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La luz azul

Drama. Fantástico. Intriga Junta es una chica que vive sola en un monte en cuya cumbre brilla una luz azul por las noches. Los habitantes del pueblo, temerosos de esa luz, rechazan a Junta y la tachan de bruja. Sólo un visitante no hace caso de los supersticiosos y decide acercarse a la joven; los dos se sienten mutuamente atraídos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
31 de enero de 2013
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película, en mi opinión, de notable interés aunque escasamente conocida (menos de cien votos en el momento de hacer esta crítica), y, si conocida, condenada de antemano en muchos casos, debido a la filiación ideológica de su directora, Leni Riefensthal, autora de varios documentales de exaltación propagandística del III Reich.

Esta obra es, en todo caso, anterior a su colaboración con los nacional-socialistas, y fruto de una llamativa y un tanto desconcertante asociación con Béla Balázs, destacada figura de la teoría cinematográfica en la Hungría comunista y amigo personal de Gramsci y de Lukács, por ejemplo. (No tengo claro cuál fue realmente el papel de Balázs en la película. Algunas fichas, por ejemplo la de Filmaffinty, lo presentan como codirector, mientras que en otras y en los propios créditos del film aparece simplemente como “colaborador en el guión”.)

El argumento, muy simple, tiene cierta semejanza con un cuento de hadas y, como tantos cuentos populares, presenta evidentes resonancias mitológicas. La protagonista, la heroína, es Junta (interpretada por la propia Riefensthal); personaje manifiestamente marginal, Junta es lo que hoy llamaríamos una outsider, vive en la montaña, fuera de los límites del pueblo, cuyos habitantes la odian e incluso pretenden acabar con su vida. En este sentido la película asume una clara defensa del personalismo (de un individualismo sano, si se quiere) frente al gregarismo homicida de la colectividad masificada. Junta vive en perfecta comunión con la naturaleza, hacia la que manifiesta una actitud que se podría calificar de “mística”: ejemplifica algo así como una abstracta religiosidad cósmica, más o menos próxima a un cierto panteísmo, que la vincula con el antiguo paganismo germánico en el que, ciertamente, también pretendería hundir sus raíces el nazismo. (Por ahí, sin duda, habría que buscar las razones de la admiración que Hitler sentía por la película y que le llevaron a proponer a Riefensthal la realización de sus films de propaganda).

Frente al “naturalismo místico” de Junta, el pueblo, explícitamente asociado con la religión cristiana, exhibe una mentalidad rígida, estrecha y sombría, inclinada a ver fuerzas satánicas en todo aquello que no puede comprender. Para los habitantes del pueblo, incapaces de ver algo más que mineral en la roca o madera en el árbol, la naturaleza sólo puede ser --igual, por cierto, que para la actual mentalidad desarrollista-- “fuente de recursos” generadores de riqueza material. Entre ambos extremos se encuentra el protagonista masculino, Vigo, personaje interesante por su ambigüedad. Vigo es pintor de paisajes, quizá precisamente como actitud sustitutoria, en la medida en que es incapaz de vivirlos, como Junta, de forma real y en profundidad. Habla, muy significativamente, una lengua distinta a la de Junta, lo que hace problemática su comunicación. Tan bienintencionado y bondadoso como intelectualmente miope (sutil ironía que se le ocurra llevar queso como obsequio a un lugar en el que el elemento básico de la alimentación parece ser la leche), pretende redimir al pueblo de su pobreza, pero su acción prometeica --de asombrosa actualidad-- tiene unos resultados espiritualmente catastróficos. Inconsciente de la verdadera naturaleza del templo cósmico en el que Junta vive la sacralidad de su existencia, desencadena el trágico proceso de expoliación y profanación de la montaña, a la que está orgánicamente ligado el destino de Junta.

