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Estaba en casa, pero...

Drama Historia sobre un niño de 13 años, que desaparece de casa sin dejar rastro durante una semana, conmocionado por la muerte de su padre, para regresar luego al hogar intrigando a su madre y maestros con su comportamiento. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
5 de septiembre de 2020
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película empieza como un documental sobre los Trotamúsicos, 30 años después. La vida les ha tratado mal. Koky y Burlón han muerto por la lacra de la droga y Lupo y Tonto viven en la indigencia, okupando un masía abandonada en las afueras de Bremen. Los días que hay suerte el viejo Lupo caza alguna presa y tienen para comer. Tonto mira a cámara y nos acusa silenciosamente. ¿Cómo pudimos olvidarles?

Esto son los primeros minutos y más allá de ellos no me he enterado de casi nada. Los Trotamúsicos desaparecen de escena y aparecen seres humanos. Personajes reiterativos: una madre al borde de un ataque de nervios y sus dos hijos, Franz Rogowski y su pareja, un tipo con laringófono y alguno más. Las escenas se suceden como en una peli de Roy Andersson en versión más críptica si cabe. En las escenas que hay suerte, se extrae algo de sustento para el pensamiento y la vigilia. Los de la fila de atrás se lo toman a cachondeo, normalmente me molestaría pero esta vez es difícil de reprochar.

Esta peli tiene buenas críticas así que probablemente me falta la actitud o herramientas necesarias para disfrutarla. ¿Quizás conocimientos de teatro? Hay cuatro o cinco escenas interminables con los niños representando Hamlet en el colegio. ¿Quizás conocimientos de coreografía? En alguna escena bailan y en otras se mueven de forma sospechosa. ¿Quizás conocimientos sobre algo que ni sé que existe? ¿Quizás desprenderse de todo conocimiento? Bueno, al menos sirvió para hacerse unas preguntillas.

En conjunto, solo puedo recomendarla por si acaso tenéis más suerte y me la explicáis.

Gustará a: fanáticos del absurdo, genios incomprendidos, estudiosos de Shakespeare
No gustará a: conejos, vendedores de bicis por Wallapop, meñiques
eristuff
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19 de noviembre de 2019
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ángela Schanelec es una directora perteneciente a la Escuela de Berlín. Amante del cine de Bresson, las escenas iniciales de su película no solo le brindan su homenaje sino también establecen el tipo de cine que vamos a ver.
La película de Schanelec resulta algo caótica pero sin lugar a dudas es un film sustancial. Requiere paciencia y análisis por parte del espectador. Después de un prólogo muy bressoniano, comienza el verdadero desarrollo del film en el cual una mujer, madre de dos hijos adolescentes, es abandonada por su marido y debe hacerse cargo de todo el ámbito familiar. Su crisis existencial es inocultable y comienza a cuestionarse todo lo que la rodea, lo que la coloca incluso al borde del ataque de nervios. Su carácter se vuelve inestable y explosivo.
Film irregular pero muy interesante, descuella Maren Eggert como Astrid, la madre de los niños que, con su despliegue de recursos actorales, vuelve muy convincente esa crisis familiar de la que se hace cargo su personaje. Las escenas iniciales y finales del film muestran también un estado de vida salvaje que se traslada a la vida misma de las personas transformando al film como una metáfora del círculo de la vida.
Charly Barny
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26 de septiembre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que ridiculiza a la industria del cine. Su pretenciosidad parece no tener límites: sus primeros planos (los del comienzo) son un ejemplo de lo que encontraremos a posteriori. Nada conduce a ningún sitio y, ni siquiera es poderosa estéticamente. No sé dónde se halla la complejidad que escriben algunos críticos, quizás en ellos mismos. Yo aquí solo veo una mala película, incomprensible, fingida, inverosímil... Todavía no sé qué me quiere contar, y lo peor (lo mejor) es que ni siquiera me importa. Un experimento realizado por un director sin talento para crear empatía.
gpiqueras
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3 de septiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
*¿Incomprensible o fascinante?

Una de las grandes sorpresas del Festival de Cine de Berlín fue Estaba en casa, pero…, la última propuesta de la realizadora Angela Schanelec. Desde el principio, el guion se va deshojando en una historia que no busca tener una coherencia fácil, ni aportar un relato que siga una estructura accesible. Por lo cual, habrá muchos momentos en los que la audiencia no sabrá muy bien sobre qué está hablando el film. A pesar de ello, el libreto sigue en consonancia a lo largo de todo la cinta, por lo que sienta las bases de su propio universo interno. También hay que remarcar que, pese a ese influjo de confusión continua, hay pinceladas muy naturales sobre las vivencias y la psique de las situaciones que se exponen. De esta forma, puede que no se entienda la problemática, pero sí el dolor emocional.

Al igual que la propia trama del film, los personajes se han dibujado con una complejidad impactante. Mientras que se puede ver las consecuencias de la pérdida en la madre, por otra parte, se ve cómo se revuelven los personajes ante una situación fuera de lo común. Además, también se lanza a la metahistoria, al representar las palabras de “Hamlet”, de William Shakespeare durante varias secuencias de la película. A pesar de no establecer un símil claro entre ambas historias, se puede sacar un significado realmente interesante acerca de la marcha, de la angustia, de la locura y hasta de lo humorístico. En consecuencia, tanto las situaciones que se propician, como los agentes que forman parte de ellas, siguen una excentricidad que tiene una esencia magnética. Con ello, termina por cautivar a la audiencia, dejando esa extrañeza que debe dejarse posar.

