Me cuesta adivinar las razones por las que este color, primero de la trilogía francesa de Kieslowski, ocupa un lugar preeminente en la estima general.
Me cuesta porque se trata de una película artificiosa, porque fluye con dificultad y porque muestra altas dosis de afectación y de teatralidad, empleando el término en su peyorativa acepción.

Nos encontramos ante una historia dirigida con escasa sinceridad y llena de tópicos, con pausas innecesarias que la convierten en lenta y poco natural y, en todo caso, muy lejos de ese lirismo poético a que se suele aludir cuando se habla sobre ella.

Me cuesta adivinar.