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El fantasma y la señora Muir

Fantástico. Comedia. Romance Lucy Muir es una joven viuda que decide irse a vivir a orillas del mar, a una casa encantada que perteneció al capitán Gegg, un marinero cuyo fantasma se le aparece. Al principio, el capitán utiliza los mismos trucos que le sirvieron para librarse de otros inquilinos, pero con Lucy no funcionan. (FILMAFFINITY)
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lucy es viuda, tiene una hija pequeña y junto con su "criada" se van a vivir a una casa de la playa lejos de su antiguo hogar, huyendo de las faldas de su suegra y su cuñada tiempo después de la muerte de su marido. La búsqueda de independencia económica le hace buscar una casa no demasiado cara y tiene la suerte de encontrar una gran mansión a buen precio por estar supuestamente poseída, lo cual a ella aparte de incredulidad no parece importante aunque sea verdad. Pronto conocerá al fantasma del capitán Gregg y lejos de asustarse, pronto llegarán a un acuerdo de convivencia para compartir la casa e incluso este le ayudará a prosperar económicamente.

Diálogos ágiles e ingeniosos entre dos personajes con gran química en pantalla y un amor platónico que va más allá de lo palpable. Los mejores momentos vienen por sus batallas dialécticas. El tiempo pasa, algún personaje de carne y hueso con líneas también más que interesantes y labia incisiva complementa el elenco y se inmiscuye en este amor platónico, el cual al igual que el film sufre un pequeño bajón, pero nada especialmente serio.

Sencilla película romántica pero de esas que sin demasiados artificios te conquista, siendo además un servidor muy agradecido y de fácil conexión con las películas de amores épico, de supervivencia al paso de los años, regalándonos además el film no solo grandes frases en cuanto a lo ingenioso o cómico se refiere, sino también en cuanto a lo romántico.

Nota: 7'3

En twitter: @er_calderilla
Turbolover1984
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3 de mayo de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más atractivo de “El fantasma y la Sra. Muir” está en su acertada combinación de picaresca y de crítica social, que probablemente debe atribuirse a la interesante personalidad de su guionista Philip Dunne. El filme comienza con un desafío inhabitual dentro de la sociedad británica de principios del siglo XX: una mujer viuda, Lucy Muir (fascinante Gene Tierney) abandona la seguridad de la casa familiar del marido, donde vive con su cuñada y suegra, desafiando con ello las normas morales de la época, para vivir con su hija (infantil Natalie Wood) y una criada en una casa en la costa.

La casa de la gaviota, ese es el nombre de la solitaria mansión, situada en un acantilado, perteneció al capitán Gregg (Rex Harison), un lobo de mar muerto en extrañas circunstancias. El fantasma del capitán entabla una singular amistad con la nueva inquilina, le narrará su historia a la dama a fin de que la Sra. Muir escriba sus memorias y pueda rehacer con los beneficios su maltrecha economía. Una maliciosa ironía planea sobre esta historia romántica de fantasmas que no excluye su condición de caustica crónica de costumbres filmada con notable inteligencia.

El filme encierra una de las claves del cine de Mankiewicz: la reflexión lúcida sobre el tiempo que se esfuma y la presencia modificadora del pasado en el presente. La película se beneficia asimismo de una notable composición de Gene Tierney y de un Rex Harrison que aporta el oportuno toque irónico a este relato sobre el carácter siempre inmaterial de la felicidad.

