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El guerrero del mundo perdido

Ciencia ficción. Acción En un futuro apocalíptico, la sociedad ha quedado alienada por el sistema. Un grupo de ancianos sabios conforman la resistencia que planea derrocar al régimen del tirano Prossor. Con la llegada de un guerrero motorista de espíritu libre, en el que creen ver al esperado mesías, intentarán lograr su objetivo, uniéndose también con distintas pandillas. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
26 de junio de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Subproducto italiano del genero post apocalíptico, con mezcla de un batiburrillo de conceptos, desde The Warriors, V, Mád Máx II y El coche fantástico, aunque con muy poco acierto tanto en un guión cochambroso como en una dirección torpe. Homenaje involuntario de Pleasance vestido de Blofeld, solo le falta el gato.

Escenas de acción malas, con subfusiles de todo a 100 y un ruidito ridículo, una moto computadora tipo KITT que dice tacos y palabrotas y un héroe macho-alfa con barba de tres días. Es una pena, pues tenia mas medios que los bodrios actuales.

Esta cinta parece inspirar demasiado al cómic de los años 1985-87 Slash Maraud en cuanto al héroe que va en moto, que busca la ayuda de motoristas nazis, amazonas, punks, y karatecas y que junto a la Resistencia pretenden acabar con el opresor. Suena bien, como Kung Fury, pero su desarrollo es lastimoso.Tiene escenas delirantes, aunque involuntariamente, como los karatekas atacando a los soldados en la batalla final, acertando todos los tiros, aunque no apunten, o esos maniquíes que caen de las alturas y que son inconfundibles, o ese secundario que es un Clint Eastwood de baratillo, creyendo su papel y dando una arenga de vergüenza ajena, pero no es nada comparado con el surrealista final, en el que, subidos en un andamio, los combatientes entrelazan sus brazos, paletos con amazonas, nazis con karatekas, cantando y balanceándose, como si fuesen los niños de Betty Misiego, una canción de esas de We are the world.

Muy de los ochenta. Solo para nostálgicos del cine trash.
Quinto Sertorio
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21 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertidísima y realmente entretenida mezcla de futuro apocalíptico a lo Mad Max y película distópica de gobierno totalitario, con tremendas dosis de acción sin descanso, vehículos raros, bandas con pintas raras, miles de tiros, mutantes, y una moto fantástica que habla y solo dice chorradas. No puede no gustar.

Pese al bajo presupuesto, que lo tiene, pero no tan bajo como otras producciones parecidas, han sabido currarse escenarios de estilo industrial, cuenta con montones de vehículos modificados para la película, incluidos helicópteros, y que no tienen problema en hacer explosionar a lo bestia llegado su momento.

La historia es bastante típica, pero funciona: la llegada de un elegido que los llevará a la victoria. Y con eso de base, el 80% de la película son peleas, tiros, persecuciones, más tiros, explosiones, aún más tiros... y el ¨jefe¨ de los buenos dando discursos demasiado épicos para el puñado de gente al que se los da.
La peli es cutre, es casposa, pero realmente friki y resultona. Yo la he disfrutado.
TANOMUERTO
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20 de febrero de 2023
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Obras como ésta tardan en llegar; a veces no es preciso buscarlas, simplemente llegan y ya es imposible escapar de su hechizo.
Sobre mis ojos, mi estómago y mis nervios se abalanza el kamikaze del futuro, con su moto parlanchina y sus pandilla de chiflados secuaces detrás.

¿Por qué querer huir de esto? Ya sólo con su póster tan propio de los cómics, "El Guerrero del Mundo Perdido" te atrapa, igual que atrapó a David Worth cuando unos productores italianos le encargaron el proyecto de una película a partir de él y un tratamiento de unas hojas. Lo hizo por diversión y nada más, este hombre dedicado a ser operador de cámara y que poco antes se vio colaborando, gracias a Sondra Locke, junto al mismísimo Clint Eastwood en "Bronco Billy". Su trabajo para la gran industria, cuyos métodos despreciaba, se acabó ahí y siguió en su mundo: el cine independiente.
Empezando a rodar sin guión ni una idea clara, esta peripecia situada de nuevo en un mundo post-nuclear hunde sus garras en el puro "grindhouse" desde sus créditos. Worth no se demora, ha empezado y ya nos bombardea literalmente la acción salvaje y alocada; éste, con su acostumbrada filmación en PanaVision, logra sumergirnos en el espectáculo a pantalla anamórfica y a gran velocidad. Ya quisieran Ted Kotcheff o Mark Lester filmar acción tan estilizada, aunque no hace sino imitar (la costumbre de los '80) a George Miller y su "Mad Max II", tanto en técnica como en escenario.

