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Balas sobre Broadway

Comedia David Shayne es un autor teatral fracasado que, por fin, consigue financiación para una de sus obras. Pero a cambio tiene que aceptar una condición: darle un papel secundario a Olive, la incompetente novia del productor, el gángster Nick Valenti. Olive acude a los ensayos acompañada de su guardaespaldas Cheek, que, lejos de limitarse a vigilarla, se permite sugerir cambios para mejorar la obra. A fuerza de ceder a los consejos de Cheek, ... [+]
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Críticas 77
Críticas ordenadas por utilidad
6 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los locos años '20. Mientras Mickey Mouse se presenta al Mundo, Chaplin divierte al público con su maravillosa "El Circo", y un pollo asado cuesta 42 centavos, los gángsters recorren las calles tiñéndolas de sangre y las viejas divas del teatro son olvidadas por jóvenes artistas de cine que toman su lugar.

Vivir de escapadas milagrosas, cuando se tiene la oportunidad, el poder y sobre todo el dinero para llevarse a cabo, es un placer. Eso es lo único que deseaba Woody Allen allá por principios de los '90, desatado el huracán de polémica debido a las graves acusaciones de incesto y pedofilia que Mia Farrow predicaba allá donde fuese, poniendo así a toda la opinión pública contra él, incluido el periódico The New Yorker, al cual el director confiaba regularmente sus textos. Por eso se refugia, como siempre había hecho, en la magia atemporal del cine; el feliz reencuentro con Diane Keaton en "Misterioso Asesinato en Manhattan" sirve de perfecto ejemplo.
Pero en TriStar quieren evitar que la mala prensa les afecte, así que suspenden su contrato; será junto a su vieja amiga Jean Doumanian, propietaria de Sweetland Films, y su hermana Ellen Letty con quienes emprenda otro gran proyecto, y que le sirve, como no podía ser de otra forma, para huir del turbulento presente, hacia un paraíso imaginado en un pasado alegre y ensoñador. Y ése es el Broadway al final de los elegidos '20, esplendorosos, llevándonos al corazón de la industria del espectáculo al lado de David, personaje que habría interpretado de ser más joven, por lo que la labor recae sobre John Cusack.

En su presentación este individuo aparece con los rasgos que caracterizan a uno de los arquetipos obligatorios del director: el del artista autoproclamado y convencido de su genio; una conversación (pseudo)intelectual en el bohemio Greenwich entre David y sus amigos (donde sobresale el genial Rob Reiner) vuelve sobre los pasos de la secuencia con la que se iniciaba "Manhattan" destacando este tema, cuya concepción de lo que significa ser un auténtico artista resultará vital en el transcurso de los hechos que Allen nos tiene preparados, fraguados a partir de una ambiciosa obra escrita por el protagonista, que harto de sus fracasos por las intervenciones de terceros, desea dirigir él mismo sin cambiar una coma.
Asistimos, durante esta primera parte, a la preproducción y la reunión de un reparto coral de altura, desde Jim Broadbent, Tracey Ullman y Jack Warden a Dianne Wiest, Jennifer Tilly y Joe Viterelli, piezas vitales éstos tres últimos: mientras una, con un excéntrico y exagerado comportamiento, parodia a las enormes divas del teatro y actrices del mudo, los otros dos encarnan a una pareja extraña, el jefe mafioso productor de la obra y su chica Olive, una verdulera desagradable ansiosa por convertirse en estrella (y versión moderna de la Lina que Jean Hagen interpretó en "Cantando Bajo la Lluvia", más que reconocida influencia).

