Hablan las campanas

Filme en blanco y negro del género religioso y más en concreto cristiano-católico.

Se trata de una película de religiosidad algo dulzona, pero con una cantidad de toques o escenas de humor que te hacen soltar auténticas carcajadas, por ejemplo cuando las dos monjas protagonistas principales interrumpen repetidamente el sueño de su vecino para pedirle que les preste el jeep; o cuando estas mismas monjas reciben una multa por aparcar delante de la Catedral de San Patricio de New York y creyéndolo un papel de propaganda lo rompen en pedacitos ante la sorpresa del policía que extendió la multa; o cuando van a visitar a un rudo y adinerado corredor de apuestas, para solicitarle que les ceda un terrero de su propiedad donde construir una iglesia y no sólo lo ablandan sino que ambas dejan perplejos a todos los ayudantes del mafioso; o cuando una de las monjas se mete en una cancha de tenis a jugar ante la cara atónita de los presentes, etc., etc.

En verdad es una película divertida y encima tiene un mensaje moral importante acerca de que no hay que rendirse cuando te propones metas bien altas en honor de Dios y por el bien de los hombres, por más obstáculos que aparezcan por delante; pues de una manera u otra, el camino se allanará y el Invisible Todopoderoso resolverá a favor de la buena intención.

Tanto la Hermana Margaret de EE.UU. (interpretada por Loretta Young, tan bien que parece que esta actriz hubiese sido monja en algún momento de su vida), como la francesa Hermana Escolástica (Celeste Holm), forman un duo simpatiquísimo que nos conmueven por su animada fe católica, su empeño servicial y su enorme dinamismo capaz de hacerlas ir a ver a quien haga falta, por más inasequible que sea, con tal de lograr la obra de bien que se han propuesto.

En fin, una película de las clásicas donde la religión cristiano-católica era bien puesta, con un mensaje de religiosidad y humanismo que causaba orgullo y motivación a ser personas ejemplares en lugar de viciosos, libertinos o relativistas de todo cuanto existe (esto último es lo que ha sustituido hoy en día en muchas escuelas públicas de España a la tan vituperada clase de Religión).

... / ...

A Bethlehem, en el condado Litchfield de Connecticut, EEUU, han llegado dos monjas provenientes de Francia, las cuales esperan cumplir la promesa de construir un hospital para niños, pues, en plena II Guerra Mundial, en Rouen se les hizo el milagro de salvar a un centenar de niños cuyo hospital se hallaba en medio de los bombardeos. En Bethlehem y siguiendo los datos de una postal, llegan a la modesta residencia de Amelia Potts, una generosa pintora dedicada a hacer cuadros que celebren la navidad… y así comienza su aventura, partiendo de cero, para obtener el terreno y el capital que les permita sacar avante la positiva obra… ¡y claro, siempre habrá quien no esté interesado en que la obra se lleve a cabo!

Podría decirse que, “HABLAN LAS CAMPANAS”, es una película predecible, almibarada, demasiado religiosa, etc., etc., pero si logra verse sin prejuicios, se descubrirá que, en primer lugar, es una estupenda comedia con dos monjas encantadoras, toderas, emprendedoras, tenaces y fuera de lo común, que abrirían camino para todos los filmes de este estilo que se vendrían luego: “Dominique”, “Sor Ye-yé”, “Sister act” …

También es, éste, un ejemplarizante filme sobre el valor de la perseverancia, y de manera muy especial, con escenas que consiguen emocionarnos desde muy adentro, es un prístino ejemplo de la manera como influye el universo para que, los sueños colmados de amor y de buenos propósitos, puedan realizarse.

El filme está lleno de personajes encantadores y siente uno regocijo con la vida, el más puro orgulloso de ser humano... y la grandiosa certeza de que no estamos solos. ¿No es todo esto suficiente para amar una película así?

Además, el director Henry Koster, nos ofrece una puesta en escena de gran belleza visual; la fotografía consigue momentos de un alto nivel pictórico… y en las actuaciones de Loretta Young, Celeste Holm, Elsa Lanchester, Dooley Wilson, y Thomas Gómez, entre otros, abunda la gracia, el encanto, la sensibilidad y la ternura.

Cuando se ha conocido a un buen número de monjas en la vida real, se tiene la sensación de que, las que aquí aparecen -demasiado bellas y hondamente comprometidas-, son pura ficción, pero, también en los conventos de vez en cuando se filtran ángeles… y eso nos hace confiar en que, aquellas, pueden ser reales.

“HABLAN LAS CAMPANAS” te llegará al corazón.

Estupenda propuesta de carácter pío y talante lúdico en el que se combina un entrañable sentido del humor con las exigencias de una trama de notable carga dramática.
La historia está contada con afecto y H. Koster demuestra un magnífico criterio cinematográfico al conducir la historia de un modo amable pero contundente, resolutivo y muy eficaz desde el punto de vista expresivo.
Respeta el toque de ingenuidad argumental recogido en al relato de C.B. Luce y consigue que en la pantalla adquiera, durante toda la proyección, una envidiable capacidad de seducción.
Las interpretaciones de L. Young y de C. Holm son de las que merecen ser recordadas.

La pareja de actrices protagonistas que encarnan a dos enérgicas y vivaces monjas emperradas en construir un hospital para niños en un pueblo de Connecticut son la única y discutible razón para poder disfrutar de esta agradable y empalagosa comedia, blanca y navideña: una siempre afinada Loretta Young y una encantadora Celeste Holm en sus papeles de Sor Margaret y Sor Escolástica. Acompañándolas en su cazurro recorrido, una alocada pintora –excelente, cómo no, Elsa Lanchester-, un mafioso de buen corazón y un compositor de “jingles” para diversificar esta meliflua ensalada de trillados ingredientes, agradables, simpáticos e inofensivos, que no provocan sarpullido y se dejan ver con afecto adormilado y olvidadizo.

Para monjas verdaderamente irritantes les recomiendo, si lo soportan, “Los lirios del valle” (1963) de Ralph Nelson, en la que otro par de monjitas someten a una interminable sesión de tortura a un bienaventurado Sidney Poitier y, de paso, al desprevenido espectador. En sentido totalmente opuesto, para quitarse el mal sabor de boca, podrían deleitarse con una obra maestra de Frank Borzage protagonizada también por una monja “Till we meet again” (1944). Desde luego, las comparaciones en este caso son bochornosas.

Muy bonita película, que mezcla los géneros religioso, melodrama y comedia de forma eficaz, llegando al corazón del espectador de forma segura gracias a sus entrañables personajes, sabia realización de Henry Koster y excelentes interpretaciones (las tres actrices principales estuvieron nominadas al Óscar).
Una cinta llena de amor y cariño hacia los seres humanos, con dos protagonistas inasequibles al desaliento, que luchan denodadamente por conseguir un objetivo positivo pero que chocará contra el egoísmo de ciertas personas que no obstante no podrán contra el corazón puro de las dos hermanas.
Un filme precioso, ejemplar, que emociona y divierte a partes iguales, con buenos diálogos y un ritmo que hace sea en todo momento muy entretenido.
Llena de calidad cinematográfica, estuvo nominada nada menos que a siete Óscars, aunque finalmente no ganara ninguno.
Es difícil destacar algún elemento entre todas sus virtudes, pero, amén de su positivo mensaje, Loretta Young destaca, no solamente por su soberbia interpretación, sino por lo bellísima que es.
Película recomendable, que ha resistido perfectamente el paso del tiempo al mostrar sentimientos universales que no caducan.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/