Seven Below

Lo poco que he encontrado para leer sobre “7 Below” (2012), no deja con buena papeleta a la cinta dirigida por Kevin Carraway, de quién sólo he visto figurar tres títulos, y no he conseguido localizar ni el careto en “gugle". En fin, un total desconocido para mí, antes, durante, y después de ver un filme que, sin ser ninguna maravilla, entretiene y cuenta con algunos buenos apuntes.

Con una ominosa introducción, en la que ya se nos pone claramente en antecedentes de cuál será la clave de la trama de la historia, empieza ya con los títulos de crédito yendo directo al grano para que un público diana al que va dirigida no tenga demasiados problemas de devaneo de sesos para establecer conexiones entre el cuento primigenio y todo lo que sucederá a continuación.

Incluso con los tonos de luz amarillenta en un ambiente semioscuro que adereza Harris Charalambous, al cargo de la fotografía, ya se subraya (sólo faltaría el fosforito marcando los subtítulos) un prólogo en el que se explicita todo, en vez de dejar que los elementos de “planting” que irán apareciendo a lo largo del metraje hicieran su trabajo de sugestión; no sea caso que algún espectador se perdiera !! Para que todos puedan poner el piloto automático, entre el “crunch-crunch” de las palomitas y el guarrindongo sorber de los refrescos.

Cabe decir, que, ante esta escena inicial, uno no sabe como ubicarse; si ante una historia de terror, o el drama de una familia multiproblemática con un padre adúltero que pega a su esposa, una abuela dependiente, y un crío con un transtorno de personalidad que se carga a todos con un cuchillo de caza, incluídas sus dos hermanas mayores, que son las que parecen un poco normalitas (bonito para un ejercicio o trabajo de análisis en un curso de trabajo social).

La base temática sobre la que Carraway trabaja, combina un trifásico de historia de fantasmas, un revoltijo aguado de mundología religiosa afroamericana (vudú, santería, maldiciones… ) y unas gotas carajilleras de “road movie”. Sobre este colchón coctelero, se monta el trípode de un set que se manejará entre la carretera de “acceso” de los personajes al escenario principal, las otras dos patas: la casa encantada, objeto de la maldición/pesadilla de los protas, y el bosque (también encantado, no cabe duda), que de manera accesoria hace de extensión, no menos lúgubre, aún a plena luz del dia, hasta donde llegarán los tentáculos del macabro anatema al que quedarán condenados los miembros del elenco.

En estas tres ubicaciones se irá moviendo la cámara, con planos generalmente bastante cerrados, entre los que no encontraremos ninguna panorámica interesante, a parte de la fugaz aérea inicial del coche; el momento de su parada en la gasolinera; los retazos de paisaje del otro lado de la carretera, los mismos que ven los cinco ocupantes (más el conductor), desde las ventanillas del taxi-furgoneta en el que viajan, como si se tratara de un pase diapositivas, una sucesión de fotos que contemplar, para no aburrirse en el que parece que pretende ser un largo trayecto; y el plano de la casa a la llegada de los viajeros rescatados por el extraño “Tío Tom”, guardián de la lóbrega vivienda, pintada de rojo intenso, donde se supone que ocurrieron los ominosos asesinatos de antaño, referidos en el prólogo.

La música entra en el primer momento, desde el plano diegético. Se reproduce una canción de época con la que se ambienta el trágico destino de la familia, parecido a los coros del “Mr. Sandmand, bring me a dream..”, del inicio de Halloween, preludio de la muerte de la hija de los Myers.

En los créditos iniciales, Jake Staley despliega sus efectivos en una composición que incluye, en la partitura orquestal, algunos instrumentos electrónicos que quedan bien integrados en el tema principal. Más adelante, la banda sonora queda totalmente relegada en su función puramente incidental sin destacar, más que en la última escena, en la que su presencia se hará notar de nuevo, pero sin el esplendor del principio. Por encima quedará el recuerdo de los efectos de sonido y visuales con los que se dará vida a sendas tormentas, fondo tanto del preámbulo, como de la sucesión de tensiones, sustos y muertes durante la estancia en la casa de los viajeros rescatados por el raro Jack, cuidador de la maldita villa. Tan usados como necesarios, los efectos de una tormenta son a las películas de terror, como el sofrito en la mayoría de guisos. Los rayos y los truenos, igual que el ajo y la cebolla, no pueden faltar en la base de la cocina del miedo.

A pesar de su sencillez, el argumento está revestido por el guión de elementos poco explicados. Y, aunque al principio ya he comentado que Carraway no se quiere complicar la vida con giros, y parece querer darlo todo bastante mascado, quedan cuestiones sin dilucidar, sobretodo en la resolución de la trama; no acaba de cerrar con claridad ni elegancia, dejándolo como un nudo mal hecho, y con poca sutilidad la sugerencia final, antes de los títulos de crédito finales.

