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Mis tardes con Margueritte

Drama. Comedia Basada en la novela homónima de Marie-Sabine Roger. Germain Chazes (Gérard Depardieu) es un hombre maduro y obeso que vive en una caravana, en el jardín de su madre, y su vida transcurre entre el café y el parque público. Los demás lo consideran un imbécil feliz, hasta que Margueritte (Gisèle Casadesus), una anciana muy culta, le descubre el universo de los libros y las palabras. Desde entonces, su relación con los demás y consigo mismo ... [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
11 de junio de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantó la primera película tuya que vi: "La fortuna de vivir", en la que el personaje que encarna magistralmente Jacques Gamblin te cautiva hasta el punto de convertirse en ese hermano mayor que algunos no hemos tenido y nos hubiera gustado tener.

Vi después "Un crimen en el paraíso" y me defraudó bastante. Cuando vi "Dejad de quererme"
volví a creer en tí. Otra buena película.

Hoy, mi decepción ha sido mayúscula. Porque parece que promete al principio y luego, poco a poco, va perdiendo interés y vas intuyendo todos y cada uno de los pasos del film.

Porque Depardieu está regular, quizás porque el personaje tampoco da mucho más. ¿Es retrasado, es tonto, es inculto? Los amigos del bareto, ¿son adultos, son niñatos, son ggggilipollas? Bueno, menudos amigos que no paran de reirse del pobre Germain y en ningún momento le muestran amistad, cariño, o un poco de comprensión.

Que Depardieu, sesentón, barrigudo, bobo, se líe con una guapa conductora de autobuses es tan creíble como el renacimiento de cierto partido político machacado en las últimas elecciones de mayo.

La empatía entre Margueritte y Germain, aun siendo posible, a mí me resulta falsa.

El final es empalagosamente ficticio.

Y lo que me sentó como una patada en las llamadas partes nobles (?) fue la exposición amistosa de un grupo de putas palomas, portadoras de más de cincuenta enfermedades que son capaces de contagiar a los seres humanos, a las que había que exterminar para que podamos ir por las calles tranquilos y no preocupados por esas cagadas monumentales que destrozan tu traje, tu chupa o tu cabello.

Qué pena, querido director.
BAKUNIN
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7 de agosto de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Margueritte le pusieron una “t” de más en su nombre por error. Esa letra de más hace único su nombre, como las letras hacen únicas las palabras que componen, y éstas a su vez componen frases únicas.
Ella, tan menuda como la “t” que le añadieron de más, ancianita frágil pero lúcida y dulce como la flor de su nombre, será alguien único para Germaine, un hombre que tiene miedo a la magia de los libros, miedo a verse como el ignorante que cree que es. Puede que no haya sido ducho en literatura ni en erudición, pero sí lo es en ternura y bondad. Es como un jarro de cerámica fuerte y resistente pero basto y sin pintar, lleno de buenos sentimientos, esperando a que llegue una persona que abrillante su superficie, la barnice y la adorne con dibujos de flores y plantas, que a él tanto le gustan, y lo rellene con palabras hermosas que le describan mundos nuevos, o lo que él ya conoce pero que no sabía cómo decir.
En el banco del parque, Germaine y Margueritte aprenderán a quererse contando las palomas, leyendo y escuchando, porque escuchar también es una forma de leer. Se convertirán en una pequeña familia en la que encontrar cada tarde el calor de hogar que les faltaba.
“En las historias de amor no siempre hay sólo amor. A veces no hay ni un te quiero. Y sin embargo, queremos.”
Las palabras no necesitan ser pronunciadas para que las veamos escritas en unos ojos.
No necesitamos encontrarlas todas en un diccionario.
Delicada historia crepuscular que demuestra que nunca es demasiado tarde para despertar y ver el jarro lleno y decorado, para entablar una amistad verdadera y hallar que el amor no siempre se expresa con palabras.
Vivoleyendo
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15 de agosto de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia dramática del realizador francés Jean Becker (Paris 1938), escrita por Jean-Loup Dabadie y el propio Becker, con diálogos de Dabadie. Adapta la novela “La tête en friche” (2009), de Marie-Sabine Roger (Burdeos 1957). Se rueda en escenarios reales de la villa de Pons (Carente-Maritime, Francia). Producida por Louis Becker, se estrena el 9-V-2010 (Francia). La acción dramática principal tiene lugar en Pons a lo largo de unas pocas semanas de 2009.

