Simone, la mujer del siglo

Esta película es una grata sorpresa. He ido a verla con expectativas bajas debido a las criticas que había leído y debo decir que he salido de la sala bastante sorprendido. Una figura y una vida de esta magnitud (colosal) son muy difíciles de abarcar en una sola película, quizá es inabarcable para la gran pantalla, pero esta película es un mas que buen intento de ello.

La película en si tiene de todo, se podría haber enfocado en momentos trágicos, pero no se recrea en la tragedia, sino que la retrata de forma digna, abundan los momentos tristes, pero también los momentos de empoderamiento, y sobretodo, los momentos de reflexión, y es que, a mi parecer, esta película es un homenaje no solo a la gran Simone Veil, sino a toda una generación de personas, una reivindicación de la importancia de los recuerdos, que no necesariamente van de la mano con la historia, ni pretenden hacerlo, y como es de necesario conocer no solo la historia, aséptica, fáctica y fría, sino también los recuerdos y memorias de las personas, la parte más íntima, visceral e individualista de la propia historia.

Es de esas películas que te dejan pensando durante el resto del día, y que te hacen darte cuenta de que hay personas extraordinarias que no necesariamente pasan al imaginario colectivo, pero que siempre van a existir en todas partes del mundo para, en definitiva, construir una humanidad mas humana.

Simone Veil fue una figura referente en el mundo de la política francesa. Trabajó a favor de la aprobación de leyes con gran repercusión en el campo de la sanidad. Algunas de ellas tuvieron una fácil acogida –la mejora de las condiciones en las cárceles–, y otras generaron más controversia –como la despenalización del aborto–.

Pero el tema principal de esta película no son sus aportaciones a la política, sino la historia de una mujer que dedica a su vida a luchar contra aquello que le parece injusto. Su relato personal, al que no le falta sufrimiento ni tampoco capacidad para sobreponerse a las dificultades, inspira al espectador a querer hacer cosas grandes.

Un film impactante. Se estructura a través del recurso del flashback, que nos permite entender el por qué de cada instante del presente sin necesidad de grandes explicaciones. Al final, nos encontramos ante una propuesta con momentos dolorosos, especialmente los que transcurren en el campo de concentración, pero con el talento de presentarlos de un modo delicado.

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Esta película debe juzgarse de dos formas, sin duda. Por un lado, como manifiesto, como relato indispensable, totalmente necesario y perfectamente vigente de un tiempo terrible, de una época posterior de esperanza y de una realidad a la que hemos llegado gracias a personas como Simone Veil.

Por otro lado está la película como tal, como trabajo cinematográfico, artístico, como historia visualmente narrada. Y es aquí donde el espectador nota que la obra no es redonda, que todo interesa por sí mismo, por lo importante que es para la construcción de Europa, para la memoria de un tiempo que nunca debemos olvidar para, citando al clásico, no vernos obligados a repetir.

La historia se cuenta en grandes elipsis temporales que, en los primeros momentos, se plantean de forma bastante confusa, mezclando la niñez de la protagonista con su terrible epopeya adolescente en su periplo por los campos de exterminio nazis y con su plena madurez, formando parte de las instituciones europeas y, por supuesto, francesas.

Si bien los actores, particularmente las actrices, pues es una película más de actrices que de actores, están correctas y la historia fluye más o menos bien, con algún trompicón achacable a una dirección un tanto errática y a un guión que no sabe si quedarse en la parte personal o en la institucional, el conjunto no convence, con períodos muy neutros que se mal mezclan con otros de gran sentimentalismo.

En cualquier caso, es una película que merece la pena ver para llegar a entender la construcción europea a través de personajes como la protagonista, digna heredera de la idea europea de gente tan insigne como Stefan Zweig. Ocurre que llevar a la pantalla una vida entera resulta muy complejo, imposible prácticamente.

Quizás haber centrado más el tema sobre su llegada a la presidencia del Parlamento europeo o la consecución de la Ley del Aborto que daba el derecho a ejercerlo a las mujeres en la Francia de los setenta hubiera resultado más sencillo y más cinematográfico.

Olivier Dahan logró un biopic mucho más conseguido en su retrato de Édith Piaf en la muy superior LA VIE EN ROSE que otorgó un Oscar muy merecido a la gran Marion Cotillard.

Película cuyo título, ya de entrada, es confuso pues no se sabe si será una biografía de Simone de Beauvoir o de Nina Simone, las cuales además ya tienen sus propias películas y documentales.

