Tres colores: Azul

Julie (Juliette Binoche) lo tenía todo hasta que su marido Patrice, un prestigioso compositor, y su hija mueren en un trágico accidente automovilístico. Julie se encierra en si misma intentando superar la tragedia. Decide vender los bienes familiares y echar al fuego las partiruas inacabadas que tenía proyectadas su difunto esposo para una composición encargada por el Consejo de Europa. Julie se traslada a vivir en un modesto apartamento e intentará ver la vida desde otra perspectiva. Pero Olivier (Benoît Régent), amigo de Patrice, sacará a relucir una copia del proyecto inacabado e intentará completarlo.

Kryzstov Kieslowski, autor del famoso decálogo de películas que giraban entorno a los Diez Mandamientos, entre las que se incluyen “No Matarás” y “No Amarás”, puso a la luz la idea de rodar una trilogía sobre los colores de la bandera francesa (azul, blanco y rojo) que se aproximaban a los cánones idealizados en el significado de cada color. En éste caso, el azul, sinónimo de Libertad.

El personaje que interpreta Juliette Binoche (que por cierto fue el papel que la lanzó a la carrera de la fama) recurre a la nulidad absoluta con el fin de dejar atrás su pasado. Ella ha vivido una vida vacía en la soberbia pero la cuestión es… ¿Un precipitado acontecimiento en que la Muerte se persona a sus próximos, le resultará favorable para conseguir su propósito? ¿Radica el significado de su libertad ante la llegada de ese nuevo cambio en su vida? ¿O por el contrario tendrá que resolver, o retroceder, a los interrogantes heredados después de haberse consumado dicha tragedia?

“Azul” muestra una ciudadana francesa que no lucha por unos principios, más bien acepta su destino con una inusual cordura. El color azul también toma un relevante protagonismo embelleciendo la soledad, necesaria, de una mujer que se convierte en eremita urbana después de un giro cambo radical pero que tendrá que conformarse en no borrar algunas huellas sentimentales que dejó atrás.

Hacía mucho que no veía esta pelicula. Y en la mayoría de mis revisiones de las distintas películas, temo que no vuelva a sentir, conectar, disfrutar (o sufrir) de la misma manera que la primera vez. Es natural. Vamos cambiando como personas: nuestros gustos, intereses, estados emocionales, incluso nuestro entorno (geográfico y familiar).
Con Kieslowski noto ese cambio. Hay peliculas suyas que me siguen gustando y emocionando, pero no de la misma manera que hace 20 años.
Azul sigue manteniendo una buena nota, pero no es la obra maestra que presumía anteriormente.

Comencemos: Hay cierto tipo de películas en las que los personajes parece que no piensan, que son simplemente los instrumentos de la trama. Y otro tipo de películas en las que nos inclinamos hacia adelante en nuestros asientos, tratando de penetrar en el misterio de personajes que sí que piensan, incluso demasiado. "Azul" es el segundo tipo de película.
Julie, interpretada por Juliette Binoche, tiene que recoger los pedazos de su vida. Lo ha perdido todo. Ella está triste y se agita, pero esta no es una película sobre una viuda afligida y, de hecho, por la forma en que se comporta, podemos adivinar cosas sobre su matrimonio no tan perfecto. Quiere una vida anónima. Ella quiere comenzar de nuevo, o la libertad de decidirlo así.

Juliette Binoche tiene una cara que es muy adecuada para este tipo de papel. Porque ella convence, piensa, siente sin necesidad de hablar. Sus sentimientos son un misterio que su rostro nos ayudará a resolver.
Como decía Bergman: "No deje que un diálogo estropee lo que un primer plano puede expresar mejor".

La música de Zbigniew Preisner, sublime.

Julie (Juliette Binoche) sufre un accidente automovilístico en el cual pierde a su esposo un afamado compositor y a su pequeña hija, tras recuperarse decide irse a vivir a un departamento de forma independiente, haciendo un análisis íntimo de su situación.

El marido de Julie estaba trabajando en una obra que finalmente no pudo terminar titulada “Concierto para Europa”, sin embargo, aparece el rumor de que es ella la que componía las piezas de su esposo, por lo que se le intenta convencer que termine la obra.

La película es narrada con un pulso extraordinario, se mueve de forma tranquila y pausada, recurrente en silencios pero siendo la música tan importante, cuando aparece es brutal, a cargo de Zbigniew Preisner recurrente de Kieslowski.

Que por cierto, el director polaco da una clase de hacer cine con distintos ángulos bastante complejos, movimientos de cámara llamativos, primeros planos, planos detalles, y el afamado juego con los colores ayudado por su director de fotografía Slawomir Idziak.

Por otro lado está la labor de Binoche, realiza una representación brutal en un film que prácticamente depende de su trabajo actoral, una entrega sobresaliente que le valió el premio a mejor actriz en la edición 50 del Festival de Cine de Venecia.

Bleu es ciertamente un film muy intimista, que explora las distintas facetas del duelo de la protagonista y su intento por salir adelante, donde encontrará en el camino algunos momentos bastante fuertes que complicarán su nueva vida.

Me cuesta adivinar las razones por las que este color, primero de la trilogía francesa de Kieslowski, ocupa un lugar preeminente en la estima general.
Me cuesta porque se trata de una película artificiosa, porque fluye con dificultad y porque muestra altas dosis de afectación y de teatralidad, empleando el término en su peyorativa acepción.

Nos encontramos ante una historia dirigida con escasa sinceridad y llena de tópicos, con pausas innecesarias que la convierten en lenta y poco natural y, en todo caso, muy lejos de ese lirismo poético a que se suele aludir cuando se habla sobre ella.

Me cuesta adivinar.

Krzysztof Kieślowski eleva el cine de autor francés a su apogeo, en la cumbre de su lirismo, en dónde sus sintagmas son tan simbólicos como personales, tan trascendentes como enfáticos y tan naturales como artísticos. Es la mirada de Juliette Binoche, que solo refleja el azul, el color de la nobleza y la tristeza de la inteligencia y la irrealidad. Una película que es también una poesía, una sinfonía inacabada, o un lugar desde dónde construir un nuevo mundo.