Johnny Guitar

Sabía de la existencia de esta película por "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Sabía de su existencia y de su importancia, pues si Almodóvar le daba tal lugar significaba que aquella película debía de ser importante. Años más tarde, volví a saber de "Johnny Guitar" gracias a la miniserie "Feud: Bette and Joan", que aprovecho para recomendar encarecidamente a cualquier alma humana con un mínimo de buen gusto.

Dicha miniserie me llevó a obsesionarme con Joan Crawford. Vi algunas de sus películas, como "¿Qué fue de Baby Jane?", "El caso de Lucy Harbin", "Alma en suplicio" y "Gran Hotel", en la que lograba ganarle el pulso a la mismísima Garbo, pero me faltaba "Johnny Guitar", la que parecía que atesoraba su personaje más icónico. Una vez vista, debo reconocer cierta decepción, no con Crawford pero sí con la película, que no es más que otra película de cowboys.

Mejor dicho, sería otra película más de cowboys si no fuese por la propia Joan Crawford y los diálogos que mantiene con Guitar, todos ellos lúcidos y, algunos, incluso emocionantes*(1). Eso la hace mejor, sin duda, y son tales elementos los que guardaré en mi retina. En cuanto al género del oeste, "Johnny Guitar" es excesivamente prototípica. Los conflictos que se establecen no interesan en absoluto. No aportan nada, ni siquiera se sienten orgánicos dentro de la historia.

Suerte, como decía, de unos diálogos extraordinarios en los que cada palabra conmociona más que cien balas y de la presencia abrumadora de Joan Crawford. Qué ojos, qué mandíbula y qué forma de estar frente a la cámara. En ese sentido, mi más sentido elogio para la iluminación de la película y para Nicholas Ray por rodar tan bien a semejante mujer, la que se mueve, habla y hasta piensa como un hombre. Ella es un foco de luz entre tanto cowboy inexpresivo.

Es por los diálogos, por Joan Crawford y por el bendito Trucolor por lo que "Johnny Guitar" es algo más que una película de cowboys, y si la película solo fuese esas escenas, sería una de las mejores de la historia, pero si la analizamos en su conjunto, que es lo justo, se siente coja.

Adaptación interesante con ritmo que sin narración instiga al espectador a entender a los personajes, redondos y genialmente interpretados, donde destaca el protagonismo femenino, derivado en confrontación directa. La fotografía es llamativa y compuesta en exteriores, a veces nefasta e inverosímil en estudio, siempre bajo un acompañamiento musical de una canción original inolvidable. Carente de mensaje y de manera simplista muestra el lado más manipulador y rencoroso de la sociedad y explora el amor en sus facetas.

Película algo tonta, con un argumento demasiado inverosímil y forzado y con un guión lleno de agujeros como para considerarse buena, aunque en su defensa hay que decir que aburrir, no aburre. El que sea un gran clásico no me dice nada, pues hay una legión de obras maestras bastante peores que esta "Johnny Guitar". Analizando un poco el argumento, me parece que no se sustenta. Para empezar, no entiendo bien el odio que le coge la chica mala a Vienna (Joan Crawdford) y a Danzarín. Se supone que está enamorada de él (¿no será de ella?) y que por eso odia a Vienna, su amante. Pero hasta ese punto, no me lo trago. Es decir, puede que haya perdido la cabeza y quiera matarlos a ambos pero lo malo de todo es que el resto de vecinos le siguen el juego. Aunque al final, en otro de los giros inexplicables, deciden "que ya ha habido bastante sangre" y dejan a los forajidos que se vayan tan campantes.

Y es que si uno rasca un poco ve por todos lados personajes muy mal construidos. Hemos hablado de los supuestos malos, la histérica con unos celos enfermizos y su cuadrilla de pánfilos tragasables, pero los "buenos" tampoco se quedan atrás. Por ejemplo, la banda de Danzarín no tiene pies ni cabeza. No sólo nos quedamos sin saber si tienen mina o si son bandidos, sino que al final se "delatan" en una acción tan fuera de lugar como estúpida. ¿Pero no eran honrados? En la misma línea, tampoco calo a Vienna y a Johnny Guitar (Sterling Hayden) ni qué fue lo que pasó cinco años atrás. Primero parece que ella cometió un desliz y luego que él la dejó porque no quería un compromiso. Sea como fuere, algo gordo pasó para que se fuera. Pero lo que tiene sentido es que después de 5 años venga él como si nada, esperando como un tonto que ella lo reciba con los brazos abiertos. De este modo, la pretendida declaración de amor más romántica de la historia se queda en nada.

Ya puestos, tampoco nos queda claro qué era ella (¿camarera?, ¿prostituta?) ni él (¿un asesino?, ¿un simple pistolero? Por cierto, ¿a qué viene lo de la guitarra?). Aunque a decir verdad tampoco te importa mucho, ni Vienna, ni su verdadera antagónica, Emma (Mercedes McCambridge. Por cierto, ¿quién mató a su hermano?), en esa especie de juego lésbico que me traen. Vaya mujeres más repelentes. Especialmente Vienna, vaya macho bragado. Pero si hasta uno de sus empleados explica que es más hombre que cualquiera de ellos. Lo peor de todo no es esta heroína tan varonil, ni siquiera que sea una guarrona o que se haya prostituido (se ve que en una ocasión metió la pata... y no la vuelto a sacar), sino que encima todos los hombres que aparecen por aquí andan enamorados de ella, de un modo u otro. Lo siento, pero tanta entrega esta pelona andrógina y voraz, me dan ganas de vomitar.

Aunque suele catalogarse de clásica del género, pareciera que no lo es tanto. Los actores, empezando por la Joan, no le imprimen la fuerza necesaria a sus personajes, por lo cual terminan siendo una caricatura más que una representación. Además el guión y la puesta en escena de algunos apartados parecen muy forzados por no decir que ilógicos. Se salva de lejos la fotografía y el recordado diálogo que sostienen los dos viejos amantes en esa noche de insomnio, café y cigarrillos.