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Frankenstein creó a la mujer

Terror. Ciencia ficción El barón Frankenstein y el doctor Hertz intentan trasplantar las almas de los muertos a otros cuerpos. Después de que su ayudante Hans, acusado injustamente del asesinato del padre de su novia Christina, sea condenado a muerte y ajusticiado, desentierran su cadáver y se apoderan de su alma. Mientras tanto, Christina, consumida por el dolor, se suicida. Entonces, los dos investigadores se proponen resucitarla transfiriéndole el alma de ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
13 de abril de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Título bizarro que auguraba una mala película... Pero por suerte, estamos ante de unas las mejores de la saga. Y es que nuevamente no hay monstruo, a no ser que seáis capaces de llamar así a Susan Denberg en sus años mozos (véase el propio cartel del filme), interpretando a la mujer que será víctima de los experimentos de este amoral doctor.

Es muy recomendable, ya sea porque es una película tan pesimista como interesante, tanto por el tema de la venganza como por el de la justicia ciega. La guillotina es una presencia malévola en esta película, incluso el doctor pasa a ser algo secundario. Una de las mejores de la Hammer, sin duda.
Ovi One
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25 de marzo de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un título quizás tomado del film de Roger Vadim “Y Dios creó a la mujer” (Et Dieu…créa la femme, 1956) y con el clásico de James Whale “La novia de Frankenstein” (The bride of Frankenstein, 1935) como claro referente, el gran Terence Fisher nos ofrece una de sus películas más arriesgadas, una nueva vuelta de tuerca en el universo del barón en la que se seguía experimentando con las enormes posibilidades que éste ofrece, desarrollando en cierto modo la idea de “La novia de Frankenstein’, pero yendo mucho más allá. El film de Fisher no posee el lirismo del de Whale, auténtico poeta de la imagen; su visión es una mezcla de decadencia y romanticismo que quedan impresos desde la primera secuencia, en la que un hombre, borracho, es conducido a la guillotina mientras su hijo Hans es testigo de todo, una guillotina que tiene una sugestiva presencia al estar en una encrucijada de caminos, representando los dos caminos que alguien puede tomar, a veces forzado, a veces sujeto a algo que podríamos llamar destino.

El relato, urdido por Anthony Hinds (en una de sus diversas y muy valiosas aportaciones como guionista a los títulos de la factoría –entre otros, firmó los libretos de “Drácula, príncipe de las tinieblas”, “The Reptile”, “El sudario de la momia”, “Drácula vuelve de la tumba” o “El poder de la sangre de Drácula”–, siempre firmando con el pseudónimo John Elder, para distinguirse de su faceta como productor, aún más prolífica) mixtura con tanto desparpajo como agudeza los lugares comunes de lo trágico y lo terrorífico, erigiendo un relato extraño con algunos impensables posos de ternura.

Desde la magistral primera escena que sirve de prólogo a la película hasta un final en el que casi sentimos lástima por la asesina, el talento narrativo de Fisher y los elementos tan característicos de la Hammer consiguen que un argumento realmente salido de madre en muchas ocasiones llegue a ser una gran película, un film a medio camino entre el terror y el romanticismo, sobre el odio y la burla hacia lo diferente. Un film de rara pero poderosa belleza y de un enorme poder de sugestión, y, sobre todo, una fiesta del más puro entretenimiento.
Juan Marey
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5 de abril de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta ocasión el ninguneado barón Frankenstein se encontrará de nuevo en el ojo del huracán debido a sus llamativos quehaceres, en esta ocasión relacionados con un lamentable suceso que tiene que ver con uno de sus ayudantes. Peter Cushing encarna de nuevo al excéntrico doctor, nada nuevo tampoco en lo concerniente al recelo que provoca a su alrededor y por suerte, en esta nueva secuela, tampoco cambia el toque preciso y único que sólo era capaz de proporcionar la productora inglesa. A mi modo de ver el guión falla por su inequívoca precipitación, mejor llevada en otras ocasiones, tal vez salvada por una cuestión de astucia. En este caso, en la segunda parte de la película, los hechos se precipitan mal, inexcusablemente mal. Es una realidad que la belleza de Susan Denberg eclipsará a más de uno, me incluyo yo como todo mortal, pero ello no quita que su venganza, aunque lógica, esté mal detallada, se convierta en un atropello y no me quede más que lamentarlo, porque de nuevo Terence Fisher estuvo más cerca que nunca de hacer un peliculón.

