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Akage (Red Lion)

Acción. Drama. Comedia En la época de decadencia del shogunato de los Tokugawa, el emperador enviaba tropas a los pueblos para liberar a los siervos del Shogun. Gonzo, un soldado que formaba parte de esas tropas, tras llegar a las cercanías de su pueblo, decide adelantarse y hacerse pasar por el capitán para difundir un mensaje. Pero en el pueblo tendrá que lidiar con los comerciantes corruptos y el actual administrador jefe. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
19 de abril de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los tiempos de la restauración imperial, los nuevos poderes se aprovechan de las tropas organizadas por civiles para allanarses el terreno en los pueblos campesinos, prometiendo reducciones de impuestos y la eliminación de las deudas. Mifune "El León Rojo" es un alocado e idealista componente de las tropas populares de Sekiho, que ilusionado solicita a sus superiores el poder encargarse de difundir la buena nueva en su pueblo natal, con el honorable objetivo de liberar a la gente y presumir de peluca.

Es increíble como un tristísimo episodio de la historia de Japón puede dar lugar a una comedia tan animada, y a la vez no perder ese hálito de la tragedia que realmente fue. Mucha culpa la tiene Mifune, que, como siempre, lo borda. Red Lion es ingenuo, tartamudo, de origen humilde y demasiado idealista para entender la realidad. Pero es tan valiente y tan pasional que nada de ésto tiene importancia.

Acompañándolo tenemos una serie de personajes que conviven en el pueblo a cada cual más delirante. Desde los caciques de toda la vida que no saben a qué atenerse con esto de la restauración, hasta un joven y revolucionario carterista que sabe contar en inglés, sin olvidarnos de las mujeres del pueblo, cada cual mejor, o el mercenario Hanzo.

En fin, una gran película, una gran comedia, un gran drama y una lección de historia, te guste o no el género de samurais. Es casi un relato atemporal que se repite con los años y en todas partes. Para ver con la sonrisa en los labios, el lacrimal humedecido y, si puede ser, con una gran peluca roja.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tomi Verceti
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26 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Akage (Red Lion)" es Gonzo, un campesino analfabeto y tartamudo que perdió su finca a causa de los impuestos y que tuvo que enrolarse en una unidad formada por campesinos del gran ejército rebelde que marcha sobre Edo en 1867-68. Su unidad precede al ejército principal y tiene como objetivo evitar la oposición de las poblaciones por las que pasan explicando los objetivos de la revuelta (restauración del emperador al poder, una sociedad de iguales, impuestos reducidos y condonación de préstamos), y tienen tanto éxito que el ejército principal ha podido avanzar sin oposición. Cuando se acercan al pueblo natal de Gonzo éste consigue persuadir a su comandante para que lo deje entrar solo portando en su cabeza la espectacular melena roja atributo de la comandancia. Una vez dentro, nuestro protagonista se reencuentra con su pueblo que está empobrecido y dominado por un funcionario débil y corrupto, y va a tener muchas dificultades para hacerse respetar por sus paisanos y hacerles comprender la nueva situación política.

La historia y el personaje son ficticios pero están basados en una época y unos hechos que ocurrieron realmente. Una de las escenas más memorables del film es cuando tiene lugar el baile de celebración o "eijanaika" y que recuerda a lo acaecido en Kioto en 1867 cuando los ciudadanos entraron en una especie de locura masiva y llenaron las calles coreando "eijanaika", uno de esos términos intraducibles que significa algo así como "¿A quién le importa?" o "Nada importa" o "Todo vale", porque el mundo está llegando a su fin. Hubo bailes, cantos, orgías de amor libre, etc, eventualmente reprimidas por el gobierno, pero los arrebatos siguieron apareciendo en todo Japón durante el año siguiente. Aparentemente, ésta es la primera mención cinematográfica de ese fenómeno, aunque sería el tema central de una película posterior de Imamura ("Eijanaika",1981); aquí se usa para enmarcar la historia de Gonzo, una historia que solo podría suceder cuando el mundo entero se pone patas arriba.

"Akage" es una tragicomedia difícil de clasificar. Por simplificar un poco se podría definir como una mezcla de spaguetti western, Kurosawa y John Ford e incluso me recuerda a "El Gatopardo" cuando dice aquello de "Cambiarlo todo para que no cambie nada".
Está contada con mucho humor y resulta muy divertida por momentos pese a tratar temas muy serios y más profundos de lo que en principio pueda parecer. A ello contribuye naturalmente la genial composición que del personaje principal hace un soberbio Toshiro Mifune acompañado de toda una galería de secundarios maravillosos.

Por ponerle un pero, en el film hay una subtrama protagonizada por una unidad del ejército comandada por Jitsuko Yoshimura (en una de sus últimas apariciones en pantalla) bastante confusa y que no aporta nada relevante a la historia.