Los temas simbólicos son diversos y más o menos primarios: la montaña misma en tanto que axis mundi; la luz que brilla en las alturas; la prueba iniciática del ascenso; el laberinto para acceder a su cima que hay que conocer, a riesgo, si no, de un fatal extravío; la cueva, como cripta sagrada en el interior de la montaña-templo; el río que separa los dos mundos; la luz de la luna como reveladora, en la noche de los sentidos, de una realidad superior, etc. Temas, todos ellos, de la mitología universal, presentes en el acervo de todos los pueblos y que Riefensthal teje con sencilla ingenuidad pero también con notable habilidad dramática y, sobre todo, mediante imágenes de una gran fuerza visual.

La historia misma se nos cuenta en un flashback como algo que ocurrió en el pasado. Es cierto que se trata de un pasado más o menos próximo, pero el mero hecho de sacarla del presente refleja ya la voluntad de conferirle una cierta aureola mítica. También merece repararse en el hecho de que la pareja a la que se cuenta la historia son un hombre y una mujer de aspecto enfáticamente “moderno”, que pretenden escalar el pico (llevan cuerdas de escalada) en clara contraposición a la relación orgánica con la montaña que mantenía Junta. Paraíso irremisiblemente perdido, la vinculación mística con la naturaleza ha quedado relegada de manera fatídica al pasado.

Estéticamente, puede percibirse una cierta influencia expresionista en algunos momentos (Lang, Murnau), pero sobre todo hay una fuerte impronta del paisajismo romántico y en particular de Friedrich --su obra había sido redescubierta a principios de siglo, después de décadas de olvido-- en la parte final del film, con algunos encuadres que parecen literalmente sacados de sus cuadros o dibujos.

Ante esta riqueza estética y temática, pretender expropiar a la película de todo valor simplemente por sus fallos de racord --como se puede leer en alguna crítica-- se me antoja algo así como querer ridiculizar la pintura del románico por no obedecer las leyes de la perspectiva.

La película tiene sus limitaciones, sin duda, sobre todo en interpretación y en montaje, pero, aunque puedan ser patentes, me parecen, sin embargo, comparativamente menores. La potencia visual y la belleza deslumbrante de algunas de sus imágenes lo compensan sobradamente y hacen de “La luz azul” un film extraña y singularmente atractivo.
Ludovico
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20 de enero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque ahora pueda parecer una tontería, en la Alemania de la República de Weimar, el género cinematográfico de Montaña se hizo enormemente popular. De este género saldrían precisamente dos figuras estelares como Arnold Fanck, que realizaría varias de estas películas y Leni Riefenstahl , que se inició en origen en la profesión de bailarina y que posteriormente interpretaría los filmes de Fanck. En estos filmes se hacía hincapié en algo que la nación Germana sentía profundamente suyo y que formaba parte de su riqueza cultural. Dichas películas, como indica su nombre, se ambientaban en las Montañas y altos picos, y explotaban la visión romántica del paisaje.Generalmente una lucha entre hombre y naturaleza, en la que ambos acababan por fundirse en un único. Uno de los filmes más exitosos de Fanck fue Der heilige Berg (La Montaña Sagrada, 1926). Este género recibía el nombre de Bergfilme.

Sin embargo, después de pasar por la interpretación, Riefenstahl acabaría por dirigir un filme también dentro de este género, como es Das Blaue Licht (La Luz Azul, 1932). El destino es juguetón, y la cineasta codirigió la película con Béla Balázs, quien se convertiría en un importante teórico marxista. El caso es que La Luz Azul fue un gran éxito de público (y en parte también de crítica) y le abrió definitivamente las puertas a la directora. La película causó furor en el propio Adolf Hitler, quien decidió que la joven Riefenstahl podría encargarse también de dirigir películas sobre su propio partido Nacional-Socialista, y de esta manera es como surgieron filmes como Triumph Des Willens (El Triunfo de la Voluntad, 1935) o Olympia (Olimpíada, 1938). O Al menos así es como lo cuenta Riefenstahl en sus memorias, que dicho sean de paso, se escribieron en parte para separarse del adjetivo que tanto había estigmatizado a la cineasta: Nazi.