Sí, sí, en el año 67 y cuando ya tantas y tantas películas relacionadas con Frankenstein quedaban atrás, Terence Fisher estuvo cerca de hacer un peliculón. Bien presentado en su inicio, bien desarrollado, pero con unas lagunas en su parte final que hacen que me quede un pelín decepcionado. Por lo que pudo ser y no fue. Eso sí, a quien le gusten las películas de la Hammer disfrutará como un loco, y al que llegue aquí sin querer lo pasará bien igualmente, porque mala no es.
Luisito
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5 de febrero de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Hammer se convirtió, con el paso del tiempo, en una verdadera fábrica de aficionados al género fantástico. Logro que alcanzó con obritas, sainetes y entremeses como este que nos ocupa. Pequeños, bien presentados y acabados, con guiones redondos y mucho talento detrás y delante de la cámara. Películas, en general, que parecían mejores de lo que eran en realidad y que hacían de sus limitaciones virtud, y de su simplicidad eficacia.

Esta enésima visita al laboratorio del doctor Frankentein (pues fueron varias las que se desgranaron con el paso de los años) es un excelente ejemplo de lo precedente: Peter Cushing excepcional -rodeado de secudarios muy competentes-, Terence Fisher excelente -junto a un equipo técnico eficaz-, y lo mismo puede decirse del guión, de la música, del montaje, del tono e incluso de la duración final del producto: simplemente redondo y a la altura exacta de lo pretendido por sus creadores, y de lo esperado por el buen aficionado.

De hecho, es raro encontrarse con amantes del cine, no necesariamente afines al cine fantástico, que no sonrían con cierta nostalgia recordando películas como ésta (u otras de similar cuño). Y, así lo he creído siempre, semejante grado de acuerdo es cosa que un mundo tan controvertido como el de la crítica artística tiene gran mérito y merece el pertinente reconocimiento.

Definitivamente, el género hubiera sido otro muy distinto sin el concurso de la pequeña factoría británica y sus producciones. Muy distinto y seguramente peor.
Pakosky
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26 de junio de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Hammer continuó con su saga del barón Frankenstein con esta “Frankenstein creó a la mujer”, dirigida por Terence Fisher, el auténtico artesano de la productora.

El barón Frankenstein (Peter Cushing) es despertado de un estado de congelación inducida por su ayudante el doctor Hertz (Thorley Walters) con el fin de seguir con sus dementes experimentos. Esta vez, el barón conseguirá aislar el alma humana con el fin de trasplantarla a un cuerpo muerto y darle vida, lo que hará con el cuerpo de Susan Denberg después de suicidarse al enterarse de la ejecución de su novio Hans (Robert Morris), al igual que le ocurrió a su padre en el magnífico comienzo de la cinta.

Como suele ser habitual en Fisher, su obra presenta un trasfondo y un guion realmente simples y predecibles, pero consigue dotar a la trama de ese inequívoco aire romántico-trágico del espíritu victoriano, tanto en los personajes como en la escenografía preeminentemente teatral. Fisher suele interesarse más por la forma que por el contenido, pero en esta “Frankenstein creó a la mujer” se da un ligero cambio de estilo en cuanto que podría considerarse la película con más contenido trágico de la saga.

Peter Cushing, sin duda el Frankenstein-Drácula más recordado por todos los amantes del terror, vuelve a dar una lección de cómo interpretar una y otra vez a un personaje tan estereotipado sin perder ni una sola de sus cualidades interpretativas.

Otra pequeña joya Hammer para los acérrimos seguidores de ese artesano del fantástico que fue Terence Fisher.
Richy
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