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El gran despilfarro

Comedia Brewster es un jugador de las ligas menores de béisbol. Aunque no lo conocía, un rico pariente suyo acaba de fallecer y, para probar que Brewster comprende el valor del dinero, le impone en su testamento la prueba de derrochar 30 millones de dólares en cosas inútiles en un mes, sin poder poseer al final de ese tiempo absolutamenta nada de lo que haya gastado. Si tiene éxito, heredará otros 300 millones de dólares. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
4 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gran Despilfarro es una de esas comedias tan típicas de los 80, tanto en temática (Hacerse rico, el sueño americano, las clases sociales...) y con una forma de hacer humor exagerado y efectista.
Recuerdo que cuando la vi de niño me chocó el reto que proponía la película: Gastarte 30 millones de dólares (de la época) en un mes y al acabar ese mes tener que volver simplemente con lo puesto. Recuerdo que me como niño, y teniendo en cuenta que era una simple comedia, me chocó las conclusiones que se sacaban al ver las dificultades que conllevaba gastarse esa cantidad de dinero en poco tiempo y, sobretodo, ser capaz de deshacerse de todo después.
Viéndola 20 años después, por supuesto se ve todo de una forma mucho más crítica: La cantidad de forma en la que una persona podría deshacerse de 30 millones de dólares de formas mucho más sencillas de las que propone la película, por ejemplo.
Pero en cualquier caso, la propuesta es divertida y los guionistas consiguen sacarle partido para conseguir una película realmente entretenida, al estilo de las películas de aquella época, en las que podías pasar un muy buen rato si no eras demasiado exigente ni crítico con el argumento, al contrario de lo que ocurre hoy en día, en que no dejamos pasar ninguna incoherencia, no sea que los demás piensen que somos tontos.
Como única crítica, diría que el final es un poco "chinpun" y que quizás unos minutos más de metraje tras la última escena habrían dejado una sensación de querer rematar un poco mejor la película.
En cualquier caso, una película muy recomendable para quien le guste el cine de los 80.
Ochentero
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18 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cinta entretenida, con algunas risas (pocas) y un argumento que aunque algo estrafalario, resulta divertido. Quizás el director o los guionistas no tenían intención de lanzar ningún tipo de mensaje, pero viéndola es difícil no parar a pensar en el tema. Si antes eras un perdedor y te trataban como tal, ahora que has heredado una inmensa fortuna ¿no lo eres? Yo creo que un ganador sería mas bien alguien que se lo curra durante x años, e incluso que se la juega económicamente, algo así como una inversión difícil pero de la que tú crees que saldrá bien. En fin, también está el tema de la amistad, de repente te salen amigos y novias por todas partes ¿ahora eres más simpático? Dicen que el dinero trae la felicidad, pero yo creo que por poco tiempo, hasta darte cuenta de que todo lo que todo a tu alrededor huele a falso.

Bueno, está claro que ésta peli no es para filosofar ni nada, pero da que pensar un poco sobre el tema. El dúo en ésta cinta Pryor/Candy no existe, pues creo que se ha hecho enteramente para Pryor, pues Candy aparece poquísimo y sin apenas dar muestras de su gracia para la comedia.

Pd: El doblaje del prota es el mismo que le ponían a Eddie Murphy.
ariakan
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29 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia entregada a la noble causa de hacer reír por dos de los grandes actores cómicos que dieron los 80: Richard Pryor y John Candy, quienes encarnan a dos amigos que juegan en un equipucho de beisbol de mala muerte, repletos de ilusiones y soñando con que algún día sean fichados por algún gran equipo profesional. Cuando creen que un ojeador se ha fijado por fin en ellos, no se trata más que de una especie de mensajero enviado por alguien para hacerle a Pryor una suculenta proposición. Punto en el que comienza el desarrollo de la trama y el derroche continuado de dinero.
Menos mal, que conocemos la segunda parte de la propuesta, porque duele ver semejante despilfarro. El pobre John Candy, confiado él en poder pellizcar algo, no puede decir lo mismo. Nos apiadamos de él y del resto que desconocen en qué consiste realmente todo el trato y nos ponemos en el pellejo de Richard Pryor ante la dificultad que entraña hacer todo el gasto, con las reglas establecidas, parecer que te has vuelto loco y no poder contar todo sin romper las reglas del juego.
Ingeniosa con muy poco. Una comedia que realmente divierte, sin pretensiones más allá de eso y que nos enseña que los sueños también se cumplen... aunque sea a veces.
John Dunbar
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20 de agosto de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de 20 años sin haberla visto, me reí bastante. Es muy entretenida, con la que te puedes reír y pasar un buen rato, que es lo que se busca muy a menudo cuando quieres ver una película. John Candy y Richard Pryor geniales.
MCP
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18 de julio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia interpretada por uno de los comediantes de los 80 ( Richard Pryor ), basada en una novela que, según tengo entendido, ha conocido ya siete adaptaciones. Desde luego, lo más atractivo del film reside en su argumento.
Un jugador de béisbol de tercera, recibe una herencia de un tío que no conoce. Pero su tío tiene mala baba y le pone una condición...Heredará 300 millones de dólares, sólo si consigue gastarse 30 en el plazo de un mes, sin adquirir ninguna propiedad y sin regalárselo a nadie y, naturalmente, sin decir una palabra a nadie para que no le ayuden.
Creo, que es aquí donde picamos los espectadores. Semejantes cifras de dinero, no son fáciles de gastar sin que te produzcan algún interés o beneficio. Así que nuestra curiosidad se pone en marcha. Nuestro cerebro empieza a buscar ideas de cómo lo haríamos nosotros, mientras aplaudimos o rechazamos las ideas de Pryor.
El director le imprime un ritmo rápido porque claro, tiene mucha prisa por gastarlo, mientras los espectadores, se permiten soñar con toneladas de billetes que pueden utilizar a su antojo, sin sombra de escrúpulos ni culpabilidad.
Es como el niño que sueña con encerrarse en una pastelería, para dar cuenta de miles de pasteles a su antojo.
Esto es lo bonito del film. Ese sueño tonto que todos nos permitimos soñar, de vez en cuando, pero que jamás nos atreveríamos a cumplir.
Pero la premisa no es suficiente.Hay que rellenarla y la comicidad es escasa y poco elaborada. También tiene, cómo no, su historia de amor típica y tópica e incluso pretende, y ahí falla estrepitosamente, aleccionar al personal contra la corrupción. Sin estos mensajes y unos gags un poco más elaborados, la cinta hubiera alcanzado lo que pretendía. Ser la pastelería del espectador por un par de horas.
Izeta
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