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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
11 de abril de 2020
44 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
11/04/2020. Vigésimo octavo día del confinamiento decretado por la epidemia de COVID-19
Esta peli es como un intento de abordar aquello de la náusea existencial, pero de forma casera. Y no lo digo porque la acción transcurra en una casa, sino por la sencillez del simbolismo que eligen sus autores. Desde el nombre de la urbanización al sinsentido del empeño del marido por hallar una respuesta, pasando por la extrañeza de la madre ante el hecho de la procreación y por el inútil clamor de ayuda a un cielo que no responde y al que, finalmente, hay que mandar a la mierda...
Claro que, si nos fijamos en el escenario donde transcurre todo, podemos creer que solo la vida moderna alienada y materialista carece de sentido. Dominados por el egoísmo darwinista que nos dice que el mejor adaptado echa a las demás especies del nido, habríamos acabado en un mundo donde la fruta ya no sabe a nada y donde los bebés se crean en laboratorio (es decir, hoy mismo). Una vida que ya no merece la pena ser vivida.
O quizá hay un doble plano en esta película y el escenario está escogido porque, en este siglo tan raro que nos ha tocado vivir, esa urbanización insípida es el lugar ideal en el que situar ese sentimiento de hastío vital del que nos hablan los filósofos.
En cualquier caso, me gustan las cosas sencillas, aunque sea solo en apariencia, así que por eso le doy un nueve a esta peli; o a lo mejor es que el encierro está embotando mi sentido crítico... No sé... Voy a seguir con el teletrabajo...
4 de julio de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo interesante de “Hermosa juventud” no es solo el retrato de la pobreza material de sus protagonistas, sino el retrato de sus carencias ideológicas: la absoluta falta de conciencia de clase de los pobres del siglo XXI.
Las referencias a la pornografía simbolizan, creo, la forma en que el capitalismo entiende el trabajo y las relaciones laborales, que lleva irremediablemente a la pérdida de dignidad de los trabajadores. Pero la rabia juvenil que sería de esperar ante tal situación aparece desactivada, y este es el gran acierto de Rosales: ponernos ante los ojos esa apatía, esa abulia a la hora de levantarse de la cama por las mañanas, ese desinterés por el futuro (en el hermano de la protagonista), o ese sueño infantil de enriquecerse fácil y rápidamente (en su novio)... Y cuando surge la violencia, esta va dirigida hacia el propio entorno... Los jóvenes no saben dónde tienen que golpear, porque el enemigo permanece invisible para ellos. Yo creo que ése es el aspecto de la realidad que mejor nos ofrece el director y el que nos deja sin aliento en la butaca del cine.
(Spoiler) De todas las escenas, me quedo con dos: aquella en que el bebé de la pareja protagonista, dormido en su carrito, recibe su primer regalo: un uniforme completo del Atlético de Madrid; y, en segundo lugar, la cena familiar, en la que todos mastican como autistas alrededor de la televisión. El fútbol es el nuevo opio del pueblo y la pantalla el púlpito desde el que se le dirige y manipula, dejándolo inerme.
A la inteligencia en el planteamiento, se suma el estilo cinematográfico tan personal de este director y su indiscutible calidad. “Hermosa juventud” es una película magnífica, en la que Rosales va más allá del retrato de una época de crisis, para denunciar un sistema que condena a la mayoría a la indigencia.
28 de febrero de 2016
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mot naturen" parte de una idea muy interesante: el malestar del hombre del siglo XXI ante la institución del matrimonio (ese anacronismo que goza de una salud de hierro). En este sentido me ha recordado mucho a las películas del alemán Dominik Moll ("Harry, un amigo que os quiere" y "Lemming").
Martin, el protagonista, se debate entre dos polos: vivir una vida reglamentada y convencional que no le satisface o ser fiel a sus impulsos naturales, libre de ataduras impuestas por la costumbre. El director plantea este dilema "abandonando" a su personaje en una maravilloso entorno natural que no siempre es amable y acogedor, pero sí estremecedoramente bello y estimulante... Como la libertad... Las imágenes del blanquito Martin corriendo sin ropa por las colinas noruegas, en plan hombre primitivo, tienen algo conmovedor, y nos hacen desear que finalmente se encuentre con su verdadero yo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por eso decepciona tanto ese desenlace, más propio de un culebrón que de una película tan bella en su forma. En los diez últimos minutos todo el andamiaje se viene abajo y el hombre salvaje queda reducido a vulgar excursionista dominguero: Martin fracasa en su encuentro amoroso con la dulce muchacha que ha conocido en un refugio, contempla una foto de su hijo cuando era un bebé y regresa a su urbanización, a la seguridad del nido. Su vida sexual en plena naturaleza se reduce a un par de sesiones masturbatorias, retratadas por el cineasta con tintes lo bastante sombríos como para que se le quiten las ganas de meneársela a cualquiera. La dicotomía que nos plantea el puritano Giaever se resuelve así: pareja y fidelidad o caos. Y lo peor de todo es que el mensaje se refuerza utilizando al hijo como excusa, como si la paternidad estuviera reñida con la felicidad y la realización personal.
