¿Cómo puede haber alguien que se aburra de observarte? ¿De no sonreír cada vez que sonríes? ¿De no intentar descifrar qué dicen tus esquivas miradas? ¿Cómo puede alguien no emocionarse con tus ojos vidriosos aún sin saber el por qué de ellos? ¿Cómo puede, el ceporro de tu marido, abandonarte de ese modo? ¿Y, el otro, el encantador de serpientes, cómo puede revolotear de ese modo sólo para llevarte a la cama? ¿Por qué nadie te tiene en cuenta siendo, tú, quién eres?

A ti, Diane Lane, de uno que no se cansaría nunca de mirarte, de escucharte y de venerarte.

Y, a vosotros, amantes del cine...*(1)

Es evidente que la escritura y la dirección de esta película claman al cielo por su mediocridad, por su poca gracia y por su nula creencia en sí mismas. Si bien "La lectora" es una película pequeña se mire por dónde se mire, estas también deben existir y estar escritas y rodadas con personalidad, y se equivocaron porque, con sus múltiples defectos, era un producto con muchos posibles.

La obra transpira humanidad y los personajes mejoran tras una presentación poco prometedora. Luego resulta que tienen su qué, gracias también a dos actores que logran que te los creas, y juro por Dios que no esperaba que eso ocurriese con ellos. Alec Baldwin no suele gustarme, pero aquí está sorprendentemente bien, mientras que Demi Moore está en ese punto de estrella decadente con un aura de misterio todavía fascinante, a pesar de su rostro deformado. Además, se nota que la película está hecha para ella y la actriz lo aprovecha.

El final, sí, es para matarlos. A todos. ¡Qué cosa más inmunda!*(1), pero obviando eso, una fotografía poco currada y, como he dicho, un guion vago y una dirección mediocre, "La lectora" sorprende al fluir con garbo, al ser una obra desfasada y tierna al mismo tiempo, mejor de lo que parece y con la que, si tienes un poco de manga ancha y te pilla en un buen día, podrás pasar un muy buen rato.

"Un buen matrimonio" forma parte de esa categoría de películas difíciles de valorar. Posee elementos a tener en cuenta y otros terriblemente mal desarrollados, haciendo que sea un producto adusto y no apto para todos los públicos. Incluso para sus acólitos puede suponer un desacierto.

Lo primero que tira para atrás es su ostensible pinta de telefilme. Pero de los malos. Luego, los hechos suceden con una premura excesiva y, al mismo tiempo, el conjunto se siente latoso. Doble fallo. No llega a aburrir, pero notas que hay partes muy estiradas. Y, por último, las reacciones de los personajes son difíciles de asumir*(1).

Son errores graves, que duda cabe, responsabilidad de un Stephen King en horas bajas y un director que, con estas lagunas de escritura, debería de haber tirado por otro lado... O no tirar. Dentro de lo positivo, la película posee entidad propia, algo distraída, pero la tiene, quieres saber más de ella y descifrar si todo lo que ocurre es real o parte de la imaginación de la protagonista.

A propósito, Joan Allen engloba lo más positivo de "Un buen matrimonio". Si bien al principio parece un poco perdida por culpa del guion, luego vemos a la Joan Allen de siempre, esa actriz magníficamente sutil. Y, como siempre con Stephen King, hay destellos de genialidad en lo que respecta a los matrimonios.

Por el grueso de los hechos relatados, "Midway" precisaba de un metraje mayor. Siete u ocho horas, concretamente, o, en su defecto, una reducción considerable, pues uno, que no es experto en la Segunda Guerra Mundial, anduvo ligeramente perdido con la sucesión de batallas, las estrategias usadas y los motivos de cada cual. Aún con eso, disfruté enormemente del espectáculo visual que ofrece Roland Emmerich.

