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Hermosa juventud

Drama Natalia y Carlos son dos jóvenes veinteañeros enamorados que luchan por sobrevivir en la España de la crisis. Sus limitados recursos les impiden satisfacer sus deseos y su progreso vital. No tienen grandes ambiciones porque no albergan grandes esperanzas. Para ganar dinero deciden rodar una película porno amateur.
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
8 de junio de 2014
74 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retratar vidas mediocres y sin interés es arriesgado y complejo, ya que existe el peligro de que desconectemos por indiferencia o pereza al ver un panorama tan poco atractivo desplegarse ante nuestros ojos. Por ello tiene incluso más mérito esta cinta sencilla y sobria que sin embargo refleja de forma brillante el irritante momento actual de una juventud que ni estudia ni trabaja, ni tiene visos de trabajar ahora o nunca, haga lo que haga, se esfuerce lo que se esfuerce, se empeñe lo que se empeñe y por mucho que porfíe hasta la desesperación. “Querer es poder.” Eso sería en época de vacas gordas y cuando ataban los perros con longanizas, pero ahora querer es desilusionarse porque no hay nada esté en nuestras manos.

Jaime Rosales vuelve a acertar de lleno. Retrata la árida cotidianeidad de unos personajes abocados al desánimo y la abulia con una destreza y garra que pone los pelos de punta. Acierta al reflejar el amor de dos jóvenes atractivos y llenos de encanto enredados en un presente exasperante por estéril e ingrato, donde las ilusiones de una paternidad inesperada apenas son motivo de alegría y sí fuente de frustración, irritación y encono. Padres separados y casi tan grises como ellos, amigos de mensajitos y noches de polígono, algún porro, alguna cerveza, el recurso de la violencia cuando la sociedad no es capaz de proteger tu integridad ni la justicia te ampara, el parque como espacio de libertad que los minúsculos pisos no proporcionan y las ilusiones marchitas de tantos problemas y escasez de medios materiales…

Formalmente la cinta es un prodigio narrativo con un desenvuelto y creativo uso de las formas actuales de comunicación (móvil, cam, mensajería), con una inventiva utilización de la elipsis, acelerando el tiempo con vertiginosa fluidez, trasladando la prisión cotidiana allende nuestras fronteras, porque tener iniciativa no conlleva tener éxito y el fracaso no se mide en píxeles ni en palabras, sino que te atrapa con una densa maraña de sinsabores y decepciones que se adosan a tu vida como un parásito. Cuando el futuro y el presente son lo mismo y no caben ilusiones más allá de final de mes es que hay algo que ha fallado. Y no saber lo que es, no impide que todo el peso caiga sobre nosotros.

La cinta no sermonea sobre el fracaso, ni fabula explicaciones sesudas, ni se detiene en condenas y tópicos, sino que ofrece un descarnado ejercicio de franqueza expositiva. Casi documental. No gustará a los que busquen paraísos artificiales ni escapismo de pirotecnia, pero ofrece un tesoro de veracidad y vida. Plenamente lograda y muy recomendable.
antonalva
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30 de mayo de 2014
34 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro día a tachar en el calendario... y poco más. El plan de hoy, idéntico al de ayer... y probablemente calcado al del mañana. ¿Qué le vamos a hacer? ''Es lo que hay.'' Al mal tiempo... a saber. Sin pensarlo, Juan (por ponerle un nombre al personaje) se viste, comprueba los mensajes que su móvil ha ido acumulando a lo largo de la noche, rapiña algo de la nevera y sale de casa, no sin antes haber efectuado las más habilidosas maniobras con tal de evitar cualquier contacto (físico, dialéctico, visual...) con su madre. Una vez fuera, lo de siempre, que no está tan mal, ojo. Reunión semi-improvisada con los colegas. En el banco del parque de toda la vida. Hoy parece que sólo faltan dos. Da igual, ya aparecerán, y si no, ellos se lo pierden. Al fin y al cabo, aquí se está la mar de bien... ¿no? Es decir, ¿qué mejor sitio en el mundo que este rinconcito? ¿Y qué si hay pocos otros sitios a los que ir? ¿Y qué si a uno no le queda otra alternativa más allá de la de pudrirse aquí?