Para mi ha sido una gran sorpresa conocer a Kihachi Okamoto, un director japonés totalmente desconocido al que he descubierto gracias a "Samurai Assassin" (1965), otro film sumamente interesante anterior a este que comentamos ahora.
Marius
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1 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuanto al argumento, remito a la síntesis de Filmaffinity. En lo que atañe a los aspectos propiamente fílmicos, puede destacarse la línea en tono de comedia que serpentea a lo largo de todo el film, que le confiere un aura de frescura que resulta muy bienvenido, en una película en la que predomina la acción casi trepidante. Es muy resaltable también el aporte carismático de la mano del actor protagónico, Toshiro Mifune, cuyo papel de líder está simbólicamente encuadrado en la peluca que da origen al epígrafe, el susodicho "León Rojo" que le abrirá en principio las puertas en el carácter de representante del monarca, artista bien conocido en el área del cine nipón. Se trata de batallas añejas de tinte militar, no acción del venero de las artes marciales, abundantes en el Oriente. Por el ritmo bastante fluido y los perfiles antes aludidos, pienso que el film resulta aceptable, sin tampoco asumir que se trata de una película de otro planeta, por lo menos en opinión de quien suscribe la presente.
elneon
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13 de febrero de 2021
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Hay muchos directores japoneses que no han llegado a ser tan conocidos, ni en su momento ni aún hoy, más allá de las fronteras de su país. Hoy toca teclear sobre Kihachi Okamoto, cuya filmografía no ha trascendido demasiado excepto probablemente por aquella espada casi poseída por el mal de Tatsuya Nakadai. Vale la pena detenerse e investigar, si se es afín al cine japonés y especialmente al ambientado en sus distintas etapas de la época feudal.

Lo interesante de "Akage (Red Lion)" es su particular punto de vista a ras de suelo, más que a lomos de un caballo, es decir, se trata de una historia que tiene mucho más en cuenta la visión del campesino, del harapiento, del que pasa hambre, ahogado por las deudas de los impuestos y condenado a permanecer siendo siempre un explotado. Hay muchas películas de guerreros, de jinetes esplendorosos, de samuráis y de heroicos combates. "Akage (Red Lion)", con un Mifune a la altura, aborda la crisis de un teórico cambio de sistema gubernamental desde el punto de vista de la clase inferior campesina.

De ahí nacieron los bailes espontáneos con exclamaciones del tipo "Eijanaika" que vemos en la película y que suponen una explosión colectiva de emociones, expresión intraducible que repiten bailando y es una respuesta grupal ante un inminente cambio de paradigma político. Estará por ver si hay cambios o no, y ahí entra el bufón Mifune, que abandera un humor que puede que no sea muy acertado del todo, pero no cabe duda que sus intenciones son honestas. Pasar de la comedia al drama nunca fue fácil para nadie, creo que ese contraste está bien medido por Kihachi Okamoto.

En sus casi dos horas de película hay tiempo de perderse entre enemigos, katanas, lamentables disparos que avecinan el cambio de época y acaban con la tradicional lucha y sobre todo, una peluca roja, ahora sí, excelente símbolo de un personaje puesto ante las cámaras para darlo todo. Vale la pena pues desviarse de los directores más célebres. "Akage (Red Lion)" es buen cine porque logra emocionar con cosas como ver esos bailes que podrían resultarnos absurdos, de la clase baja, que están hartos y que luchan por tener una mejor vida.
Luisito
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6 de agosto de 2022
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El Gobierno se está viniendo abajo y un nuevo orden empieza a hacerse eco en todos los rincones de esa tierra aislada del Mundo que es Japón. Llega la restauración Meiji.
Un hombre difundirá dicho mensaje en un lugar recóndito para establecer la justicia y desterrar la crueldad y la corrupción...

Él es Toshiro Mifune en uno de sus papeles más peculiares dentro del cine que le encumbró; se encuentra en un momento, finales de los años '60, en que arriesga su propio dinero en producciones carísimas, con elencos estelares y lo más importante, haciendo gala de unas ideologías bastante conservadoras. Su desviación en la también monumental "Akage" está relacionada con haber contratado a su buen amigo Kihachi Okamoto para recrear una situación histórica tan delicada como fue el alzamiento contra la casta Tokugawa y la llamada a la restauración del poder del emperador.
Plenas Guerras Boshin, en 1.868, donde ganó especial atención la facción Sekihotai, que prometió la irrealizable relajación de los impuestos a las clases pobres, sólo para, poco después, verse traicionados por los mismos que les empujaron a defender el sentimiento anti-shogun; el ficticio Gonzo destaca entre el acartonado cuadro de militares con una excentricidad delirante que aporta Mifune y que bien recuerda al Kikuchiyo de "Los Siete Samuráis", compartiendo sus raíces campesinas, maneras bufonescas y sueños de grandeza de poder convertirse en un auténtico samurái. Así, luciendo la peluca roja de los Sekihotai, se adentra en su aldea natal pretendiéndose un guerrero del nuevo imperio.

