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Los condenados no lloran

Cine negro. Drama En un mundo dominado por los hombres, Ethel Whitehead aprende que para sobrevivir sólo hay un camino: ser seductora y, a la vez, poseer un fuerte carácter. Es así como Ethel decide escalar puestos en la sociedad a través de relaciones interesadas con el sexo opuesto. Algunos de esos hombres la aman, otros la usan; y uno – despilfarrador y chantajista- abusa de ella. Cuando éste asesina a su rival en la suntuosa sala de estar de Ethel, ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
5 de enero de 2008
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Vincent Sherman. El guión, de Harold Medford y Jerome Weidman, desarrolla un argumento ("Case History") de Gertrude Walker. Se rueda en exteriores de Palm Springs (CA) y en los Warner Studios (Burbank, CA). Producido por Jerry Wald para la Warner, se estrena el 7-V-1950 (EEUU).

La acción tiene lugar en Desert Springs, Palm Springs y otras localidades de la costa del Oeste, y en NYC, en 1948/49. Tras la muerte del hijo en accidente de circulación, Ethel Witehead (Crawford), de unos 30 años, deja al marido y a los padres y se va sola a NY con deseos de triunfar economicamente y socialmente.

El film es una obra de cine negro y de gángsters, con elementos melodramáticos. Es el primero de una serie de tres consecutivos que Crawford rueda para la Warner a las órdenes de Vincent Sherman. Los otros dos son "La envidiosa" (1950) y "Adiós, mi amor" (1951). Sherman es un artesano, en general poco brillante, que con Crawford consigue realizar un buen trabajo, en especial en la cinta que nos ocupa. La actriz tenía 46 años al concluir el rodaje del film, en el que hace el papel de muchacha de unos 30. El exceso de edad no perjudica la cinta, pese a no pasar inadvertido. Uno de los puntos fuertes de la obra es el guión, escrito con brío e intensidad. Aporta unos diálogos ágiles, rotundos y contundentes, que se combinan bien con el fuerte ritmo que Sherman impone al relato. La construcción de los personajes, en especial el de Ethel, es acertada en complejidad y riqueza de matices. El segundo punto fuerte del film viene dado por la notable interpretación de Crawford, acompañada de las intervenciones destacadas de tres actores (David Brian, Key Smtih y Steve Cochran), que acababan de rodar "Al rojo vivo" (Walsh, 1949). Crawford trasmite al personaje de Ethel el tono de desmesura, amargura y vulnerabilidad que corresponde. La narración se desarrolla mediante un largo flashback, como es habitual en cine negro. El argumento se inspira en la vida real del gángster Benjamin "Bugsy" Siegel y de su amante Virginia Hills. La obra está puesta al servicio del lucimiento de la actriz. El film no constituye una instancia a favor de la igualdad de la mujer: reitera los estereotipos de inferioridad, sumisión y dependencia. El título está tomado de "A Electra le sienta bien el luto"/"Mourning becomes Electra" (1931), de Eugene O'Neill. Un hermano le dice a su hermana: "No llores ... Los condenados no lloran".

