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Prisionero del odio

Drama En 1865, pocas horas después del asesinato del Presidente Lincoln, el doctor Mudd ayuda a John Wilkes, un pobre hombre que se le presenta con la pierna rota. Resulta que John Wilkes es el asesino y se ha roto la pierna mientras huía. Arrestado y acusado de complicidad, el doctor Mudd es condenado a perpetuidad en la cárcel de Shark Island, donde sufrirá los malos tratos y el odio de los guardias, especialmente del sádico sargento Rankin. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
21 de octubre de 2009
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otros cineastas si quieren narrar un suceso histórico intentan, aunque fallen más que una escopeta de feria, que haya "veracidad" y todas esas cosas tan engañosas. Aún hoy algunos historiadores discuten si el Dr. Samuel Alexander Mudd estuvo implicado en la conspiración para asesinar a Abraham Lincoln. John Ford pasa de esas tonterías y se dedica a hacer sencillamente una película. Y encima una película de aventuras, a medio camino entre "En el nombre del padre", "El conde de Montecristo" y "Soy un fugitivo".

El asesinato de Lincoln está rodado ejemplarmente, con una sencillez tan aplastante que es tal como uno lo imagina. Luego Ford se pone en plan antisistema poniendo en evidencia que tras el magnicidio hubo un período que de democracia nasti de plasti.

Naturalmente está muy bien hecha, y cada plano es el lógico y natural. Es Ford, no un director parkinsoniano cualquiera.
Gilbert
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11 de abril de 2010
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es extraño que una película que trata el asesinato de Lincoln, que está dirigida por John Ford y producida por Darryl F. Zanuck sea tan poco conocida y reseñada. O quizá no, porque el retrato que en ella se hace del Gobierno y su tratamiento hacia los presos tras el asesinato de Lincoln no lo deja precisamente en buen lugar.

Una película en la que encontramos las constantes de cine de Ford: Escenas rodadas con una naturalidad asombrosa, un sentido del ritmo que hace que uno no se despegue de la pantalla y una capacidad para condensar aventuras y denuncia en poco menos de 100 minutos al alcance de muy pocos.

Además de las magníficas escenas del asesinato del presidente, la ejecución de los 3 presuntos cómplices de Wilkes Booth o el escape de Mudd de la prisión, llama poderosamente la atención la delicadeza con la que se filman rostros, manos, piernas... usándolos de forma inmejorable como elementos dramáticos de la historia.

Como curiosidad, el doctor cubano Carlos Finlay, descubridor del agente de transmisión de la fiebre amarilla, presentó en Washington trece años después del asesinato de Lincoln su teoría sobre la transmisión de la enfermedad. Sus hipótesis fueron rechazadas durante casi 30 años.

Y pensar que la entrada a la cárcel infernal de Dry Tortugas esté presidida por la inscripción de Arcadia...qué magnífica ironía. (7,5)
tantra
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20 de mayo de 2008
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no fuera por su carácter ¿histórico?, podríamos considerar esta película como de aventuras. Un poco el tema por excelencia de Hitchcock: el falso culpable. La narración es perfecta y la película atrapa en todo momento. Gran fotografía y soberbia interpretación, destacando a John Carradine como uno de los más malvados de la historia del cine, y con ello uno de las más grandes redimidos.
Manucito
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26 de junio de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo admito, soy “fordiano” hasta la médula desde hace muchos, muchos años. Sus películas me emocionan profundamente por ese “algo” que las hacen personales e intransferibles. De John Ford aprendí eso que en el universo “fordiano” se conoce como “la gloria en la derrota”, la dignidad de los humildes ante la adversidad, que la gente sencilla es siempre mejor que los poderosos, que una familia es mejor que uno solo y que una de las cosas más dolorosas es perderla, que la infancia es un terreno lleno de nostalgia, y que en los horizontes del oeste se forjan las leyendas para imprimirlas.

