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Adiós, resplandor del verano

Drama. Romance Road-movie filmada a lo largo siete países europeos. Un arquitecto en busca del modelo de una iglesia desaparecida y una mujer que ha dejado Japón para vivir en el extranjero se encuentran y viajan juntos. Cuando los sueños ilusorios del hombre y el pasado secreto de la mujer entrechocan, el nombre de una tierra olvidada aparece ante ellos: Nagasaki. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
23 de abril de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre japonés (Tadashi Yokouchi) emprende un viaje que comenzará en Portugal y que le llevará por media Europa, en busca de una concreta catedral abandonada. Allí, en su primer destino, se encontrará con una mujer japonesa (Mariko Okada), con residencia en París, que viaja por trabajo y vive en una especie de búsqueda de la felicidad (apátrida sentimental de un país cambiado tras la Segunda Guerra Mundial). ¡Y vaya viajecitos! Ni Ken Follet escribiendo Los pilares de la tierra vería tantas catedrales.

Habiendo visto sólo una película del director Yoshishige Yoshida antes que esta -La mujer del lago-, me da la impresión de que al hombre le gusta recrearse bastante en cada escena y quiere dejar su impronta y sello personal por encima de todo. Cada plano podría ser impreso como un cuadro o un póster para colgar en casa, por ejemplo, también por su cuidada estética y fotografía. Es decir, llama la atención y todo resulta atractivo de ver, pero a la vez prestas más atención a esos detalles, montajes y localizaciones que a lo que a veces ocurre en la pantalla.

Hay dos cosas por las que me he dejado llevar positivamente a lo largo de toda la película. Por una parte, el hecho de que los protagonistas se paseen por lugares por los que he vivido, he tenido la suerte de visitar o me gustaría hacerlo, destacando especialmente los paseos por Portugal (para mí la mejor parte de toda la trama), pero también los paisajes de Francia y los monumentos de Roma –Madrid queda un poco en mal lugar (si no apuñalamos personas, apuñalamos toros… la cuestión es gritar)–. Por otra parte, la manera de contar una historia tan simple llenándola de puntos de vista, belleza y armonía; una suerte de El año pasado en Marienbad, pero a todo color. Adiós, resplandor del verano guarda bastantes semejanzas con la cinta dirigida por Alain Resnais en el año 1961, incluso tiene alguna que otra escena muy similar (hasta de jardines con arbustos). Igual de atractivas que en aquélla resultan las escenas inconexas con los diálogos que las dan sentido, el uso de la voz en off, el movimiento de la cámara, etc. Unos planos de gran perfección y delicadeza.

Se trata de una cinta evocadora y sugerente. Entre los sueños, las metáforas y la realidad. El vacío. Pero también el descubrimiento, la pasión, la infidelidad, el deseo, la libertad, la llama inagotable (y pasajera), el paso del tiempo, las ruinas, y, al final, todo lo que hemos perdido… El miedo a pensar que te habrás ido.

En cualquier caso, volviendo a la comparación con El año pasado en Marienbad, se podría decir que aquí todo aparece más tangible, menos sorprendente y sugestivo (igualmente estimable), porque al final, como bien dice el personaje interpretado por Mariko Okada (en una de las mejores escenas de la película): esa catedral abandonada es ella.

… Eso siempre deja poso.
Fendor
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17 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Tengo miedo de no encontrarla.
-¿El que?
-Una iglesia. A mi mismo. Mi camino.
-Ojalá lo encuentres.
-Creo que ya lo he hecho.

En ocasiones necesitamos perdernos para volver a encontrarnos. Alejarnos de nuestra vida, de todo lo que conocemos, de todo lo que creemos conocer. Es en esa búsqueda en la que realmente nos encontramos vivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
newman
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11 de abril de 2021
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Un último segundo de un último amanecer compartido. El tiempo, las ideas y los sentimientos les separaban, un hombre y una mujer cuyo deambular por las líneas inconexas del destino se cruzan y descubren un mundo más allá del que se erige frente a sus ojos...

