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La soledad del corredor de fondo

Drama Colin Smith es un joven de clase obrera que vive en los alrededores de Nottingham. Un día comete un robo en una panadería y es enviado a un reformatorio. Una vez allí empieza a correr, y gracias a sus cualidades como corredor de fondo va ganando puestos en la institución penitenciaria. Durante sus entrenamientos reflexiona sobre su vida anterior y empieza a comprender que se encuentra en una situación privilegiada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
7 de diciembre de 2011
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras Melville, Truffaut, Godard, Rivette, Rohmer y Chabrol entre otros daban forma a la “Nouvelle Vague” francesa, en Inglaterra surgía un movimiento paralelo influído por ellos como respuesta de rebeldía ante la artificialidad narrativa de Hollywood y de la dramaturgia británica. Se caracterizaba por implementar una estética realista en el cine de ficción y documental ocupándose de lo cotidiano y del compromiso social ante los problemas de su tiempo. Nació en los años 50 del pasado siglo, su nombre era “Free Cinema” y su película más representativa pudo ser “La soledad del corredor de fondo” de Tony Richardson.

El joven Colin Smith es enviado a un reformatorio tras ser sorprendido robando en una panadería. Su habilidad como corredor de fondo le sitúa, dentro del reformatorio en una posición privilegiada, gracias a la cual realiza una reflexión que le lleva a considerarse como un joven afortunado.
Dentro del marco y la crítica social al que se adscribe, vista hoy resulta una película agradable de ver, entretenida y comprometida con su causa. Se acerca más al estilo de Truffaut o Godard, que a la sordidez del neorrealismo italiano. A pesar de su intención protestataria y rebelde, no deja de la idea del cine como arte o entretenimiento. Recuerda en algunos momentos al estilo de “Ascensor hacia el cadalso” (Ascenseur pour l'Echafaud, 1957) y “Banda aparte” (Bande á part, 1964).

Sus personajes se sienten vivos, realmente tienen algo que contar, su historia es importante y así nos lo hacen sentir. De esto se encarga Tony Richardson, con una dirección artesanal y una cámara vivaz y siempre en movimiento, que le aporta un ritmo dinámico y que gusta de jugar con la profundidad de campo y los sentimientos de los protagonistas.

La actuación de Tom Courtenay en el papel protagonista es memorable, por su habilidad para enfatizar estados de ánimo y las particularidades propias del personaje. Se siente identificado con su personaje de una forma muy especial.

La fotografía en blanco y negro fundida con la climatología típica inglesa, hace de la pantalla un paisaje cinematográfico tremendamente evocador, con aroma a cine clásico, en contraposición a su naturaleza vanguardista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanjo Iglesias
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29 de marzo de 2006
17 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que en conjunto es buena, pero hay tramos algo tediosos, chistes sin ninguna gracia y detalles que han quedado anticuados (las cortinillas en estrella, las cámaras rápidas...; cada día admiro más a esos directores clásicos de verdad que hicieron películas de las que yo no cambiaría absolutamente nada ni mirándolas con lupa hoy en día). El protagonista en ocasiones me deja frío. No está entre mis favoritas del género.

Me quedo con la imagen de las máscaras. Creo que la parte final es lo que deja un buen poso en la memoria, y esto hace que muchos la recuerden mejor de lo que realmente es.
jastarloa
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27 de octubre de 2011
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Free Cinema inglés, alcanzó con esta película el nivel suficiente como para que se le comparara con la Nouvelle Vague francesa, movimiento paralelo, aunque de mayor duración y repercusión. El inconformismo, la falta de recursos de la educación, para llegar a los jóvenes más conflictivos de la década de los 60, un sistema represivo y abusivo, y las consecuencias negativas y efectos contrarios que se obtenían de este modelo de respuesta autoritaria, son algunos de los temas más frecuentes en esta corriente cinematográfica.
Colin Smith, es un joven con una infancia traumática marcada por la muerte de su padre, quedando al cargo de una madre cuya mayor preocupación es el dinero, sin importarle como conseguir este. El joven, sin un modelo en el que fijarse, no tardará en cometer un error que le lleve de cabeza al reformatorio. Allí, gracias a su habilidad para la carrera, se ganará la confianza de los internos y de los docentes, consiguiendo una posición privilegiada desde la que reflexionar sobre su pasado, presente y futuro.
La fotografía en blanco y negro, alternando de forma genial, el presente, con determinados flash backs del protagonista recordando su infancia, capta de manera asombrosa las relaciones que se dan dentro y fuera de la institución.
Tony Richardson dirige con maestría la cinta, haciendo que el abuso de ciertos recursos de post-producción, queden como algo anecdótico e incluso poético, pero sobre todo, sin quitarle un ápice de protagonismo a la historia que Alan Sillitoe adaptó de su propio cuento.
Peaky Boy
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3 de julio de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que el corredor de maratón, cerca del kilómetro treinta, sufre un derrumbe emocional que en muchas ocasiones le lleva a la retirada. Algunos describen este momento como de una aniquiladora soledad en la que ningún esfuerzo o superación tienen sentido.