Estamos ante un filme sobre Simone Veil (2027-2017), una mujer judía (laica) que sobrevivió al Holocausto, estudió Derecho y Ciencias Políticas a la par que joven madre, y fue magistrada. Pero sobre todo fue una de las políticas más importantes de Francia y de Europa.

Veil fue ministra de Sanidad con Valéry Giscard d'Estaing e impulsó la ley por la que se despenalizaba el aborto en su país en los años ’60, y frente a insultos y descalificaciones de todo tipo aseguró el acceso a un procedimiento seguro, legal y financiado con fondos públicos para la interrupción voluntaria de un embarazo. Pensemos que la esencia de su lucha está en su apasionado feminismo, su sed de justicia y la fe inquebrantable en un país que, como es sabido, colaboró con los Nazis en la época de la ocupación (se puede ver aquí: https://elpuertoactualidad.es/2023/01/28/ocupacion-nazi-en-francia-cine-memoria/).

Pionera en exigir servicios básicos y atención médica para los presos, a la Veil le decían los Jefes de Presidio: "Señora, ¿está sugiriendo que establezcamos bibliotecas para los presos?". Pero hacía valer su compasión por los presidiarios y también por los enfermos de SIDA; igualmente hizo labor en los Centros de apoyo para drogodependientes de larga duración

Fue también la primera mejer en presidir el Parlamento Europeo de Estrasburgo (1979-1982). Ocupó varios cargos ministeriales en el gobierno de Édouard Balladur, y de 1998 a 2007 fue miembro del Consejo Constitucional en Francia, la autoridad legal más importante del país. S. Veil está enterrada en el Panteón de París.

Y habría más, una larga lista de logros y cargos, todo lo cual no es fácil de resumir en una película, pues aunque la cinta es larga (140 minutos), no es del todo suficiente. Olivier Dahan es un director ambicioso y ha querido abarcar desde los primeros años del personaje, la única época en su vida, por cierto, en que fue feliz y vivió en paz. Luego vendría el penoso capítulo de su deportación, junto con sus hermanas y madre al campo de exterminio de Auschwitz.

Es el retrato épico e íntimo de una mujer con un recorrido de vida fuera de lo habitual, que revolucionó su época y siempre defendió un mensaje humanista que pervive hasta hoy. Fue una mujer entregada a mejorar la vida de la gente humilde, mostrando su empeño en mejorar sus condiciones de vida. No había drama que le fuera ajeno, ni siquiera el drama argelino en el que se impuso para mejorar las condiciones de los presos en la Argelia colonial en guerra, capítulo tan candente en el país galo de la época. De otro lado, no sentía ningún partido político como propio, unos por parecerle reaccionarios y otros sectarios.

Dirección y guion de Dahan, que aborda esta biografía con soluciones elegantes para las transiciones entre épocas, como se aprecia en los primeros minutos. Estos pasajes los acomete avanzando en el tiempo y dando saltos, adelante y atrás, de la infancia a la juventud y edad posterior.

Es una apuesta arriesgada por cierto desorden, pues teniendo tanto material, en lugar de seleccionar y resignar algunas partes, lo que aparece en pantalla resulta excesivo y atropellado por momentos, con una colección de estampas que pueden ser brillantes en sí mismas, pero no siempre bien estructuradas.

En todo caso, ayuda en positivo la fotografía brillante de Manuel Dacosse, una música sugerente de Olvon Yacob y excelente dirección artística, algo teatral en ocasiones.

En el reparto Veil es interpretada espléndidamente cuando era joven por Rebecca Marder y, a partir de 1968, por Elsa Zylberstein, aunque con mucho maquillaje protésico. Su esposo Antoine es interpretado por Mathieu Spinosi cuando era joven y Olivier Gourmet en años posteriores, muy bien como funcionario francés a quien le costó entender la lucha de Simone, para finalmente convertirse en uno de sus más grandes colaboradores. Y acompañan otras actrices y actores de reparto como Élodie Bouchez, Judith Chemia, o Sylvie Testud.

La película tiene un estilo similar a su: “La Vie En Rose” de 2014; o sea, una cámara inquieta y casi mareada, aunque no pierde el control, va entrando y saliendo de los episodios de la vida de Veil, con lo cual se construye una narrativa sensorial basada en los ecos emocionales del personaje, más que en la cronología de los acontecimientos.

Película que da para pensar y que hace caer en la cuenta de que hay personas extraordinarias no necesariamente muy famosas ni muy conocidas, pero que han colaborado a construir una sociedad más humana. «Haber hecho Europa me reconcilió con el siglo XX», confesaría Simone Veil, testigo de una era fabulosa y terrible.