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Black Mirror: Striking Vipers (TV)

Ciencia ficción. Drama. Romance Cuando Danny y Karl, dos antiguos amigos de la universidad, se reencuentran en un juego de realidad virtual, sus partidas nocturnas tendrán consecuencias inesperadas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
9 de junio de 2019
22 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
95/04(06/06/19) Fallido primer episodio de la quinta temporada de la serie de culto creada por Charlie Brooker (guioniza todos los capítulos) ahora para Netflix (en sus dos primeras temporadas para el británico canal Channel Four). Charlie parece haber agotado las ideas y solo hace coger elementos de otras entregas anteriores y mezclarlos. Y es que lo del botoncito que te colocas en la sien para transportarte a mundos subliminales resulta de un sobado mayor que los huevos del toro de la bolsa, lo de los amores disfuncionales ya se ha visto en episodios anteriores, además de ser algo tratado ya en cine (“Lars y una chica de verdad” o “Her”), no hay originalidad, además el elemento de alertar sobre los peligros tecnológicos al que se critica cual mantra en la serie, aquí se rebela como un McGuffin, mero artificio para despertar gustos sexuales durmientes, pues en realidad todo se reduce a la transexualidad (si un hombre disfruta del sexo en el cuerpo de una mujer se llama así, y no gay) incipiente de uno de los personajes (que no homosexualidad), ello potenciado por la idealización de los cuerpos en escenarios prefabricados ad-hoc. Aquí la crítica social esta domada, quedando en un melodrama simplista sobre como el matrimonio y como el deseo se apaga con la rutina, necesitando de nuevos estímulos, pero esto está más sobado que las tetas de una actriz porno, no hay poso que te de capacidad alguna de trascendencia en la memoria, aderezado por un final chirriante. Dirige Owen Harris (San Junipero y Be Right Back), sobre un relato que de modo plano intenta hacernos reflexionar sobre si los juegos de realidad virtual enmascaran nuestros bajos instintos, sobre si lo que somos realmente emerge nuestra represión sexual bajo esta máscara idealizada, pero esto me queda muy forzado, primero con apresuramiento, luego aletargando el ritmo hacia lo reiterativo y tedioso, y para coronarlo con un final atropellado, explorando con ello la crisis de identidad en una sociedad moderna, como queriendo presentarnos una forma nueva de amor, el cibernético, con sus propios códigos, pero esto me queda forzado, mal cosido a la ya mencionada nueva tecnología.

La cinta arranca de un modo desconcertante, sin saberse hacia dónde van los tiros, mostrando como una pareja Danny (Anthony Mackie) y Theo (Nikki Beharie) de jóvenes se enrollan tras estar en un club, para pasar a un salto de 11 años y vemos esta pareja ya de casados celebrando una barbacoa-cumpleaños (38 de Danny), exponiendo en la mirada de él hastío vital, y la llegada de su viejo amigo Karl (Yahya Abdul-Mateen II), al que no ve hace tiempo le supone un chute mental de rejuvenecimiento, para en el giro del relato derivar esto en algo más que un bromance. Esto le sirve a Brooker para explorar los límites de la amistad, la heterosexualidad, la homosexualidad, o el transexualismo, pero todo esto se me rebela metido con fórceps, no termino de creerme lo rápido que sucede todo el intríngulis, el análisis de la sexualidad reprimida me resulta tramposo. Es un capítulo lleno de situaciones manidas, con ese matrimonio aburrido por la vida juntos, con elipsis y situaciones ajadas, manejando recursos como el paso inexorable del tiempo para nuestro físico, el rejuvenecimiento virtual (San Junipero?), el juego de avatares se torna en una fuente de juventud, la rutina de pareja, el desgaste por la convivencia, las ganas de experiencias nuevas, la monogamia, o que es en realidad la infidelidad. Todo me resulta más aparatoso que profundo, cayendo en lo burdo de un final grimante, que pretende sorprender y lo que me produce es una mueca de indiferencia.

Anthony Mackie como el inseguro Danny da una actuación un tanto estreñida, con ese rostro de enfadado permanente; Yahya Abdul-Mateen II resulta con más matices, más abierto, da un buen rendimiento; Ludi lim como el avatar Lance de Danny da una actuación buena, siendo más efectiva Pom Klementieff como la Roxie avatar de Karl, más picarona y matizada; Nikki Beharie es la mejor actuación con un arco de desarrollo creíble, dejando caer pequeñas dosis de sus (perversos) gustos sexuales (spoiler).

De la puesta en escena destacan los efectos especiales creados por la coordinadora Lilles Whitby (“Jurassic World” o “Jason Bourne”), creando un notable mundo virtual, con sus consiguientes efectos de golpes, y con esos fondos idealizados que nos transportan a los que hace décadas jugábamos a este tipo de juegos (aunque en mi caso sin pensar sensualmente en mi oponente).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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14 de junio de 2019
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un par de años un asiático contrajo matrimonio "de hecho" con un personaje virtual. Una chica muy mona que, como buena inteligencia artificial, tiene en su base de datos todo (o casi) lo que uno necesita para verse satisfecho.

Luego de este suceso hiper real y perfectamente chequeable, Black Mirror llega con "Striking Vipers". Una introducción un tanto morosa que construye el devenir de sus personajes. Como llegaron hasta allí, esbozando un poco por encima lo que más o menos sentía cada uno.