En la posguerra inglesa de Alan Sillitoe, autor de una serie de relatos con el título del que encabeza la novela: The Loneliness of the Long Distance Runner, los corredores de fondo son los obreros, quienes a una altura de su vida (unos antes y otros después) se plantean cuestiones existencialistas, que a veces pasan por tirar la toalla o tomar gallardas decisiones.

Tony Richardson tomó prestada la historia de Colin Smith, un joven rebelde en un mundo sobrado de disciplinas y hambriento de caricias, para componer una obra de referencia del cine británico. Desoladora, sí, pero con aires de esperanza, aunque surjan de los aullidos salvajes de dignidad que lanza el lobo estepario más resistente del correccional. Aunque su grito más penetrante es mudo y coincide con uno de los finales más efectivos y pundonorosos de la historia del cine.
Sinhué
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3 de julio de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La juventud británica disconforme con las injusticias sociales es la protagonista, cuyo portavoz es Colin Smith, un muchacho inteligente y dotado para el deporte, sensible pero desilusionado.
Los chavales de la generación de Colin ya no agachan la cabeza bajo un sistema que los discrimina, que les ofrece grandes desigualdades, un sistema educativo anticuado y represivo, y un mercado laboral donde prima la explotación del obrero a cambio de un salario mísero, de una esclavitud de la pobreza.
Colin ha crecido en un apartamento destartalado, soportando las peleas de sus padres por culpa del dinero, siempre el dinero que falta, porque el jornal que le pagan al padre por matarse a trabajar es una porquería. La patética familia de clase baja, cargada de hijos, el matrimonio desgastado e indiferente, la madre que se busca amantes adinerados casi delante de las narices del marido, el marido embrutecido, los hijos heridos y rebeldes.
La consecuencia es que Colin huye de todo lo que huela a institución, a autoridades, a mentiras de los políticos, a falsa moralidad hipócrita, huye de su casa con la imaginación, huye de lo que le impide realizarse y conocer la felicidad. Correr es su vía de evasión, correr hacia ninguna parte, sentir las piernas ligeras y el pecho que parece volar, antes de que la cruda realidad se le vuelva a echar encima cuando regrese a su destartalado apartamento para encontrar a su padre agonizando en la cama y su madre contando con impaciencia las pocas horas que le quedan para ser viuda, y los hermanos pequeños hablando de la muerte de papá sin la menor lástima. Y el amante de mamá aguardando como un cuervo para tomar posesión de un espacio que no le corresponde.
¿Qué le queda al chico, que parece mayor de lo que es, cuyo rostro ya ha aprendido a ser cínico, a mirar con frialdad? Lo que le queda es protestar del modo que sabe, haciendo con su amigo de infancia cosas que se saltan las normas, hurtos, robos, mentiras. Sólo Audrey, una chica con la que empieza a salir, consigue agitar un poco su dolor oculto de joven desencantado.
No hay reformatorio que pueda someterlo, ni engañarlo con sus psicologías de canalización de la energía negativa, cuando tanto dentro como fuera seguirá habiendo lo mismo.
Él no venderá su talento, y será libre de elegir o no una meta.
Vivoleyendo
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