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Camino de la cruz

Drama Maria se encuentra atrapada entre dos mundos. En el colegio, esta chica de 14 años, tiene los típicos intereses de una adolescente, pero cuando está en su casa debe seguir los dictados de la Sociedad de San Pablo y su tradicional interpretación del catolicismo. Todo lo que Maria piensa y hace debe ser examinado ante Dios. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
14 de diciembre de 2014
40 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
I. Jesús es condenado a muerte. Utiliza el plano secuencia con un admirable virtuosismo donde no se deja nada al azar, cada secuencia es un retablo animado que va marcando, con funestos presagios, el inexorable devenir de la atormentada adolescente protagonista, cuyo calvario particular se nos retrata con ascética y fría implacabilidad.

II. Jesús carga la cruz. Además la cámara permanece estática en casi todos los planos de la cinta, dando lugar a una intensidad, veracidad y congoja horrendas, casi inhumanas, reflejando un desapego e incomprensión que choca de frente con el espectador.

III. Jesús cae por primera vez. Sólo hay tres movimientos de cámara (dos en horizontal, uno en vertical) que prueban el poder desasosegante y atroz del fuera de campo.

IV. Jesús encuentra a su madre María. Una madre fría, manipuladora y atormentada que fomenta el sentimiento de culpa y alimenta sin piedad ni consideración la depresión de su hipersensible hija.

V. Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. La impotencia de una hija – que podría ser la ilusión y alegría de cualquier madre – para sentirse querida, apreciada, acogida, validada. Nada ni nadie puede sustituir esa falta de caridad en su dolorido corazón.

VI. Verónica limpia el rostro de Jesús. La confirmación como meta inmediata, pero el sacrificio como único medio de darle sentido a una existencia que siente baladí.

VII. Jesús cae por segunda vez. Querer ver la presencia y manifestación del demonio en todas las vivencias que se salen del recto camino, aboca a reinterpretar la realidad y ver una intencionalidad maligna donde no hay nada más que cotidianeidad o gusto trivial.

VIII. Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Tener que vivir la propia vida en función de la de los demás (sus creencias, sus imposiciones, sus prescripciones, sus reglas) convierte la existencia en una cárcel de imposible escapatoria.

IX. Jesús cae por tercera vez. El amor terrenal y mundano como expresión del mal distorsiona la vida y la vuelve insalubre, irrespirable, tóxica, nociva.

X. Jesús es despojado de sus vestiduras. La desnudez de la puesta en escena, sin artificios ni retórica, nos confronta con la crueldad de nuestros semejantes, sus prejuicios, sus escalas de valores, sus censuras y su abandono.

XI. Jesús es clavado en la cruz. El sabio uso del plano secuencia nos remite a otra película terrible de ingrato visionado: “Irreversible” (2002) de Gaspar Noé. Ésta – como aquella – trata del cielo y del infierno, de la culpa y la expiación, pero van más allá de las palabras y se clavan como hierros candentes en la mirada atónita del acongojado espectador.

XII. Jesús muere en la cruz. Otras dos películas echan su larga, fatídica y fructífera sombra sobre ésta: “Ordet (La palabra)” (1955) de Carl Theodor Dreyer y “Rompiendo las olas” (1996) de Lars von Trier. Aunque diferentes y divergentes en cuanto a su resolución, no se pueden pasar por alto sus muchas coincidencias y su nada unánime recepción crítica. Son provocadora carne de polémica.

XIII. Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de María, su madre. Estamos ante un estudio escalofriante del integrismo religioso, de su falta de humanidad, misericordia y compasión. Pero también es mucho más que eso, porque su director y guionista no toma partido, sino que expone y refleja la generosidad de un ser puro y manipulable, que no busca más que amor y encuentra rechazo e incomprensión. En un mundo obsesionado con el beneficio propio, ¿dónde queda y cómo queda el desprendimiento altruista?

XIV. Jesús es sepultado. Catorce planos-secuencia que se quedan por siempre en la memoria. Secos, cortantes, filosos, ingratos, inolvidables. Pocas veces se ha llegado tan lejos con tan parcos medios. No gustará ni a los come-curas profesionales ni a los beatos meapilas, es decir, ¿a quién va dirigida esta cinta? Difícil saberlo. Difícil recomendarla, pero sencillamente genial e irrepetible.
antonalva
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11 de febrero de 2014
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rigurosísimo ejercicio cinematográfico el que nos propone el realizador germano Dietrich Brüggeman en esta severa, intransigente y brillante KREUZWEG (Stations of the Cross –Vía Crucis-). Nos hallamos frente a uno de esos ejercicios en los que desde el primer momento queda claro que el asunto tratado es tan importante como el modo de hacerlo, esto es, en los que el dispositivo escénico pergeñado por su autor impone una significación que, por sí misma, apoya, enriquece e indaga en el contenido al que le toca servir de vía de encauzamiento.