En “Prisionero del odio” se aprecia con claridad lo que en el universo "fordiano" se cococe como "la gloria en la derrota". Aquí el amigo Ford analiza las vergüenzas de la muchedumbre como animal irracional e incontenible por medio de un caso ejemplar, la historia real de Samuel Mudd, un médico que fue injustamente condenado por complicidad en el asesinato de Abraham Lincoln. El trato a la historia y la dirección de Ford es magnífico, empezando con el presidente aún vivo, nos relata cómo fue su asesinato para a continuación seguir a John Wilkes, el asesino, para volver a cambiar de personaje cuando este último se cruce en el destino de nuestro querido médico, el admirable Samuel Mudd. A partir de entonces, toda la historia se centra en él, en como su vida se convierte en un infierno, en una persona que no entiende que está ocurriendo a su alrededor, en cómo ha podido llegar a donde está.

Un gran drama, una gran película. Es admirable el buen juicio y la ferocidad crítica del discurso de Ford, además del convencimiento, la solidez y el poder emotivo con que lo expresa.
Juan Marey
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9 de junio de 2010
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una película interesante por una razón fundamental: puede leerse desde tres vertientes que llevan a resultados notablemente distintos. Pero, antes de referirnos a esto, diré que, en sus aspectos formales, estamos ante un filme sobrio, bien ambientado y con memorables actuaciones de Warner Baxter como Samuel A. Mudd, el médico condenado a cadena perpetua acusado de hacer parte de la conspiración contra el presidente Lincoln; John Carradine como el sargento Rankin, dispuesto a hacer con Mudd lo que él cree que el Consejo de Guerra debió hacerle; y Gloria Stuart la bella y abnegada esposa dispuesta a luchar con todo, y contra todos, para liberar a su marido.

Veamos ahora la primera vertiente: La historia que reluce en primer plano. Un médico, buen hombre y amado padre de familia, siendo inocente, es condenado por conspiración y sin un juicio imparcial, a cadena perpetua. Fácil solidarizarse con un personaje así y más cuando, pese a la integridad con la que él resplandece en todo momento, vemos la inmisericordia con que se le trata y el afán de venganza que, frente a él mantienen sus carceleros, por haber “conspirado” contra el presidente de los EEUU. Quedarse a este nivel, nos pone ante un drama humano de alto calibre y la historia conmueve y emociona con argumentos de noble peso.

La segunda vertiente nos lleva un poco más allá y también puede leerse en lo que nos muestra el filme: Hubo un enfrentamiento, conocido como la Guerra de Secesión, entre los norteños que querían abolir la esclavitud y los sureños que quisieron impedir a toda costa que esto sucediera. Al ganar la Unión (el norte), el esclavista John W. Booth planea un complot de venganza y consigue asesinar al presidente Lincoln. Con todo, y hasta cinco minutos antes de que termine el filme, vemos a los oficiales yanquis como injustos, malvados, vengativos y corruptos. Los negros no dan ni una muestra de querer ser libres y muestran, al contrario, ser muy leales y sentirse satisfechos con sus amos. Es así, una historia pro-sureña y pro-esclavista que denuncia una ignominia cometida por los “ilusos” unionistas. Esto la hace tendenciosa y procaz hasta muy hondo.

La tercera vertiente nos lleva a la veracidad de los hechos. Y entonces sabemos que Mudd si ayudó en la conspiración contra Lincoln (su casa era estratégica para facilitar la huída), sabemos que Mudd y Wilkes se conocían y tuvieron varios encuentros previos al asesinato, y el día que llegó herido, además de ser atendido por Mudd, durmió en su casa durante varias horas. Estos y otros hechos, que no caben aquí, dan por sentado que en el filme se parte de un hecho básico para contar una historia ficticia que tiene como objetivo la conveniencia y sobre todo, exultar, aunque no lo merecieran, a quienes siempre se negaron a perder los beneficios que extraían de la esclavitud.

¿Y no les parece curioso? Abraham Lincoln fue asesinado por John (Wilkes Booth) en el teatro Ford.
Luis Guillermo Cardona
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