Un aspecto que hace interesante la aparición de los personajes, es la asimilación que podríamos hacer de su presentación en el taxi-furgoneta donde viajan, lo cual nos recuerda a las películas del oeste, en las que sus protagonistas son introducidos viajando en una diligencia; de cada uno, plano a plano, se nos va haciendo un breve prefacio, para darnos unas pinceladas o pistas de sus respectivos caracteres, en lo que es un grupo variopinto de personas cuyos destinos van a confluir y resolverse en la historia que tendrá lugar; un recurso narrativo utilizado en infinidad de ocasiones. Un estilo que se nos hace ya inconscientemente familiar, dado que lo hemos vivido en otras narraciones de la gran pantalla.

En el caso de las diligencias al estar sentados los pasajeros de frente, ello implicaba además una situación de conversaciones entrecruzadas, en las que la interacción inicial entre sí daba más información de cada uno de ellos.

Conjunción cósmica de patinadas. Empezando por...

. La historia: muy al estilo clásico, de fantasmas en una casa x que no descansan en paz y vuelven porque siempre estuvo de moda. No es necesariamente un defecto, el defecto radica en los ingredientes que la rodean (ingredientes necesarios casi por axioma)...

. Los ingredientes tienen como punto base la atmósfera: cero sordidez, el uso de las sombras y de la puesta en escena en general es tan "elegante" (refiérome a una sobre iluminación contraproducente que se hunde aún más por una fotografía hiper limpia que parece estar retratando una imagen photoshopeada por el mejor digitalizador) que produce exactamente lo contrario a lo que una peli de este género suele buscar...depresión, no simpatía o realce de la imagen.

. Actuaciones:...por momentos...alguna me la creo. Algún gesto, ciertas formas de relación entre los personajes. Pero son islotes. La cosa va cayendo en preguntas obvias y, lo peor, sobreentendidos del espectador que no deberían serlo para los personajes ("vi un niño..."; "¿un niño moreno de pelo corto y laceo?"; "Sí"... ¿cómo demonios no se sorprendió cuando el otro tío le describió perfectamente a la visión? De Val Kilmer no hablo, solo rescato su primer cruce de palabras con el negro dentro de la casa.

. Por último: la desidia que emana de la peli. El guión parece estar hecho mientras se la está filmando. Juntaron la parte más gastada de la historia clásica de fantasmas y encima le agregaron las vueltas de tuerca más gastadas de las historias de fantasmas.

Mención aparte para la chica de la gasolinera. Se juntó con los demás en la cabaña por esos misterios argumentales devenidos en agujeros negros.

¿Por dónde comenzar con este despropósito? La película comienza con un prólogo y si nos ceñimos a él mejor hubiese sido no seguir viendo la película (si creeis que la película es pobre esperad a ver su patético prólogo). La continuación es un poco mejor pero pronto “Seven Below” se hunde en la ciénaga que es ese tipo de películas que mucho prometen pero nada ofrecen. Val Kilmer y Ving Rhames, otrora buenos actores, están realmente patéticos aquí, el primero por breve y errático y el segundo por despistado y sobreactuado. “Seven Below” apenas se sostiene por un guión mínimamente interesante, una atmosfera poco apropiada para las películas de terror aunque conseguida (gracias a la música y a los efectos sonoros) y algunos secundarios que sostienen la película. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a una película de miedo después del hecho que no de miedo? Que no dé ni risa. “Seven Below” se toma en serio a si misma aunque no deja de ser una burda serie B inflada con (otrora) buenos actores.

¿Un actor puede participar en cualquier film pedorro? Sí, por dinero, mucho dinero.
¿Pero hay necesidad de interpretar al personaje, en sintonía con el paupérrimo nivel del guión? ¡No!

Esta vez Val Kilmer, -quién otrora recreó a Jim Morrison para Oliver Stone y hoy en franca lucha contra el sobrepeso-, encarna una más de las estúpidas víctimas de la cinta, brindándonos una de sus peores performances, por suerte breve.
Desgraciadamente Ving Rhames optó por un papel protagónico, dando lo peor de sí en su escena final como su par Kilmer (pero disfrazado de "tanguero" y revoleando incoherentemente un reloj de bolsillo).

No es que la película sea mala, simplemente es que no es una película. Es el líquido que queda debajo de la bolsa de basura cuando chorrea.

El film se desarrolla durante una noche de tormenta, sin embargo nunca se ve llover y hace sol. El guión, si es que realmente existió, porque parece más bien que los actores solo están improvisando, está plagado de diálogos insulsos y frases plajiadas de otras películas.

En mi vida habia visto una producción de este calibre. ¿De donde sacarán el dinero para financiar esto? Lo que más miedo me dio fue ver un clon defectuoso de Val Kilmer de piel rosa y coleta rubia: Terrorífico.