El film aborda de una forma tan original como tajante y exigente la problemática del sentimiento religioso, indagado éste como vía de sufrimiento, represión y fractura. La película narra el conflicto personal que sacude a María, una joven adolescente, criada en el seno de una familia cuya madre posee un sentido de la práctica religiosa católica muy profundo. La protagonista está a punto de cumplir con el sacramento de la Confirmación y se prepara para ello en una parroquia. En ella, se verá arrollada espiritualmente por las palabras del pastor. Su forma de asimilar el discurso allí escuchado le obligará a tomar una serie de tajantes decisiones personales, que alterarán tanto su modo de relacionarse con su alrededor como sus propias capacidades comprensivas.

Como ya ha quedado expresado en el primer párrafo, lo interesante de la propuesta de Brüggemann es el dispositivo formal mediante el que trata de acercarse al calvario particular que va a ir sufriendo la protagonista. El guión del film divide su andadura en trece capítulos, esto es, tantos como estaciones del Via Crucis. El paralelismo entre la peripecia física y espiritual de María queda emparejado al del hecho sobre el que está fundamentado esa celebración católica: la captura de Jesucristo para conducirlo hasta la Cruz.

Sin embargo, lo que deslumbra en este áspero ejercicio de severidad fílmica es la solución escénica que impone el realizador tras la cámara para que el espectador sea testigo del periplo central. Brüggemann dispone trece únicos planos para todo el film. Uno por episodio. La fijeza, el estatismo, la parálisis casi total de la cámara obliga al director a estudiar al máximo la disposición de los actores dentro del plano. Esa fijación formal abunda en la inclemencia para consigo misma de María. El director no permite un solo quiebro a su lacónico artefacto capturador, como ella, en la ficción narrada dentro, tampoco transige con ninguno.

La película es un mayúsculo ejemplo de coherencia endiabladamente adusta. El realizador demuestra un potentísimo talento para sortear todos y cada uno de los peligros en los que zambulle su propuesta (exceso de patetismo, exceso de ironía o burla, exceso de introversión) sin girarle la cara ninguno de ellos. El film avanza sosegada y sólidamente. La exigencia desde la que parte no hace mella ni en su avance narrativo ni en la atención hurgadora, impía y fustigante con la que se merodea a la niña.

Tras un primer episodio arduo, en el que asistimos a cómo la niña, en compañía de sus compañeros de confirmación (todos ellos dispuestos evocando a la clásica Última Cena), asiste entregada a las palabras del cura, el film va a ir introduciendo personajes (la madre, el padre, su tía Bernardette, un compañero de clase que siente un sincero afecto por ella), logrando que la problemática que zahiere a María sea analizada en toda su complejidad.

María (espléndida Lea van Acken) quedará definida como un ser obsesionado con una decisión vital tomada con firmeza. Aunque pudiera ser entendida como una radiografía del fanatismo religioso, KREUZWEG supera ese planteamiento, acaso empobrecedor y muy trillado, y se precipita tan arrojada como sepulcralmente por el terreno del desmenuzamiento psicológico de un ser humano que lleva hasta el límite mismo de su propia vida la intencionalidad de cumplir con su deseo. Los soberbios planos fijos que la encuadran actúan tanto en calidad de cuadrilátero insalvable como de pérfida significación de la pétrea carcoma incandescente que la vapulea por dentro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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12 de marzo de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exquisita mirada sobre el integrismo religioso con una apuesta formal arriesgada, muy estudiada y a la postre sobresaliente en planos secuencia coincidentes con cada uno de los pasos del via crucis de Jesucristo. En la linea de la noruega "Paraíso fe" (2012) o la española "Camino" (2008) los hermanos Brüggeman como director, guionistas e incluso actriz, componen un dramático fresco en el que queda patente que la fe, entendida de forma radical no solo mueve montañas sino que arrasa vidas y conciencias, pueblos e individuos desde que el ser humano tuvo conciencia de su mortalidad y empezó a buscar una salida al final del camino que le permitiese no volverse loco. Muchas son las "ofertas" de únicos dioses verdaderos y cada cual apuesta por aquella que le ha tocado en suerte geográfica o por alguna de las contrarias desencantado de las propias. El caso es que esta niña, estupendamente interpretada, por Lea van Acken, junto con un eficaz reparto no puede menos que conmovernos en su virginal buena fe, valga la redundancia, para que la acompañemos en su particular via crucis en el que pagará el pato para redimirnos de nuestros muchos y variados pecados.
La religiones y sus iglesias saben que es en la educación de la más tierna edad en donde el cerebro y el alma es más vulnerable para sembrar sus respectivas semillas y tenernos cogidos por el ansia de la gloria eterna, o nirvana, o lo que tenga en stock cada cual. Por otro lado seria injusto menospreciar a aquellos que en nombre de sus dioses hacen mucho y bueno por los demás, generalmente a niveles muy locales y sin poder de decisión para que el mundo gire al revés de como va.
La ficción de la cinta es una preocupante realidad pasada, presente y me temo que futura. Los Brüggeman no obstante se reservan una estampita en la manga de San Judas, patrón de los imposibles por si las moscas.
ELZIETE
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24 de octubre de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine alemán, tan frío y calculador siempre. "Camino de la cruz", os aseguro, no dejará indiferente a nadie. En el film, María es una adolescente con los típicos intereses de los adolescentes, pero debe convivir en su familia y sociedad, basadas en el máximo rigor religioso.

