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Lazzaro feliz

Drama Lazzaro, un joven campesino de excepcional bondad, vive en La Inviolata, una aldea que ha permanecido alejada del mundo y es controlada por la marquesa Alfonsina de Luna. Allí, la vida de los campesinos no ha cambiado nunca; son explotados, y ellos, a su vez, abusan de la bondad de Lazzaro. Un verano, se hace amigo de Tancredi, el hijo de la Marquesa. Entre ellos surge una amistad tan preciosa que hará viajar a Lazzaro a través del ... [+]
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
16 de septiembre de 2018
167 de 179 usuarios han encontrado esta crítica útil
Minuto cinco de metraje. Lazzaro se queda mirando a la luna, ese astro que da apellido a la marquesa para la que trabaja. Porque Lazzaro es el eslabón más bajo de una jerarquía viciada: es el esclavo de los esclavos, el eterno ayudante, el chico de los recados al que todos toman por el pito del sereno. Hasta que un día escucha varias veces los susurros de su nombre entre las hojas altas de una plantación de tabaco. Es entonces cuando sabemos que Lazzaro es un ser especial. Un cuerpo, un alma, puede que un concepto.

Si ver cine es un acto de fe, películas como Lazzaro felice merecen considerarse con toda justicia un milagro. Alice Rohrwacher consigue que nos acerquemos a su historia con la bonhomía ensimismada, la mirada limpia y la capacidad de asombro de su protagonista, un Lazzaro de tradición bíblica en cuyos avatares se encierra el via crucis de los parias. En su primera mitad, en forma de cuento pastoril con ecos feudales (rural y soleada, pura anacronía). Y en su segundo tramo, incidiendo en la vida de los pillos, siempre supervivencia (urbana y ceniza, pura apocalipsis). Dos partes muy diferenciadas que se clausuran con la muerte y resurrección de Lazzaro, en representación de aquello que resta inmutable pese al paso del tiempo, a la bondad inquebrantable que topa en un ciclo sin fin con la incomprensión de los demás y las injusticias del sistema. Cine poético y político, terrenal y místico.

En las imágenes de Lazzaro felice se intuye la osamenta de ese continente que ha vivido dos grandes guerras y que sigue lidiando con la figura de los desarraigados, sean estos refugiados, inmigrantes, víctimas de la explotación laboral o personas en riesgo de exclusión social. También esa tierra que hemos construido desde la ficción, mediante el surrealismo de Fellini, el humanismo de De Sica, la provocación de Passolini o la itinerancia de los personajes de Angelopoulos, Kieslowski, Kaurismäki o los místicos nórdicos. Rohrwacher, reivindicada con atino por el Festival de Cannes, se suma a la lista de clásicos con esta reveladora película, tan extraña como reconocible, a priori tan azarosa como, a la postre, tan sumamente equilibrada y calculada, moderna y atemporal. El gran hallazgo de un cine italiano contemporáneo que, exceptuando su interés por la mafia local y más allá de excepcionales arrebatos de talento, no había sabido resarcirse de sus cenizas ni reivindicar todo su sustrato de fotogramas superlativos. Hasta ahora.

Minuto ciento quince de metraje. Lazzaro vuelve a contemplar la luna mientras una lágrima corre por su mejilla. Puede que, tras conocer la verdad de quien consideró "medio hermano", haya tomado conciencia de su condición y de la de aquellos que le someten. Ni tan siquiera encuentra arropo en una iglesia, a la que pertinentemente deja sin música. Pero no da su brazo a torcer y se entrega inocente en la última escena. Para morir. Para transformarse y proseguir con su camino en el espacio y en el tiempo. Para, en resumen, trascender, como hacen las obras maestras.

@CinoscaRarities | Más críticas en http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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11 de octubre de 2018
78 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había que adentrarse en una recóndita aldea de la Italia profunda para encontrar a un ser humano de la pureza e inocencia de Lazzaro, el protagonista de esta maravillosa fábula que asiste impávido a la degeneración de su entorno. Esta especie de ángel caído del cielo, para el que la maldad y la picardía no existen, sobrevive a la dura vida en el campo siempre con una sonrisa, mientras el resto de jóvenes sueña con una vida mejor y los mayores asumen resignados su papel de esclavos en pleno siglo XXI. Lazzaro es la bondad perpetua, la virginidad inviolable ante las miserias y debilidades de los mortales. Una auténtica rareza.