Hasta que llega el video juego en cuestión (una realidad virtual con mayúsculas, con algunas escenas de batallas un poco ñoñas ) y les trastoca, aunque parezca redundante, la realidad "real" que creen sentir.

¿Estamos frente a una relación homosexual? Dificilísimo de definir. Por un lado, a la hora de jugar ellos se aplican una especie de chip que los sumerge en la experiencia. Es muy probable que ese dispositivo altere de manera imprevista las redes neuronales. Si a esto le sumamos que dentro el juego se ponen en la piel de un hombre y una mujer...más difícil todavía. Terminaría concluyendo que, durante el proceso de inmersión, ellos ya no son ellos; que estamos frente a dos realidades que no pueden compararse y que el mismo cerebro las asimila como diferentes.

La tecnología en Black Mirror supo inquietar, sobre todo al ser la columna vertebral de las incomodidades humanas. Ahora, y con el devenir de las temporadas, esto ha cambiado. La tecnología actúa como mero disparador, mera herramienta de cuestiones intimistas que buscan ser aclaradas. La serie ha abandonado en parte su lectura social y se ha vuelto más específica.

Si está bien o mal, si resta o suma, ya depende del paladar del espectador.
Juan Rúas
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5 de junio de 2019
79 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema fundamental de este capítulo y el motivo de mi suspenso es que cuando me predispongo a ver Black Mirror, espero ver en la tecnología -mejor si se me presenta en un mundo futurista- al principal protagonista, o si no, como ocurriera con el himno nacional, una fuerte crítica social, algo que trascienda al propio argumento del capítulo, que deje una moraleja o algo en que pensar. Y no, este capítulo no ofrece nada más que la historia en si, por otro lado ya contada mil veces -y con mejores resultados- en otras series y películas. La tecnología pasa a un segundo plano para dar protagonismo a unas relaciones y unos personajes que, como mínimo, nos importan lo que viene siendo nada, y que en algunos momentos incluso pueden llegar a irritar e incomodar (como las ridículas escenas en el mundo virtual).

Supongo que se creerán muy vanguardistas por presentar dos personajes negros homosexuales, pero no es suficiente. No si me es imposible empatizar con ellos, y definitivamente no si el uso de la tecnología es solo para justificar su presencia en Black Mirror. Y cuando hablo de que la tecnología pasa a un segundo plano es porque no se exploran las posibilidades del mundo virtual, ni las implicaciones que puede tener en el mundo real esta nueva especie de porno. Porque el tema es tratado de igual forma que en la clásica historia de cuernos donde el videojuego es únicamente el punto de encuentro para nuestros dos amantes, vamos, como si hubieran quedado en un starbucks, pues igual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yago
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16 de junio de 2019
23 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perplejo. Así me he quedado ante este guiño de la serie al colectivo LGBTI ¿o se están riendo del mismo?. Ante este episodio tengo la sensación que se ha retrocedido en torno a 30 o 40 años en el tratamiento argumental de dicho colectivo, con un episodio casposo, anticuado en su concepto de fondo, emparentado más con tratamientos superfluos y setenteros como en "Algo más que colegas"(J. Burrows, 1982) o "A la Caza" (W.Friedkin, 1980). En el fondo es como si el guionista hubiese decidido reescribir "Brokeback Mountain" (A.Lee, 2005) pero tras una noche de borrachera, si me permiten la exageración. Todos los tópicos posibles aparecen en este episodio, como desarrollo en el spoiler. O quizás el episodio va de los nuevos tipos de sexualidad en la sociedad occidental del siglo XXI. Pero en burdo.

No acierto a ver el objetivo, la moraleja, la relación con la tecnología, de este episodio. Ni la originalidad de la propuesta. Aparte que los personajes apenas están esbozados. Los tres protagonistas, eso sí, coinciden en que parecen adictos al sexo, real o virtual, y poca cosa más. Hay más profundidad intelectual en los personajes de "Dos rubias de pelo en pecho" (K.I. Wayans, 2004) - es una ironía- que en este episodio.

Triste debut de la quinta temporada de Black Mirror. Quizás se lo tienen muy creído.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quinto Sertorio
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22 de julio de 2019
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver este capítulo me siento un ser inmaculado, lleno de virtud y flotando entre las nubes de los anuncios de compresas de antaño...

Resulta que nos muestra a dos negrazos que muestran ser super machos. Les cuesta darse abrazos, les enseñamos fotos de las próximas a las que nos vamos a tirar, ya saben, esas cosas que todo super macho empotrador de la pradera hacemos cuando coincidimos.
Y si en la versión de blanquitos se marchaban al monte para tras tras por detrás, aquí les pilla más cerca un juego donde hacen lo mismo. Claro esto es un dilema amoroso emocional de una hora... para mostrar los matices... o algo digo yo...

Total que BM no pierde su esencia en hacer que nos paremos a pensar cosas importantes poniendo como broche final un bonito mensaje... "una vez al ano, perdón al año, no hace daño" (que todos hemos usado alguna vez... o no...).

Gracias Netflix, en tus manos BM no ha hecho más que mejorar y crear un mundo con mejores personas.
FOR8NER
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