La película es una rara avis, se halla a medio camino entre la solemnidad que ofrece cualquier obra bélica basada en hechos reales y, como decía, el espectáculo más descarado, ese que no se esconde en serlo. Infinitamente más entretenida que "Dunkerque", pero sin rozar el nivel de "Apocalypse Now" o "El cazador". Claro que, ese, no fue jamás su objetivo.

Y pese a lo poco profunda que pueda parecer, "Midway" logra emocionar en lo que respecta a la camaradería, esa sensación de que cada batalla puede ser la última y de que estos tipos son un equipo compacto. Para darle lustre al asunto, Emmerich se vale de unas escenas de acción impresionantes, son un disfrute enorme; una fotografía falsamente bella, en tonos azulados y amarillentos; una relación amorosa que funciona; y, por supuesto, un reparto para ponerse de rodillas.

En la cima del mismo, Ed Skrein, normalmente relegado a papeles de reparto y que, aquí, brilla como la auténtica estrella. Carismático, protector y un pelín temerario, es alguien a quién te gustaría tener en tu bando en la guerra. Tras él, Woody Harrelson, Patrick Wilson, Luke Evans, Darren Criss y el enorme Dennis Quaid forman un quinteto insuperable, todos opuestos pero transmitiendo la sensación de equipo. Por contra, la aparición de Nick Jonas parece una broma de mal gusto.

"Midway" es una obra absolutamente original, salvaje y sugerente, mejor de lo que parece, pero peor de lo que podría haber sido con más tiempo y más pundonor.

"Dune: Parte Dos" es cine en estado puro, adulto, denso y profundísimo, cuyo éxito en taquilla es digno de celebración para todos aquellos que queremos películas exigentes, y eso que no es más que un retorno al clasicismo: un protagonista en busca de su destino en un mundo en guerra por el poder. Lo de siempre, que si se hace bien, es insuperable.

Si bien el tramo final se siente ligeramente apresurado con respecto a lo anterior y existe cierta ausencia de peligrosidad hacia el protagonista y los suyos, estos errores se quedan en anecdóticos, en simples piedrecitas en la odisea magnánima que es "Dune: Parte 2". Así pues, podríamos concluir que el único y verdadero error de la película es una Zendaya que hará muy bien de yonqui, pero como interés amoroso se queda justita, pues ni belleza ni magnetismo, más aún si la pones al lado de alguien del carisma de Timothée Chalamet.

La primera entrega era un mar de sensaciones, de paisajes impresionantes y de sonido ensordecedor, mientras que esta, además de mantener todo eso, es una película de personajes. De personajes ambiguos y, por ende, interesantes y vivos. La percepción es la de que son seres sintientes y, puede que, cambiantes. Lo interesante está en sus ojos y en sus reacciones, en todo lo que dicen sin hablar. En todo lo que sabemos de ellos casi sin aparecer.

Respecto al reparto, podemos respirar tranquilos porque tenemos sustitutos para la vieja guardia (Pacino, Lange, De Niro, Weaver…). El surtido de actores es digno del mejor Hollywood. En el centro de todo, un Timothée Chalamet que es un maremoto contenido de emociones. Digan lo que digan. En frente, Austin Butler entra en escena como un huracán y su apariencia animal es imperiosa. Produce tanto miedo como atracción.

Y, a su alrededor, desde una Charlotte Rampling, a la que por fin vemos, que no precisa de nada más que de su fugaz mirada para darle importancia a su personaje, hasta Skarsgard o Ferguson, tan imponentes como en la primera parte, pasando por unas incorporaciones impresionantes. Gente como Walken, Pugh o Seydoux aparecen sólo para mejorar el conjunto, aunque su cometido sea escaso. De Bardem... Supongo que hace exactamente lo que debe, pero a mi no me convenció.

Honestamente, por mi "Dune: Parte Dos" podría durar cuatro horas o cinco, tal es su magnificencia. De hecho, creo que le hubiese ido bien unos veinte minutos más, y ese podría ser el resumen: que una película de tres horas se haga corta.