Lo cierto es que el mensaje casi panteísta de La Luz Azul sintoniza bastante con lo que sería el pangermanismo Nacional-Socialista posterior. El filme no arranca con la historia convencional, sino que nos presenta la llegada de una pareja turista a un pequeño pueblo. Después de instalarse en un hostal rural, los dos personajes encuentran con un retrato de una mujer, y entonces el filme aprovechará este recurso para realizar una bella elipsis con la que arrancará la película. Todo el filme será pues un Flashback que nos remite a un tiempo anterior en el mismo pueblo y que no retornará a este hilo narrativo hasta el final del filme.

La Luz Azul nos presenta un personaje casi mítico y por supuesto místico, que interpreta la propia Riefenstahl, Junta. Junta no vive con la comunidad rural sino que vive aislada en las montañas. La Luz Azul es un canto a la individualidad de esta muchacha, que es el único personaje que tiene unas virtudes firmes. Vive fundida con la naturaleza al contrario que el pueblo rural. La comunidad aparece descrita por la directora como un grupo supersticioso (en ocasiones asociándolo con la religión cristiana, mostrándonos reiterados planos de un grupo escultórico en madera de la crucifixión[1]) y en líneas generales temeroso y cobarde. De hecho, en más de una ocasión tratan de linchar a Junta. Por otra parte, el personaje del turista, que en un principio se acerca amistosamente a nuestra protagonista, acaba por venderla por avaricia, una vez se ha enterado de las posibilidades económicas de la misteriosa cueva que resplandece con su particular brillo.

Y no resulta extraño viendo la Luz Azul, que el líder del partido Nazi se sintiera atraído, porque el filme despierta sin duda altos sentimientos. La Majestuosidad del filme alcanza cotas elevadas. El Misticismo de Junta y ese canto a la oda de una vida sencilla tuvieron una profunda repercusión en el público alemán del momento.

En el 1932, el cine sonoro ya había hecho su irrupción en el panorama cinematográfico, no sólo norteamericano, sino mundial. Aún así, y a pesar de que el filme no es mudo, La Luz Azul es una película cien por cien visual, que destierra en gran medida los diálogos, que se convierten en un recurso meramente residual. Esto no es malo por sí, sino que dota al filme de una singularidad muy especial. Riefenstahl se explaya en un discurso poético que la lleva a realizar repetidos planos sobre las montañas y la belleza paisajística. El Poder del filme se mantiene en el montaje.

Casi de la misma manera que Caspar David Friedrich nos mostraba a Dios y lo intangible con varias de sus pinturas, La directora realiza el mismo proceso con el paisaje, que cobra una importancia única en la película. Planos de montañas en bruma, paisajes con densas nieblas que atraviesan campos…Lo cierto es que incluso en este discurso Riefenstahl coloca algunas roturas del eje que hacen ciertamente confusa la película (especialmente durante su primera parte) pero que más que restarle valor, le conceden interés a la película. Y es que La Luz Azul no entra al espectador por la vía racional, sino por la sentimental.

[1] Hay que tener en cuenta que la cúpula doctrinaria del partido Nacional-Socialista no profesaba una religión cristiana, sino que reivindicaban un pasado más mítico ligado con un Panteísmo Sincrético.

https://neokunst.wordpress.com/2015/01/20/la-luz-azul-1932/
Kyrios
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30 de octubre de 2009
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante película del poco conocido género de montaña (también llamado bergfilm) que tanta proliferación tuvo en Alemania durante el periodo de entreguerras, promovido sobre todo por la todopoderosa UFA de entonces.

Estamos ante el debut en la dirección de la a la postre célebre Leni Riefenstahl, artífice de dos obras claves de los años ’30 como “El triunfo de la voluntad” y “Olimpiada”.