Hablemos de España, donde cualquier sueño de prosperidad lleva muerto desde hace mucho tiempo, o si se prefiere, lleva enterrado en el más increíble de los mitos. Esto es así, para ponerle fecha a la efeméride, desde hace aproximadamente ocho años. A partir de ahí empezó el ''Es que la cosa está muy mal'', el ''Está jodío' el asunto'', el ''¿Qué le vamos a hacer?, es la crisis'' y el ''Nada que hacer aquí''. No es país para jóvenes. 'Hermosa juventud' (título que todavía no se sabe si responde a un incremento repentino y dramático en la acidez del discurso o a un ataque de esperanzadora sinceridad), es el nuevo trabajo de uno de los cineastas más valiosos de nuestra querida cinematografía, últimamente tan marginada (¿casualidad?) en los grandes festivales. Hablando de... Jaime Rosales presentó en la Sección Un Certain Regard de la 67ª edición del Festival de Cine de Cannes (¿por qué demonios no le han permitido hacerlo en la Competición Oficial?) el que seguramente su mejor filme de su carrera. El más ambicioso, seguro.

La premisa es aparentemente sencilla (seguir el día a día de Natalia y Carlos, una pareja de veinteañeros de bajo estrato social que sobrevive, como puede, y por así llamarlo, en el Madrid actual), pero exige un esfuerzo colosal para que pueda llegar a adquirir un verdadero sentido. Vuelve Rosales ''el intruso'' en su mejor versión; vuelve esa especie de ente al que no se le escapa ningún detalle; el que se niega a concederse cualquier momento de flaqueza. El observador no se conforma con pegarse a sus víctimas (sin que ellas se enteren de dicho acoso, importante), sino que además se aferra a todos los detalles; a todos los gestos, y los exprime hasta dejarlos secos. Como si de una bestia insaciable se tratara, el director y guionista se alimenta de sus propias creaciones, brillantemente interpretadas por Ingrid García-Jonsson y Carlos Rodríguez, a quienes tendríamos que preguntar en qué parte de su -impecable- trabajo empieza la actuación y en cuál sigue la prolongación natural de lo que debe ser muy cercano a sus respectivas vidas.

En las bromas más espontáneas, en las broncas más contundentes, en los detalles que nos hunden en la depresión más incurable y en aquellos que por el contario hacen que esta puta mierda de vida que se nos ha dado sea, a fin de cuentas, el regalo más valioso. También en los balbuceos, en las estupideces y en el argot callejero... Rosales lo capta y lo entiende todo. No es feísmo, tampoco son amaños preciosistas (mucho menos arrebatos pornográficos), es que ''la cosa está así''. Es que simplemente en algunos pocos días la vida te sonríe, y en otros dos días se porta como una inmisericorde zorra. El espíritu neorrealista renace, a 24 imágenes de whatsapp por segundo, en el corazón de un país que se desangra: 'Hermosa juventud' es un drama profundamente humano... e inseparable del entorno y las circunstancias donde ha nacido. Por cierto, tanto los economistas como los filósofos de hoy en día opinan que en este mundo ultra-globalizado, las naciones que van a salir adelante van a ser aquellas capaces de ofrecer a su población un más completo y mejor marco (de oportunidades) en el que poder desarrollarse como individuos.