Como una extensión más pasada de vueltas pero más simpática de su John de la infame "El Exterminador", que tan popular le hiciera poco antes, Robert Ginty imita al anti-héroe Max a bordo de otro de esos vehículos inteligentes que ocuparon la década (el helicóptero de "El Trueno Azul", el coche de Michael Knight): una moto ultra-moderna y con armas incorporadas (adelantándose a la de "El Halcón Callejero") y que sólo contesta imbecilidades. Con esto el tono cómico que desea dar Worth es más que evidente, muy "cormaniano" y muy propio de las producciones italianas del género futurista.
Pero su peripecia cruza cualquier límite en cuanto a parodia del mismo, y el humor y el esperpento campan a sus anchas, que es el que guía al protagonista hasta el grupo de los Iluminados en su lucha contra el clásico Estado totalitario que todo lo gobierna (aquí Omega). El mayor problema del guión es que los caricaturizados personajes no llegan a ninguna de las bizarrísimas situaciones que se desarrollan de una forma medianamente creíble (de hecho el renegado motorista decide ayudar a Nastasia a rescatar a su padre de las garras de Omega porque la zorra le amenaza con volarle los cojones...y a partir de aquí empieza la trama). Quien quiera que siga.

Seguir no es difícil, sólo hay que dejarse arrastrar por el ritmo frenético que le da Worth a sus alucinógenas imágenes, pues no hay ni un respiro, ni un instante de interacción entre actores. Incluso Castellari, a quien imita (las secuencias lentas y las tomas rápidas cámara en mano, tan propias de él), se tomaba unos minutos para que sus personajes hablaran en "Los Nuevos Bárbaros", estrenada en las mismas fechas. "El Guerrero del Mundo Perdido" prefiere seguir sin orden ni concierto, pero se nota la ausencia de guión: si el padre de Nastasia, líder de los Iluminados, es rescatado a poco más de media hora en lugar de suceder al final, ¿cómo continuar?
Pues repitiendo la función. Ahora ella es la presa de Donald Pleasance, que ni quiero saber por qué está aquí, autoparodiando su mítico Ernst Blofeld a las órdenes de un moderno complejo de aspiraciones "orwellianas" que más bien recuerda al cuartel de los villanos de "El Dormilón". Y, por increíble que parezca, el film sigue empeñado en que acepte su gratuidad sin rechistar...pero me es imposible ver a una pandilla de tarados peleándose en mitad del desierto (como en una competición de lucha) que de repente quieran seguir al padre de Nastasia y al motorista a pelear contra los idiotas de Omega (con tanta metralleta de cargadores infinitos que tienen y no matan a nadie, ¡igual que los de la película de Allen!).

¿Por qué querrían estos inútiles, primos de los macarras de la escena "glam" angelina, hacer algo así?, si no va con ellos ni es su guerra. Pero sucede y me lo tengo que tragar, y la bilis me sale a borbotones por los oídos. Tópico rescate de la chica (la Ilia de "Star Trek", y Miss India mucho antes) por parte del héroe, sazonada de instantes igual o más estrafalarios, ya que la norma de Worth parece ser la de alcanzar un nivel de absurdo mayor que la secuencia anterior, y así progresivamente. Lo hizo Castellari en sus aventuras futuristas (con más ingenio y encanto) y lo hará Avi Nesher en "She" un año después.
Gratuidad del esperpento servido a ráfagas: terribles mutantes de las cavernas, "punkies" descerebrados, sabios con poderes curativos, karatekas disparando a pecho descubierto, vehículos con armas, cyborgs, el villano de Pleasance y sus histriónicos espasmos, las metralletas que suenan como lásers, las performances sadomasoquistas, los molones instrumentos de tortura, todo un imaginario colorido y alocado, el paroxismo del "cutrepunk" psicodélico y ultraviolento que jamás alcanzarían Albert Pyun ni Cirio Santiago, cuya guinda es la moto estrella, y que sale menos de lo que debiera. No hay que preguntarse por nada y seguir la locura general.

Ni por la razón de que en un futuro post-nuclear todo sea tan ultra-tecnológico ni por la existencia de esa final "danza de la paz" colectiva que hace caer de espaldas. Yo, al acabar el espectáculo, me sentí como la moto cuando era arrollada por el camión (hasta me salieron los mismos gritos de dolor...).
Y aun así, Worth me sorprende con un doble giro final (¡ni Fred Williamson, que está desaprovechadísimo, ni Pleasance, son lo que parecen!) presagiando una secuela que gracias a Dios no llegó. Me encanta quedar así de catatónico y vapuleado en mis viajes al futuro post-apocalíptico ochentero.
Chris Jiménez
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