Los pensamientos que David transcribe a su diario son los únicos sinceros, pues toda la situación le tiene atado de pies y manos, restringido y censurado, la muerte del verdadero arte para alcanzar el éxito. Allen despliega el enredo, lúcido, afilado, a veces absurdo y muy entrañable, pagando su deuda con la "screwball comedy" y la comedia italiana clásica, pero su criatura despega al mediar un extraño que asiste a los ensayos; cuando Chazz Palminteri, de Cheech, el guardaespaldas de Olive, interviene durante un ensayo, toda la fantasía de David se derrumba, todo su mundo construido alrededor de la figura intocable del artista americano.
El mundo real entra cual apisonadora, el de la sangre, la violencia, los golpes y las frases directas, el de la calle, y el efecto es recíproco: Cheech inyecta vida a la obra, "The God of our Fathers", y a la vez Palminteri inyecta vida al film, una energía arrolladora que lo pone todo patas arriba, liberando de cada uno de sus protagonistas/personajes, en el torbellino de conflictos y romances cruzados, sus verdaderos "yo". Helen (transmutada en la Norma Desmond de "Sunset Boulevard") va atenuando su arrogancia y altivez al ganar su papel el entusiasmo y la sexualidad que deseaba, y que sólo puede darse gracias a la reescritura de Cheech.

David, mientras tanto, sólo recibe órdenes de ella (ese famoso "¡No hables!"), perdiendo cada vez más voz y opinión en toda la situación. La parábola que describe el director con respecto a esto es una genialidad se mire por donde se mire, cuando al matón, que en absoluto entiende de literatura o dramaturgia, le dan ínfulas de gran autor y, en un intercambio de roles que nadie podría esperar, rechaza los principios de su vida gangsteril y de todo su mundo real en favor de proteger la integridad de su creación (incluso si eso significa depararle un destino trágico a la novia de su propio jefe, quien sólo arruina la obra).
Así se cumplen las palabras de Sheldon, el amigo de David: "el artista puede crear su propia moral". Y así lo hace Cheech, arrastrado a la fantasía del teatro y despojado de las reglas de su mundo real, se cree con el derecho de imponer las suyas propias, mientras David, que desde su colaboración con él ha ganado en humanidad y perdido su idealismo ingenuo, no aprueba ahora las acciones que antes le hubiera gustado llevar a cabo. La muerte del artista, resignada y sincera, que proclama finalmente, es lo que buscaba Allen, a fin de acabar con el falso arte y dar crédito al que lo merece.

Y de por medio las gotas que aderezan a la comedia clásica que Allen homenajea, en una exquisita recreación del viejo New York de clase media-alta y su entorno burgués/bohemio.
Ello se lo debemos a la inagotable inventiva de Tom Warren y Santo Loquasto y al operador maestro Di Palma y su especial trato del color, añejo y cálido, y que hace de las secuencias filmadas en interiores un deleite visual único.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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13 de marzo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia con un punto de drama sobre el mundo del teatro pasado por la mafia a cargo de Woody Allen, que en esta ocasión se limita a la dirección y al guión. "Balas sobre Broadway" podría haber sido una de las triunfadoras de la noche en la ceremonia de los Oscars pues contaba con siete nominaciones, aunque no a la mejor película, sin embargo sólo se llevó estatuilla Dianne Wiest, a la mejor actriz de reparto. En cualquier caso nos encontramos en el Nueva York de mediados o finales de los años 20, no se especifica pero por la moda parece evidente, y con un joven dramaturgo al que se le presenta la oportunidad de su vida: estrenar una obra en Broadway. Sin embargo, no todo es tan sencillo ya que el productor es un mafioso que lo único que quiere es complacer a su amante, una insoportable cabaretera que se empeña en ser una gran actriz cuando en realidad es nefasta. Aunque entre nosotros, cuando Olive Neal (Jennifer Tilly) parece que no puede ser más desagradable hace algo con lo que su personaje comienza a caernos simpático.

