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¡Arriba Hazaña!

Drama En un internado religioso de la España de la transición, regido por mano dura por el director y sobre todo por el prefecto, los alumnos se sublevan contra sus superiores. En paralelo a los acontecimientos del país, los chicos se rebelan "contra la tiranía" y demandan poder participar en la toma de decisiones. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
11 de junio de 2011
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante la férrea disciplina impuesta en el sistema educativo de un colegio religioso, se producen actos de rebeldía que provocarán tensiones entre la dirección y los alumnos generando una espiral de violencia que los educadores con sus métodos dictatoriales no consiguen detener. La expulsión de tres de los cabecillas de un encierro no hace más que empeorar las cosas. Los viejos métodos de coacción no funcionan. La llegada de un nuevo y joven director, que incorpora nuevos métodos para apaciguar los ánimos, logrará reestablecer el orden.

“Arriba Hazaña” es una de las películas más osadas y olvidadas de la transición. Una parábola evidente sobre la decadencia del nacional-catolicismo (Frenando Fernán Gómez) y el fracaso del «reformismo» del régimen (Héctor Alterio) que encarnó el gobierno fugaz de Arias Navarro y su «espíritu del 12 de febrero». A lo largo del relato veremos el paralelismo existente entre lo que pasaba y un colegio al que la llegada de las tenues reformas sólo conseguirán incrementar el número y la rebeldía de quienes esperan mayor autonomía y libertad. Un proceso de reivindicación de mejoras que irá aumentando hasta la llegada de un "mediador" (en el film José Sacristán en un papel a lo Adolfo Suárez) y la elección de representantes que logren dividir y acotar el problema, reduciendo el efecto de las posturas más incómodas.

Estrenada antes de que España tuviera el texto constitucional, curiosamente supo prever, en su planteamiento y desenlace, lo que ocurrió en la calle y como finalmente de todo lo que se iba a cambiar cambió sólo la forma de toma de decisiones desde el poder, reproduciendo el modelo jerárquico, económico y moral. Viendo otros ejemplos cercanos, como el de Argentina o Chile, cuesta creer que, como allí se exige, nadie haya pedido perdón, nadie haya sido condenado por lo ocurrido en esos 40 años, ni mucho menos haya habido una restauración aceptable para quienes lo sufrieron… Como en la película, las reivindicaciones se quedaron en una capa de una democracia formal que dejaría fuera la capacidad de cambio de la democracia real.

Su mensaje pesimista, con respecto a lo que iba a suceder, y su esbozo de las diversas ideologias (ultraderecha, demócrata-cristiana, centrista, socialista, comunista y anarquista, dejando fuera las nacionalistas) perfiladas a partir de unos arquetipos aceptados, en algunos casos demasiado ingenuos, la convirtieron en un estreno incómodo y mal distribuido, que además contó con la frialdad de las distintas corrientes políticas, provocando el injusto olvido de un film entretenido, correctamente escrito y dirigido, y uno de los pocos ejemplos "recomendables" de cine político realizado en la España de los primeros años tras la muerte de Franco.
Jabi
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6 de septiembre de 2007
38 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme político de baja factura, con realización, fotografía y filmación que dejan mucho que desear, con argumento que versa sobre los años de la transición española del franquismo a la democracia, todo ello acotado entre los muros de un colegio religioso regentado por una de las clásicas órdenes católicas de Hermanos dedicados a la enseñanza, probablemente los Hermanos de la Salle o quizás los Hermanos Maristas.

Los personajes, tanto el del Hno Superior, psicólogo con inclinaciones homosexuales hacia los niños lindos (H. Alterio), y el Hermano Prefecto, ex sargento de la legión y adicto a la disciplina y el orden en el cultivo de todo lo que se pretende dé buenos frutos (F. Fernán Gómez), están muy bien descritos y sobre todo la pugna entre ambos a la hora de llevar adelante el método más adecuado de solucionar las faltas graves de los escolares. Sin embargo los personajes de los alumnos, sobre todo el de los mayores, están esperpénticamente exagerados.

Me quedo con dos escenas muy reales y graciocísimas: una, en la que un alumno le escribe en un ejercicio de psicología al Hno que va de más inteligente, moderno y usar más la "mano izquierda": "Los huevos del director le gotean de sudor"; y otra, en la que cuando todos los alumos están asistiendo a misa obligada, como era la norma en este tipo de colegios en aquellos años, se ve tal como suele suceder siempre, incluso hoy en día, al típico clérigo que no vale para otra cosa nada más que para hacer sus pinitos como corista o cantor de poca monta con canciones de cuño patético-proselitista: "Hostia pura, hostia santa, hostia inmaculada, seáis para siempre bendita y alabada."