Sin olvidar, naturalmente, la composición de George Sanders, cuyo cínico personaje constituye un borrador del que después haría en “Eva al desnudo”. También conviene destacar la música de Bernard Hermann, que había debutado en el cine con la partitura de “Ciudadano Kane”, para consagrarse luego como músico predilecto de Hitchcock. Recordar, por último, que en 1968 se realizó una discreta serie televisiva basada en los mismos personajes de este filme.
Antonio Morales
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7 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mankiewicz dio sus primeros pasos en la Paramount, pero fue en la MGM donde se desarrolló como guionista y productor, con el suficiente éxito como para que Mayer lo encasillara en estas facetas y le impidiera dirigir sus propios guiones. Así que se marchó a la Fox (bendita competencia) y nació la leyenda de uno de los grandes, destacando en las adaptaciones literarias como es la que nos ocupa sobre la novela de Josephine Aimee una irlandesa que firmaba con el pseudónimo de R.A. Dick.
"El fantasma..." es un prodigio de elegancia y sensibilidad poética con un envoltorio de comedia romántica, magníficamente interpretada por todo el elenco en el que destaca el personaje del Capitán Gregg con un imponente y seductor Rex Harrison y el intachable trabajo, uno de sus últimos de calidad, de la bella y estupenda actriz Gene Tierney.
El tema del amor hacia aquellos que ya no están físicamente con nosotros era especialmente sensible después de terminada la contienda mundial, un amor espiritual que hace que sigan permaneciendo con nosotros siempre y cuando así lo queramos y que puede ser más fuerte que el amor mundano, sin renunciar por ello a la realidad.
La famosa química entre actores funciona a la perfección en este caso a tres bandas con el paisaje y entorno natural donde se desarrolla la acción, que evoca a través de ese mar omnipresente la libertad, la aventura y en definitiva la vida con sus tormentas y calmas. Detrás es innegable que se encuentra un gran director de todos los elementos de la orquesta: Mankiewicz.
El equipo técnico artístico remata la faena haciendo que todo encaje con un mimo exquisito para hacernos, reír, soñar y creer que la vida es solo un sueño donde todo es posible.
Como anécdota tenemos a una Natalie Wood con ocho añitos haciendo sus primeros pinitos de gran estrella.
ELZIETE
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30 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
The ghost and Mrs. Muir (El fantasma y la señora Muir) (1947) dirigida por Joseph L. Mankiewicz, responsable de absolutas páginas cinematográficas como El castillo de Dragonwyck) (1946), Eva al desnudo (1950), o Mujeres en Venecia (1967) entre otros grandes títulos, amplía su esplendida producción cinematográfica hasta los años 70. El brillante guión de Philip Dunne, sobre la novela de R.A. Dick (pseudónimo de Josephine Leslie), la impresionante banda sonora de Bernard Herrmann a la que incorpora su particular versión del hechizante Adagio para cuerda de Samuel Barber asociado a la melancolía y la atracción, junto a la brillante fotografía de Charles Lang Jr., completa uno de los resultados cinematográficos más evocadores del fantasmagórico mundo de lo inexplicable, no apto para suspicaces recalcitrantes, aprovechados personajillos abrillantados y taciturnos habituales de lo cotidiano.

Gran panorámica sobre el siempre embravecido mar, nos lleva mediante un ágil y volátil plano aéreo sobre el bullicio de los mortales enfrascados en sus quehaceres ignorando lo que está aconteciendo en el salón de los Muir donde un destacado manejo del plano fijo, medio y contraplano, nos muestra a Angelica (Isobel Elsom) la madre y Eva (Victoria Horne) su estirada hija, tratando por todos los medios de convencer a la viuda Lucy Muir (Gene Tierney) para que no abandone la casa donde convivió con su difunto marido, hermano de Eva.

La interesante secuencia con doble plano simultaneo y acertada profundidad de campo, nos muestra el interés por conocer el destino inmediato de la fiel sirvienta Martha Huggins (Edna Best) y la pequeña Anna Muir (Natalie Wood) atentas a lo que está aconteciendo en el salón de los Muir; la transgresora decisión tomada por la viuda, cambiará para siempre el rumbo de nuestras protagonistas. Nuevos aires, otro techo, un nuevo lugar esperan a la pequeña Anna, Lucy, su madre, y a la inseparable Martha, a lo que la música de Bernard Herrmann le pone el color emocional complementario; pero antes, el protocolo necesario.

