Buenas críticas sobre la forma de esta cinta en las que se resaltan tanto el formato como el muy buen uso del blanco y negro. Quiero referirme al contenido de la historia, que es quizá la causa por la cual no tiene puntaje más alto por el duro mensaje que encierra, pero como al comentarlo desvelo parte del final, mejor lo pongo en la zona de spoiler. Es sobre la religiosidad en Polonia.

Con frecuencia los directores y guionistas para filmes de contenido histórico-biográfico suelen darse ciertas licencias para mejorar el ritmo de la película, ajustando aquí o allá los hechos o las circunstancias. Pero este no es el caso de Juárez de Dieterle.

Magnífica producción que debe verse como una muy buena clase de historia y de realización de cine. En este aspecto los actores principales saben llevar a los personajes y transmitir toda la tensión que vivieron Juárez, Maximiliano, Carlota y Díaz.

Por destacar además la constante referencia que se hace a la democracia y al positivo papel que se le adjudica a la Doctrina Monroe. Otros tiempos, antes de que el asunto tomara la forma que tomó en el siglo XX. Es evidente que Francia no se hubiera arriesgado a tanto si no estuviera de por medio la Guerra de Secesión en Estados Unidos, y eso que la película no menciona que también participaron en la invasión los españoles y los británicos, que pronto saltaron del barco cuando se dieron cuenta de la resistencia del pueblo mexicano y de su líder Benito Juárez.

También es curioso el papel de Porfirio Díaz a quien Juárez convence de que debe luchar a su lado y no apoyar a Maximiliano no obstante que este le ofreció a Juárez ser primer ministro en la monarquía que querían establecer. Fue a punta de reflexión con un general que luego sería el dictador eterno de México, no muchos años después.

La tragedia de Carlota está excelentemente sintetizada cuando discute con Napoleón III que se lava las manos y deja a Maximiliano abandonado a su suerte que el emperador forjó en su ambición. Carlota sale de la sala real para entrar en una especie de túnel nigérrimo como sería de ahí en adelante su vida, unos cuarenta años más luego de enviudar.

A los grandes atributos formales de la película de Monicelli puede agregarse un comentario sobre la especie de moraleja que hay en la cinta, pero para hacerlo cuento partes del final, de manera que lo anoto en la zona de spoliler, no sin antes destacar la aparición, breve pero hermosa, de Claudia Cardinale en toda su belleza.

La película muestra el final de una etapa del neorrelismo, las duras épocas de la posguerra en que la vida se conseguía recurriendo a todo tipo de trampas, grandes y pequeñas, con todo el dolor que suelen verse en obras cumbres de este período del cine italiano.

Espectacular cinta de Tavernier. La ambientación, el color, los personajes, las actuaciones. Vale la pena verla pues a su factura se une el hondo significado que tiene para las sociedades que buscan cerrar heridas sanándolas sin dejar nada en el fondo que las deje mal cicatrizadas.

En países como Colombia donde a diario se sigue pugnando por encontrar el cadáver de miles de compatriotas podemos entender el dolor de la película y cómo actos de apariencia tan simplona como buscar entre miles de objetos diminutos uno del ser querido muerto adquieren todo su significado para vivir.

Solo cuando se descubre el cuerpo muerto y se le vuelve a sepultar se puede retomar la vida. Ojalá el maestro Tavernier viviera para que hiciera una segunda versión del dolor y la reparación viniendo a Colombia.

Llama la atención que la obra transcurra en Londres más aun teniendo en cuenta que la presencia de orientales en Estados Unidos (California, Nueva York) era sin duda mucho mayor que en Inglaterra, más otras cosas como la afición por el boxeo. Quizá el maestro de las nuevas formas cinematográficas quería evitar la vergüenza a sus connacionales de mostrarlos en el espejo de la intolerancia y la xenofobia.

Pero luego está la imagen de la puerta destrozada a hachazos. Seguramente ahí está la idea de Resplandor, escena imprescindible del cine de terror. Pero hay otro dato, el del afiche del negro, también hecho añicos por el intolerante y misógino boxeador, que exhibe el mismo dato racista que se observa en otras películas de Griffith.

Pero hay otras perlas que no pueden pasarse por alto. Mientras el oriental llega a Londres para pacificar con las enseñanzas de Buda a esa agresiva sociedad occidental, hay un evangelizador que se va a China "para convertir a los paganos".

Hoy en épocas de cancelaciones y frases políticamente correctas conviene ver y repetir esta joya del cine, subvalorada, para captar el hondo espíritu antidemocrático de uno de los fundadores del séptimo arte.