Esteros

Matías y Jerónimo eran mejores amigos durante la infancia y en el inicio del pasaje a la adolescencia, en el pueblo de Paso de los Libres, Corrientes. Jugaban, reían, se entendían sin hablarse siquiera. Hoy ya son dos adultos y viven alejados, no volvieron a verse. Pero cuando uno llega de Brasil para el carnaval junto a su novia y la promesa de un trabajo importante esperándolo allá a su regreso, se reencuentra con el joven que ahora hace maquillaje, fx y algunas cositas más relacionadas a lo que le gusta, el cine.

Curotto relata esta historia de amor (“amores como el nuestro quedan ya muy pocos”, como canta la canción que suena y se resignifica a medida que vuelve a sonar) a través de dos tiempos paralelos: el que los tiene a ellos como pre-adolescentes, y el que los reencuentra ahora como dos adultos. El guión juega entre estos dos tiempos intercalándolos y así, a medida que reconstruye esa historia de su pasado, también va construyendo esta nueva, irremediablemente marcada una por la otra.

Al comienzo del film y de las escenas que los muestran en aquel verano idílico para ellos, todo indicaría que Esteros iba a ser un film que respirara mucho del cine de Marco Berger. No obstante, a medida que éste se va sucediendo y las historias comienzan a delinearse, se deja en claro que lo de Curotto no es un histeriqueo constante, una seducción sutil entre ellos, sino que son dos personajes simplemente siendo, que cada vez se encontraron más cerca entre sí. El despertar sexual los encontró juntos, pero esa adultez semiarmada de repente también.

Interpretada desde una naturalidad y frescura que la hacen percibir muy auténtica, el film además aprovecha las bellas locaciones de los Esteros del Iberá para terminar de construir esta historia de amor y deseo.

Sin estereotipos ni lugares comunes, excepto quizás con la letra de la canción de Los Charros que suena y vuelve a sonar (incluso sobre los créditos en una versión moderna vocalizada por Leo García), Esteros es una bella y simple historia de amor, de ese primer amor que no se olvida y que a la larga nos vuelve a encontrar. Una segunda oportunidad, después está en cada uno saber qué hacer con ella. “Un amor como el nuestro no debe morir jamás”, nos advierten.

Publicada en visiondelcine.com

Matías, ya con treinta años (Ignacio Rogers), retorna desde Brasil a Paso de los Libres (su ciudad natal en la provincia de Corrientes) con Rochi, su novia brasileña (Renata Calmon), para asistir al Carnaval. Esto permite el reencuentro de Matías con Jerónimo (Esteban Masturini) quien fuera su gran amigo de la infancia, con quien emprende un viaje a los esteros de su infancia.

Esta notable ópera prima del correntino Papu Curotto (con un muy buen guión de Andi Nachón) tiene ciertos paralelismos con la película Villegas, de Gonzalo Tobal, en cuanto al "retorno al pago, al pueblo de la infancia" y sus inevitables reencuentros. Pero mientras Villegas siempre se mantiene en el presente y revela ecos del pasado en ese presente, Esteros nos ofrece extensos flash backs sobre Matías y Jerónimo niños (increíbles Joaquín Parada y Blas Finardi Niz, respectivamente), centrados sobre todo en su permanencia en la chacra de los padres de Jerónimo en los Esteros del Iberá asomándonos a la historia de un primer amor en esa especie de Arcadia, retratada con sensibilidad y audacia.
El presente reúne a un Matías profesional (biólogo) ya instalado en Brasil, con pareja y con una carrera profesional promisoria con un Jerónimo dedicado a una actividad artística discreta pero con elecciones personales totalmente asumidas.

Rogers y Masturini realizan una gran labor, con gran química entre ellos y el director sabe acompañar sus diálogos pero también sus gestos y sus silencios y destacar el poderoso influjo del paisaje como marco de ese reencuentro. Una mención especial para María Merlino, en el papel de madre-hada de Jerónimo y la extraordinaria escena de la cena.

Esteros es la historia de un amor interrumpido y de las posibilidades o no de reanudarlo, luego de que la vida planteara caminos y elecciones divergentes.

Un retorno a la Arcadia del primer amor.

Con una trama que ya es todo un cliché en el cine gay, un triangulo entre un homosexual closetero o tapado, como se quiera llamar, su novia y su amigo de la infancia, nada nuevo, pero con esos elementos, el director logra crear algo que de alguna manera engancha.
Me gusto que para ser una película gay, es bastante entretenida, no uh, pero no tiene tiempos muertos o cae en lo soporífero como suele ser el cine gay argentino, para ser más especifico el de Marco Berger, con el que está bastante emparentado, ambos directores recurren a actores muy atractivos para darle vida a sus protagonistas, le dan mucha importancia al paisaje, les gusta centrar la historia en pocos personajes, sobre todo en la pareja o el vinculo que pueda darse entre los 2, aunque Curotto a diferencia de Berger, los hace hablar mucho más, eso sobre todo se agradece como espectador, también el director se diferencia en la sexualidad, el erotismo de Berger pasa más por lo genital, y en su cine los personajes nunca llegan a tener sexo, aquí las cosas son más concretas, más "realistas".
Lo mejor, los flashback mostrándonos como nació ese amor en la temprana adolescencia, el retrato del interior de Corrientes, realmente es un lugar hermoso, también los diálogos entre los protagonistas están bastante logrados y sus interpretaciones, lo que se dicen, y lo que se quieren decir y no se dicen.
Lo malo, lo mal delineado que está Rochi, la novia de Matías, la pobre es un cliché andante, la típica novia que no se da cuenta de nada, y cuando por fin se aviva quiere evitar lo inevitable, pero lo peor es que encima la hacen hablar en portugués en varias escenas innecesariamente, ya que luego con Jerónimo habla en castellano, no se entiende por qué con Matías no hace lo mismo.

Esta agradable y grata película de temática homosexual me ha dejado un muy buen sabor de boca, ya que explora ese primer amor que todas las personas experimentamos al entrar a la adolescencia y que por razones del destino no volvemos a ver hasta que un día sin más ni más aparece de vuelta en nuestras vidas; el guion es simple y sin complicaciones; las actuaciones son buenas y aceptables; el filme es recomendable para los cinéfilos que gustan de tramas gay argentinas ya que encontraran una historia de amor, amistad y aceptación.

Se desenvuelve a través de cumbres y valles, donde se nos ofrecen partes entretenidas y otras que no entiendes, aunque las comprendas.

Papu Curroto adopta una forma de hacer cine que se parece asombrosamente al trabajo de Mario Berger, también director argentino que ofrece similar temática aunque gestionada de diferente manera; al encontrarse ambientada en la elocuencia de los silencios, manteniendo una tensión sostenida, que aquí no aparece.

Resulta entretenida pero no brillante. Aprueba muy justito.