Volvemos a nuestro hogar y... ''Sin comentarios''. Lo sabemos nosotros, lo sabe el director y por lo visto lo saben también sus personajes, convertidos en personas ((en mayúsculas)... convertidas, a las primeras de cambio, en reflejo perfecto de su entorno. Y se rompe así una de las más inamovibles normas del cine de Rosales: la de la rutina rota súbitamente por el más violento y contundente de los golpes. Aquí ''las horas'' del día a día se ven constantemente interrumpidas (o marcadas) por la vida misma. Hablamos de la híper-contextualización (en una realidad vampiresca y caniblizadora), no como un recurso sádico, sino como la única herramienta para alcanzar un compromiso (total) para con un momento dramático que, al menos, y no es poco consuelo, ya tiene una imprescindible película con vocación generacional a la que acudir en momentos de máxima necesidad. Todo en ella atrapa por su veracidad. ''Los lunes al sol''. Y los martes, y los miércoles, y los jueves, y... Algo así como la reedición de aquel tan inspirado Fernando León de Aranoa, solo que dedicada a la gente a la que todavía le queda mucho por vivir. Y ahora sí, hablemos todo lo que queramos sobre el cine español. Por favor.
reporter
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31 de mayo de 2014
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Implacable indagación neorrealista de la miseria y de la desesperanza que asolan a gran parte de la población hoy en día en España.
Rosales nos introduce en la vida de Carlos y Natalia, una joven pareja, como hay miles en los suburbios de Madrid. Apenas tienen recursos para vivir, trabajo precario y miserable -cuando hay- , y han de apechugar con su entorno: unas familias sin posibles, padres envejecidos y frustrados, parados, hundidos por el rodillo de la crisis galopante. Para más inri, traen al (sub)mundo una niña, ahora tienen que luchar por ella.
Desgraciadamente, no es una estampa exagerada en el presente social de los barrios de las grandes urbes. El modelo de desarrollo ha fracasado y lo pagan los más débiles. Lo reálmente loable de la cinta es su autenticidad, que hace que vivas y sufras con ellos su adversidad. Los personajes son de carne y hueso, hablan como chavales de arrabal. Rosales acierta de pleno con el reparto, todos ellos actores y actrices poco conocidos, y con la austeridad de la obra, no hay música incidental, ni falta qué hace -ni para edulcorar ni para enfatizar una realidad de por sí extremadamente dura-.
Quizá no esté a la altura de sus imprescindibles "Las horas del día" y "La soledad", pero Jaime Rosales ha recuperado el pulso y vuelve como baluarte del cine autoral. En esta obra renuncia a la experimentación extrema que habia extraviado sus últimos proyectos y vuelve al entorno familiar más cercano, como en "La soledad", si bien no puede evitar subrayar la idiosincracia de autor con alguna secuencia irritante - esas imágenes aceleradas de fotografías del smartphone, que terminan mareándote-; no hay Rosales sin espinas.
Resumiendo, otra más que notable película de buen cine español. Eso sí, incómoda, como la realidad desoladora del país, no es un divertimento, es mas bien un doloroso documento notarial de la vida de cualquiera de esos 2 millones de familias con todos sus miembros activos en situación de desempleo. ¡Terrible! Esto sí que es cine de terror.
floren
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4 de julio de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo interesante de “Hermosa juventud” no es solo el retrato de la pobreza material de sus protagonistas, sino el retrato de sus carencias ideológicas: la absoluta falta de conciencia de clase de los pobres del siglo XXI.
Las referencias a la pornografía simbolizan, creo, la forma en que el capitalismo entiende el trabajo y las relaciones laborales, que lleva irremediablemente a la pérdida de dignidad de los trabajadores. Pero la rabia juvenil que sería de esperar ante tal situación aparece desactivada, y este es el gran acierto de Rosales: ponernos ante los ojos esa apatía, esa abulia a la hora de levantarse de la cama por las mañanas, ese desinterés por el futuro (en el hermano de la protagonista), o ese sueño infantil de enriquecerse fácil y rápidamente (en su novio)... Y cuando surge la violencia, esta va dirigida hacia el propio entorno... Los jóvenes no saben dónde tienen que golpear, porque el enemigo permanece invisible para ellos. Yo creo que ése es el aspecto de la realidad que mejor nos ofrece el director y el que nos deja sin aliento en la butaca del cine.
(Spoiler) De todas las escenas, me quedo con dos: aquella en que el bebé de la pareja protagonista, dormido en su carrito, recibe su primer regalo: un uniforme completo del Atlético de Madrid; y, en segundo lugar, la cena familiar, en la que todos mastican como autistas alrededor de la televisión. El fútbol es el nuevo opio del pueblo y la pantalla el púlpito desde el que se le dirige y manipula, dejándolo inerme.
A la inteligencia en el planteamiento, se suma el estilo cinematográfico tan personal de este director y su indiscutible calidad. “Hermosa juventud” es una película magnífica, en la que Rosales va más allá del retrato de una época de crisis, para denunciar un sistema que condena a la mayoría a la indigencia.
gatocojo
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3 de junio de 2014
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son muchas las voces que se han levantado últimamente alertando sobre una generación que se está perdiendo... porque ni estudia ni trabaja, y sobre todo porque se le está robando la esperanza de construir una vida decente y digna. En "Hermosa juventud", Jaime Rosales nos ofrece su mirada comprometida para recoger la vida de una pareja de jóvenes que, como tantos otros, intenta salir de ese pozo de angustia cuando tienen una hija que les obliga a madurar. Carlos y Natalia se quieren y están dispuestos a cualquier sacrificio por el bebé -incluido alguno que les degrada como personas-, pero les falta preparación personal, académica y familiar para salir adelante en ese campo de minas que supone ser padres primerizos y sin trabajo. Están indefensos en un mundo que habla de justicia pero explota miserablemente al débil, que se dice libre pero atropella cualquier posibilidad de progreso, que alardea de vivir la era de las comunicaciones pero se vuelve sobre sí mimo en un individualismo atroz.

