Algo pasa con Mary

Un buen ejemplo de como una obra sin muchas pretensiones puede llegar a ser un bombazo en taquilla. Es un humor simple, directo, nada inteligente. Lo que sí fué inteligente fué incluir a Cameron Díaz en la misma. Un humor irreverente, descarado, aunque no gamberro.

Yo me pregunto cómo es posible que una chica tan mona y estupenda como Mary sólo atraiga a gente rara y peligrosa. A ver, estos admiradores son los últimos de la lista para cualquier soltera, así que menos para la sonriente y rubia Mary. Así pues: ¡qué les pasa a los hombre con Mary!

Un salido hortera, un sociópata manipulador y un pardillo ingenuo e incluso gafe, según se mire. El más aceptable puede que sea el ex prometido, de quien sabemos que es un buenazo y super alto, aunque sin chispa. El caso es que Mary en realidad tiene un alma gemela que conoció con quince años, y esa alma gemela no ha dejado de pensar en ella desde entonces. Ben Stiller es el galán (el pardillo gafe) que irá al reencuentro de Mary y descubrirá que el amor adolescente puede ser más importante de lo que se imagina. Antes, deberá evitar las trampas de un Matt Dillon (el hortera) brillante, posiblemente el personaje más logrado, y de un Lee Evans (el manipulador) que es capaz de cualquier cosa por su enamorada. Mientras, Mary casi ni se enterará de los embrollos, porque hay que reconocer que la muchacha es un pelín dispersa.

Humor bruto que hará gracia a quien le haga, porque eso de que un hombre se pille los atributos con una cremallera o se pretenda divertir a costa de personajes discapacitados es de pésimo gusto, nulo ingenio y cero credibilidad. Por lo menos, nos queda el amigo Healy haciendo de las suyas y, sobre todo, el perrito Puffy, un crack que hasta sabe artes marciales. Los cortes musicales son penosísimo y ni te enteras de lo que cantan, así que como si no estuviesen. La historia cuenta con algunos acertados giros de guión que harán que la trama sea más entretenida, si bien otras partes llegan a estancarse.

Bien realizada por los hermanos Farrelly, banda sonora ecléctica, mucha originalidad y mucho optimismo. Podría haber sido peor.

¡Hilarante!
La comedia que puso en el mapa a Cameron Diaz, Ben Stiller y los hermanos Farrelly. Carcajadas en el cine y un gran éxito en su momento.
No es cuestión de pormenorizar las graciosísimas escenas que todos los que la hemos visto recordamos, pero me quito el sombrero ante Puffy.
Las dos escenas que tienen que ver con el perrito son el catón de cómo hacer comedia, y me atrevo a compararlas con el mejor humor de siempre, hasta de los hermanos Marx, ¿por qué no?
Yo me desternillo cada vez que la veo, y eso que ya son unas cuantas, así que algo de mérito tiene que tener esta película a nivel de comedia.
Y Mary, adorable, no me extraña que tuviera a 4 ó 5 hombres detrás de ella.

Aunque la calificación que le puesto a la película pueda parecer exagerada, pienso que no lo es. Independientemente de que sea la mejor película de sus creadores, es una comedia que está repleta de gags buenísimos, unos que han pasado a la historia del cine, incluso, como el de la gomina para el pelo de Cameron Díaz.
Creo que fue una película que marcó una tendencia, es evidente. A partir de aquí y de su éxito, aparecieron un montón de películas de descerebrados, con chistes de mal gusto y algo chuscas, pero ninguna se podía comparar con esta y es por ello que le pongo un 7, porque aparte de crear tendencia, ha sido muy difícil de alcanzar su nivel y eso tiene su mérito. Aparte de esto, Cameron Díaz raramente ha estado más guapa y ha perseguido papeles parecido a este durante toda su carrera, fracasando siempre; Matt Dillon exhibe una poco explotada vis cómica muy agradable; y dio a conocer para el gran público a un pedazo de cómici como Ben Stiller, quien interpreta como nadie (con qué humanidad, sin caer en el cliché nunca) al perdedor al que le pasa de todo. Un crack.

Ya es un clásico (no se de clase), aunque a muchos no les guste; la típica niña bella, dulce, despreocupada y sencilla, el tonto perdedor de siempre, un par de acosadores mitómanos de antología (Matt Dillon y Chris Elliott), y un romance con un humor (aveces exageradamente tosco); es obvio que a los hermanitos en cuestión lo que les interesa más es la risa fácil y despreocupada, que el humor sutil e inteligente; quizá nunca hagan una obra maestra, pero no se puede negar que ya lograron quedarse en la memoria colectiva de una buena parte de la nueva generación con esta película.