Podría considerarse Lazzaro feliz como una obra de ciencia ficción, desde el momento en que un inesperado elemento sobrenatural nos guía del costumbrismo de una pequeña y aislada comunidad de campesinos a la inmensidad de una urbe deshumanizada. Asistimos a ese tránsito desde la mirada ingenua del protagonista que, en busca de su nuevo amigo, no es consciente del declive que se está produciendo a su alrededor. Nosotros sí. Y es que de un humilde colectivo en el que se confunden los familiares y se comparten los buenos y malos momentos damos el salto a la civilización, al supuesto progreso. Y donde antes había fraternidad ahora hay desconfianza, donde abundaban cosechas ahora malviven hierbajos. Y lo que antes era un hogar hoy es un refugio para aquellos que no tienen lugar en el nuevo mundo.

Alice Rohrwacher nos propina una soberana bofetada echando mano de una enorme sensibilidad, duplicando así nuestro desconsuelo. Pocas veces las miserias de la condición humana se retratan de forma tan amarga, en sintonía con el personaje que dibujó Lars von Trier para Nicole Kidman en Dogville. Focalizar las miserias de nuestra sociedad en la mirada pura de Lazzaro, que para colmo encarna un actor debutante como Adriano Tardiolo, es un duro golpe para nuestras conciencias. Y es que en nuestro afán por sobrevivir en un mundo de locos, y en el que todos ejercemos nuestro abuso de poder, no admitimos hueco en la manada para el lobo solitario que prefiere no cazar.
polvidal
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13 de noviembre de 2018
50 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atípica e impactante alegoría sobre la sociedad de nuestro tiempo, donde la bondad está ausente de las relaciones humanas, donde la utilización del más débil o indulgente se ha convertido en la forma normal de relacionarse entre los individuos de una población que sólo conoce el beneficio egoísta de cada uno como motor del comportamiento. Comienza como un relato realista y sobrecogedor, que a mitad de proyección deviene en una fábula o ensoñación sobre la conducta cainita y depredadora de unas relaciones que vienen dictadas por el lucro personal y la manipulación del entorno para conseguir una mínima ganancia temporal, por efímera que ésta sea. El aprovechamiento del prójimo se erige en ley universal inapelable que dicta su sentencia en favor de los desalmados que no muestran ninguna caridad e ignoran toda compasión.

Un pueblo acinado, atrasado y aterrado por la presencia de unos lobos de los que tan solo percibe sus aullidos aterradores. Una latifundista explotadora y desalmada que los mantiene en la pobreza e ignorancia para facilitar así su prosperidad económica. El más fuerte se aprovecha así del más necesitado. Pero también entre los aldeanos se da el mismo proceder: todos ellos utilizan a Lázaro, el tonto bondadoso y útil, a quien encomiendan todas las tareas más ingratas y esforzadas, porque nada pide y nunca se niega a satisfacer sus inagotables y abusivas demandas. El mismo comportamiento que el de su usurera señora, sin asomo de arrepentimiento ni mala conciencia, con la única excusa de que si el joven no se queja es que no hay motivo para cambiar de práctica. Un microcosmos donde la maldad parece anegada en un páramo de insensibilidad.

Pero se produce un abrupto corte en el relato. El esclavismo de la señora marquesa es desenmascarado por la policía local y los ‘esclavos’ son ‘liberados’ y devueltos al mundo real. Pasa el tiempo y nos encontramos en una gran ciudad. Lázaro ‘resucita’ y va en busca de sus compañeros perdidos, ahora que el pueblo yace abandonado y la casa señorial permanece cerrada y es saqueada por unos mezquinos ladrones. Y nos damos cuenta de que la maldad, que la inquina, que la manipulación y explotación del fuerte frente al débil parece ser el pan nuestro de cada día, que no se requiere de títulos nobiliarios para explotar al semejante, sino que basta con creernos más necesitados que los demás, que nos han hurtado algo vital para poder aprovecharnos de los otros.

Esta es la pesimista parábola que urde Alice Rohrwacher. No queda ni un resquicio para la compasión ni para la camaradería. El hombre es lobo para el hombre. Aprovecharse de los demás es la cantinela desesperanzada y sombría que se repite, perpetua.
antonalva
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12 de octubre de 2018
37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bondad y maldad detrás de la piel

Para crear Lazzaro Feliz, Alice tomó como referencia una noticia local que leyó en un periódico años atrás. En ella, se relataba el engaño a una familia campesina por parte de una marquesa. Esta mujer, aunque la ley no permitía la esclavitud y la aparcería, se aprovechó del grupo hasta que la policía descubrió el crimen.