En el filme que nos ocupa, Riefenstahl también interpreta al personaje protagonista, Junta, una joven que vive al pie de una montaña que trae de cabeza a los habitantes de un pueblo cercano, y es que todas las noches de luna llena una misteriosa luz azul se deja ver a lo alto del monte. Nadie sabe de qué se trata, pero sospechan que la joven Junta tiene algo que ver. Muchos niños, atraídos por la poderosa luz, intentan escalar la escarpada pendiente, sin embargo estos intentos siempre se traducen en despeñamientos que causan la muerte de los jóvenes, cuyas cruces decoran la entrada del pueblo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
seagal4ever
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21 de enero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Das Blaue Licht” (1932) de Béla Balázs & Leni Riefenstahl con Leni Riefenstahl, Mathias Wieman, Beni Führer, Max Holzboer, Martha Mair, Franz Maldacea, entre otros. Película de fantasía y suspense alemana, donde toda la historia está encerrada en un “flashback” sobre una mujer que es marginada por el pueblo por defender una montaña llena de gemas preciosas. El título se traduce como “La Luz Azul” debido a que la protagonista vive en esa montaña, cuya cumbre brilla de luz azul por las noches de Luna Llena, y que los habitantes del pueblo, temerosos, creen que ella es una bruja. Con guión no acreditado de Carl Mayer, basado en una leyenda del mismo nombre, compilada por los hermanos Grimm en 1810, y luego popularizada por los nacionalistas pre-hitlerianos de la década de 1920; se encasilla dentro del “Bergfilm”, algo así como “cine de montaña”, según algunos, es a los alemanes lo que el western a los estadounidenses; donde en un período de tiempo en que un “ethos pangermánico” estaba barriendo el país, era muy probable que el público estuviera familiarizado con la antigua leyenda y, en consecuencia, esperaba que la película lo siguiera de cerca; sin embargo, la película comparte muy poco con la leyenda original; y eso le cobra factura, porque la historia no es muy sólida, divaga por momentos, y en ocasiones uno no sabe en qué lugar de la historia se encuentran los personajes, de ahí no es extraño que haya sido recortada y reditada en múltiples ocasiones. Pero destaca desde lo técnico, siendo una de las primeras películas de sonido filmada completamente en locaciones, innovadora en ese momento, y a pesar del sonido, no abundan los diálogos, ni tampoco son especialmente necesarios, pues lo determinante son las imágenes del espectáculo grandioso de la naturaleza, que tiene relación con la proximidad cronológica y conceptual de la autora con el cine mudo, donde los actores se expresaban mediante la postura y la expresión facial. Por tanto, el filme es pura belleza pictórica, que concierne al tratamiento legendario y místico, de gran belleza en los paisajes naturales, mostrados por las innovaciones derivadas de los intereses etnográficos y antropológicos de la directora, con la hermosísima fotografía, especialmente en relación con los efectos de luz, el empleo equilibrado de los planos y el virtuosismo en el manejo de la cámara, puede parangonarse como las mejores realizaciones alemanas del turbulento periodo de entreguerras. Se dice que la estética de la película, particularmente la descripción de la naturaleza, llamó la atención de Adolf Hitler, y posiblemente contribuyó a su decisión posterior de encargar a Riefenstahl que hiciera películas de propaganda para él. El filme constituye, pues, la deslumbrante presentación de Leni Riefenstahl como realizadora, en donde ella misma encarnó, con notables dotes interpretativas, a la protagonista, que obnubila con su inocente, hermosa y salvaje presencia a todos los demás personajes. Nunca el inicio de la leyenda ha quedado mejor retratado.
RECOMENDADA
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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20 de febrero de 2010
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película interesante. En blanco y negro.

Parece ser que le gustó mucho a los alemanes allá por los años treinta, pero vista hoy en día resulta un plomazo, demasido larga y aburrida. No obstante se descubre en esta película que Leni Riefenstahi prometía técnicamente como directora y no tanto como actriz. Y así fue.

Se trata de un filme interesante, llamativo y digno de verse por ser un clásico en la historia de Alemania y de Europa.

Versa sobre una mujer ("Junta", interpretada por la misma directora Leni Riefenstahi) que vive sola en la montaña, teniendo como vecino a un muchacho pastor. Cuando baja al pueblo no es bien vista, pues la gente la considera una bruja a la que le achacan las muertes por accidente de los aldeanos que suben a la montaña. De hecho tratan de lincharla. Pero ella es inocente, natural, odiada por vivir de forma diferente, aislada y misteriosa.

En fin, para mí son mucho mejores los documentales que la Sra. Riefenstahi hizo en su etapa madura sobre una tribu de negros en África; pero es comprensible, porque aquí estaba en sus inicios como cineasta.
Polifonía
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