El señor Coombe (Robert Coote) agente inmobiliario de ideas fijas, a cargo de la agencia Jtchen, Boles & Coombe, no consigue hacer desistir a Lucy Muir, sobre la inconveniencia de alquilar la casa de La Gaviota oteando sobre el mar, amplia, luminosa y… encantada por algo o alguien que puntualmente, con alguna más que reprobable acción, consigue espantar a todo humano que se atreve a habitarla. Haciendo caso omiso a las advertencias del arrendador, de las historias oídas, de los inexplicables ruidos y las asustadizas carcajadas del más allá, la decidida señora Muir da el paso definitivo para alquilar la vivienda, incluyendo el retrato del capitán Daniel Gregg (Rex Harrison) sobre el que exista una leyenda... El brillante manejo del claroscuro y algunas angulaciones dan soporte a la escena en la que el marinero del retrato contacta entre discusiones con la perturbadora inquilina.

Miles Fairley (George Sanders) es el actor perfecto para el personaje que representa (a su filmografía me remito), en este caso, el personaje es un intruso caprichoso y desestabilizador en la historia que nos ocupa, aprovechado entre los vivos y pretendido conquistador, creando falsas ilusiones, mintiendo y desestabilizando a la viuda Muir, afectando a sus expectativas sentimentales. Joseph L. Mankiewicz en un alarde de síntesis narrativa por medio de la elipsis, nos hace volar sobre el desengaño amoroso, la mayoría de edad, el noviazgo de su hija, y la nieta que le proporciona por medio de la magistral aplicación narrativa, transportándonos hasta el desenlace final donde el olvidado retrato de Gregg vuelve a estar en su lugar.

El inevitable paso del tiempo para los mortales, nos muestra a una Lucy Muir cansada, llena de melancolía, repleta de añoranzas entre embravecidas galernas, rachas marinas de sudoeste y explosivas tormentas entre atronadoras velas al viento pasando frente a la consumida Lucia, exhalando vida para regresar al etéreo estado de levitación y de enamoramiento como jamás nadie pudo sentir por un fantasma enamorado. Puro romanticismo cinematográfico de un Mankiewicz entregado en una historia bellamente hechizada por la infinitud marina convertida en puro poema visual y sonoro: ¡Autentica delicia cinematográfica con ilimitadas emociones por descubrir en cualquiera de sus visionados!
avanti
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30 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguro que más de uno piensa que las comedias románticas con toques de fantasía son un invento moderno para las películas que frecuentan la hora de sobremesa en las parrillas televisivas, y por la misma razón más de uno se quedaría con la boca abierta al descubrir esta película de 1947 (¡más de 70 años!) que no sólo explora dicha fórmula, sino que lo hace de una forma sutil, elegante y delicada hasta el grado de convertir a la película en la cult-movie de uno de los directores con una filmografía más exquisita como es Joseph L. Mankiewicz.

Es encomiable como todos los elementos de la película se mezclan y dosifican en su justa medida para poner en escena un guión tan sugerente como dificil de manipular. Una escenografía repleta de detalles góticos, sobre todo en el primer tercio de la película, un lenguaje cinematográfico sabiamente aplicado a la sobrenatural relación de sus personajes, una banda sonora de la mano de Bernard Herrmann que consigue subrayar las emociones sin molestar; y, como guinda, una pareja de actores cuya química termina por transcender en el tiempo dando forma a una de las historias de amor más románticas de la historia del cine.

El resultado es una deliciosa película con una personalidad propia que ha sabido anclarse en el tiempo para poder ser admirada y disfrutada por los espectadores de diferentes generaciones.

Lo mejor: Un resultado tan brillante para un cóctel de géneros tan explosivo, y un tratamiento del rol femenino ciertamente sorprendente para su época

Lo peor: Cierta sobrecarga de diálogos en el tramo central de la película que pueden llegar a inquietar a los más impacientes.


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aluCINEando
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