Y es que, el poder emocional de los hechos a veces supera los relatos ficticios. Por eso decidió llevar a cabo una metáfora cinematográfica acerca de lo que significa ser uno mismo en medio de una sociedad enferma de mentiras y escepticismo ante los escasos buenos actos de nuestra especie.

Capas de verdad

Además, un motivo importante que le llevó a escribir la película fue el análisis del protagonista: un joven noble, de carácter sosegado y paciente, dispuesto siempre a ayudar, obediente y sensible. Alguien que existe en dosis pequeñas, en momentos históricos y actuales, y entre remolinos de gente egoísta y mezquina. Un alma que no abandona a los demás ni oculta sentimientos, y que, con su corazón honesto y sincero, está dispuesto a mirar el mundo sin averiguar el por qué del mal, sin plantearse preguntas acerca de la naturaleza humana. Un niño grande que solo experimenta la calidez de la vida y del contacto con otros.

Y de cara a darle forma y presencia a su historia, la directora narra, a través de una de las voces de las chicas que trabajan en la granja, el cuento de un lobo, de un animal viejo cuya travesía y final pertenecen al viaje mismo de este joven; el que dibuja al hombre desde el realismo más frío.

Casting de talentos

Y hablando de actores, el elenco de Lazzaro Feliz está muy bien escogido. Sobre todo destacan los dos jóvenes que tienen el peso principal del film, quienes nunca antes habían actuado en la gran pantalla.

Adriano Tardiolo, nacido en Italia en 1998, encarna a Lazzaro con brillantez. Demuestra que sabe transmitir la inocencia y la calma del personaje con profundidad y le aporta un toque de ternura especial, pasando de una escena a otra con candidez y benevolencia, convirtiendo sus minutos en cámara en pura emoción y fragilidad.

Luca Chikovani, proveniente de Georgia (1994), es también cantante y compositor. Él vida a el marqués Tancredi, el hijo de la marquesa. Este personaje es interesante tanto por sus ideas, mayoritariamente distintas a las de su madre, como por su evolución hasta la adultez. Si bien arrastra cierta arrogancia y testarudez, conoce los secretos de su familia y desea alejarse de la ruindad de esta y encontrar la amistad en Lazzaro. El actor desarrolla el papel con solidez y llena de matices su relación con el campesino, haciéndonos ver que el perdón, la amabilidad y la voluntad son esenciales para salir adelante en un universo (aún) poblado de bestias.

Lección de vida

Lo cierto es, que lejos del mayor o menor deleite del film, Lazzaro Feliz nos presenta un debate que impera en la sociedad de hoy en día y que sobrepasa fronteras y edades. ¿Explicación? La respuesta es tan dura como la realidad que retratan los personajes. En el mundo hay mujeres y hombres buenos, pero los actos de amabilidad no encuentran paz ni hogar en los corazones… porque no pertenecen a espacio ni tiempo ningunos, porque las generaciones humanas se han encargado de sustituir los resquicios de esperanza por la sombra de la malicia y los intereses personales y grupales. En palabras de la directora, “se trata de una historia de renacimiento y de la inocencia que, a pesar de todo y todos, vuelve para perseguirnos y atormentarnos”.

Escrito por María Iglesias
https://cinemagavia.es/lazzaro-feliz-pelicula-critica/
Cinemagavia
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10 de octubre de 2018
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un pequeño milagro, una fábula costumbrista donde el protagonista es Lazzaro, un ser bondadoso en una sociedad enferma.

La película está dividida en dos partes, campesinos esclavizados sometidos a la señora marquesa y la supervivencia en la gran ciudad moderna. En esos dos mundos todos se aprovechan del que es más débil mientras se quejan del que tienen por encima y que, a su vez, se aprovecha de ellos. El único que escapa a ese terrorífico funcionamiento social es Lazzaro, es el único ser puro y bondadoso.

La crítica a la sociedad es muy dura, remarca la incomprensión hacia la gente diferente, aunque sea por algo positivo como la extrema bondad.
trocko
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