Rosales acerca su cámara a una triste realidad, dejándola en un discreto segundo plano desde donde no incomode a los personajes, sin música manipuladora de los sentimientos ni interpretaciones poco contenidas, cuidando tanto el trabajo de sonido como la elipsis narrativa y el fuera de campo. Nada es nuevo en el cine del director de "La soledad", aunque aquí vuelve al color y abandona el plano fijo, y además se apunta a la moda de utilizar el lenguaje de las nuevas tecnologías y de las redes sociales para aportar actualidad al problema, y la pantalla recoge chateos de whatsapp o skype, o se apoya en las fotos digitales enviadas por el smartphone para hacer pasar el tiempo y discurrir la historia. El resultado es un retrato dinámico de la juventud que sabe explotar los recursos de la imagen, y que también refleja la preocupación del director por una generación desorientada.

Sin embargo, ya desde las primeras secuencias se advierte un enfoque pesimista de la cuestión: rostros tristes y absortos en el videojuego, comportamientos ligeros y sin referencias morales en jóvenes inmaduros, madres superadas por las circunstancias y padres ausentes, chavales sin ilusión por aprender y sin respeto a sus mayores... El panorama no es alentador, ni en España ni en Alemania -el nuevo sueño americano-, y no es porque falte trabajo y oportunidades... que también, sino porque esta generación no ha sido educada en el esfuerzo frente a la adversidad, porque se le ha privado de valores que vayan más allá de las circunstancias del momento, porque la familia ha dejado de ser un edificio que construir para ser un lugar donde recibir. Con Carlos y Natalia, vemos que no basta con ser bueno y tener las mejores disposiciones... porque lo que se exige es estar preparado para trabajar y para vivir, y aunque quieran... no saben o no pueden.

Rosales hace una película digna y valiente en la que demuestra oficio y también de inquietud por esta juventud perdida, pero su mirada no deja resquicio de esperanza por el que se pueda remediar el problema... ni siquiera a medio plazo. En eso, le falta confianza en la persona para sobreponerse a los malos tiempos, y también profundidad para percibir que la solución pasa por la mejor formación del individuo -al menos, no lo transmite-, en el plano personal y en el familiar. Sin esa educación necesaria, con paro o sin él, esta generación y cualquier estará expuesta a los vientos que soplen y sin posibilidad de resistir. Porque, para afrontar los problemas, hay que ir al meollo de la cuestión, y este se encuentra en el propio alma del protagonista y en lo que necesita para ser estable y suficientemente feliz.
La mirada de Ulises
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