Yoshishige Yoshida lleva trabajando independientemente de su antigua productora Shochiku sólo cuatro años, pero durante ese tiempo ha tenido la oportunidad de probar su genio como autor y creador siguiendo sus propias inquietudes ideológicas, psicológicas, formales y estéticas, y gracias a esto se convierte en uno de los principales bastiones de la Nueva Ola surgida en Japón. Este genio emerge sobrecogedor y lúcido como nunca antes pudo en cada uno de los títulos que componen su serie de "anti-melodramas", esa Pentalogía de la Introspección iniciada con "A Story written with Water".
Unidas por su estilo ideológicamente moderno y rupturista en cuyas delineaciones minimalistas se encierran turbulentos conflictos humanos, siempre amorosos, y todas ellas bañadas en desolador blanco y negro, finalizan en 1.968 con (la menos sorprendente de todas) "Affair in the Snow". Entonces el director recluta una vez más a su mujer Mariko Okada para un ambicioso proyecto que desea rodar fuera de Japón, a lo largo de su amada Europa, contando con un equipo pequeño móvil para compensar el esfuerzo que supondrá desplazarse de un país a otro. Así este viaje, donde se vuelve a recuperar el color (magníficamente tratado por el operador Yuji Okumura), empieza en Portugal...

Junto a Ryusei Hasegawa y Masahiro Yamada, Yoshida construye su viaje alrededor de una obsesión, la de Makoto por una catedral cuyo boceto hallado en un museo de Nagasaki le retrotrae a una época de conquistas y luchas entre continentes; este edificio histórico, clásicamente occidental, ya no existe en suelo japonés, e inicia la aventura para hallar el original en suelo europeo, antes de volver a sus clases universitarias. Sin embargo en mitad de su camino aparece, cual ilusión, Naoko; casi no les veremos cruzar palabra, como es habitual en el cineasta, y la mayoría de los diálogos proceden del interior, el único modo de hacer interaccionar a estos personajes.
El recorrido, cual "road movie" moderna, desvela un mundo zurcido sobre los clásicos pliegues del estilo "yoshidiano", porque la visión del director es obstinada y parece que no desea influenciarse de la riqueza exterior (al contrario de lo que haría Wenders en "París, Texas"). En su lugar se viene de Japón con todo su universo a cuestas y atrapa a los personajes en él, un universo críptico de confusión, desafección y angustia existencial; no pocas veces esta frialdad ahoga la calidez que desprenden los distintos y maravillosos escenarios por los que va paseando su cámara, escondido entre la multitud, ocultándose, y filmando sin permiso.

Desde su primer encuentro, Makoto y Naoko andan a escasos centímetros uno del otro, y sin embargo les separa todo un abismo de emociones y razones; mientras el primero, con el anhelo de su tierra siempre presente, desea recobrar un origen perdido y desenterrar mediante el arte las memorias de la cultura universal, la mujer lucha por olvidar un pasado íntimamente relacionado con la guerra, el desastre y el dolor. Como la catedral de Makoto, ella también perteneció a Nagasaki y vivió en sus propias carnes el impacto de la bomba ("Yo ya he visto el Sol al anochecer...", declara).
Y ambos se evitan pero se persiguen, compartiendo de este modo un deambular que evoca a Resnais, en una variación de lo mostrado en "El Año Pasado en Marienbad" o "Hiroshima, Mon Amour". De Lisboa a Madrid, de París a Amsterdam, de Estocolmo a Roma, del monte Saint-Michel al Coliseo. La hipocresía, la violencia, la traición, la necesidad de vivir bajo las apariencias y todos los demás valores corruptos que irradia la sociedad moderna son de repente olvidados entre preciosos monumentos y grandes ruinas que reviven la belleza olvidada de la civilización. Y durante este recorrido el amor, receloso y esquivo, nace inopinadamente.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

La filmografía de Yoshida se cierra por segunda vez para comenzar de nuevo a través de un salto significativo que tendrá por nombre "Eros+Masacre". En "Saraba Natsu no Hikari" se despide de un mundo, convertido en un gran maestro que domina a la perfección las herramientas visuales y narrativas de las que dispone. En ello radica la virtud de sorprendernos gratamente con algo contado muchas veces (la "road movie" de amores imposibles). La plaza de Roma, iluminada por unos últimos destellos de sol que juguetones se reflejan en el agua de la fuente, y Naoko intentando atrapar un instante que se ha ido para siempre.
El avión parte, se vivirán otras aventuras, en otros lugares...¿fue este amor un sueño?, ¿qué decide al final nuestro camino?, ¿qué atesoran realmente nuestros corazones?, ¿abrirá la ilusión una brecha hacia la oscura y destructiva realidad...o permanecerá este sentimiento durante siglos como esas ruinas que reflejan la fuerza de lo artístico y lo espiritual contra las caóticas y devastadoras inclemencias de la Historia?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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