Como se ve, el argumento es jugoso, hay situación cómica porque el director no puede prescindir, bajo amenaza de muerte, de la susodicha Olive. A esto hay que añadirle unos diálogos atinados, mucha ironía y sobre todo una feroz sátira sobre el mundo del arte en general. El "artista", o mejor dicho el que se tiene por tal pero sin serlo, corre el riesgo de ser simplemente un pedante, un histérico, un idiota e incluso lo peor, un monstruo moral. Recordemos que Hitler también se creía un artista y posiblemente lo fuera. La renuncia a ser un "artista" de Allen es muy grande. De hecho, tampoco es un gran paso cuando nos damos cuenta de que ser un artista es cuestión de talento no de voluntad. Si no lo eres, no lo eres por mucho que pretendas. Sin embargo, la película no acaba de ser redonda. Como dice el crítico del "Chicago Reader", el argumento se hace algo mecánico, además de disperso, no se explota a fondo la comicidad de la situación y la reflexión sobre la obra de teatro resulta espesa porque no nos enteramos bien de qué va. Una lástima.
Reaccionario
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7 de junio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asignando papeles

El resto de actores para la obra forman un auténtico conglomerado de manías, excentricidades y peculiaridades. Helen Sinclair (Dianne West) es una vieja gloria del teatro que dejó de tener éxitos hace tiempo y en ese momento tiene una viva afición a trasegar alcohol y coleccionar maridos. Warren Purcell es buen actor con tendencia a comer demasiado cuando se enerva; Eden Brent es un actriz algo cursi, nerviosa y excepcionalmente apegada a su perro. Todos ellos comenzarán los ensayos de Dios de nuestros padres.

Parte de los enredos, como bien puede adivinarse, provendrán de las relaciones entre los componentes del reparto. En algunas ocasiones serán delirantemente malas y en otras (como en el caso de Warren y Olive) darán lugar a peligrosas aventuras amorosas. Sin embargo, hay un personaje decisivo en Balas sobre Broadway que aún no hemos presentado y que siempre está presente en los ensayos. Hablamos de Cheechs (Chazz Palminteri), el vigilante de Olive.

¿Dónde está el talento?

Cheechs es el «vigilante», un vulgar matón de la mafia, que el gánster Nick Valenti ha puesto a su novia Olive para que no la pierda de vista, toda vez que no se fía de la gente del teatro. En principio solamente se encarga de estar en el patio de butacas sin intervenir. No obstante, harto de lo aburrida que le resulta la función, acaba estallando y atronando con sugerencias para «mejorar» la obra. David descubre con estupor que todo el reparto está de acuerdo con el matón Cheechs.

Progresivamente Cheechs irá aportando más y más ideas, todas geniales según parece, que David irá presentando como suyas. Ocurre, sin embargo, que Cheechs empieza a sentir orgullo de autor e irá reclamando cada vez más imposiciones que David no puede permitirse.

Una de las ideas más interesante de la película es si hay un camino para obtener el genio, el talento. David ha estudiado dramaturgia, conoce al dedillo las obras Chéjov y Strindberg. Cheechs, por su parte, es un hombre criado en la calle que no tiene ningún rudimento literario. Y sin embargo Cheechs acaba demostrando un genio que David nunca podrá tener. ¿Por qué? ¿Acaso el genio no se alcanza con preparación y dedicación? ¿Se posa en la persona que quiere y cuando quiere? En Balas sobre Broadway, por cierto, se da a entender que la obra escrita originalmente por David es un fárrago intelectual con coartadas freudianas. El estilo de Cheechs es, al contrario, palpitante y vivaz.

El artista y la persona

En otras peripecias de Balas sobre Broadway se deja deslizar la idea de la separación entre artista o persona. Durante los ensayos de la obra de teatro David mantendrá un idilio con la vieja gloria Helen Sinclair. Sin embargo David se plantea si lo que hace funcionar la atracción es una mutua admiración intelectual, más que la pasión propiamente dicha. David, por cierto, tiene novia (Ellen,a la que por lo tanto engaña) pero para él no tiene el suficiente poso «intelectual».

Los escarceos entre David y Helen se nos presenta como teatrales y cerebrales, como si ambos estuviesen representando a su vez una obra de teatro. Sin embargo Ellen ama a David como persona, le da igual el artista. Es un afecto mucho más cálido y sincero. David tendrá que dilucidar con cuál de estos dos amores quedarse.