*Hilando a oscuras

Aunque en un principio se podría considerar que están establecidos los protagonistas de Estaba en casa, pero…, la realidad es que va girando la importancia de cada personaje. Aun así, destaca, sobre todo, Maren Eggert. La actriz da vida a Astrid, la madre de Phillip, llevándola hacia unos campos realmente sugerentes y llenos de una psicología compleja, que le permiten demostrar su bagaje como actriz e intérprete. Gracias a ello, consigue demostrar esa rareza, ese histrionismo basado en la aflicción, pero de una forma en la que no cae en lo estridente y en lo exagerado. Por tanto, realiza un trabajo extravagante, pero sin perder el control y la contemplación. Junto a ello, hay que recalcar la manera en la que también protagoniza algunos de los momentos más tiernos e hilarantes, realizando esa duplicidad. A pesar de ello, no pierde un ápice de realismo.

Jakob Lassalle también tiene un gran peso en la película. Pese a su juventud, enfrenta el proyecto con gran determinación y con esos matices lumínicos que se presenta en su expresividad y en su despliegue de energía. Además, controla ese aire místico que le envuelve durante todo el largometraje. Después, Clara Möller aporta ese halo de luz y esa ingenuidad que equilibra un universo tan dispar y lleno de contradicciones. Asimismo, ambos actores forman un dúo sinérgico, dando esa muestra del ying y el yang actoral, que da más matices al resultado artístico. Por otra parte, subrayar el reparto coral que van formando todo ese entramado visceral, y a la vez imperturbable, como es el caso de Dane Komljen, que hace una aparición estelar que resalta el carácter de su secuencia. Sin duda, siguen la estela idiosincrásica del film.

*Cautivando en lo sugestivo

Uno de los puntos que más debate provoca en Estaba en casa, pero… es cómo se ha desarrollado el estilo visual de la cinta. Lejos de buscar mayor dinamismo, se ha decantado por una vertiente enfocada en el preciosismo de la imagen, como si se tratase de un cuadro en movimiento. A ello hay que sumarle el sumo cuidado del ritmo pausado y contemplativo, que hace que la acción se ralentice, lo que podría provocar cierto hastío en una parte de la audiencia. Pero, en cambio, en la otra una auténtica fascinación sensorial. La razón no es otra que no busca solamente demostrar su talento natural en la artesanía de lo visual, sino que la propia imagen habla, crea emociones y eso es un parámetro que no siempre es fácil de gestionar ante la magnitud de los significados.

El montaje sigue el esquema planteado desde el guion, donde se traduce en una mezcla de mundos que convergen en un hecho puntual. Aun así, ese influjo de incógnitas y de extrañeza hace que se transfiera a un ritmo más acorde al pensar y no tanto al actuar. Lo mismo sucede con la dirección de fotografía, donde proliferan los planos estáticos de gran duración, frente alguno donde se observa el movimiento del operador de cámara, dando esa sensación de irregularidad. De esta manera, entre ambos, conforman un dualismo que transfiere esa energía fluctuante. Después, utilizar a Shakespeare como una referencia hace que la tragedia no tenga únicamente un adepto, sino que navegue por los entresijos de la película, donde todos forman parte de un laberinto de sentimientos. No obstante, habrá algunos espectadores que no encuentren una coherencia sostenible, por lo que, para disfrutarla, hay que sumergirse en esta locura elaborada.

*Conclusión

Estaba en casa, pero… es una incógnita en sí misma, que constituye su propia coherencia, basada en un espectáculo de misterios y sin una intención de establecer un significado claro y accesible. Por lo cual, para degustarla, se deberá entrar dentro de este universo extravagante, lleno de emociones. No es una historia al uso. En consecuencia, podrá fascinar a una parte de la audiencia y suponer un desacierto para otros. Aun así, el cuidado de la imagen, la delicadeza de lo artístico y el preciosismo, que navega entre los distintos planos, hacen que sea una exquisitez ante los ojos. Lo mismo sucede con el ritmo, que nada en una parsimonia contemplativa extrema, que ralentiza la acción.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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2 de abril de 2021
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Dicen que el cine de la alemana Ángela Schanelec no hace concesiones al espectador. Desconozco el resto de su filmografía pero aquí desde luego no parece que las haya, incluso diría que existe una voluntad manifiesta de no hacerlo, ya desde el propio título o el cartel promocional.

Es cierto que hay un personaje central que arrastra una perdida y tiene que afrontar una nueva etapa intentando superarla al tiempo que lidia con la educación y problemas con sus hijos. Al principio y al final los aparentemente supervivientes de "Los músicos de Bremen" de los hermanos Grimm parecen recordarnos su moraleja de que nada hay peor que la muerte y que de todo se sale.
Y sobre ello la directora vuela libre haciendo de su capa un sayo con aromas del cine del maestro sueco Roy Andersson salvando las distancias. Una sucesión de secuencias, planos e imágenes que se dilatan en el tiempo de contemplación y que lo mismo peroratan sobre el sexo de los ángeles que sobre lo más vulgar y terrenal y todo aquello que al guion de la propia directora se le pase por la cabeza.

Ante la abundancia y sobreexplotación de un cine estandarizado siempre se agradecen espíritus libres que cuentan y lo cuentan como les da la gana y consiguen no solo que se lo financien sino que además acumulan premios. Otra cosa es que el resultado llegue a empatizar con el espectador que acude predispuesto o no a visionarlo. En mi caso iba predispuesto pero no lo consiguió. Me quedo con Roy Andersson.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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