Los vientos de cambio que quiere anunciar este grotesco personaje de tebeo se topan con una realidad sucia y terrible, ya que, como le sucede a todo el país, Sawando se halla bajo el dominio de los clásicos caciques y señores que avasallan con violencia por tierras y dinero; los campesinos son esclavos incapaz de revelarse. Pese a su interpretación rocambolesca, Mifune vuelve a esos héroes bondadosos, nobles, idealistas y unificadores a los que ya se acostumbró encarnar (sin ir más lejos, al Yamamoto de la rodada ese mismo año "Samurai Banners"). Okamoto, sin embargo y como es habitual, se esmera en despojar de todo honor y gloria a un escenario y acontecimiento histórico moralmente reprochable.
Hiroshi Ueda y el operador Takao Saito componen este pueblo a partir de colores terrosos y una atmósfera de calor sofocante y tragedia, si bien el director nunca abandona los desvíos al humor que caracterizaron su obra. Gonzo toma parte, cual Zatoichi (si bien el masajista evitaba inmiscuirse en situaciones violentas ajenas, al contrario que él) en las vidas de todos los lugareños e impartirá justicia contra los villanos que las amenazan desde las tinieblas (en especial el magistrado Kamio), un enorme mosaico de personajes secundarios carismáticos, ricos en detalles, algunos de vena muy dramática y otros esbozados desde la caricatura...

Entre un carterista de Edo lleno de desparpajo (genial Minori Terada), una valerosa prostituta (inmejorable Nobuko Otowa) y una reencontrada amada (Shima Iwashita en un papel con muchas sombras) que había sido maltratada por uno de los repulsivos caciques, el pueblo (en una línea similar a "Yojimbo") se divide en dos: el pequeño grupo de éstos, viles codiciosos que tanto más les da el cambio de gobierno si el beneficio está de su lado, y los ejércitos formados por jóvenes contestatarios dispuestos a barrer a los anteriores y promulgar la era de los campesinos, precisamente como está sucediendo a nivel nacional en ese momento.
Okamoto tiene esa facilidad innata para atraparnos en una maraña de conspiraciones, traiciones, tragedias románticas y luchas por el territorio, encadenando las situaciones de tal forma que los actos de los poderosos siempre obstaculizan las maniobras de prosperidad y unificación de Gonzo y sus seguidores, los mismos que antes le consideraban un inútil sin remedio. Y mientras el guión se recrea en el nihilismo para derribar las esperanzas y sueños de las pobres gentes (Kamio no cesa en usar el descrédito contra el protagonista para manipularles y "hacerles entrar en razón"), un ronin se infiltra en este argumento de multiperspectivas y subtramas que de vez en cuando se estanca en un tedio insoportable, pese a su ritmo.

Divertido, socarrón y llevado por el mero cinismo, el Hanzo de Etsushi Takahashi es un derivado de la costilla de Sanjuro, que deambula y hace el vago sin desear tomar parte en el gran conflicto político de Sawando salvo si puede obtener algún beneficio con ello; este personaje, de todas formas, es la única respuesta coherente y sensata al idealismo ciego al que se acoge Gonzo, incluso después de descubrir la traición del ejército imperial contra sus aliados Sekihotai, y a los sueños imposibles de los campesinos y muchachos del clan Somo. Para Hanzo, como para la madre del anterior, ni la situación de los pobres mejorará, ni los poderosos se extinguirán, ni el cambio político supondrá un verdadero cambio social.
Es lo mismo que por desgracia sigue sucediendo en nuestros días: no importa si el símbolo de la bandera de un gobierno o el emblema de un partido se reemplaza por otro, eso sólo es un símbolo; el sino de las clases bajas es estar dominados siempre por tiranos. Okamoto plantea esta demolición del idealismo de una manera mucho más agria de lo que quizás el espectador pudiera haber imaginado, sobre todo teniendo en cuenta el destino que le aguarda al protagonista, quien pese a estar en el centro de la tormenta de conspiraciones nunca llega a ser consciente de nada en absoluto, sólo es uno más de la masa manipulada...

Aquél redondea su discurso y profundo trato de personajes con enormes secuencias de acción y aventuras y algunos duelos de una anormal violencia gráfica, algo para lo que siempre ha demostrado gran habilidad: su técnica formal a la hora de componer la estética y el atractivo aspecto visual de sus obras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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