La música, de Daniele Amfitheatrof ("Los sobornados", Lang, 1953) y Max Steiner (no acreditado), aporta pasajes oscuros y de tensión y crea climas inquietantes, ajustados al sentido de la acción. La fotografía, de Ted D. McCord ("Al este del Edén", Kazan, 1955), recrea en interiores los ambientes oscuros del cine negro, que contrasta con luminosas tomas exteriores al aire libre. Abundan los primeros planos de la protagonista, que tratan de penetrar en su atormentado mundo interior.
Miquel
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25 de agosto de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenido pero no demasiado convincente film noir, competentemente dirigido por Vincent Sherman, autor de unas cuantas estupendas películas.
En este caso, no, en este caso no aporta demasiado a este simpático género, donde tantas obras maestras hay en la filmografía de todo el mundo.
Este film en concreto se beneficia de la presencia de la gran Crawford, en un personaje al que volvería en otros filmes posteriores, como "Una mujer peligrosa", donde por cierto repetiría con David Brian, este en un papel prácticamente calcado No es exactamente igual, pero se le parece mucho en perfil psicológico, en ademanes e incluso en algunos diálogos.
Hay mucha palabrería, poca acción, una intriga que se escora demasiado en el melodrama, y lo que menos me ha convencido a mi es cómo afronta las situaciones la protagonista. En realidad es una egoísta de tomo y lomo, además de cobarde para afrontar la dureza de la vida, e incluso la posibilidad de ser feliz en el futuro, pero el final, en este sentido, es un poco contrasentido.
En fin, que uno/a no se lo pasa nada mal viéndola, sobre todo por sus intérpretes, algunos de ellos aún jóvenes aquí, con sus primeros papeles de enjundia, y que más tarde serían protagonistas, aunque fueran en series Bs (Steve Cochran, Richard Egan, Ken Smith...). Lo que sucede es que es fácilmente olvidable al no tener ninguna escena que se recuerde, tal es su medianía, aunque digna y honesta, claro.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/
Constancio
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21 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una larga retrospectiva, cargada de momentos intensos, da cobijo a un argumento que muestra mil facetas de hondo calado relacionadas con el hampa.
El relato -G. Walker- es rotundo, la narrativa tiende a esa apariencia coriácea del buen cine negro y los personajes poseen una fina caracterización psicológica de manera que se asemejan mucho a los de la vida real.
El guión es magnífico, el pulso narrativo del director -V. Sherman- denota prestancia, evidencia gran soltura y, como tantas veces, la interpretación de J. Crawford -como la del resto del elenco- raya a gran altura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ABSENTA
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12 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eres la posición que detentas. Cuanto más dinero posees, se acrecienta la sensación de dominio sobre la vida, porque dispones de más poder (si afrontas que debes asumir que cualquier medio es válido y que los demás se convertirán en piezas útiles o prescindibles para tu ascensión a la cumbre). Es con lo que se confrontará Ethel (Joan Crawford), en esta feroz radiografía o disección de los sórdidos engranajes tras los rótulos del sueño americano (o los mecanismos del depredador capitalismo), en Los condenados no lloran (Damned don't cry, 1950), de Vincent Sherman, un incisivo recorrido sobre las diversas posiciones en la escala de poder económico, que se condensa en el trayecto de relaciones de Ethel en su ascensión a las poltronas de los poderosos (del señor del castillo): Roy (Richard Egan), el obrero, Martin (Kent Smith), el contable, y Castleman (David Brian), el empresario (castleman: hombre del castillo), o reformulación de los pretéritos gangsters en un nuevo híbrido que fusiona la legalidad y la delincuencia ya en un mismo tipo ( y así desde entonces), alguien consciente de que los instrumentos para imponerse no deben ser las armas, como aún pone en práctica el aspirante a su trono, Nick (Steve Cochran), sino las retorcidas pero hábiles maniobras de un buen contable (aunque no deja de ser una máscara; tampoco dudará en utilizar las maniobras violentas directas cuando resulta necesario).

Pero antes de desvelar este trayecto se planteará el relato en forma de incognita, a través de un cautivador inicio (formidable el guion de Harold Medford y Jerome Weidman, que adaptan el relato de Gertrude Walker, inspirado en la relación entre Bugsy Siegel y Virgina HIll): Dos figuras a las que no vemos el rostro lanzan un cadáver por un terraplén en el desierto; la policía investiga en la mansión del asesinado, aunque permanezca aún en incógnita su identidad para nosotros, y en unas de sus películas caseras descubren a Loran Hansen Forbes (Crawford), pero cuando investigan sobre esta supuesta y popular rica heredera del negocio del petróleo descubren que nunca ha declarado a Hacienda y que se desconoce su pasado. ¿Quién era esta mujer que ha desaparecido? Solo parece existir en los dos últimos años. Tras esa imagen de éxito se esconde el trayecto de una ascensión, el de Ethel, una mujer que discutía con su marido, Roy, por mirar cada centavo que gastaban. En cambio, ella prefería alimentar las ilusiones de su hijo, comprándole una bicicleta, pese a sus precariedades (por lo tanto, la vida como perspectiva permanente de restricción y la necesidad de quebrar unos límites o la necesidad de que la vida sea como uno quiere que sea). Pero no se puede controlar ni dominar la vida, y la tragedía atropella a su hijo montando su ilusión en forma de bicicleta. Ethel se revuelve contra su condición, y decide romper con esa vida que es más bien un sumidero de carencias, de la que ella era cautiva porque tenía un hijo. Se es la posición que se detenta, y en ese pueblo perdido, es (se siente) nada. Y siente que su futuro será como su presente. Resulta dificil vivir allí, pero lo es más poder salir, escapar. Ethel lo hace. Y juega bien sus cartas, con decisión, y habilidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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21 de mayo de 2023
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Es una actriz fuera de serie, maravillosa. Con un empaque clásico, con una forma de moverse, de caminar, de mirar...
El actor masculino es David Brian, uno más de entre los varios que había.
He leído en una crítica que la película se inspira en la biografía de Bugsy Siegel, el mafioso que organizó el juego en EE.UU.
Me ha gustado mucho la cinta. Es el tipo de director que sabe hacer buen cine sin demasiados argumentos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ÁAD
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