La película sin pretenderlo es una muestra de la patulea progre, dizque «democrática», que se vino arriba en España durante los últimos estertores del franquismo. Y también cabe extraer esta reflexión: «La religión está bien, pero no te la tomes demasiado en serio y menos aún se la hagas tomar con seriedad excesiva a los demás; pues de hacerlo así te joderas tú, joderás a la religión en su esencia misma y lo peor de todo: joderás seria y religiosamente a los demás.»

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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22 de marzo de 2011
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
En líneas generales, la película me ha gustado. Como defecto quizás más evidente y al que hace referencia críticas anteriores a la mía, los caracteres de los chicos se encuentran un tanto exagerados, especialmente la de los mayores en los que se llega casi a la parodia. En general la actuación de los chavales está bien, de aprobado alto. La actuación de los religiosos me parece, en cambio, bastante mejor (especialmente Fernán Gómez que me encanta).

El aspecto más destacable de la película es su enorme carácter simbólico y es que abundan los símbolos por todas las partes: el primer pájaro de Fernán Gómez llamado Pío XII, el carácter muchas veces sectario de los colegiales más revolucionarios, el aumento en la intensidad de las protestas de los chicos (llegando a la lesión física de uno de ellos), las divisiones entre los religiosos similares a las divisiones entre los continuistas y aperturistas del franquismo, etc.

Es este último aspecto, el de contunuistas y aperturistas, uno de los más interesantes. La película es un correcto retrato de la Transición: encontramos por un lado una línea dura entre los religiosos así como una línea blanda. Entre los alumnos una línea reformista y otra revolucionaria, así como una mayoría de chicos pasivos ante la situación que se limitan a seguir a unos y a otros. Además, tiene especial mérito teniendo en cuenta que el film se rodó en el año 1978, cuando la Transición aún no había finalizado.

En definitiva, una buena película y un buen retrato de la Transición. Recomendable. De 7.
Atreyu
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16 de diciembre de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del gran éxito que tuvo ¡Arriba Hazaña! (¡Arriba Hazaña!, 1978)[1] en el momento de su estreno, a día de hoy el filme ha quedado totalmente ignorado. Pudiera ser que este destierro se deba a que el director del filme, José María Gutiérrez Santos apenas pudo labrarse una carrera cinematográfica sólida (sólo cuenta con tres títulos en su trayectoria contando con esta) pero también hay que indicar que ¡Arriba Hazaña! Es una película fácil de olvidar. Porque al igual que muchas otras películas de la transición, tocan una llaga que a muy pocos les interesa abrir.

La película se puede leer de dos maneras. Una de ellas, la tradicional, es analizar el filme como una denuncia de la enseñanza religiosa. Sin embargo, quedarse sólo con esto sería un tremendo error, pues la película va más allá, elaborando una clara metáfora política (en ocasiones, como veremos más adelante, demasiado burda) del régimen franquista hasta la transición democrática.

La película que adapta la novela de José María Vaz de Soto, nos presenta una serie de jóvenes que viven semirecluidos en un colegio de curas. Ahí se encuentran con el férreo mandato de un cura, interpretado por Fernando Fernán Gómez, que intenta implantar unos métodos militares a los muchachos, utilizando la represión en todo momento. Por otra parte, el director del colegio, interpretado por Héctor Alterio, trata de utilizar otros métodos más suaves, que se basan en el pacto con los estudiantes.

Sin embargo, los estudiantes, liderados por algunos de los jóvenes más mayores, como los que interpretan Andrés Isbert, Iñaki Miramon o Enrique San Francisco, empiezan a tomar conciencia de su situación, y a unirse como colectivo. Su respuesta será una escalada de violencia que parece no tener límites.

La lectura política es bastante evidente. El personaje de Fernando Fernán Goméz representa la autoridad del franquismo y sus métodos más represivos. Este personaje no tiene miedo en castigar a la clase entera, aunque hayan inocentes entre ellos, si con ello consigue castigar al culpable (método totalmente contrario al del personaje de Héctor Alterio). Sin embargo la película no tiene reparos en utilizar la brocha gorda (una de sus constantes habituales) para definir a los personajes. Es el caso de este mismo personaje, que aparece en clase con ni más ni menos que el libro de la Legión en sus manos. Como si el espectador no hubiera entendido por si sólo los aires militaristas que envuelven a este personaje.