Los protagonistas son Germain Chacez (Depardieu) y Margueritte Van de Veld (Casadesus). Germain, de poco más de 50 años, es alto, grueso, de ademanes toscos, trabaja en varias ocupaciones marginales (hortelano, vendedor de verduras en el mercado, transportista…). Campechano y extrovertido, es tenido por sus compañeros y compinches del pueblo por persona simple, ignorante, poco inteligente y simplona. Tras su imponente presencia física, esconde un corazón de oro y una bondad natural que no han erosionado ni experiencias de infancia traumáticas, ni la falta de afecto de una madre que no recibió y nunca supo dar cariño a los demás. Vive con su pareja, Annette (Guillermin), en una caravana aparcada en un lugar próximo a la cada de la madre (Maurier). Margueritte es una simpática anciana de 95 años, de 40 kg. de peso, antigua técnica de la OMS, por cuenta de la que trabajó como bióloga, farmacéutica, médico o similar, en el Zaire (Congo). Siente pasión por los libros y la lectura, depende económicamente de unos sobrinos que viven en Bélgica y padece un proceso macular que le afecta la vista de modo progresivo. Francine (Maurane), de 50 años, regenta el bar del pueblo y dispone de una furgoneta que deja a Germaine cuando se la pide. Annette, de unos 25 años, es conductora de un autobús de línea.

El relato se basa en la figura del enfrentamiento de contrarios, de manera similar a lo que ocurre en “Conversaciones con mi jardinero” (Becker 2007). Un hombre de media edad y una mujer anciana, él ignorante y ella de formación universitaria, él trabajador manual y ella pensionista tras años de trabajo como científica, entablan conversación y amistad. Comparten soledades, falta de comunicación, sensibilidades contenidas, necesidades de hablar, ser escuchados y escuchar, etc. Sobre bases emocionales y afectivas con elementos comunes, se desarrolla una amistad capaz de arraigar, prosperar y tener continuidad. Su historia, contada con sencillez y naturalidad, da lugar a un relato profundamente humano, esperanzador y entrañable. Los personajes principales, bien caracterizados, destilan la autenticidad de las personas ordinarias y se hacen acreedores de la simpatía del público y de su complicidad. Contribuyen a ello los destellos de inocencia, nobleza y sinceridad que proyectan sus figuras y los hechos que protagonizan.

…/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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29 de agosto de 2010
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
André Gide decía que con los buenos sentimientos sólo se escriben malas novelas. Yo no me atrevo a decir tanto, pero pocas son las obras excelentes cuando este principio las gobierna. Diseñado para sentirnos menos recelosos del ser humano, la película aúna todo un arsenal sentimental en el que abundará el costumbrismo políticamente correcto, el sacrosanto culto a lo libros, la veneración por los mayores, la exaltación de los pobres de espíritu, la autosuperación personal y la reivindicación de la bondad como principio supremo de las relaciones humanas. Sólo siendo bueno se puede ser feliz. La bondad no tiene edad ni hace distinciones sociales . Y los males son únicamente azarosos contratiempos que siempre pueden ser superados si se dispone de buena voluntad. En el arsenal también se cuenta con unas cuantas bombas lacrimógenas para los corazones más duros: El hallazgo del cordón umbilical es la antesala lacrimosa del increíble rescate del infierno geriátrico. Pero ya desde Kant sabemos que la felicidad es un ideal de la imaginación, por lo que la misma medicina no vale para todos. El pildorazo de moral concentrada quizá sirva para esos días grises del año que todos desearíamos borrar del calendario porque desgraciadamente la infinita realidad siempre acaba complicando la búsqueda del fin último. No somos tontos, por eso nos cuesta tanto ser felices. Quizá por ello Gide era tan escéptico con las obras basadas en los buenos sentimientos. Por último, destacar la actuación de Gérard Depardieu, único ser humano entre el resto de actores de la película.
Talladal
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23 de octubre de 2010
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de su avanzada edad, Jean Becker se niega a salirse del mundo del cine. Quizás sea por aquel parón de dos décadas que tuvo, quizás sea porque le da un sentido a su vida, o quizás lo haga simplemente por lucro. A mí, la verdad, me da igual. Sólo sé que me encandiló con dos de sus obras recientes, con la sensibilidad y humanidad que desprendían ‘Deux jours à tuer’ (2008) y ‘Dialogue avec mon jardinier’ (2007). Así que cogía con mucha ilusión y expectación su nueva obra, ‘La tête en friche’ (2010), horriblemente traducida aquí como ‘Mis tardes con Margueritte’.

Desgraciadamente, la nueva obra del cineasta francés no acabó de contagiarme la emoción que sí impregnó a buena parte de la sala (en su mayoría, ancianas). Me pareció una historia entretenida, liviana, pero que no daba el paso hacia la gran película. Rinde homenaje Becker hacia la literatura como motor de vida, al tiempo que guiña un ojo a las personas mayores (sector en el que él ya está incluido) como gente (y así es) cultivada, de gran humanidad, experiencia y mucho de qué hablar o enseñar. De su título se deriva la temática del film, centrándose éste en el personaje de Gérard Depardieu, un ignorante, un bobo, el hazmerreír en las comidillas de sus amigos, al que la presencia de Margueritte, una anciana y sabia mujer, le abrirá las puertas hacia un nuevo mundo totalmente desconocido para él.

Tiene buenas pretensiones, cumple con el mínimo del entretenimiento sano y no defrauda en general. Sin embargo, la cosa podría haber dado para más. Se conforma Jean Becker con situarse en la sencillez, con bordear su historia con una simpleza que desdibuja su gran capacidad para la factura de melodramas.
The Motorcycle Boy
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