Malos tiempos. Me viene a la memoria ahora una peli titulada "Design for living" ("Una mujer para dos") rodada en 1933... tan moderna y atrevida que hoy resultaría escandalosa para muchos.
31 de marzo de 2013
24 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema del futuro no es que seamos demasiados habitantes sobre la Tierra y el planeta esté a punto de petar... No... El problema del futuro es la esterilidad de las mujeres. Como ven, la premisa de la que parte esta historia es la misma que lleva a algunos gobiernos a dar premios de natalidad a las familias numerosas. Pero me estoy yendo del tema... De forma totalmente incongruente con esta premisa, en la Inglaterra del año 2027 las autoridades se empeñan en expulsar a todos los emigrantes, porque, a pesar de que no nacen niños, parece que no les preocupa la escasez de mano de obra barata, que, como todo el mundo sabe, es el motor del capitalismo. La causa de la esterilidad femenina queda esbozada de la siguiente manera: una ex-matrona (ahora está, lógicamente, en el paro y se ha hecho terrorista) explica apenadísima cómo su trabajo consistía básicamente en practicar abortos a mujeres que se deshacían de sus hijos, muchas de ellas en avanzado estado de gestación. ¿Castigo divino, pues? No sé, no sé... Sigamos...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El héroe protagonista se llama Theo, que como todo el mundo también sabe, significa “dios” en griego. Su misión consiste en salvar a una joven, la única mujer embarazada del planeta. En un momento dado ella bromea con que es virgen (sí, sí, como la Virgen María). Es una bromilla, pero ahí queda. Dios, o sea, Theo, (qué lío, Dios) consigue salvar a la muchacha y a su hija, que ha nacido durante la huida. Los extraños habitantes del Londres del 2027 comprenden instintivamente que el bebé es un milagro, y les dejan pasar, con una mezcla de asombro, temor y respeto, mientras se santiguan y se oye una música como de catedral. Si esperan que yo les dé una explicación de por qué ocurren estas cosas tan raras, lo puedo intentar: Alfonso Cuarón se pasó esnifando incienso. Por lo demás, la película es aburridísima. Y los futuros distópicos a media luz llenos de escombros y harapos están ya muy vistos.
7 de diciembre de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El creador de Breaking Bad define su serie en una entrevista como un western. Y, en efecto, está ambientada en la frontera sur de Estados Unidos, la tierra de los pioneros, de los buscadores de oro, aquellos hombres movidos por la fuerza de la ambición y la codicia. Vince Gilligan ha elaborado su parábola cuidadosamente, sin dejar nada al azar. No es casualidad que Walter comience su fortuna en una caravana, ni que esconda su dinero enterrándolo en el suelo del desierto... Por momentos, los narcos que se encuentran y se enfrentan bajo el sol de Nuevo México nos recuerdan a los forajidos de las clásicas películas del oeste. Solo que ahora no van a caballo, sino en coche. Por no faltar, no falta ni el asalto al tren de mercancías.
Tampoco es casualidad que Gus, el aparentemente ejemplar ciudadano que dedica parte de sus ganancias a donaciones altruistas (Rockefeller también lo hacía), utilice como tapadera una cadena de comida rápida. Porque no estamos ante un cuento más de polis buenos y narcos malos, sino ante un relato de la ambición y los negocios sobre los que se edifican las grandes fortunas. Y en ella no está ausente el discurso justificador (“todo lo hago por mi familia”) que a duras penas consigue ocultar la verdad que se esconde detrás y que sale a la luz en el último capítulo.
Entre todos los guiños y sutilezas del guion, que son muchísimos, resulta impagable la imagen de Walter leyendo un ejemplar de Forbes en la consulta del médico.
A un guión magnífico, hay que añadir una puesta en escena irreprochable: la fotografía, el trabajo de los actores, la banda sonora... Todo ello convierte a esta serie, en mi opinión, en una de las mejores de la historia de la TV.
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