La traza gruesa y cierta condición maniquea también aparece en los propios protagonistas. No ya sólo resulta inverosímil ciertos personajes de estudiantes, que realizan discursos totalmente fuera de su alcance, sino que la película parece simplificar el conflicto dividiendo en bandos. Sólo hay una escena que nos puede hacer pensar algo diferente en este aspecto (los Estudiantes agrediendo a uno de los suyos, cosa que por cierto les reprocha el nuevo director) pero no resulta demasiado concluyente.

Y Finalmente, llega la democracia. No hace falta ser demasiado suspicaz (y aquí la película vuelve a caer en una simplificación, tomando al espectador por tonto) para ver que el último de los directores interpretados por José Sacristán es una clara alusión a Adolfo Suárez. Físicamente ya vemos que tiene bastantes diferencias con sus predecesores, pues se trata de un tipo joven, que incluso viste de manera diferente a como lo hacen los curas. Pero además, al igual que la transición, propone un claro diálogo con los estudiantes. Por si fuera poco, la película aún va más allá en su investigación política, aludiendo a la transición como un período poco dulce, que tuvo sus contradicciones. En este caso, los antiguos alumnos que fueron expulsados para que se pudiera llegar al diálogo, nunca son reinsertados. En España, fue una transición que heredaría durante largo tiempo dejes del propio Franquismo.

Ciertamente el filme introduce algunos elementos graciosos, que además tienen una significación especial. El Anarquista interpretado por Enrique San Francisco, un auténtico personaje en todos sus sentidos, o los eslóganes escolares para escoger delegados, que no dejan de ser los mismos eslóganes que se utilizaron durante la transición democrática.

Un punto totalmente en contra del filme es su pobre factura. La Fotografía no sólo parece hecha de manera aleatoria, sino que no busca ningún trasfondo más allá de un anémico verismo.

[1] José María Caparrós Lera, El cine español de la democracia: de la muerte de Franco al “cambio” socialista (1975-1989), Ed. Anhtropos, Madrid 1992, pp. 158. Este libro, que forma parte de lo que podemos considerar como historiografía tradicional sobre el cine de la transición, también realiza una lectura negativa del filme.

http://neokunst.wordpress.com/2014/12/16/arriba-hazana-1978/
Kyrios
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27 de julio de 2017
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra clave en el cine español de los años de la Transición a la democracia, "¡Arriba Hazaña!" funciona como relato en varios niveles en cuanto a significado e interpretación, pues es tanto una denuncia de la educación basada en métodos antiguos y autoritarios -con la educación de los centros religiosos en el principal punto de mira-, que se anticipa en la reivindicación de cambios profundos en la escuela española a la publicación, en 1979, del polémico "El libro rojo del cole", como una lúcida y aguda alegoría política de la Transición. La acción transcurre en un internado masculino regentado por curas, en un edificio de sólidos muros y con un gran patio interior, y da la impresión de que ese colegio no es tal sino más bien una cárcel, pues nunca veremos el mundo exterior, y además se habla de alumnos que escapan o han intentado escapar, y además las normas que la superioridad impone a los chicos son bastante rígidas.

Como alegoría política, es evidente que los curas representan al gobierno del franquismo, y los alumnos, a los ciudadanos españoles. Sin embargo, estos dos bandos enfrentados no son homogéneos, y así, vemos que el personaje de Fernán-Gómez (el prefecto) representa al ala más dura e intransigente, mientras que el inquietante director encarnado por Alterio representa al franquismo más posibilista, o con más capacidad para negociar, pero incapaz de controlar la movilización y los cambios. La diferencia que hay entre ambos personajes es más o menos la que podía haber, en el tardofranquismo, entre Carrero Blanco y Arias Navarro: Fernán-Gómez sería un trasunto del primero, y Alterio, un trasunto del segundo. El cura interpretado por Sacristán (el nuevo director), que aparece cuando los otros dos curas han quedado fuera de juego, representa el reformismo de Suárez: como éste, organiza elecciones democráticas, y los estudiantes eligen a sus representantes, esto es, los delegados.

En el bando de los estudiantes ocurre igual: no todos piensan igual, y abundan las disensiones, pero también la solidaridad, y pueden ponerse todos de acuerdo en los asuntos más importantes o en las situaciones más críticas. Evidentemente, son como la oposición política al franquismo, pues oscilan entre la reforma y la ruptura.

Con todo, no es una película perfecta: algunos actores son demasiado mayores para interpretar a alumnos de un colegio de curas, como Enrique San Francisco o Iñaki Miramón (¿serán los repetidores?), y la trama y las implicaciones de la misma merecían un mayor desarrollo del argumento y del guión, y, en fin, más metraje, pues el conflicto es planteado sin muchas explicaciones, o muchos preámbulos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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