El caso de Calvin Willis (TV)

Valga la idea de querer trasladar a la televisión la vida tormentosa de un hombre de color mal acusado de violación de menores, el resto queda en un enorme DEBE, porque es difícil pasar por alto las, enormes, patinadas que sufre el producto.

En principio, porque a pesar de ser un producto televisivo son demasiado evidentes los cabos sueltos, las historias mal desarrolladas. Si la idea se hubiese centrado en la suerte del prisionero, pues vale, pero no, tenemos sin ninguna necesidad la historia personal de la prota para justificar su compromiso en el caso, como si el hecho de ser pasante de abogada no fuera una buen motivo "per sé".

Luego, las enormes limitaciones a la hora de filmar la propuesta: elipsis hasta el infinito para separar secuencias que duran cinco minutos cada una, y que sea para televisión no la redime porque eso evidencia una carencia terrible para lograr cualquier tipo de fluidez narrativa.

Finalmente, las actuaciones: no es que sean malas, es que están conscientemente acartonadas, tanto en reacción (siempre lo mismo, alguien se rehusa, alguien recapacita y cede con una sonrisa o expresión de estupor final) como en resolución de una secuencia (enfrentamiento, gritos, calma chicha y desenlace). La obra toma una secuencia, le cambia los nombres y el lugar y las repite hasta el infinito.
La salva el ritmo, pero definitivamente es muy poco.

Cierto es que esperaba menos de esta nueva cinta de Tom McLoughlin, considerando este modelo de metrajes muy sobrados en el ámbito de su género.
Una historia real bien tratada sobre el pobre devenir de un joven afro-americano recluido de forma ilícita durante gran parte de su existencia y la fuerza y coraje de una joven pasante que hará lo que no está escrito para ayudarle e intentar que se haga justicia.
El filme entretiene y la historia está aceptablemente contada, no obstante, no olvidemos que dicha cinta no pasó por las salas comerciales, acabando directamente al formato dvd y probablemente a corto plazo por la pequeña pantalla. Muy apta para acomodarse en el trono del salón y disfrutar de la misma.

El caso judicial que veremos en esta película es re-que-te-sa-bi-do; en lo esencial, se parece a los que hemos visto ya en diferentes películas (“Matar a un ruiseñor”, “Intruder in the dust”, “True crime”…) y a los que hemos leído en diferentes medios (revistas, periódicos, internet). La historia es igualmente predecible: sabemos que, al final, el condenado será absuelto y que la abogada de turno se llevará todos los honores.

Entonces, ¿Por qué vale la pena ver “EL CASO DE CALVIN WILLIS”? ¿Qué ofrece de novedoso que nos haga sentir interesados? ¿Cuál es su verdadero sentido?

Creo que vale la pena verlo porque, al partir de otro caso de la vida real, de nuevo nos da cuenta del sinnúmero de hechos en que las minorías raciales son víctimas de una justicia parcializada, racista y negligente, y porque tenemos que insistir hasta que llegue, el feliz y sensato día, en que los hombres sean juzgados en igualdad de condiciones, sin distingos de raza, cultura o religión. También creo que justifica verla, porque demuestra, con un caso bastante singular, como la perseverancia al final siempre triunfa, sobre todo cuando se tiene fe plena en la causa que se defiende. La lucha de Janet ‘Prissy’ Gregory, la asistente legal que persistiera, ¡por casi dos décadas!, en defender a un hombre acusado de violación y lesiones personales, es ejemplar y la hace digna de los más altos reconocimientos.

Quizás fue el hecho de que, ¡también ella!, hubiese sido violada en la adolescencia, lo que la llevó a perseverar en este caso que le daba la oportunidad de meter en la cárcel a otro violador, o puede ser que sintiera tanta fe en su defendido, que no estuvo dispuesta a permitir que otro hombre inocente siguiera pagando por un hecho que no cometió, pero, en cualquier caso, su actitud es especial y da clara cuenta de los resultados de la perseverancia. ¡No desfallecer, no rendirse jamás! es la lección que queda para siempre.

