Yo vigilo el camino

Excelente drama, con un Gregory Peck inmenso: cuanto más calla, más habla su personaje. Frankenheimer está soberbio y convierte un guión bueno, sin florituras, en una película que desborda emociones, casi todas ellas trágicas. También a destacar el trabajo de Ralph Meeker como el patriarca de los McCain, como siempre un secundario muy solvente.
Y qué decir de la banda sonora de Johnny Cash: por favor, vean la película con subtítulos para entender la letra de las canciones, pues Cash y Peck parecen ser una sola persona.

Ya lo decían Cormac McCarty y los Coen entre otros, que había lugares y países que no eran exactamente para viejos. El Sur que retrata John Frankenheimer en esta admirable película es, sin embargo, muy diferente, al que nos mostraban los Coen en su oscarizado trabajo. En este pueblo perdido de Tennese los viejos, a pesar de ser viejos, o precisamente por ello, son los que acaban dictando sentencia. La aridez del entorno te asfixia, te devora, hay miradas que lo dicen todo. Y en estas hay un hombre, un valiente, que se atreve a cruzar la línea, a desafiar al paisaje y a enfrentarse con todas esas miradas. Pese a que el peaje que haya que pagar por ello sea demasiado caro y por el camino se vayan perdiendo demasiadas cosas. Sí, definitivamente, éste no es un país para osados.

Es esta una película difícil de clasificar debido a la confluencia de géneros y estilos que en ella se dan. Frankenheimer traspasa la línea del western crepuscular para adentrarse de lleno en el drama psicológico ayudado por un certero retrato de personajes. Su manera de rodar es inequivocamente clásica, aunque no duda en añadir un toque moderno que también resulta fácil de reconocer. Al final la historia queda envuelta por un halo de cautivadora poesía, la que siempre proporciona el country sugerente de Johnny Cash. A pesar de que el camino a veces se hace duro y áspero, merece la pena cruzar la línea.

Con Gregory Peck me he trasladado a un mundo que conozco gracias al cine y un poco por novelas de escritores olvidados. Hablan de eso, de una sociedad americana que no está en las películas de acción, ni en las de la 7ª Avenida, ni en las románticas; es la sociedad que aparece en el cine Independiente, la sociedad que se va dejando atrás en las Road movie… Es la sociedad fantasma.

Impresiona esos rostros viejos con miradas que no tienen ninguna expresión, no esperan nada, no transmiten absolutamente nada. Son ojos vacíos. Yo vigilo el camino tiene además caminos perdidos de pueblos de las montañas y nos deja fotografías absolutamente impactantes. Cabañas abandonadas en lugares recónditos y hundidas en la vegetación que nos hablan de pasadas vidas, tristes, regidas por los convencionalismos y la moral más intransigente.

Gregory Peck clava al personaje del sheriff y está impresionante, para mí, fuera de serie esa estampa del sheriff del condado con pinta de vaquero. Sin explicar nada de sus anhelos, de sus sueños, no habla ni con su mujer, y menos con sus colegas, no explica nada, aún así llegas a comprenderlo o por lo menos, a intuir lo que le pasa. Es un hombre desencantado porque no se rinde a terminar sentado en la puerta de su casa, con la mirada vacía, a esperar. Se agarrará a esa oportunidad que le surge.

Tiene mucho que ver también el ritmo de las canciones de Johnny Cash, no es que tenga que ver, es que es fundamental, son canciones como hechas para el sheriff, para que los corazones solitarios que luchan contra el tedio del mundo cuenten con algún reconocimiento de vez en cuando.

Yo vigilo el camino es una película con un guion de lo más sencillo, lineal, que desde el inicio te sumerge en una decadencia social, con personajes que calas y que sabes que no podrán engañarte con giros sorpresivos, pero que aún así, sin esperanza de nada, la trama te tiene expectante al máximo. Por eso es tan fantástica.

292/19(31/08/09) Amargo film realizado por John Frankenheimer en el que nos relata la triste historia de amor entre un sheriff (Gregory Peck) y una enigmática muchacha (Tuesday Weld) Este relato le sirve al director para retratarnos la América profunda, anclada en costumbres añejas, como la de destilar whisky, adornando deliciosamente el film con música sureña del conocido cantante country Johnny Cash, fotografiándola David M. Walsh con colores apagados para transmitirnos la amargada vida del Sheriff Tawes (un gran Gregory Peck), un tipo de mediana edad, casado y con hijos, que se siente atrapado en un matrimonio vacío, con una esposa, Ellen (una maravillosa Stelle Parsons), por la que ya no siente nada, encuentra el amor en una bella joven, Alma McCain (Tuesday Weld), la frescura y la alegría de vivir, piensa abandonarlo todo y huir con ella, pero el problema viene en que ella está siendo utilizada por su padre para manejarlo mientras él y su hijo destilan ilegalmente whisky. La cinta puede resultar algo lenta, no es para todos los paladares, es más de miradas, de silencios donde las canciones de Johnny Cash se escuchan de fondo intentando trasladarnos los sentimientos de los personajes de la película, unos personajes que sufren hasta terminar por explotar todo. Recomendable a los que gusten de historias de amor dolorosas. Fuerza y honor!!!

En realidad, “Yo vigilo el camino” nos cuenta una historia que ya hemos visto mil veces. Pero qué bien nos la cuenta John Frankenheimer. La película nos ilustra a la perfección lo que significa el desencanto. El amor ha muerto. El trabajo es pura rutina. La pasión hace tiempo que se encuentra en paradero desconocido. Y de repente, aparece la esperanza. La esperanza de rejuvenecer, de volver a empezar. Una segunda oportunidad para elegir qué quieres hacer con tu vida. Lo que ocurre es que la esperanza, como casi siempre, es un espejismo que se encuentra al otro lado del precipicio.

Buen trabajo de Gregory Peck. También de Tuesday Weld, que además aparece guapísima durante toda la película, pareciendo un auténtico ángel en sus encuentros furtivos con el protagonista.

Málaga, ya a 4 de Febrero, de 2012.