en el pueblo.

Lo que sigue, es una impecable historia que, por momentos, contiene cierto humor negro (herencia inevitable de Goodman-Klein), pero que, de pronto, se convierte en un drama humano altamente sensible y decididamente crítico, cuando ilustra la desigual lucha de clases a que se ve sometido el arrinconado pueblo mexicano.

Yul Brynner, con su inefable personaje, Jules Gaspard D’Estang, nos asegura un ambiguo carácter que nos brindará unas buenas sorpresas a lo largo de la historia, y su alto carisma -un poco al estilo del, Rick Blaine de “Casablanca”-, logrará que tengamos con él una gran empatía y un aprecio inevitable. Janice Rule (Ruth), Pat Hingle (Brewster) y, George Segal (Matt), complementan magníficamente este singular western que me ha dejado hondamente satisfecho.
Luis Guillermo Cardona
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11 de mayo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Yul Brynner se luce en este metraje, es cierto. Que la actitud de los habitantes de Pecos City puede resultar, a veces, ridícula o incluso carente de sentido, también es cierto. Y que el final de la historia pudiera haber sido mejor, también es cierto. Pero cada historia tiene sus circunstancias, y las de ésta obligan a que toda marche en ella del modo en que marcha, sin que por ello pueda decirse, en mi opinión, que la película resulte fallida. Porque aquel que opina que un western ha de ser solo una película de tiros, está en su derecho de opinar así, pero no goza en absoluto de todo el derecho a opinar. Y, si la historia de este western permite al personaje del pistolero o matón a sueldo (interpretado por Yul Brynner) erigirse como protagonista principal, repartiendo crueldad y violencia a su antojo, se debe solo a la actitud cobarde de los demás personajes del filme. Pero, además, la película no va solo de tiros y de cuestiones filosóficas entre el valor y la dignidad, sino que también cuenta la historia de un complejo romance, y de cómo se puede conquistar a una dama cuando el pretendiente lo tiene todo en su contra. Y, quien no haya entendido todo esto, en mi opinión, ni sabe de qué va la película, ni tiene derecho a tacharla de mala.
Crabman
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16 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos de acuerdo con las reseñas que consideran extraño este western. Muy extraño. Lo es la llegada recién terminada la guerra del soldado Matt Weaver (Segal) a su pueblo, Pecos (Nuevo Méjico). El único sudista en un pueblo de unionistas, su rancho le fue usurpado por motivos políticos por el cacique del lugar Sam Brewster (Ryder). Para colmo de males su novia (Rule) se ha casado con uno de sus comparsas.
Perseguido por las fuerzas vivas por una muerte en defensa propia, debe esconderse a la espera de la llegada del pistolero que han contratado sus enemigos para matarlo. Se trata de Jules Gaspard d'Estaign (Briner), como deletrea con detalle para que todos se aprendan bien su nombre. Es un mestizo que viste con elegancia, que habla como un Séneca y que describe la situación con la precisión de un cirujano: "Un pueblo que contrata a un pistolero es un gallinero con un solo gallo, algunos capones cebados y varios pollos sin alas". Más claro, agua.
Pero no tiene prisa Jules en cumplir con el encargo que le hacen. Consciente de la cobardía general de todo el vecindario, se recrea en la suerte de humillarlos gratuita y ferozmente. No tiene inconveniente en ganar al póker con cinco reyes en la mano o en arrodillar al mismo Brewster ante un asno. Tampoco en tirarle los tejos a la atormentada exnovia de Matt.
Mientras tanto todos miran espectantes y esperan el desenlace, entre ellos dos ciegos que siempre van juntos de la mano de algún amigo y siempre muertos de la risa por lo que "contemplan". Y el desenlace llega por fin dejando en el camino unos cuantos muertos y en el aire la acusación a la sociedad entera sobre su cobardía que, finalmente, parece querer reaccionar.
Además de esta anécdota de los dos ciegos risueños, no deja de llamar la atención la persencia en el saloon de un banderín con el yugo y las flechas de los Reyes Católicos, sobre dos espadas cruzadas de época. Vemos también la curación de un balazo superficial que se resuelve con un sencillo vendaje.
La cinta es extraña, sí, tiene notables lagunas argumentales, también, pero el dibujo que traza de la personalidad de los principales protagonistas es impecable, lo mismo que su interpretación. Hay momentos de lentitud desesperante, de acuerdo, pero todo el tercio final no tiene ni un segundo de desperdicio mientras se prepara la conclusión del drama. En cualquier caso, una buena película cuya visión recomendamos a los aficionados al western.
Lafuente Estefanía
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