En este sentido, el personaje de la señora Neralvil Newton, madre del condenado, es conmovedor y maravilloso, pues su fe en Dios y en la inocencia de su hijo, la llevan a persistir y a comprometerse, de tal manera, que conseguirá sacarnos lágrimas de emoción. Y el hecho de que, el director Tom McLoughin, matice al personaje de Calvin, mostrándolo con sus improcedencias, flaquezas e intemperancias, da verosimilitud a un personaje al que hemos de valorar por otras actitudes y circunstancias.

El filme resulta humano hasta la médula y esto es lo novedoso que podemos encontrar en su significativa historia. Y en cuanto a su sentido, “EL CASO DE CALVIN WILLIS”, deja en claro que, sigue siendo necesario depurar el sistema de justicia y expulsar de la institución a sus más rancios y obtusos representantes, porque son ellos los que, en gran parte, retardan la evolución humana.

Como en “Smilla”, Julia Ormond vuelve a demostrar pasión y una gran emotividad defendiendo “una causa perdida”; Mahershala Ali, con un alto carisma como el hombre al que le ha tocado el turno de padecer los atropellos de la “justicia” humana; y Tonea Stewart, maravillosa como la mamá de corazón indeclinable.

He vuelto a preguntarme: ¿Qué clase de justicia es aquella que sirve a unos mientras ignora a otros?

Título para Latinoamérica: “EL HOMBRE TRAS LAS REJAS”

Recientemente se juzgaba a 3 chicos en Las Palmas por acabar con la vida de otro a la salida de una discoteca, simplemente, por no darle a uno de ellos dinero para el autobús. Según el forense, de dos patadas le sacaron la cabeza del sitio, los testigos presentes, lo describían como un sonido seco y un crujido, refiriéndose al golpe recibido. Han sido declarados culpables y el fiscal pide 20 años por dicho delito. Y es aquí donde quiero hacer hincapié, Iván Robaina, hijo único... no va a volver, aunque estos salvajes cumplan íntegra la condena, aunque sufran de lo lindo durante cada día de los próximos 20 años, porque no los cumplirán, segurísimo. ¡¡¡ Qué barato es matar a una persona !!! Y qué fácil es reducir los años de condena.

Pues esta peli es un caso contrario, pero muy parecido. Calvin Willis es un chico negro, casado y con dos hijos, al cual culpan por una violación que no cometió. Donde el procedimiento judicial de la época lo condenó sin posibilidad de defensa a pasar 20 años, sí, repito 20 años... precisamente los que no pasarán la escoria antes mencionada, por algo de lo que era realmente inocente. No había ninguna prueba firme, concluyente y que lo identificara claramente como el autor de los hechos imputados. Todo fue obra de un proceso acelerado y a ojo. ¿ Saben lo que perdió durante esos 20 años ?

No solo la libertad, disfrutar de lo maravilloso de la vida en la calle. Perdió el privilegio de ver crecer a sus hijos y convertirse en adultos, una esposa maravillosa, la cual terminó buscando a otro hombre y reiniciando una nueva vida. ¿ Por qué ? Pues porque desgraciadamente la justicia no siempre acierta y termina condenando a los culpables, sino que a veces, y gracias a Dios que son menos, arruinan la vida a un inocente, mientras crean leyes para reducir condenas a los culpables.

Si quieren sacar toda la rabia de esta injusticia... pasen y vean.

¿Qué hacer cuando las pruebas, aparentemente, te acusan aún siendo inocente? Sientes una sensación de impotencia y frustración que te corroe.
La película nos presenta un hecho real, uno de tantos casos, en el que se declara culpable a un inocente y lo encarcelan, y a la lucha de una tenaz pasante de abogado por descubrir la verdad y conseguir que sea liberado.