Las actuaciones en Balas sobre Broadway
Sin duda uno de los ingredientes que hacen de Balas sobre Broadway una magnífica comedia es la calidad de las interpretaciones. Es portentosa la actuación Chazz Palminteri en su papel de Cheechs, al que dota de una inteligente ambigüedad; es un sicario gañán, violento y adicto al juego pero, a un tiempo, es también creativo y talentoso. Durante algunos instantes en que se nos muestra en las distancias cortas llegamos a empatizar con él y sus circunstancias.

John Cusack da vida admirablemente a David, el dramaturgo. Es un trasunto del propio Woddy Allen pero en versión joven; el director se descartó a sí mismo al considerarse demasiado mayor para el papel. Cusack aporta ese toque entre nervioso y neurótico del neoyorkino que, sin embargo, sufrirá una intensa y progresiva evolución.

Dianne Wiest fue galardonada con un Oscar a la mejor actriz de reparto por su encarnación de la vieja gloria del teatro Helen Sinclair. Sus ademanes histriónicos y la terca sensación de que vive en un mundo aparte nos da una perfecta muestra de lo que sería una estrella en decadencia. Sin duda la Academia acertó adjudicándole el galardón.

Woody Allen y su época favorita

Balas sobre Broadway se ambienta en los años veinte, que es un lugar común en buena parte de la filmografía de Allen. En época similares se ambientan, p.ej, La rosa púrpura del Cairo, Acordes y desacuerdos, Broadway Danny Rose, Midnight in Paris… Por lo tanto, dado el cariño que Woody Allen tiene a esta época, la película está ambientada de forma inmaculada. A resultas de ello la dirección artística, y de paso la fotografía de Carlo di Palma, es tratada con un esmero detallado y cuidadoso.

La música de esta época es otra de las debilidades de Woody Allen, siendo pública y notoria su devoción por el jazz. De hecho la banda sonora de Balas Sobre Broadway esta formada canciones de George Gershwin, autor muy querido del director y, sin duda, un toque de distinción.

Conclusión

Balas sobre Broadway es una comedia que solamente por sus peripecias humorísticas ya merece un visionado. De propina nos invita a reflexionar sobre el artista, la creación y el talento. Además, Woody Allen se da el gustazo de enmarcar la historia en el mundillo del teatro de los años 20. Es inevitable también que el neoyorkino se exponga a sí mismo en el personaje de John Cusack, que lidera un reparto con unas actuaciones primorosas y divertidas.
Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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24 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gracias a los santos del cielo, que amablemente nos enviaron un cuerpo de doctrina, a Woody Allen sí se le conoce y valora en su época: no morirá pobre y aterido con un gato enroscado en los pies.
Parece mentira que después de tanto tiempo rotos nuestros lazos, sea el otrora excelente John Cusack lo peor de BALAS SOBRE BROADWAY. Y es que, poco, muy poco acertado en el papel de autor pusilánime, desentona en el todo, igual que una cabaretera desentona en un palco de Ascot. Lo demás, destacando más que a nadie a la sublime Dianne Wiest, inmortal como Electra, y a Tracey Ullman, eterna como Lady Macbeth, es, sencillamente, maravilloso; pues, a pesar de las pistolas y de los fogonazos, es, BALAS SOBRE BROADWAY, una de las mejores y más brillantes ideas del genio neoyorkino: un millón de luces parpadeantes. Tan mágica, tanto, como ver la silueta de los rascacielos de Manhattan a través de los árboles.
Que los pájaros canten su canción y la mía quede sin cantar.
PROT
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30 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la larga y extensa producción de este director, dónde sin duda la mayoría de películas han ido girando alrededor de él, aquí tenemos una pequeña dosis o mejor dicho una pequeña baza para distraernos dentro de sus constantes reflexiones, con un guión hábilmente desarrollado, porque sin duda es un buen guionista
Genial reparto, , todos están magníficos, con interpretaciones sinceras y creíbles , en unos personajes bien desarrollados.
maria josep
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