Durante 13 soberbios planos-secuencia asistimos a los 13 momentos de la pasión de Cristo desde una perspectiva moderna, pero, sobre todo, gélidas, inquietantes y escalofriantes. En esta obra no existen los sentimientos de felicidad ni tristeza, ni nada que se le parezca, simplemente existe el agobio, que coge por el cuello a María sin que ella sea consciente. El espectador, mientras tanto, asiste a unas situaciones donde el integrísimo cristiano es el nexo y, conforme llega el final, sabe perfectamente lo que acabará pasado. El director mira con melancolía a la pequeña María, que representa a Jesús, y con perversión tanto a su severa madre como a su catequista, ambos envueltos en el velo de la sumisión y la religión más cruel. A estos últimos, lejos de ser, para el realizador, buenos religiosos, son los que, en el fondo, llevaron a Jesús a la cruz tal y como están haciendo con la pobre María.

No hay que engañarse, “Camino de la cruz” no es una reflexión sobre la religión en sí, sino una muestra de su lado más oscuro que nos enseña lo perversa que puede llegar a ser si uno se la toma demasiado en serio.

Esta película puede ser disfrutada tanto por los religiosos como por los no religiosos. Para los primeros será una genial adaptación y reflexión moderna de los textos sagrados y para los no religiosos será un estremecedor relato con una dirección y guion magistrales. Sin duda cada plano-secuencia es mejor que el anterior. Una vez que entras en el ritmo, lento, pero angustioso la película se convertirá a cada momento en algo de lo más irresistible.
Alberto Monje
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14 de diciembre de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá necesaria y acertada crítica de cómo el integrismo es una perversión del espíritu religioso, tanto si se origina en un país árabe como en una moderna población del occidente europeo. Camino de la cruz reconstruye a partir de escenas cotidianas el retrato psicológico de una adolescente alemana sojuzgada por una madre dominante, vehemente miembro de una secta católica que no reconoce el Concilio Vaticano II. El complejo de culpa, el anómalo deseo de redención, el omnipresente pecado y, sobre todo, el estrambótico concepto de sacrificio confunden a la menor hasta empujarla al delirio de la beatitud y la muerte.

Un argumento brillante y prometedor que arriesga en una puesta en escena dividida en capítulos rodados en plano secuencia a cámara fija (sólo existen tres movimientos de cámara, si exceptuamos el capítulo en el coche, en movimiento pero, formalmente, también en cámara fija). Un alarde de complicación interpretativa que obliga a un movimiento escenográfico preciso que resulte verosímil; a una profundidad de campo amplia pero sin distorsión de lente; a una iluminación que cubra con naturalidad cada posición actoral; y a unos ensayos hasta la extenuación. Esta opción estilística da importancia al diálogo y al actor y traduce esa fe enclaustrada, protagonista de la película, pero pone a prueba la paciencia del público.

Porque, a fin de cuentas, de nada sirve el riesgo, la exactitud formal y la buena intención cuando el mensaje aburre al espectador. El desenlace final de esta historia es tan absolutamente previsible, tan obvia su lectura crítica, tan impertinente su postura estilística, que la segunda mitad del metraje no aporta nada de valor a la audiencia. Dividir el relato en las 14 estaciones del camino a la cruz tampoco es original, y a partir de la octava estación el rótulo que anuncia el título sólo puede provocar algún bostezo, disimulado si quien ocupa la butaca tiene afán de intelectual y preparación de erudito a la violeta.

Quizá la única inquietud que destaca en el tramo final es esa cierta ambigüedad, el amago de milagro que despierta una leve zozobra en la interpretación tan clara que se había dado desde un principio al film. Lamentablemente el vacío de los anteriores 30 minutos erosiona tanto el interés que poco o nada altera la visión de conjunto.

Drama correcto, crítica necesaria, estética depurada. Sin duda llama la atención. Pero todas las buenas críticas sobre ella despiertan unas expectativas innegablemente defraudadas.

Publicado en blog www.fascinoscopio.com
Fascinoscopio
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